IV. La bifurcación del camino (1ª parte).
1. Cuando
llegas al lugar en que la bifurcación del camino resulta evidente, no puedes
seguir adelante. 2Tienes que decidirte por uno de los dos caminos, 3pues
si sigues adelante de la manera en que ibas antes de llegar a este punto, no
llegarás a ninguna parte. 4El único propósito de llegar hasta aquí
fue decidir cuál de los dos caminos vas a tomar ahora. 5El trayecto
que te condujo hasta aquí ya no importa. 6Ya no tiene ninguna
utilidad. 7Nadie que haya llegado hasta aquí puede decidir
equivocadamente, pero sí puede demorarse. 8Y no hay momento de la
jornada más frustrante y desalentador, que aquel en el que te detienes ahí
donde el camino se bifurca, indeciso con respecto a qué rumbo seguir.
Si lo has experimentado, sabrás reconocer lo que digo. Hemos recorrido un largo camino y nos sentimos agotados y cansados. El juzgar, el luchar, el competir, el odiar, el sobrevivir es especialmente agotador y nos consume la alegría de vivir. Afortunados somos dado que en ese instante extremo, decidimos ceder el timón de nuestro barco en manos del verdadero capitán de nuestra existencia, el Ser que somos en realidad y que ha sido creado a imagen y semejanza de Su Creador: El Hijo de Dios.
Nos encontramos en ese punto del camino de nuestra existencia en el que toca elegir de nuevo. Volver la mirada al pasado ya no nos complace y elegimos desprendernos de su pesada carga. En su lugar, decidimos vivir el único tiempo posible en el que nos fundimos con la eternidad, el presente. En el ahora, elegimos vivir el instante santo y bendecir a Dios y a la Filiación por permitirnos formar parte de Su compleción.
2. Son sólo los primeros pasos por el camino recto los
que parecen difíciles, pues ya te has decidido, si bien puede que aún creas
que puedes volverte atrás y elegir la otra alternativa. 2Pero no es
así. 3Ninguna decisión que se haya tomado y que cuente con el
respaldo del poder del Cielo puede ser revocada. 4Tu camino ya se
decidió. 5Si reconoces esto no habrá nada que no se te diga.
Tan sólo la verdad es eterna, pues no está sujeta a la vulnerabilidad de lo perecedero y temporal. Es por ello que cuando elegimos la verdad, lo correcto, cuando elegimos expandir el amor con el que hemos sido creados, lo que estamos haciendo es crear una realidad imperecedera y portadora de la esencia de la unidad.
3. Y así, tú y tu hermano os encontráis ahí en ese
santo lugar, ante el velo de pecado que pende entre vosotros y la faz de
Cristo. 2¡Dejad que sea descorrido! 3¡Descorredlo juntos!
4Pues es sólo un velo lo que se interpone entre vosotros. 5Por
separado, cada uno de vosotros lo veréis como un sólido muro y no os daréis
cuenta de lo delgado que es el cortinaje que ahora os separa. 6Aun
así, éste ya casi ha sido eliminado de vuestra conciencia, e incluso aquí, ante
el velo, la paz ha venido a vosotros. 7Piensa en lo que os espera
después: el amor de Cristo iluminará vuestros rostros e irradiará desde ellos a
un mundo en penumbra y con necesidad de luz. 8Y desde este santo
lugar Él regresará con vosotros, sin irse de él y sin abandonaros. 9Os
convertiréis en Sus mensajeros, al restituirlo a Él a Sí Mismo.
En el camino que nos conduce a la salvación, la prueba no consiste en llegar a la meta en solitario y proclamarnos justos vencedores. En esta seremos proclamados vencedores si al cruzar la meta lo hacemos de la mano de nuestros hermanos. Siendo así, nos cuidaremos mucho del estado del que gozan los demás, pues son ellos, en verdad, la única meta que debemos cruzar.
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