VII. La decisión en favor de Dios
1. ¿Crees
realmente que puedes fabricar una voz que pueda ahogar a la de Dios? 2¿Crees
realmente que puedes inventar un sistema de pensamiento que te pueda separar
de Él? 3¿Crees realmente
que puedes encargarte de tu seguridad y de tu dicha mejor que Él? 4No tienes que ser ni
cuidadoso ni descuidado, necesitas simplemente echar sobre Sus Hombros toda
angustia, pues Él cuida de ti. 5Él cuida de ti porque te ama. 6Su Voz te recuerda continuamente que tienes motivos
para sentirte esperanzado debido a que estás a Su cuidado. 7No puedes elegir excluirte
de Su cuidado porque ésa no es Su Voluntad, pero puedes elegir aceptar Su
cuidado y usar el poder infinito de éste en beneficio de todos los que Él creó
mediante él.
Seguro que habrás percibido, en alguna ocasión de tu existencia terrenal, la pesada carga de la angustia, del sufrimiento, del dolor, de la enfermedad, de la escasez, del miedo, de la soledad, del desamor y del odio. Hasta tal punto esos estados se hacen insoportables, que en la mente has podido identificar pensamientos sombríos que despiertan sentimientos de profunda tristeza y desolación.
Si observamos el entorno físico en el que percibimos la existencia material, podremos descubrir la belleza que nos envuelve. Sin embargo, la naturaleza egoica, identificada con un sistema de pensamiento cuyos pilares son el miedo y la culpa, proyecta en sus fabricaciones un comportamiento destructivo, cuyas consecuencias afectan a la propia naturaleza. La causa de esa alteración se encuentra en la mente. Las enseñanzas nos revelan que el cuerpo es neutro. Es la mente y los pensamientos emanados de ella, quien dirige nuestras acciones corporales. Al igual que la propia naturaleza, el cuerpo es hermoso cuando lo liberamos de estereotipos egoicos. A pesar de ello, lo maltratamos y lo castigamos, culpándolo a veces de ser la causa de nuestras desdichas.
Llega un momento en que nuestra mente alcanza un nivel de sufrimiento tal, que decide mirar hacia otro lado, esto es, decide ver las cosas de otra manera, mucho menos complicada, más sencilla, más humana y solidaria. Comienza a elegir en otra dirección y deja de servir al ego, al miedo, a la culpa. Ese despertar de la consciencia, se caracteriza especialmente porque en nuestra mente los pensamientos egoístas se sustituyen por pensamientos de amor; la oscuridad da paso a la luz y ponemos todos nuestros pensamientos en manos del Espíritu Santo, para que la Expiación nos lleve a corregir la falsa creencia en el dolor y el sufrimiento como vías de aprendizaje.
2. Han sido muchos los sanadores
que no se curaron a sí mismos. 2No movieron montañas con su fe
porque su fe no era absoluta. 3Algunos
de ellos ocasionalmente curaron enfermos, mas no resucitaron a ningún muerto. 4A menos que el sanador se
cure a sí mismo, no podrá creer que no hay grados
de dificultad en los milagros. 5No habrá aprendido que toda mente
que Dios haya creado es igualmente digna de ser sanada porque El la creó íntegra. 6Se
te pide simplemente que le devuelvas a Dios tu mente tal como Él la creó. 7Dios te pide únicamente lo
que Él te dio, sabiendo que mediante esa entrega sanarás. 8La cordura no es otra cosa que plenitud, y la cordura
de tus hermanos es también la tuya.
La fe debe impactar en nuestra mente como un rayo revelador que nos hace ver con certeza absoluta la verdad que siempre ha estado en nuestro interior, pero de la que éramos totalmente inconscientes. No podemos mantener la creencia en la existencia, a medias tintas, de Dios. Creer en Dios cuando las cosas nos van mal y recurrir a Él para que nos solucione nuestros problemas, es un pensamiento del ego, que ignora la verdadera Identidad del Creador y de su Hijo.
El día que la fe forme parte de nuestras creencias, habremos recuperado la cordura y con ello la plenitud.
La Expiación, desde el punto de vista espiritual con el que lo trata el Curso de Milagros, es el estado mental que nos permite visualizar el error y corregirlo. Su Visión, a diferencia del sistema de pensamiento en el que se basa el ego, es integradora y completa. Se fundamenta en la Ley de la Unidad cuyo pilar es el Amor. Por este motivo, este punto recoge que el ego tratará por todos sus medios excluirnos de la Expiación. De este modo, refuerza la falsa creencia en su identidad, en su existencia.
4. Pero ha llegado el momento. 2No
se te ha pedido que elabores el plan de la salvación porque, como ya te dije
anteriormente, el remedio no pudo haber sido obra tuya. 3Dios Mismo te dio
Es comprensible, que el plan de la salvación no tenga su origen en la fuente que se convirtió en su causa. Si hemos elegido la oscuridad, esto es señal inequívoca que hemos negado la luz.
Por tal motivo, este apartado nos revela que el plan de salvación ha sido dispuesto por la Fuente de la Luz, por Dios.
5. Siempre que no te sientes
completamente dichoso es porque has reaccionado sin amor ante una de las
creaciones de Dios. 2Al
percibir eso como un pecado te pones a
la defensiva porque prevés un ataque. 3Tú
eres el que toma la decisión de reaccionar de esa manera, y, por lo
tanto, la puedes revocar. 4No
puedes revocarla arrepintiéndote en el sentido usual de la palabra porque eso
implicaría culpabilidad. 5Si sucumbes al sentimiento de culpabilidad,
reforzarás el error en vez de permitir que sea des-hecho.
Abordamos con este punto, otra de las maravillosas
lecciones con las que el Curso nos descubre la Verdad. Es de admirar, como con
tan pocas palabras se puede revelar un tesoro de tan inmenso valor.
No sentir dicha es la muestra evidente de que no hemos
actuado con amor, pues tan sólo el amor puede tener el efecto de la dicha.
Tomar consciencia de que no hemos actuado con amor,
nos conecta con el error de que podemos pecar y, la consecuencia directa de
sentirnos pecadores es ponernos a la defensiva, pues pensamos que somos
merecedores de ser castigados.
Tan sólo nosotros podemos llegar a esa conclusión, lo
que significa que podemos elegir cambiar el modo de verlo y de interpretarlo.
El arrepentimiento no es la vía de aprendizaje
correcta, pues genera culpabilidad, lo que, sin duda, ayudará a seguir creyendo
que tenemos la capacidad de pecar.
¡Amén! Con este ejercicio, nuestra voluntad, nuestra luz, nuestra
capacidad de entendimiento, se capacita para alcanzar el estado de pureza e
impecabilidad, que hemos olvidado y que nos mantiene prisioneros del sueño de
dolor y muerte, propio del sistema de pensamiento fabricado por la creencia en
la separación.
Gracias. Muy buenas explicaciones. Saludos desde Uruguay!
ResponderEliminarAgradecida completamente, muy fácil de entender.
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