PRINCIPIO 38
El Espíritu
Santo es el mecanismo de los milagros. El reconoce las creaciones de Dios así
como tus ilusiones. Separa lo verdadero de lo falso mediante Su capacidad para
percibir totalmente en vez de selectivamente.
Me atrevería a decir, que este punto nos
presenta al verdadero protagonista de Un Curso de Milagros, pues como bien
recoge este Principio, el Espíritu Santo es el mecanismo de los milagros.
Cuando se adquiere una visión conjunta de lo
expuesto en el Texto, la consideración manifestada en el párrafo anterior se
convierte en una certeza. En el desarrollo del Curso se nos hace referencia, a
través de nuestro Hermano Mayor Jesús, de las características del ego y de las
características del Espíritu Santo. Mientras que el primero no es real, el
segundo, se nos presenta como el mediador entre la comunicación
superior y la inferior, y mantiene abierto para la revelación el canal directo
de Dios.
Por lo tanto, volviendo
al atrevimiento inicial, considero que el protagonista real y verdadero del
Curso es el Espíritu Santo.
Dicho esto, pasemos
a analizar en este espacio, algunas de las muchas características que se nos
detalla en el Curso con relación al Espíritu Santo (E.S).
El Principio 38 nos
informa en su título que, “El reconoce las creaciones de Dios así como tus
ilusiones”.
Kenneth Wapnick, en
su obra “Los 50 Principios de los Milagros” nos dice en relación a este punto que, el Espíritu Santo es un
"bateador ambidextro" y, como dice el Curso más adelante, "la
única parte de la Santísima Trinidad que tiene una función simbólica"
(T-5.I.4:1). Esto quiere decir que El puede funcionar en un mundo de símbolos.
No hay símbolos en el Cielo, únicamente en este mundo.
Expongo a
continuación, las cuestiones que le plantean los estudiantes a Ken con relación
a este Principio. Lo considero verdaderamente interesante:
P: Si la separación
es ilusoria, y el Espíritu Santo cobra existencia para resolver eso, ¿no es Él
una ilusión?
R: No, porque lo
creó Dios. No obstante es una buena pregunta. La respuesta del Curso es que, "cuando la separación se sane totalmente y ya no se necesite el Espíritu Santo,
Este existirá aún porque Dios lo creó. Y luego el Curso añade que El regresa al
Cielo y bendice nuestras creaciones" (T-5.I.5:7).
P: Pero parece como
si a El lo hubiesen creado para resolver un problema que no existe.
R: Eso es correcto,
y porque El fue creado por Dios, lo cual significa realmente que El es sólo una
extensión de Dios, una vez Dios Lo crea, El no puede desaparecer. Su función es
ilusoria, puesto que consiste en corregir un problema que es inherentemente
ilusorio, lo cual implica que esta función también tiene que ser una ilusión,
como lo es la forma en la cual experimentamos el contenido de Su Amor.
P: Pero El es uno
de nosotros...
R: No, El no es uno
de nosotros. Nosotros somos parte de la Segunda Persona de la Trinidad -Cristo-
y el Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Trinidad. En otro nivel, por
supuesto, la Trinidad es Una. Sin embargo, Un curso en milagros sí habla de Niveles
de la Trinidad. Esto es más que una excelente distinción teológica. Es
importante corregir la idea de que la Voz del Espíritu Santo es la nuestra.
Esto es similar a la creencia de que nosotros somos Dios, que el Curso
claramente plantea que no lo somos (T-7.I.1-3). Creer que la Voz de Dios es la
nuestra, por no decir que somos el Mismo Dios, es precisamente otra expresión
de la creencia básica de la separación que en primer lugar nos metió en
dificultades.
P: Usted utilizó
otra clase de ejemplo. Dijo que Dios envió al Espíritu Santo al sueño; El no es
parte del sueño, pero vino al mismo para hablarnos desde ahí.
R: La pregunta es
aún, "¿Qué sucederá cuando termine el sueño? Es una de esas cosas que
nadie puede entender en forma alguna. Yo sólo puedo decirle lo que Un curso en
milagros dice al respecto. Pero la idea es que el Espíritu Santo tiene un pie
en la realidad, en el Cielo, y otro en el sueño (si damos por sentado que El
tiene dos pies). El está en el sueño pero no es parte del mismo. Está en nuestras
mentes separadas y obra en ellas; no obstante, también está en contacto con la
Mente de Cristo. Es como un intermediario.
Dios, por supuesto,
ni siquiera se ha enterado del sueño, o del mundo de la ilusión. Una analogía
puede ser la de un padre que contempla a su hijo que duerme por la noche y lo
ve cómo se revuelve en forma agitada, obviamente tiene una pesadilla. El padre
no sabe qué sueña el niño, puesto que todo ocurre fuera de la mente de aquel,
pero sí sabe que el niño sufre y es claro que quiere aliviar el dolor de su
hijo. Dios se encuentra en una situación similar. Por lo tanto, Se extiende a
Sí Mismo hacia el sueño, y hasta la mente de Su Hijo que duerme. El
"Espíritu Santo" es el nombre que Un curso en milagros le da a esa
extensión, la Voz por Dios. Y en ese sueño El nos dice: "Hermano, escoge
otra vez. Puedes contemplar tu sueño de manera diferente." Y así, El
cierne lo que en verdad no llena nuestra necesidad; i.e., las relaciones
especiales. Nos ayuda a unificar nuestra percepción, a ver todas las cosas como
lecciones que Dios quiere que aprendamos. Eso es lo que quiere decir "El
separa lo verdadero de lo falso," y "percibir totalmente en vez de
selectivamente." Ese fue el punto que presenté antes, que El ve todos los
aspectos de una situación. Nosotros vemos una situación sólo en términos de
nuestras necesidades específicas. El reconoce todas las situaciones como
oportunidades para sanar a todas las personas que estén involucradas.
Retomamos de nuevo
el tema, y lo hago con un intento de dar respuesta a la siguiente pregunta, que
tal vez compartas: ¿dónde se encuentra el Espíritu Santo en nosotros?
La respuesta nos la da Jesús: “El Espíritu Santo se
encuentra en tu mente recta, tal como se encontraba en la mía” (T-5.I.3:3). “El Espíritu Santo se encuentra en ti en un sentido
muy literal. Suya es la Voz que te llama a retornar a donde estabas antes y a
donde estarás de nuevo. Aun en este mundo es posible oír sólo esa Voz y ninguna
otra” (T-5.II.3:7-9).
"El Espíritu
Santo mora en la parte de la mente que yace entre el ego y el espíritu,
mediando siempre entre ellos en favor del espíritu. Para el ego eso es ser
parcial, y reacciona como si algo estuviese contra él. Para el espíritu eso es
la verdad porque el espíritu conoce su propia llenura y no puede concebir que
haya alguna parte de la que él esté excluido" (T-7.IX.1:5-7).
Debemos tener presente que, "el
Espíritu Santo, al igual que el ego, es una elección que uno
hace. Ambos constituyen las únicas alternativas que la mente puede aceptar y
obedecer. El Espíritu Santo y el ego son las únicas opciones que tenemos. Dios
creó Una de ellas, y, por lo tanto, no puedes deshacerla. La otra la inventamos
nosotros, y, por lo tanto, sí podemos. Sólo lo que Dios crea es irreversible e
inmutable. Lo que nosotros hemos fabricado siempre se puede cambiar porque
cuando no pensamos como Dios, en realidad no estamos pensando en absoluto. Las
ideas ilusorias no son pensamientos reales, si bien podemos creer en ellas.
Pero eso es un error. La función del pensamiento procede de Dios y reside en
Dios. Puesto que formamos parte de Su Pensamiento, no podemos pensar separados de El" (T-5.V.6:7-16).
El Espíritu Santo es la respuesta de Dios al ego. "Todo lo que el Espíritu Santo te recuerda
está en directa oposición a las nociones del ego, pues las percepciones
verdaderas y las falsas se oponen entre sí. La tarea del Espíritu Santo es
deshacer lo que el ego ha hecho. Lo deshace en el mismo nivel en que el ego
opera, pues, de otro modo, la mente sería incapaz de comprender el cambio" (T-5.III.5:4-6).
"El Espíritu Santo es el mediador
entre las interpretaciones del ego y el conocimiento del espíritu. Su capacidad
para utilizar símbolos le permite actuar con las creencias
del ego en el propio lenguaje de éste. Su capacidad para mirar más allá de los
símbolos hacia la eternidad le permite entender las leyes de Dios, en nombre de
las cuales habla. Puede, por consiguiente, llevar a cabo la función de
reinterpretar lo que el ego forja, no mediante la destrucción, sino mediante el
entendimiento. El entendimiento es luz, y la luz conduce al conocimiento. El
Espíritu Santo se encuentra en la luz porque Él está en nosotros que somos luz,
pero desconocemos esto. La tarea del Espíritu Santo consiste, pues, en reinterpretarnos
en nombre de Dios" (T-5.III.7:1-7).
"El ego construyó el mundo tal
como lo percibe, pero el Espíritu Santo -el reinterprete de lo que el ego
construyó- ve el mundo como un recurso de enseñanza para llevarnos a nuestro
hogar. El Espíritu, Santo tiene que percibir el tiempo y re-interpretarlo como
eterno. Tiene que llevar a cabo Su labor mediante el uso de opuestos porque
tiene que operar para una mente y con una mente que está en oposición" (T-5.III.7:1-3).
"El Espíritu Santo está siempre en comunión con Dios, y forma parte de ti. Él es tu Guía a la salvación porque recuerda lo pasado y lo que ha de venir, y lo trae al presente. Él mantiene ese regocijo en tu mente con gran ternura, y sólo te pide que lo incrementes compartiéndolo en Nombre de Dios de modo que Su júbilo se incremente en ti" (T-5.III.11:8-10).
Nos refiere, igualmente, este Principio que
el E.S, separa lo verdadero de lo falso mediante Su capacidad para percibir
totalmente en vez de selectivamente.
Esta afirmación nos lleva a analizar el papel que
desempeña el Espíritu Santo en el Plan de Salvación diseñado por el Creador:
“El Espíritu Santo es la Mente
de Cristo, la cual es consciente del conocimiento que yace más allá de la
percepción. El Espíritu Santo comenzó a existir
como medió de protección al producirse la separación, lo cual inspiró
simultáneamente el principio de la Expiación. Antes de eso no había necesidad
de curación, pues nadie estaba desconsolado. La Voz del Espíritu Santo es la
Llamada a la Expiación, es decir, a
la restitución de la integridad de la mente. Cuando la Expiación se complete y
toda la Filiación sane, dejará de haber una llamada a retornar. Pero lo que
Dios crea es eterno. El Espíritu Santo permanecerá con los Hijos de Dios para
bendecir las creaciones de éstos y mantenerlas en la luz de la dicha" (T-5.I.5:1-7).
"Dios honró incluso las
creaciones falsas de sus Hijos porque ellos las habían hecho. Pero también
bendijo a Sus Hijos con una manera de pensar que fuese capaz de elevar sus
percepciones a tal altura, que casi pudieran llegar hasta Él. El Espíritu Santo
es la Mente de la Expiación. Representa un estado mental lo suficientemente
próximo a la Mentalidad-Uno como para que la transferencia a ella sea
finalmente posible. La percepción no es conocimiento, pero puede ser
transferida al conocimiento, o cruzar hasta él. Tal vez sea más útil en este caso
utilizar el significado literal de la palabra "transferida", o sea
"transportada", puesto que el último paso es Dios Quien lo da" (T-5.I.6:1-6).
"El Espíritu
Santo -la Inspiración que toda la Filiación comparte- induce a una clase de
percepción en la que muchos elementos son como los del Reino de los Cielos:
En primer lugar, su
universalidad es perfectamente inequívoca, y nadie que la alcance podría
pensar ni por un momento que compartirla signifique cualquier otra cosa que no
sea ganar.
En segundo lugar, es una
percepción que es incapaz de atacar, y, por lo tanto, es verdaderamente
receptiva. 4Esto quiere decir que si bien no engendra conocimiento,
tampoco lo obstruye en modo alguno.
Finalmente, señala al camino que
lleva a lo que está más allá de la curación qué trae consigo, y conduce a la
mente más allá de su propia integración, hacia los senderos de la creación.
En este punto es donde se producen suficientes cambios cuantitativos para
producir un verdadero salto cualitativo”. (T.5.I.7:1-6))
Lo recogido en el punto anterior
se completa con otra aportación extraída del Curso:
“El Espíritu Santo es la
Respuesta de Dios a la separación; el medio a través del cual la Expiación cura
hasta que la mente en su totalidad se reincorpore al proceso de creación” (T-5.II.2:5).
"El Espíritu Santo es el
resplandor al que debemos permitir que desvanezca la idea de la oscuridad. Suya
es la gloria ante la cual la disociación desaparece y el Reino de los Cielos
pasa a ocupar el lugar que le corresponde: Antes de la separación no teníamos
necesidad de dirección, pues disponíamos de conocimiento, tal como dispondremos
de él de nuevo, pero como no disponemos de él ahora" (T-5.II.4:2-5) .
"La Voz del Espíritu Santo no da órdenes porque es
incapaz de ser arrogante. No exige
nada porque su deseo no es controlar. No vence porque no ataca. Su Voz es
simplemente un recordatorio. Es apremiante únicamente por razón de lo que nos recuerda. Le ofrece a nuestra mente el
otro camino, permaneciendo serena aun en medio de cualquier confusión a la que podamos
dar lugar. La Voz que habla por Dios es siempre serena porque habla de paz. La paz es más poderosa que la guerra porque
sana. La guerra es división, no expansión. Nadie gana en la batalla. ¿Qué saca
un hombre con ganar el mundo entero si con
ello pierde su propia alma? Si le prestamos oídos a la voz que no debemos, perdemos de vista a nuestra alma. En
realidad no podemos perderla, pero podemos no conocerla. Por lo tanto, nos parecerá que la hemos
"perdido" hasta que elijamos correctamente" (T-5.II.7:1-14).
"El Espíritu Santo es tu Guía a la hora de elegir. Reside en la parte de tu mente que siempre habla en favor de la elección correcta porque habla por Dios. Él es el último nexo de comunicación que te queda con Dios, comunicación que puedes interrumpir, pero no destruir. El Espíritu Santo es el vehículo mediante el cual la Voluntad de Dios se cumple así en la tierra como en el Cielo" (T-5.II.8:1-4).
"La Voz del Espíritu Santo en ti es débil. Por eso es por lo que debes compartirla. Tiene que hacerse más fuerte antes de que puedas oírla. Es imposible que la oigas dentro de ti mientras siga siendo tan débil en tu mente. No es que de por sí sea débil, sino que está limitada por tu renuencia a oírla. Si cometes el error de buscar al Espíritu Santo únicamente en ti, tus pensamientos te asustarán, ya que al adoptar el punto de ista del ego, estarás emprendiendo un viaje que le es ajeno al ego utilizándolo a él de guía. 7Esto no puede sino producir miedo" (T-6.4:1-7).
"El Espíritu Santo extiende y el
ego proyecta. Del mismo modo en que los objetivos de ambos son opuestos, así
también lo son sus resultados" (T-6.II.4:3-4).
"La diferencia entre la
proyección del ego y la extensión del Espíritu Santo es muy simple. El ego
proyecta para excluir, y, por lo tanto, para engañar. El Espíritu Santo
extiende al reconocerse a Sí Mismo en cada mente, y de esta manera las percibe
a todas como una sola. Nada está en conflicto en esta percepción porque lo que
el Espíritu Santo percibe es todo igual" (T-6.II.12:1-4).
"El Espíritu Santo comienza percibiendo tu perfección. Como sabe que esa perfección es algo que todos comparten, la reconoce en otros, y así la refuerza tanto en ti como en ellos. En vez de ira, esto suscita amor tanto en ellos como en ti porque establece el estado de inclusión. Puesto que percibe igualdad, el Espíritu Santo percibe en todos las mismas necesidades. Esto invita automáticamente a la Expiación porque la Expiación es la necesidad universal de este mundo. Percibirte a ti mismo de esta manera es la única forma de hallar felicidad en el mundo. Eso se debe a que es el reconocimiento de que tú no estás en este mundo, pues el mundo es un lugar infeliz" (T-6.II.5:1-7).
"El Espíritu Santo hace uso del
tiempo, pero no cree en, él. Puesto que Él procede de Dios, usa todo para el bien,
pero no cree en lo que no es verdad" (T-6.II.10:1-2).
"Sólo el Espíritu Santo puede
resolver conflictos porque sólo el Espíritu Santo está libre de conflictos. Él
percibe únicamente lo que es verdad en nuestra mente, y lo extiende sólo a lo
que es verdad en otras mentes" (T-6.II.11:8-9).
"El Espíritu Santo nos fue dado
con perfecta imparcialidad, y a menos que lo reconozcamos imparcialmente no podremos
reconocerlo en absoluto. El ego es legión, pero el Espíritu Santo es uno. No
hay tinieblas en ninguna parte del Reino, y nuestro papel sólo consiste en
impedir que las tinieblas moren en nuestra mente. Ésta armonía con la luz es
ilimitada porque está en armonía con la luz del mundo. Cada uno de nosotros es
la luz del mundo, y al unir nuestras mentes en esa luz proclamamos el Reino de
Dios juntos y cual uno solo" (T-6.II.13:1-5).
Continuará...
Gracias de verdad
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