2. "El Cielo y la tierra pasarán" significa que no continuarán existiendo como estados separados. 2Mi palabra, que es la resurrección y la vida, no pasará porque la vida es eterna. 3Tú eres la obra de Dios, y Su obra es totalmente digna de amor y totalmente amorosa. 4Así es como el hombre debiera pensar de sí mismo en su corazón, pues eso es lo que realmente es.
Muchas corrientes que se hacen llamar "espirituales", transmiten en sus enseñanzas que la "tierra" y el "cuerpo" es el infierno, dotándole de un significado demoníaco y seductor.
En el Antiguo Testamento, podemos leer sobre leyes basadas en el rigor, en las que se practicaba la mutilación de la zona del cuerpo que era reconocida como la causa de nuestros pecados. Si eran nuestros ojos los causantes de nuestras debilidades, el modo de evitarlo, era sacarlos; si en cambio, eran nuestras manos las que habían dado motivo de de ser castigados, la solución pasaba por amputarlas, en una demostración de acto redentor.
La única causa que debemos corregir para encontrarnos con un mundo nuevo, es decir, con unos efectos, con unas experiencias nuevas y liberadoras, es la que encontramos cuando pensamos en término de separación, pues la separación, ya lo hemos adelantado en otras ocasiones, es la creencia errónea de que podemos ser algo diferente y distinto a lo que somos.
En este sentido, los estados de "cielo" y "tierra", son semejantes a los de "cielo" e "infierno" o por utilizar otros términos, "salvación" y "pecado", o "amor" y "miedo". Mientras que el estado cielo, salvación o amor, se expresan bajo la visión de la unidad, los estados, tierra, infierno o miedo, lo hacen bajo la visión de la separación, del ego.
El punto que estamos analizando, nos enseña que tanto el "cielo" y la "tierra" pasarán, es decir, dejarán de ser un error, para revelarse como la manifestación de la verdad, esto es, como la expresión del estado de Unidad.
¿Significa esta afirmación que la tierra es real? Es posible que estés planteándote esta cuestión, que para muchos supone una duda trascendente. O quizás no, y tengas muy claro, casi la certeza, de que aquello que vemos con los ojos de la dualidad es irreal y carece de significado, mientras que lo que vemos con la Visión de Cristo, con la visión de la unidad, es real. Lo real o lo irreal, no se encuentra en la forma, sino en la mente, en nuestros pensamientos.
Podemos experimentar lo que somos en la tierra, haciendo consciente el amor compartido y la relación santa, basada en la inocencia y en la impecabilidad. Podemos experimentar lo que somos en la tierra, donde impera las leyes del tiempo para una mente dual, haciendo consciente el eterno presente. Podemos experimentar lo que somos en la tierra, haciendo que el miedo, el sufrimiento, la culpa, el dolor, dejen de tener significado, y en su lugar, hagamos consciente el amor, el perdón, la liberación, la paz, la aceptación.
Este punto termina con una expresión que me gustaría desarrollar. Nos indica, que somos la obra de Dios y Su obra es totalmente digna de amor y totalmente amorosa, añadiendo a continuación: "Así es como el hombre debiera pensar de sí mismo en su corazón, pues eso es lo que realmente es".
"Pensar en su corazón" Hermoso mensaje unificador. La acción de pensar, la asociamos siempre con la mente, mientras que al corazón le otorgamos la acción de sentir. Nos encontramos, una vez más con los significados duales del sistema de pensamiento del ego. Esta división, entre mente y corazón, se manifiesta en nuestras vidas a través de la incoherencia. Dicha expresión, es la demostración de una falta de armonía y de unidad en nuestra manera de ser, lo que se manifiesta con estados y circunstancias propias de dichos estados: peleas, luchas, guerras, enfermedades, etc.
Para que la coherencia sea una expresión de nuestra conciencia, debemos pensar con el corazón y sentir con la mente. De este modo, nuestros pensamientos y deseos, hablarán un mismo idioma, lo que dará lugar al entendimiento, una forma de revelar que reconocemos que la unidad es el lazo que nos hace partícipes de una misma familia: la Filiación Divina.
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