viernes, 5 de julio de 2024

Capítulo 12. VIII. La atracción del amor por el amor (2ª parte).

 VIII. La atracción del amor por el amor (2ª parte).  

5. No tienes, sino que pedir este recuerdo, y te vendrá a la memoria. 2Mas el recuerdo de Dios no puede aflorar en una mente que lo ha borrado y que quiere que continúe así. 3Pues dicho recuerdo sólo puede alborear en una mente que haya elegido recordar y que haya renunciado al demente deseo de querer controlar la rea­lidad. 4Tú, que ni siquiera puedes controlarte a ti mismo, no deberías aspirar a controlar el universo. 5Contempla mas bien lo que has hecho de él y regocíjate de que no sea verdad. 

¡Padre!, hoy quiero recordar lo que realmente soy. Entrego mi mente al Espíritu Santo, para que se haga en ella, la Expiación. De este modo, mi mente será bendecida con la Santa Visión de la Unidad. 

6. ¡Hijo de Dios, no te conformes con lo que no es nada! 2Lo que no es real no es visible ni tiene valor. 3Dios no pudo haberle ofre­cido a Su Hijo lo que no tiene valor, ni Su Hijo habría podido recibirlo. 4Fuiste redimido en el mismo instante en que pensaste que habías abandonado a tu Padre. 5Nada de lo que has forjado ha existido jamás, y es invisible porque el Espíritu Santo no lo ve. 6Pero lo que Él ve es tuyo para que lo contemples, y a través de Su visión tu percepción sanará. 7Has hecho invisible la única ver­dad que este mundo encierra. 8Al valorar lo que no es nada, has buscado lo que no es nada. 9Al conferirle realidad a lo que no es nada, lo has visto. 10Pero no está ahí. 11Cristo es invisible a causa de lo que has hecho que sea visible para ti. 

Si en nuestra mente hemos elegido negar a Dios, también hemos negado a Su Creación, a Su Hijo, lo que significa que nos hemos negado a nosotros mismos. Hemos negado nuestra verdadera realidad y la hemos sustituido por una falsa realidad.

Lo que el ego ha hecho invisible a los ojos físicos, es la proyección de sus falsas creencias. La Unidad no la percibe, porque cree en la separación. El Amor no es visible, porque le tiene miedo. 

7. No importa cuánta distancia hayas tratado de interponer entre tu conciencia y la verdad, 2al Hijo de Dios se le puede ver porque su visión es algo que se comparte. 3El Espíritu Santo contempla al Hijo de Dios en ti y no ve nada más. 4Lo que es invisible para ti, es perfecto en Su visión y lo abarca todo. 5Él se ha acordado de ti porque no se ha olvidado del Padre. 6Tú contemplaste lo que no era real y hallaste desesperación. 7Mas ¿qué otra cosa podías haber encontrado al ir en pos de lo irreal? 8El mundo irreal es desesperante, pues nunca podrá ser real. 9Y tú que compartes el Ser de Dios con Él, nunca podrás sentirte satisfecho sin la reali­dad. 10Lo que Dios no te dio no tiene poder sobre ti, y la atracción del amor por el amor sigue siendo irresistible. 11La función del amor es unir todas las cosas en sí mismo, y mantenerlas unidas extendiendo su plenitud. 

El sello que identifica el mundo percibido por el ego, se llama sufrimiento. Su experiencia nos lleva a desear un mundo distinto, donde la felicidad sustituya al dolor.

Pero ese cambio de percepción no se producirá, salvo que decidamos ver las cosas de otra manera y pongamos nuestros pensamientos al servicio de la Verdad, al servicio del Espíritu Santo, la Mente Recta.

Cambiemos el miedo por el Amor, y, la percepción del mundo falso, cambiará por la percepción del mundo real. 

8. Dios te dio el mundo real en amoroso intercambio por el mundo que tú construiste y que ves. 2Recíbelo simplemente de la mano de Cristo y contémplalo. 3Su realidad hará que todo lo demás sea invisible, pues contemplarlo es una percepción total. 4Y al contemplarlo recordarás que siempre fue así. 5Lo que no es nada se hará invisible, pues por fin habrás visto verdaderamente. 6Una percepción redimida se convierte fácilmente en conocimiento, pues sólo la percepción puede equivocarse y la percepción nunca existió. 7Al ser corregida da paso al conocimiento, que es la única realidad eternamente. 8La Expiación no es sino el camino de regreso a la que nunca se había perdido. 9El Padre nunca pudo haber dejado de amar a Su Hijo. 

Amar, es recordar lo que somos: El Hijo de Dios.

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