lunes, 15 de abril de 2024

Capítulo 7. III. La realidad del Reino.

III. La realidad del Reino.

1. El Espíritu Santo enseña sólo una lección, y la aplica a todo el mundo y en toda circunstancia. 2Dado que Él está libre de con­flictos, aprovecha al máximo todos los esfuerzos y todos los resultados. 3Al enseñarte el poder del Reino de Dios, el Espíritu Santo te enseña que todo poder te pertenece. 4Su aplicación no importa. 5Es siempre máxima. 6Tu vigilancia no establece que el poder sea tuyo, pero te permite usarlo siempre y en cualquier forma que sea. 7Cuando dije: "Estoy siempre con vosotros", lo dije en un sentido muy literal. 8Jamás me aparto de nadie en ninguna situación. 9Y puesto que estoy siempre contigo, tú eres el camino, la verdad y la vida. 10Tú no creaste ese poder, como tam­poco lo creé yo. 11Fue creado para ser compartido, y, por lo tanto, no tiene ningún sentido percibirlo como si fuese el patrimonio de uno solo a expensas de los demás. 12Tal percepción lo desprovee­ría de significado al eliminar o pasar por alto su único y verda­dero significado.

Nos revela este punto, que el Espíritu Santo nos enseña una sola lección, el poder del Reino de Dios. Si estamos imaginando que ese poder es semejante al de los superhéroes del comic, estaríamos dando un enfoque fantasioso al verdadero significado de ese potencial al que se refiere el punto, sin definirlo explícitamente.

A buen entendedor pocas palabras bastan. Así se expresa el dicho y encierra una gran verdad. Ese poder es la Visión de la unidad, del amor y se encuentra en todos nosotros.


2. El significado de Dios espera en el Reino porque allí es donde Él lo ubicó. 2No espera en el tiempo. 3Simplemente descansa en el Reino porque allí es donde le corresponde estar, al igual que a ti. 4¿Cómo ibas a percibirte a ti mismo como si no formases parte del significado de Dios cuando tú mismo eres ese significado? 5Sólo si te consideras irreal puedes percibirte a ti mismo como separado de tu significado. 6Por esto es por lo que el ego es demente: te enseña que no eres lo que eres. 7Eso es tan contradictorio que es claramente imposible. 8Es, por lo tanto, una lección que no puedes aprender realmente, y que, por consiguiente, no puedes real­mente enseñar. 9Mas siempre estás enseñando. 10Tienes, entonces, que estar enseñando otra cosa, a pesar de que el ego no sabe lo que es. 11El ego, pues, está siendo des-hecho continuamente, y sos­pecha de tus motivos. 12Tu mente no puede estar unificada cuando le es fiel al ego porque la mente no le pertenece a él. 13Sin embargo, lo que para el ego es "traición", para la paz es lealtad. 14El "enemigo" del ego es, por lo tanto, tu amigo.

Si alimentamos un sistema de pensamiento, el otro se queda hambriento, sin fuerza, sin energía. Dirigir nuestra voluntad para alimentar los pensamientos que compartimos con Dios, hará que nuestra consciencia permanezca despierta y plena. Gozaremos de la dicha Divina y expandiremos el Reino de los Cielos percibiéndolo en los demás.

3. Dije anteriormente que el amigo del ego no forma parte de ti porque el ego se percibe a sí mismo en estado de guerra y, por ende, necesitado de aliados. 2Tú, que no estás en guerra, debes ir en busca de hermanos y reconocer en todo aquel que veas a tu hermano, ya que únicamente los que son iguales están en paz. 3Puesto que los Hijos de Dios gozan de perfecta igualdad, no pue­den competir porque lo tienen todo. 4Sin embargo, si perciben a cualquiera de sus hermanos de cualquier otra forma que no sea con perfecta igualdad es que se ha adentrado en sus mentes la idea de la competencia. 5No subestimes la necesidad que tienes de mantenerte alerta contra esa idea, ya que todos tus conflictos pro­ceden de ella. 6Dicha idea es la creencia de que es posible tener intereses conflictivos, y significa, por lo tanto, que has aceptado que lo imposible es verdad. 7¿No es eso lo mismo que decir que te percibes a ti mismo como si fueses irreal?

Si nuestra voluntad decide alimentar el sistema de pensamiento del ego, entonces, el otro será percibido como un extraño y proyectaremos sobre él nuestra creencia en la separación. Como bien recoge este punto, esta visión es la evidencia de que nos percibimos como si fuésemos irreales.

4. Estar en el Reino quiere decir que pones toda tu atención en él. 2Mientras sigas creyendo que puedes prestar atención a lo que no es cierto, estarás eligiendo aceptar el conflicto. 3Mas ¿es esto real­mente una elección? 4Parece serlo, pero las apariencias y la reali­dad no pueden ser lo mismo. 5Tú, que eres el Reino, no tienes nada que ver con las apariencias. 6La realidad es tuya porque tú eres la realidad. 7De esta manera es como en última instancia tener y ser se reconcilian en tu mente, no en el Reino. "El altar que se encuentra allí es la única realidad. 9El altar es perfectamente inequívoco en el pensamiento porque es un reflejo del Pensamiento perfecto. 10Tu mente recta ve únicamente: hermanos porque ve únicamente en su propia luz.

Podemos percibir este mundo y, sin embargo, no estar en él, no pertenecer a él, y para ello, lo que tenemos que conocer es que para estar en el Reino tenemos que poner toda nuestra atención en él, esto es, tenemos que percibir desde la unidad y no desde la separación.

5. Dios Mismo iluminó tu mente, y la mantiene iluminada con Su Luz porque Su Luz es lo que tu mente es. 2Esto está más allá de cualquier duda, y cuando lo pones en duda se te da una res­puesta. 3La Respuesta simplemente cancela la pregunta al estable­cer el hecho de que poner en duda la realidad no tiene sentido. 4De ahí que el Espíritu Santo nunca ponga nada en duda. 5Su única función es eliminar lo cuestionable y, por ende, conducir a la certeza. 6Los que tienen certeza gozan de perfecta calma porque no tienen dudas. 7No cuestionan nada porque en sus mentes no entra nada que sea cuestionable. 8Esto los mantiene en un estado de perfecta serenidad, ya que al saber lo que son, eso es lo que comparten.

Hemos visto en el anterior punto, cómo "estar en el Reino", significa poner toda nuestra atención en él, de tal modo que nuestra voluntad sirva a Dios y no al ego. 

De igual modo, estar en Paz, en Plenitud, en Unidad, en Amor, nos invita a tener certeza de lo que somos. Mientras que no tengamos esa plena certeza, mientras que prestemos atención al sistema de pensamiento del ego, nos surgirán dudas, y el resultado de ese estado mental nos privará de la paz, de la plenitud, de la unidad y del amor.

Tener la certeza de que somos seres espirituales es la consecuencia de haber abandonado nuestros servicios al ego y a su vehículo, el cuerpo físico.

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