X. La hora del renacer (3ª parte).
7. ¡Cuán temible, pues, se ha vuelto Dios para ti! a¡Y cuán grande es el sacrificio que crees que exige Su amor! 2Pues amar totalmente supondría un sacrificio total. 3Y de este modo, el ego parece exigirte menos que Dios, y de entre estos dos males lo consideras el menor: a uno de ellos tal vez se le deba temer un poco, pero al otro, a ése hay que destruirlo. 4Pues consideras que el amor es destructivo, y lo único que te preguntas es: ¿quién va a ser destruido, tú u otro? 5Buscas la respuesta a esta pregunta en tus relaciones especiales, en las que en parte pareces ser destructor y en parte destruido, aunque incapaz de ser una u otra cosa completamente. 6Y crees que esto te salva de Dios, Cuyo absoluto Amor te destruiría completamente.
La única manera de acabar con la hegemonía del miedo, no es hacer un acto de sacrificio en nombre del amor. Todo es más fácil y menos dolorosos. Lo único que tenemos que hacer es permitir que la esencia de nuestra verdadera identidad se exprese, se expanda, a través de nosotros, compartiéndola con los demás.
8. Crees que todo el mundo exige algún sacrificio de ti, pero no te das cuenta de que eres tú el único que exige sacrificios, y únicamente de ti mismo. 2Exigir sacrificios, no obstante, es algo tan brutal y tan temible que no puedes aceptar dónde se encuentra dicha exigencia. 3El verdadero costo de no aceptar este hecho ha sido tan grande que, antes que mirarlo de frente, has preferido renunciar a Dios. 4Pues si Dios te exigiese un sacrificio total, parecería menos peligroso proyectarlo a Él al exterior y alejarlo de ti, que ser Su anfitrión. 5A Él le atribuiste la traición del ego, e invitaste a éste a ocupar Su lugar para que te protegiese de Él. 6Y no te das cuenta de que a lo que le abriste las puertas es precisamente lo que te quiere destruir y lo que exige que te sacrifiques totalmente. 7Ningún sacrificio parcial puede aplacar a este cruel invitado, pues es un invasor que tan sólo aparenta ser bondadoso, pero siempre con vistas a hacer que el sacrificio sea total.
Hemos interpretado que nuestro acto de desobediencia al mandato de nuestro Creador, de no comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, supuso un pecado, al que los Textos Sagrados, ha llamado "Pecado Original", en un intento de recordarnos de que ese acto es lo que ha dado origen a nuestro estado actual. Esa creencia original, ese pensamiento original, propició la idea de que éramos culpables de tal fechoría y que, por lo tanto, deberíamos ocultarnos a los ojos del Creador, para no recibir el justificado castigo que dicha acción requería. La elección de ocultar ese temor, ese miedo, le llevó a inventar un acto compensatorio, y fue así, como imaginó que debía sacrificarse en nombre del amor, para, de alguna manera, equilibrar la balanza "pecado-redención", esto es, reconozco que he "metido la pata", que he enfadado al Creador, pero con el sacrificio, seguro que sabrá reconocer mi arrepentimiento y me perdonará.
Bueno, realmente, el ego, tenía que encontrar el modo de garantizar su recién apariencia, por un lado, y ofrecer garantías de que utilizaría la moneda del "amor-sacrificio" para mantener oculta su verdadera creencia, de cara a los demás (engañar a la mente), su miedo al amor, su negativa real a amar, pues ello significaría su final.
9. No lograrás ser un rehén parcial del ego, pues él no cumple sus promesas y te desposeerá de todo. 2Tampoco puedes ser su anfitrión sólo en parte. 3Tienes que elegir entre la libertad absoluta y la esclavitud absoluta, pues éstas son las únicas alternativas que existen. 4Has intentado transigir miles de veces a fin de evitar reconocer la única alternativa por la que te tienes que decidir. 5Sin embargo, reconocer esta alternativa tal como es, es lo que hace que elegirla sea tan fácil. 6La salvación es simple, por ser de Dios, y es, por lo tanto, muy fácil de entender. 7No trates de proyectarla y verla como algo que se encuentra en el exterior. 8En ti se encuentran tanto la pregunta como la respuesta, lo que te exige sacrificio así como la paz de Dios.
Retomamos una vez más, una lección que se repite, reiteradamente, en las enseñanzas que nos aporta el Curso en Milagros. Me refiero a la libre elección, como una expresión del Principio Creador por excelencia, la voluntad.
La alternativa es una y fácil de entender. O elegimos al ego-miedo, o elegimos al Espíritu-Amor. Todos nosotros tenemos experiencias que nos ayudarán a tomar una elección. Estamos en condiciones de reconocer, que cuando hemos elegido como guía al ego, las percepciones que experimentamos nos hablan de sacrificios, de sufrimiento y de dolor.
En cambio, cuando hemos elegido como guía al Espíritu Santo, al amor, las percepciones que experimentamos nos hablan de unidad, de paz y de felicidad.
¿A cuál, vas a elegir?
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