V. El uso que el ego hace de la culpabilidad.
De este párrafo me quedo con el mensaje, que considero muy importante, de que la lógica del ego, sus argumentos, son tan verdaderos para nuestra mente como lo son los del Espíritu Santo. La cuestión de servir a uno u a otro radica en la cualidad de nuestra mente, la cual tiene el don divino y creador de la voluntad, la fuerza motora que nos lleva a dirigir nuestra atención con total libertad.
2. En el Cielo no
hay culpabilidad porque el Reino se alcanza por medio de
Si en alguna ocasión nos hemos preguntado cuál es el origen que da lugar a la culpabilidad, en este punto encontraremos la respuesta a esta cuestión tan transcendental.
Cuando vamos profundizando en las enseñanzas de Un Curso de Milagros, no tardaremos en encontrar dos vías de aprendizajes, una, la del ego, cuyo origen se fundamenta en la creencia en la separación. Por otro lado, la del Espíritu Santo, cuyo Propósito es ofrecernos la Expiación, como la puerta que nos conduce a la corrección de la falsa creencia y el retorno al Reino de los Cielo, donde gozaremos de la Plenitud de la Unidad con Dios.
Este punto nos lo define de manera clara y comprensible: Si el ego es el símbolo de la separación, es también el símbolo de la culpabilidad.
3. El ego es la parte de la mente que cree en la división. 2¿Cómo iba a
poder una parte de Dios separarse de Él sin creer que lo está atacando?. 3Hablamos
anteriormente del problema de la autoridad y dijimos que se basa en el
concepto de que es posible usurpar el poder de Dios. 4El ego cree
que eso es lo que tú hiciste porque cree que tú eres él. Si te identificas con el ego, no podrás sino
percibirte a ti mismo como culpable. 6Siempre que le hagas caso al
ego experimentarás culpabilidad y temerás ser castigado. 7El ego es
literalmente un pensamiento atemorizante. 8Por muy ridícula que sea
para una mente sana la idea de atacar a Dios, nunca olvides que el ego es
demente. 9Representa un sistema de conceptos ilusorios y habla en su
nombre. 10Hacerle caso a la voz del ego significa que crees que es
posible atacar a Dios, y que has arrancado una parte de Él y te has apoderado
de ella. 11De ahí procede el miedo a las represalias externas, ya
que el sentimiento de culpabilidad es tan intenso que tiene que ser proyectado.
La voluntad orientada por la mente hacia todo aquello que no esté basado en el Amor, en la Unidad, da lugar al miedo y a la separación. El resultado de ese direccionamiento de la mente nos ha llevado a la falsa creencia de que somos lo percibido: el ego.
El origen de la culpabilidad se basa en la creencia de que podemos atacar a Dios fabricando un mundo separado de Él.
4. Todo lo que
aceptas en tu mente se vuelve real para ti. 2Es tu aceptación lo que
le confiere realidad. 3El permitirle la entrada al ego en tu mente y
entronarlo allí, es lo que lo convierte en tu realidad. 4Eso se debe
a que la mente es capaz de crear realidad o de fabricar ilusiones. 5Dije
anteriormente que tienes que aprender a pensar con Dios. 6Pensar con
Él es pensar como Él, 7lo cual produce dicha -y no culpabilidad
porque es algo natural. 8La culpabilidad es un signo inequívoco de
que tu pensamiento no es natural. 9El pensamiento que no es natural
va siempre acompañado de culpabilidad porque es la creencia en el pecado. 10El
ego no percibe el pecado como una falta de amor, sino como un decidido acto de
agresión. 11Esto es necesario para su supervivencia porque, tan
pronto como consideres que el pecado es una
insuficiencia, tratarás automáticamente de remediar la situación. 12Y lo lograrás. 13Para el ego eso es la
perdición, pero tú tienes que aprender a verlo como tu emancipación.
Nos enseña este párrafo que debemos pensar con Dios, es decir, debemos hacer real en nuestra mente la fuerza del Amor, de la Unidad.
Nos revela este mismo punto, que el ego no interpreta el pecado como una falta de amor, sino como un acto de agresión a Dios. De este modo, se regocija en la culpabilidad, pues de este modo potencia el símbolo de su identidad,
Si el pecado lo interpretase como un acto de insuficiencia, la culpa no tendría sentido de ser alimentada y ello significaría el fin de la identidad egoica, pues la separación daría paso a la Unidad. Ya no habría ego.
5. La mente. que
está libre de culpa no puede sufrir. 2Al estar sana, sana a su vez al cuerpo porque ella misma ha sanado. 3Las enfermedades son
inconcebibles para la mente sana, ya que no puede concebir atacar a nada ni a
nadie. 4Dije antes que la enfermedad es una forma de magia. 5Quizá
sería mejor decir que es una forma de solución mágica. 6El ego
cree que castigándose a sí mismo
mitigará el castigo de Dios. 7Mas incluso en esto es arrogante.
8Le atribuye a Dios la intención de castigar, y luego adopta esa
intención como su propia prerrogativa. 9El ego trata de usurpar
todas las funciones de Dios tal como las percibe porque reconoce que sólo se
puede confiar, en una lealtad absoluta.
Muchas ramas de la religión creen en la culpabilidad, incluso muchas de ellas, la utilizan para dar sentido a su identidad. "Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa"..., se trata de una oración repetitiva que cala en la profundidad de nuestra psique haciéndonos vulnerables al miedo y al castigo redentor a base del sufrimiento y del arrepentimiento. Esto es así por tener un total desconocimiento de la naturaleza compasiva de nuestro Creador.
La religión está en manos del sistema de pensamiento del ego, en la medida en que nos lleva a sentirnos culpables de haber fabricados un mundo contrario a las Leyes Divinas. Nos sentimos merecedores de la ira divina, por haber transgredido sus leyes; hemos sido expulsados del Paraíso Terrenal y arrojados al desierto donde tendremos que vagar y trabajar para alimentar nuestros cuerpos.
Una mente libre de culpa, deja de ser una mente egoísta, y expresa amor. Una mente amorosa es una mente sana y el cuerpo goza igualmente de ese estado de plenitud.
6. El ego no puede
oponerse a las leyes de Dios de la misma manera en que tú tampoco puedes
hacerlo, pero puede interpretarlas de acuerdo con lo que desea, al igual que
tú. 2Por eso es preciso que contestes la pregunta: "¿Qué es lo
que quiero?" 3La contestas cada minuto y cada segundo, y cada
decisión que tomas es un juicio que no puede por menos que tener consecuencias.
4Y éstas
continuarán repitiéndose automáticamente hasta que tomes otra decisión. 5Recuerda,
no obstante, que las alternativas en sí son inalterables. 6El
Espíritu Santo, al igual que el ego,
es una elección que uno hace. 7Ambos constituyen las únicas
alternativas que la mente puede aceptar y obedecer. 8El Espíritu
Santo y el ego son las únicas opciones que tienes. 9Dios creó Una de
ellas, y, por lo tanto, no puedes deshacerla. 10La otra la
inventaste tú, y, por lo tanto, sí puedes. 11Sólo lo que Dios crea
es irreversible e inmutable. 12Lo que tú has fabricado siempre se
puede cambiar porque cuando no piensas como Dios, en realidad no estás pensando
en absoluto. 13Las ideas ilusorias no son pensamientos reales, si
bien puedes creer en ellas. 14Pero eso es un error. 15La
función del pensamiento procede de Dios y reside en Dios. 16Puesto
que formas parte de Su Pensamiento, no puedes pensar separado de El.
Como personalidad identificada con el ego, siempre he creído que mi mente tiene la capacidad de crear pensamientos y aunque no poseo la capacidad de dominar la emisión de estos, al menos observo su existencia y sus efectos. Sin embargo, había obviado algo esencial. Todo pensamiento que no sea de amor, no son pensamientos, son ilusiones, pues el verdadero pensamiento procede de la capacidad divina que compartimos con nuestro Creador.
La ilusión no es un pensamiento real, ahí radica la diferencia. La ilusión es el uso que hacemos del mundo de las ideas para fabricar un sucedáneo del pensamiento verdadero. Cuando amamos, nuestros pensamientos compartidos con Dios adquieren la facultad de crear. En cambio, cuando fabricamos ilusiones, separados de Dios, damos lugar a lo efímero y temporal, a lo irreal.
7. El pensamiento
irracional es pensamiento desordenado. 2Dios Mismo pone orden en tu
pensamiento porque tu pensamiento fue creado por Él. 3Los
sentimientos de culpabilidad son siempre señal de que desconoces esto. 4Muestran
asimismo que crees que puedes pensar separado de Dios, y que deseas hacerlo. 5Todo
pensamiento desordenado va acompañado de culpabilidad desde su concepción, y
mantiene su continuidad gracias a ella. 6La culpabilidad es
ineludible para aquellos que creen que son ellos los que ordenan sus propios
pensamientos, y que, por lo tanto, tienen que obedecer sus dictados. 7Eso
les hace sentirse responsables de sus errores sin darse cuenta de que, al
aceptar esta responsabilidad, están reaccionando de manera irresponsable. 8Si
la única responsabilidad del obrador de milagros es aceptar
Si el ego, es el símbolo de la creencia en la división y en la separación, la corrección de esa falsa creencia no puede está en sus manos. Es de sentido común, que el error no puede corregir al propio error. Pero esta obviedad no es compartida por el ego, el cual, en su propósito de potenciar la creencia en su identidad, despliega la ilusión de la culpabilidad en la mente, y a través de ella, prefiere el autocastigo al amor, consolidando de este modo un círculo vicioso que se hace interminable.
Tan sólo el pensamiento recto, la Expiación, tiene la capacidad de ordenar el pensamiento irracional, o lo que lo mismo, de corregir la ilusión convirtiéndola en un pensamiento verdadero.
8. La continua
decisión de permanecer separado es la
única razón posible de que siga habiendo sentimientos de culpabilidad. 2Hemos
dicho esto antes, pero no subrayamos los resultados destructivos de tal
decisión. 3Cualquier decisión de la mente afecta tanto al comportamiento como a la experiencia. 4Lo
que tú deseas, esperas que tenga lugar. 5Esto no es algo ilusorio. 6Tu
mente ciertamente forja tu
futuro, y se lo devolverá a la
creación plena en cualquier momento si primero acepta
La creencia en la separación es la causa de experimentar el sentimiento de culpabilidad.
Este punto nos recuerda algo que considero muy importante tener siempre presente: “cualquier decisión de la mente afecta tanto al comportamiento como a la experiencia”. Añade que aquello que deseamos, esperamos que tenga lugar. Es el deseo, el que se convierte en la fuerza motora que dispone la orientación que seguirán los pensamientos que emanen de nuestra mente. El deseo, suplanta el poder divino de la Voluntad, y apoderándose de sus “ropajes”, se erige en el dueño y señor de nuestro reino. Con esta metáfora, se explica, el proceso de fabricación del mundo irreal al que ha dado lugar la mente separada, es decir, la mente que sirve al deseo de ser diferente a Dios.
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