PRINCIPIO 39
El milagro elimina el error porque el Espíritu Santo lo identifica como falso o irreal. Esto es lo mismo que decir que al percibirse la luz la oscuridad desaparece automáticamente.
El estudio
de este nuevo Principio, nos permite dar continuidad a la labor emprendida en
la anterior entrega en la que tuvimos ocasión de conocer, con más detalle, el
papel protagonista del Espíritu Santo.
Con el
Principio 39, el Espíritu Santo nos revela una de Sus principales cualidades,
la de permitirnos identificar, a la luz de la razón, el significado ilusorio e
irreal del error.
A raíz de
este enunciado, me he propuesto dedicar este análisis a la idea del error, pues
considero que su causa se encuentra tan arraigada en el código de nuestros
pensamientos que ha dado lugar a que nuestra realidad se sustente bajo la identidad
de la ilusión.
Pasemos a
entresacar los pasajes que nos comparte el Texto del Curso con relación a esta
cuestión:
"Sigue estando en tus manos elegir unirte a la verdad o a la ilusión. Pero recuerda que elegir una es abandonar la otra. Dotarás de belleza y realidad a la que elijas porque tu elección depende de cuál valoras más. La chispa de belleza o el velo de fealdad, el mundo real o el de la culpabilidad y el miedo, la verdad o la ilusión, la libertad o la esclavitud, es todo lo mismo. Pues no puedes elegir más que entre Dios o el ego. Todo sistema de pensamiento o bien es verdadero o bien falso, y todos sus atributos se derivan naturalmente de lo que es. Únicamente los Pensamientos de Dios son verdaderos. 8 todo lo que se deriva de ellos procede de lo que son, y es tan verdadero como la santa Fuente de donde procedieron" (T-17.III.9:1-8).
Me encanta
la siguiente aportación. "En el proceso de separar lo falso de
lo verdadero, el milagro procede de acuerdo con lo siguiente:
El amor perfecto expulsa el miedo.
Si hay miedo, es que no hay amor perfecto.
Mas:
Sólo el amor perfecto existe.
Si hay miedo, éste produce un estado que no existe.
Cree esto y serás libre. Sólo Dios puede establecer esta solución, y esta fe es Su don" (T-1.VI.5:3-10).
Por lo tanto,
tenemos que tener presente que, "el primer paso hacia la libertad comprende
separar lo falso de lo verdadero. Éste es un proceso de separación en el
sentido constructivo de la palabra, y refleja el verdadero significado del Apocalipsis.
Al final cada cual contemplará sus propias creaciones y elegirá conservar sólo
lo bueno, tal como Dios Mismo contempló lo que había creado y vio que era
bueno. A partir de ahí, la mente podrá comenzar a contemplar sus propias
creaciones con amor por razón del mérito que tienen. Al mismo tiempo, la mente
repudiará inevitablemente sus creaciones falsas que, en ausencia de la creencia
que las originó, dejarán de existir" (T-2.VIII.4:1-5).
"El Espíritu Santo separa lo verdadero de lo falso en tu mente, y te enseña a juzgar cada pensamiento que dejas que se adentre en ella a la luz de lo que Dios puso allí" (T-6.V.C.1:2).
"Él tiene el poder de ver lo que has ocultado y reconocer en ello la Voluntad de Dios. Gracias a este reconocimiento, Él puede hacer que la Voluntad de Dios sea real para ti porque Él está en tu mente, y, por lo tanto, Él es tu realidad" (T-9.I.4:2-3).
"La verdad y lo falso no pueden
coexistir en nuestra mente sin dividirla. Si no pueden coexistir en paz, y si
lo que queremos es estar en paz, tenemos que abandonar por completo y para
siempre la idea de conflicto. Esto requiere que nos mantengamos alerta
mientras no nos demos cuenta de lo que es verdad. Mientras sigamos
creyendo que dos sistemas de pensamiento completamente contradictorios pueden
compartir la verdad, es obvio que tenemos que mantenernos alerta" (T-7.VI.8:8-11).
El ego, lo recordamos, "está
completamente comprometido a lo falso, y lo que percibe es lo opuesto a
lo que percibe el Espíritu Santo, así como al conocimiento de Dios" (T-7.CI.9:8).
La Expiación, lo recordamos igualmente, "conlleva una
re-evaluación de todo lo que tenemos en gran estima, pues es el medio a través
del cual el Espíritu Santo puede separar lo falso de lo verdadero, lo cual hemos
aceptado en nuestra mente sin hacer ninguna distinción entre ambos" (T-13.IX.4:1).
Como bien nos enseña el Curso, "nuestra tarea no es
ir en busca del amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras
dentro de nosotros que hemos levantado contra él. No es necesario
que busquemos lo que es verdad, pero sí es necesario
que busquemos todo lo que es falso. Toda ilusión es una ilusión de miedo, sea
cual fuere la forma en que se manifieste. Y el intento de escapar de una
ilusión refugiándonos en otra no puede sino fracasar. Si buscamos amor fuera de
nosotros, podemos estar seguros de que estamos percibiendo odio en nuestro
interior y de que ello nos da miedo. Pero la paz nunca procederá de la ilusión
de amor, sino sólo de la realidad de éste" (T-16.IV.6:1-6).
Nos estamos adentrando poco a poco en el mundo
ilusorio del error. La afirmación: “toda ilusión es una ilusión de miedo”, nos
lleva a establecer una estrecha relación entre el error y el miedo. Ambos se
alimentan de la misma causa, del mismo pensamiento original el cual dio lugar a
un estado irreal e ilusorio al que, sin embargo, la mente le otorgó el poder de
la realidad.
Repasemos cuál fue esa “causa” tan poderosa que dio
lugar al error original y al miedo.
"La única carencia que realmente necesitas corregir es tu sensación de estar separado de Dios. Esa sensación de separación jamás habría surgido si no hubieses distorsionado tu percepción de la verdad, percibiéndote así a ti mismo como alguien necesitado. La idea de un orden de necesidades surgió porque, al haber cometido ese error fundamental, ya te habías fragmentado en niveles que comportan diferentes necesidades. A medida que te vas integrando te vuelves uno, y tus necesidades, por ende, se vuelven una. Cuando las necesidades se unifican suscitan una acción unificada porque ello elimina todo conflicto" (T-1.VI.2:1-5) .
"La idea de un orden
de necesidades, que proviene del error original de que uno puede estar separado
de Dios, requiere corrección en su propio nivel antes de que pueda corregirse
el error de percibir niveles. No podemos comportarnos con eficacia mientras
operemos en diferentes niveles. Sin embargo, mientras lo hagamos, la corrección
debe proceder verticalmente, desde abajo hacia arriba. Esto es así porque
creemos que vivimos en el espacio, donde conceptos como "arriba" y
"abajo" tienen sentido. En última instancia, ni el espacio ni el
tiempo tienen ningún sentido. Ambos son meramente creencias" (T-1.VI.3:1-6).
Por lo tanto,
podemos determinar que, "todo miedo se reduce, en última instancia, a la básica percepción errónea de que tienes la capacidad de usurpar el poder de Dios. Por supuesto, no puedes hacer eso, ni jamás pudiste haberlo hecho. En esto se basa el que puedas escaparte del miedo. Te liberas cuando aceptas la Expiación, lo cual te permite darte cuenta de que en realidad tus errores nunca ocurrieron" (T-2.I.4:1-4).
"El primer paso correctivo para deshacer el error es darse cuenta, antes que nada, de que todo conflicto es siempre una expresión de miedo. Dite a ti mismo que de alguna manera tienes que haber decidido no amar, ya que de otro modo el miedo no habría podido hacer presa en ti. A partir de ahí, todo el proceso correctivo se reduce a una serie de pasos pragmáticos dentro del proceso más amplio de aceptar que la Expiación es el remedio. Estos pasos pueden resumirse de la siguiente forma:
- Reconoce en primer lugar que lo que estás experimentando es miedo.
- El miedo procede de una falta de amor.
- El único remedio para la falta de amor es el amor perfecto.
- El amor perfecto es la Expiación" (T-2.VI.7:1-8).
Con lo anterior hemos descrito los pasos que podemos elegir para deshacernos del error. A continuación expondré unas aportaciones extraídas del Capítulo 12 del Curso, titulado “El Programa de Estudios del Espíritu Santo”, donde podremos ampliar información sobre los recursos que tenemos a nuestra disposición para tratar la ilusión del error.
“Se te ha dicho que no le otorgues realidad al error, y la manera
de hacer esto es muy simple. Si deseas creer en el error, tienes que otorgarle
realidad porque el error en sí no es real. Mas la verdad es
real por derecho propio, y para creer en ella no tienes que hacer nada. Comprende
que no reaccionas a nada directamente, sino a tu propia interpretación de
ello. Tu interpretación, por lo tanto, se convierte en la justificación de tus
reacciones. Por eso es por lo que analizar los motivos de
otros es peligroso. Si decides que alguien está realmente tratando de atacarte,
abandonarte o esclavizarte, reaccionarás como si realmente lo hubiese hecho,
al haberle otorgado realidad a su error. Interpretar el error es conferirle
poder, y una vez que haces eso pasas por alto la verdad" (T-12.I.1:1-8).
"Tú que crees que Dios es miedo tan sólo llevaste a
cabo una sustitución. Ésta ha adoptado muchas formas porque fue la sustitución
de la verdad por la ilusión, la de la plenitud por la fragmentación. Dicha
sustitución a su vez ha sido tan desmenuzada y subdividida, y dividida de
nuevo una y otra vez, que ahora resulta casi imposible percibir que una vez fue
una sola y que todavía sigue siendo lo que siempre fue. Ese único error, que
llevó a la verdad a la ilusión, a lo infinito a lo temporal, y a la vida a la
muerte, fue el único que jamás cometiste. Todo tu mundo se basa en él. Todo lo
que ves lo refleja, y todas las relaciones especiales que jamás entablaste
proceden de él" (T-18:I.4:1-6).
"Tal vez te sorprenda oír cuán diferente es la
realidad de eso que ves. No te das cuenta de la magnitud de ese único error. Fue
tan inmenso y tan absolutamente increíble que de él no pudo sino surgir un mundo totalmente irreal. ¿Qué otra
cosa si no podía haber surgido de él? A
medida que empieces a examinar
sus aspectos fragmentados te darás cuenta de que son bastante temibles. Pero
nada que hayas visto puede ni remotamente empezar a mostrarte la enormidad del
error original, el cual pareció expulsarte del Cielo, fragmentar el
conocimiento convirtiéndolo en inútiles añicos de percepciones desunidas y
forzarte a llevar a cabo más sustituciones" (T-18.I.5:1-6).
"Ésa fue la primera proyección del error al exterior.
El mundo surgió para ocultarlo, y se convirtió en la pantalla sobre la que se
proyectó, la cual se interpuso entre la verdad y tú. Pues la verdad se
extiende hacia adentro, donde la idea de que es posible perder no tiene sentido
y lo único que es concebible es un mayor aumento. ¿Crees que es realmente
extraño que de esa proyección del error surgiese un mundo en el que todo está
invertido y al revés? Eso fue inevitable. Pues si se llevase la verdad ante
esto, ésta sólo podría permanecer recogida en calma, sin tomar parte en la
absurda proyección mediante la cual este mundo fue construido. No llames pecado
a esa proyección sino locura, pues eso es lo que fue y lo que sigue siendo. Tampoco
la revistas de culpabilidad, pues la culpabilidad implica que realmente ocurrió.
Pero sobre todo, no le tengas miedo" (T-18.I.6:1-9).
"Cuando
te parezca ver alguna forma distorsionada del error original tratando de
atemorizarte, di únicamente: "Dios es Amor y el miedo no forma parte de
Él", y desaparecerá. La verdad te salvará, pues no te ha abandonado para
irse al mundo demente y así apartarse de ti. En tu interior se encuentra la
cordura; la demencia, fuera de ti. Pero tú crees que es al revés: que la verdad
se encuentra afuera y el error y la culpabilidad adentro” (T-18.I.7:1-5).
Para finalizar este interesante
análisis, quisiera dedicar un espacio a la idea del pecado, ese concepto
equivocado acuñado para dar significado al “pensamiento original”.
“Es esencial que no se confunda el error con el pecado, ya que esta distinción es lo que hace que la salvación sea posible. Pues el error puede ser corregido, y lo torcido enderezado. Pero el pecado, de ser posible, sería irreversible. La creencia en el pecado está necesariamente basada en la firme convicción de que son las mentes, y no los cuerpos, que las atacan. Y así, la mente es culpable y lo será siempre, a menos que una mente que no sea parte de ella pueda darle la absolución. El pecado exige castigo del mismo modo en que el error exige corrección, y la creencia de que el castigo es corrección es claramente una locura" (T-19.II.1:1-6).
"El pecado no es un error, pues el pecado comporta una arrogancia que la idea del error no posee. Pecar supondría violar la realidad y lograrlo. El pecado es la proclamación de que el ataque es real y que la culpabilidad está justificada. Da por sentado que el Hijo de Dios es culpable y que, por lo tanto, ha conseguido perder su inocencia y también convertirse a sí mismo en algo que Dios no creó. De este modo, la creación se ve como algo que no es eterno, y la Voluntad de Dios como susceptible de ser atacada y derrotada. El pecado es la gran ilusión que subyace a toda la grandiosidad del ego. Pues debido a él, Dios Mismo cambia y se le priva de Su Plenitud” (T.19.II.2:1-7).
"Todo error
es necesariamente una petición de amor. ¿Qué es, entonces, el pecado? ¿Qué
otra cosa podría ser, sino una equivocación que queremos mantener oculta, una
petición de ayuda que no queremos que sea oída, y que, por lo tanto, se queda
sin contestar?" (T-19.III.4:7-9).
"Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. Pues se trata del mismo error. Nada que tu Creador no haya creado puede ejercer influencia alguna sobre ti. Y si crees que lo que hiciste puede dictarte lo que debes ver y sentir, y tienes fe en que puede hacerlo, estás negando a tu Creador y creyendo que tú te hiciste a ti mismo. Pues si crees que el mundo que construiste tiene el poder de hacer de ti lo que se le antoje, estás confundiendo Padre e Hijo, Fuente y efecto" (T-21.II.11:1-5).
"Sólo los errores varían de forma, y a eso se debe que puedan engañar. Tú puedes cambiar la forma porque ésta no es verdad. Y no puede ser la realidad precisamente porque puede cambiar. La razón te diría que si la forma no es la realidad tiene que ser entonces una ilusión, y que no se puede ver porque no existe. Y si la ves debes estar equivocado, pues estás viendo lo que no puede ser real como si lo fuera. Lo que no puede ver más allá de lo que no existe no puede sino ser percepción distorsionada, y no puede por menos que percibir a las ilusiones como si fuesen la verdad" (T-22.III.7:1-6).
Y para finalizar:
“El error no puede
amenazar realmente a la verdad, la cual siempre puede resistirlo. En realidad,
sólo el error es vulnerable. Eres libre de establecer tu reino donde mejor te
parezca, pero no puedes sino elegir acertadamente si recuerdas esto:
El espíritu está eternamente en estado de gracia.
Tu realidad es únicamente espíritu.
Por lo tanto, estás eternamente en estado de gracia" (T-1.III.5:1-6).
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