domingo, 7 de abril de 2024

Capítulo 6. III. La renuncia al ataque

III. La renuncia al ataque

1. Como ya hemos puesto de relieve, toda idea tiene su origen en la mente del que la piensa. 2Lo que se extiende desde la mente. por lo tanto, se encuentra todavía en ella, y la mente se conoce a sí misma por lo que extiende. 3La palabra "conoce" está usada correctamente aquí porque el Espíritu Santo, mediante Su per­cepción imparcial, guarda todavía el conocimiento a salvo en tu mente. 4Dado que Él nunca ataca, no obstaculiza la comunicación de Dios. 5Por lo tanto, el estado de ser nunca se ve amenazado. 6Tu mente, que es semejante a la de Dios, jamás puede ser profa­nada. 7El ego nunca fue parte de ella, ni lo será jamás, pero a través del ego puedes oír, enseñar y aprender lo que no es cierto. 8Te has enseñado a ti mismo a creer que no eres lo que eres. 9No puedes enseñar lo que no has aprendido, y lo que enseñas lo refuerzas en ti al compartirlo. 10Cada lección que enseñas es una lección que tú mismo estás aprendiendo.

La mente que compartimos con Dios no conoce al ego, pues nunca ha sido su creación. Ya hemos visto a lo largo de estas enseñanzas, que el sistema de pensamiento del ego se sustenta en el miedo y en la separación, de ahí que sus fabricaciones den lugar a proyecciones que son dirigidas a los demás.

Tan sólo las ideas que fluyen de la mente compartida con Dios pueden extenderse, dando lugar a creaciones basadas en el amor.

No obstante, este punto nos ofrece una visión que nos puede ayudar a entender que podemos utilizar al ego para percibir correctamente, es decir, para aprender y enseñar lo verdadero. Cada lección que enseñamos es una lección que nosotros mismos estamos aprendiendo.

2. Por eso es por lo que debes enseñar solamente una lección. 2Si has de verte libre de conflictos, tienes que aprender únicamente del Espíritu Santo y enseñar únicamente con Él. 3Tú eres única­mente amor, mas cuando lo niegas haces de lo que eres algo que tienes que aprender a recordar. 4Dije anteriormente que el men­saje de la crucifixión fue: "Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres". 5Ésta es la única lección que está perfectamente unifi­cada porque es la única lección que es una sola. 6La única manera de aprenderla es enseñándola: 7" Lo que enseñes es lo que apren­derás." 8Si esto es verdad, como en efecto lo es, no olvides que lo que enseñas te enseña a ti. 9Y no puedes sino creer en lo que proyectas o extiendes.

"Lo que enseñas es lo que aprenderás". Si enseñamos amor, estaremos expandiendo lo que somos y nuestra cosecha será de amor. En cambio, si enseñamos miedo, estaremos proyectando ese sentimiento sobre los demás y los frutos que recolectemos estarán basado en el propio miedo, o lo que es lo mismo, en el error.

3. La única seguridad radica en extender el Espíritu Santo porque a medida que ves Su mansedumbre en otros, tu propia mente se percibe a sí misma como totalmente inofensiva. 2Una vez que puede aceptar esto completamente, no ve necesidad alguna de protegerse. 3La protección de Dios alborea entonces sobre ella, asegurándole que está perfectamente a salvo para siempre. 4Los que están perfectamente a salvo son completamente benévolos. 5Bendicen porque saben que son benditos. 6Desprovista de ansie­dad, la mente es totalmente benévola, y puesto que extiende cari­dad, es también caritativa. 7La seguridad no es otra cosa que la completa renuncia al ataque. 8Ninguna transigencia al respecto es posible. 9Si enseñas ataque en cualquier forma que sea, lo habrás aprendido, y ello no podrá sino causarte dolor. 10Con todo, ese aprendizaje no es permanente, y puedes desaprenderlo dejándolo de enseñar.

Invito a mi mente a visualizar pensamientos de amor, carentes de miedo, y ello, me permite experimentar una sensación de libertad, de desapego, de seguridad y de pureza. Quisiera compartir contigo esa invitación; enseñarte esa visión de libertad me lleva a reconocerte en la Unidad del Espíritu Santo y al mismo tiempo, me hace sentir la plenitud del amor compartido. 

4. Puesto que no puedes dejar de enseñar, tu salvación radica en enseñar exactamente lo opuesto a lo que el ego cree. 2Así es como aprenderás la verdad que te hará libre y que te mantendrá libre a medida que otros la aprendan de ti. 3La única manera de tener paz es enseñando paz. 4Al enseñarla, no puedes sino aprenderla, pues no puedes enseñar aquello de lo que todavía te disocias. 5Sólo así podrás recobrar el conocimiento que desechaste. 6Para poder compartir una idea tienes primero que disponer de ella. Dicha idea despierta en tu mente mediante la convicción que nace de enseñarla. 8Aprendes todo lo que enseñas. 9Enseña sola­mente amor, y aprende que el amor es tuyo y que tú eres amor.

Esta lección nos enseña que nadie puede dar lo que no tiene, y que enseñando amor es el único camino que nos conduce a la salvación.

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