III. La razón y las distintas formas del error (2ª parte).
3. La razón de por sí no es la salvación, pero despeja el camino para la paz y te conduce a un estado mental en el que se te puede conceder la salvación. 2El pecado es un obstáculo que se alza como un formidable portón -cerrado con candado y sin llave- en medio del camino hacia la paz. 3Nadie que lo contemplase sin la ayuda de la razón osaría traspasarlo. 4Los ojos del cuerpo lo ven como si fuese de granito sólido y de un espesor tal que sería una locura intentar atravesarlo. 5La razón, en cambio, ve fácilmente a través de él, puesto que es un error. 6La forma que adopta no puede ocultar su vacuidad de los ojos de la razón.
En cambio, desde la razón, las cosas se ven de otra manera, se ven tal y como realmente son. Se comprende que la fuente de todo se encuentra en la mente y que son los pensamientos los que nos llevan a percibir nuestra realidad con los matices que le aporta la calidad de dicho pensamiento. Si el pensamiento sirve al deseo de ser especial, caeremos en las redes tejidas por el miedo y por la creencia en la separación. Nos identificaremos con la naturaleza transgresora y pecadora.
Si nuestros pensamientos sirven a la razón, a la mente recta, al Espíritu Santo, la luz que emanará de ellos nos permitirá entender que somos parte de la Mente Una de Cristo y que nuestra mente es Una con la del resto de la Filiación.
Es cierto que la razón de por sí no es la salvación, pero nos señala el camino que debemos recorrer junto a nuestros hermanos.
4. La forma del error es lo único que atrae al ego. 2No trata de ver si esa forma de error tiene significado o no, pues es incapaz de reconocer significados. 3Todo lo que los ojos del cuerpo pueden ver es una equivocación, un error de percepción, un fragmento distorsionado del todo sin el significado que éste le aportaría. 4Sin embargo, cualquier error, sea cual sea su forma, puede ser corregido. 5El pecado no es sino un error expresado en una forma que el ego venera. 6El ego quiere conservar todos los errores y convertirlos en pecados. 7Pues en eso se basa su propia estabilidad, la pesada ancla que ha echado sobre el mundo cambiante que él fabricó; la roca sobre la que se edificó su iglesia y donde sus seguidores están condenados a sus cuerpos, al creer que la libertad del cuerpo es la suya propia.
Recordemos que toda idea sigue a su fuente. El error original, el pecado original para el ego, se ha convertido en la piedra angular de su sistema de pensamiento. La creencia en la separación es la causa de su identidad. Elegir separarse de la unidad para crear una individualidad ha dado lugar a la identificación con el cuerpo físico, el símbolo que más venera y al que rinde pleitesía. Por lo tanto, el ego no está dispuesto a renunciar a esa creencia, no está dispuesto a llevar ante la razón su fe en el pecado, con lo cual está imposibilitando la aplicación de la fórmula correctiva que lo liberará del pesado fardo de lo que ha llamado pecado, cuando en realidad es un pensamiento erróneo que sí admite corrección.
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