lunes, 11 de agosto de 2025

Capítulo 22. IV. La bifurcación del camino (1ª parte).

IV. La bifurcación del camino (1ª parte).

1. Cuando llegas al lugar en que la bifurcación del camino resulta evidente, no puedes seguir adelante. 2Tienes que decidirte por uno de los dos caminos, 3pues si sigues adelante de la manera en que ibas antes de llegar a este punto, no llegarás a ninguna parte. 4El único propósito de llegar hasta aquí fue decidir cuál de los dos caminos vas a tomar ahora. 5El trayecto que te condujo hasta aquí ya no importa. 6Ya no tiene ninguna utilidad. 7Nadie que haya llegado hasta aquí puede decidir equivocadamente, pero sí puede demorarse. 8Y no hay momento de la jornada más frus­trante y desalentador, que aquel en el que te detienes ahí donde el camino se bifurca, indeciso con respecto a qué rumbo seguir.

Me atrevería a decir que existe en cada uno de nosotros un mecanismo de defensa que nos protege a la hora de perpetuar el error en nuestras vidas. Es como un ¡ya basta! que resuena en nuestra mente y que nos enfrenta a un nivel de percepción hasta ahora desconocido. En ese instante, en el que nada parece tener sentido, una luz de esperanza se muestra ante nosotros, permitiéndonos comprender que es el momento de elegir lo que en verdad hemos añorado siempre: estar en paz con nosotros mismos y, por ende, con el mundo que nos rodea.

Si lo has experimentado, sabrás reconocer lo que digo.  Hemos recorrido un largo camino y nos sentimos agotados y cansados. El juzgar, el luchar, el competir, el odiar, el sobrevivir es especialmente agotador y nos consume la alegría de vivir. Afortunados somos dado que en ese instante extremo, decidimos ceder el timón de nuestro barco en manos del verdadero capitán de nuestra existencia, el Ser que somos en realidad y que ha sido creado a imagen y semejanza de Su Creador: El Hijo de Dios.

Nos encontramos en ese punto del camino de nuestra existencia en el que toca elegir de nuevo. Volver la mirada al pasado ya no nos complace y elegimos desprendernos de su pesada carga. En su lugar, decidimos vivir el único tiempo posible en el que nos fundimos con la eternidad, el presente. En el ahora, elegimos vivir el instante santo y bendecir a Dios y a la Filiación por permitirnos formar parte de Su compleción.

2. Son sólo los primeros pasos por el camino recto los que pare­cen difíciles, pues ya te has decidido, si bien puede que aún creas que puedes volverte atrás y elegir la otra alternativa. 2Pero no es así. 3Ninguna decisión que se haya tomado y que cuente con el respaldo del poder del Cielo puede ser revocada. 4Tu camino ya se decidió. 5Si reconoces esto no habrá nada que no se te diga.

Tan sólo la verdad es eterna, pues no está sujeta a la vulnerabilidad de lo perecedero y temporal. Es por ello que cuando elegimos la verdad, lo correcto, cuando elegimos expandir el amor con el que hemos sido creados, lo que estamos haciendo es crear una realidad imperecedera y portadora de la esencia de la unidad.

3. Y así, tú y tu hermano os encontráis ahí en ese santo lugar, ante el velo de pecado que pende entre vosotros y la faz de Cristo. 2¡Dejad que sea descorrido! 3¡Descorredlo juntos! 4Pues es sólo un velo lo que se interpone entre vosotros. 5Por separado, cada uno de vosotros lo veréis como un sólido muro y no os daréis cuenta de lo delgado que es el cortinaje que ahora os separa. 6Aun así, éste ya casi ha sido eliminado de vuestra conciencia, e incluso aquí, ante el velo, la paz ha venido a vosotros. 7Piensa en lo que os espera después: el amor de Cristo iluminará vuestros rostros e irradiará desde ellos a un mundo en penumbra y con necesidad de luz. 8Y desde este santo lugar Él regresará con vosotros, sin irse de él y sin abandonaros. 9Os convertiréis en Sus mensajeros, al restituirlo a Él a Sí Mismo.

La lectura de este punto evoca en mi mente una experiencia de júbilo intenso semejante al que debe sentir el corredor cuando cruza la línea de meta. El reconocimiento de haber llegado es suficiente para gozar del agradecimiento de haber culminado la travesía. No se trataba de llegar el primero a esa meta. Lo verdaderamente importante era llegar a ella, pues en ese fina se produce la consecución de la voluntad que compartíamos al iniciar nuestra aventura.

En el camino que nos conduce a la salvación, la prueba no consiste en llegar a la meta en solitario y proclamarnos justos vencedores. En esta seremos proclamados vencedores si al cruzar la meta lo hacemos de la mano de nuestros hermanos. Siendo así, nos cuidaremos mucho del estado del que gozan los demás, pues son ellos, en verdad, la única meta que debemos cruzar.

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