PRINCIPIO 49
El milagro no
distingue entre diferentes grados de percepción errónea. Es un recurso para
sanar la percepción que es eficaz independientemente del grado o dirección del
error. En eso radica su verdadera imparcialidad.
Estamos, sin duda, ante la idea central de
las enseñanzas del Curso: “no hay grado de dificultad en los milagros”, o dicho
de otra manera, “no existe la dualidad”.
La lógica aceptada por el ego le lleva a la
creencia de que todo cuanto ocurre en el mundo con el que se encuentra identificado
es susceptible de manifestarse con diferentes grados de dificultad. Esto quiere
decir que, habitualmente, solemos clasificar los problemas en grados y niveles.
Una enfermedad, un conflicto, se mide en grados de gravedad. Nuestra respuesta
no es la misma, si el diagnóstico médico es un resfriado, que si es una
neumonía o si se trata de un cáncer de pulmón.
No reaccionamos igual ante una pelea
callejera, que ante una ruptura matrimonial.
Podríamos decir, que para cambiar esas
creencias, requeriremos un nuevo enfoque, una nueva visión, o lo que es lo
mismo, necesitamos trascender las leyes temporales, basadas en la clasificación
de niveles y grados de dificultad.
Hoy vamos a ver cómo,
independientemente de "las mentiras que te hayas creído, para el milagro son irrelevantes, pues puede sanar cualquiera de ellas con la misma facilidad. El milagro no hace distinciones entre diferentes percepciones falsas. Su única finalidad es distinguir entre la verdad por un lado y el error por otro. Algunos milagros pueden parecer más difíciles de obrar que otros, pero no te olvides del primer principio de este curso: no hay grados de dificultad en los milagros" (T-2.I.5:1-5).
"Para el Espíritu Santo no hay
grados de dificultad en los milagros. A estas alturas, esto debería resultarnos
ya bastante familiar, aunque no es algo que todavía estemos dispuestos a creer" (T-6.V.A.4:1-2).
Las enseñanzas del Curso, nos
revela que, "es mucho lo que todavía nos queda por hacer en favor del Reino como
para pasar por alto este concepto tan crucial. Es realmente una de las piedras
angulares del sistema de pensamiento que nos enseña Jesús y que quiere que nosotros
enseñemos. No podemos obrar milagros sin creer en él, ya que es una creencia en
la perfecta igualdad. El único regalo idéntico que se les puede ofrecer a los
Hijos idénticos de Dios, es apreciarlos completamente. Ni más ni menos. Sin una
gama variable, la idea de grados de dificultad carece de sentido, y no debe
haber gama alguna en lo que le ofrecemos a nuestro hermano" (T-6.V.A.4:4-9).
Es importante recordar que, "los milagros demuestran que el aprendizaje ha tenido lugar bajo la debida dirección, pues el aprendizaje es invisible y lo que se ha aprendido sólo se puede reconocer por sus resultados. Su generalización se demuestra a medida que lo pones en práctica en más y más situaciones. Reconocerás que has aprendido que no hay grados de dificultad en los milagros cuando los apliques a todas las situaciones. No hay situación a la que los milagros no sean aplicables, y al aplicarlos a todas las situaciones el mundo real será tuyo (T-12.VII.1:1-4).
Un desarrollo más completo de este Principio, nos exige profundizar en
el Capítulo 14, más concretamente en el apartado X, titulado “La igualdad de
los milagros”:
La igualdad de los milagros
"Cuando ninguna percepción se interponga entre Dios y Sus creaciones, o
entre Sus Hijos y las suyas, el conocimiento de la creación no podrá sino
continuar eternamente. Los reflejos que aceptas en el espejo de tu mente
mientras estás en el tiempo o bien te acercan a la eternidad o bien te alejan
de ella. Pero la eternidad en sí está más allá del tiempo. Salte del tiempo y
con la ayuda del reflejo de la eternidad en ti, extiéndete y tócala. Y pasarás
del tiempo a la santidad tan
inevitablemente como el reflejo de la santidad exhorta a todos a dejar a un
lado la culpabilidad. Sé un reflejo de la paz del Cielo aquí y lleva este
mundo al Cielo, pues el reflejo de la verdad atrae a todo el mundo a ésta, y a
medida que todos entran en ella, dejan atrás todos los reflejos" (T-14.X.1:1-7).
"En el Cielo la realidad no se refleja, sino que se comparte. Al compartir
su reflejo aquí, su verdad se vuelve la única percepción que el Hijo de Dios
acepta. De este modo aflora en él el recuerdo de su Padre, y a partir de ése
momento nada más puede satisfacerle, excepto su propia realidad. Vosotros en la
tierra no tenéis idea de lo que significa no tener límites, pues el mundo en el
que aparentemente vivís es un mundo de límites. No es cierto que en este mundo
pueda ocurrir algo que no conlleve grados de dificultad. El milagro, por lo
tanto, tiene una función única, y lo inspira un Maestro único que trae las
leyes de otro mundo a éste. Obrar milagros es lo único que puedes hacer que
transciende la idea de grados de dificultad, pues los milagros no están basados
en diferencias sino en la igualdad" (T-14.X.2:1-7).
"Los milagros no compiten entre sí, y el número de milagros que puedes
obrar es ilimitado. Pueden ser legión y a la vez simultáneos. Esto no es difícil
de entender una vez que concibes que son posibles. Lo que más cuesta entender es
que la falta de grados de dificultad que caracteriza al milagro es algo que
tiene que proceder de otra parte y no de aquí. Desde el punto de vista del
mundo, eso es imposible" (T-14.X.3:1-5).
"Tal vez te hayas dado cuenta de que tus pensamientos no compiten
entre sí, y de que, aunque estén en conflicto entre sí, pueden ocurrir
simultáneamente y con gran profusión. Puedes ciertamente estar tan acostumbrado
a eso que ya apenas te sorprenda. No obstante, estás acostumbrado
también a clasificar algunos de tus pensamientos como más importantes o mejores
que otros, como más sabios, productivos o valiosos. Esto es cierto con respecto
a los pensamientos que se les ocurren a los que creen vivir separados. Pues
algunos pensamientos son reflejos del Cielo, mientras que otros los suscita el
ego, el cual tan sólo aparenta pensar" (T-14.X.4:1-5).
"El resultado de todo esto es un patrón zigzagueante y variable que
nunca descansa y jamás se detiene. Se mueve incesantemente por todo el espejo
de tu mente, y los reflejos del Cielo aparecen fugazmente para luego
desvanecerse, a medida que la oscuridad los envuelve. Allí donde había luz, la
oscuridad la elimina en un instante, dando lugar a que patrones que alternan
entre la luz y la oscuridad atraviesen tu mente sin tregua. La poca cordura que
aún te queda permanece ahí gracias a un sentido de orden que tú mismo
estableces. Mas el hecho mismo de que puedas hacer eso y seas capaz de imponer
orden donde reina el caos, demuestra que tú no eres un ego y que en ti tiene
que haber algo más que un ego. Pues el ego es caos, y si eso fuese lo único que
hay en ti, te sería imposible imponer ningún tipo de orden. No obstante, aunque
el orden que le impones a tu mente limita al ego, también te limita a ti. Ordenar
es juzgar y clasificar por medio de juicios. Por lo tanto, es una función que
le corresponde al Espíritu Santo, no a ti" (T-14.X.5:1-9).
"Te parecerá difícil aprender que no tienes ninguna base para poner
orden en tus pensamientos. El Espíritu Santo te enseña esta lección
ofreciéndote los ejemplos deslumbrantes de los milagros, a fin de mostrarte que
tu modo de ordenar es desacertado, pero que se te ofrece uno mejor. El milagro
responde siempre de la misma manera ante cualquier petición de ayuda. No la
juzga. Simplemente reconoce lo que es y responde consecuentemente. No se
detiene a considerar qué petición es más importante, más urgente o más apremiante.
Tal vez te preguntes por qué se te pide que hagas algo que no requiere que
emitas ningún juicio, cuando todavía eres prisionero de los juicios. La
respuesta es muy simple: el poder de Dios, no el tuyo, es el que engendra los
milagros. El milagro en sí no hace sino dar testimonio de que el
poder de Dios se encuentra dentro de ti. Ésa es la razón de que el milagro
bendiga por igual a todos los que de alguna manera son partícipes en él, y ésa
es también la razón de que todos sean partícipes en él. El poder de Dios es
ilimitado. Y al ser siempre máximo, ofrece todo a cualquiera que se lo pida. No
hay grados de dificultad en esto. A una petición de ayuda se le presta
ayuda" (T-14.X.6:1-15).
En verdad, "cuando sostienes que es imposible que no haya grados de dificultad en los milagros, lo único que estás diciendo es que hay algunas cosas que no quieres entregarle a la verdad. Crees que la verdad no podría resolverlas debido únicamente a que prefieres mantenerlas ocultas de la verdad. Dicho llanamente, tu falta de fe en el poder que sana todo dolor emana de tu deseo de conservar algunos aspectos de la realidad y reservarlos para la fantasía. ¡Si tan sólo comprendieses cuánto afecta esto tu apreciación de la totalidad! Aquello que te reservas sólo para ti, se lo quitas a Aquel que quiere liberarte. A menos que se lo devuelvas, tu perspectiva de la realidad permanecerá inevitablemente distorsionada y sin corregir" (T-17.I.3:1-6).
"Mientras desees que esto siga siendo así, seguirás albergando la ilusión de que hay grados de dificultad en los milagros. Pues habrás sembrado la idea de grados de realidad al darle una parte de ésta a un maestro, y la otra al otro. De este modo, aprendes a tratar con una parte de la verdad de una manera, y con la otra de otra. Fragmentar la verdad es destruirla, pues ello la desprovee de todo significado. El concepto de grados de realidad es un enfoque que denota falta de entendimiento, un marco de referencia para la realidad con el que realmente no se la puede comparar en absoluto" (T-17.I.4:1-5).
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