lunes, 1 de abril de 2024

Capítulo 5. V. El uso que el ego hace de la culpabilidad

V. El uso que el ego hace de la culpabilidad.

1. Tal vez algunos de nuestros conceptos se vuelvan más claros y significativos para ti si aclaramos el uso que el ego hace de la culpabilidad. 2El ego tiene un propósito, al igual que el Espíritu Santo. 3El propósito del ego es infundir miedo porque sólo los que tienen miedo pueden ser egoístas. 4La lógica del ego es tan impecable como la del Espíritu Santo, ya que tu mente tiene a su disposición los medios para ponerse de parte del Cielo o de la tierra, según elija. 5Pero una vez más, recuerda que ambos se encuentran en ti.

De este párrafo me quedo con el mensaje, que considero muy importante, de que la lógica del ego, sus argumentos, son tan verdaderos para nuestra mente como lo son los del Espíritu Santo. La cuestión de servir a uno u a otro radica en la cualidad de nuestra mente, la cual tiene el don divino y creador de la voluntad, la fuerza motora que nos lleva a dirigir nuestra atención con total libertad.

2. En el Cielo no hay culpabilidad porque el Reino se alcanza por medio de la Expiación, la cual te libera para que puedas crear. 2La palabra "crear" es apropiada en este contexto porque una vez que el Espíritu Santo deshace lo que tú has hecho, se restaura el resi­duo bendito y, por consiguiente, éste continúa creando. 3Lo que es verdaderamente bendito es incapaz de producir culpabilidad y sólo puede producir dicha. 4Esto hace que sea invulnerable al ego porque su paz es inexpugnable. 5Lo verdaderamente bendito no es susceptible de ser alterado debido a la plenitud de la que goza. 6La culpabilidad siempre altera. 7Todo lo que genera miedo pro­duce disensión porque obedece las leyes de la división. 8Si el ego es el símbolo de la separación, es también el símbolo de la culpabi­lidad. 9La culpabilidad es más que simplemente algo ajeno a Dios. 10Es el símbolo del ataque contra Dios. 11Este concepto no tiene ningún sentido, excepto para el ego, pero no subestimes el poder que el ego le aporta al creer en él. 12Esta es la creencia de donde procede toda culpabilidad.

Si en alguna ocasión nos hemos preguntado cuál es el origen que da lugar a la culpabilidad, en este punto encontraremos la respuesta a esta cuestión tan transcendental.

Cuando vamos profundizando en las enseñanzas de Un Curso de Milagros, no tardaremos en encontrar dos vías de aprendizajes, una, la del ego, cuyo origen se fundamenta en la creencia en la separación. Por otro lado, la del Espíritu Santo, cuyo Propósito es ofrecernos la Expiación, como la puerta que nos conduce a la corrección de la falsa creencia y el retorno al Reino de los Cielo, donde gozaremos de la Plenitud de la Unidad con Dios.

Este punto nos lo define de manera clara y comprensible: Si el ego es el símbolo de la separación, es también el símbolo de la culpabi­lidad.

3. El ego es la parte de la mente que cree en la división. 2¿Cómo iba a poder una parte de Dios separarse de Él sin creer que lo está atacando?. 3Hablamos anteriormente del problema de la autori­dad y dijimos que se basa en el concepto de que es posible usur­par el poder de Dios. 4El ego cree que eso es lo que tú hiciste porque cree que tú eres él. Si te identificas con el ego, no podrás sino percibirte a ti mismo como culpable. 6Siempre que le hagas caso al ego experimentarás culpabilidad y temerás ser castigado. 7El ego es literalmente un pensamiento atemorizante. 8Por muy ridícula que sea para una mente sana la idea de atacar a Dios, nunca olvides que el ego es demente. 9Representa un sistema de conceptos ilusorios y habla en su nombre. 10Hacerle caso a la voz del ego significa que crees que es posible atacar a Dios, y que has arrancado una parte de Él y te has apoderado de ella. 11De ahí procede el miedo a las represalias externas, ya que el sentimiento de culpabilidad es tan intenso que tiene que ser proyectado.

El ego defiende la creencia de que posee el poder de crear, pues su sistema de pensamiento de basa en la percepción que adquiere de sus acciones y del mundo que le rodea. Pero si analizamos el mundo percibido por el ego, al que otorga el poder de su propia identidad, observamos que no es real, pues tan sólo es real aquello que es verdad, es decir, aquello que no cambia, que no es temporal, que es eterno. Por lo tanto, la acción del ego se traduce en la capacidad de fabricar lo perecedero, es decir, lo irreal, lo ilusorio.

La voluntad orientada por la mente hacia todo aquello que no esté basado en el Amor, en la Unidad, da lugar al miedo y a la separación. El resultado de ese direccionamiento de la mente nos ha llevado a la falsa creencia de que somos lo percibido: el ego.

El origen de la culpabilidad se basa en la creencia de que podemos atacar a Dios fabricando un mundo separado de Él.

4. Todo lo que aceptas en tu mente se vuelve real para ti. 2Es tu aceptación lo que le confiere realidad. 3El permitirle la entrada al ego en tu mente y entronarlo allí, es lo que lo convierte en tu realidad. 4Eso se debe a que la mente es capaz de crear realidad o de fabricar ilusiones. 5Dije anteriormente que tienes que aprender a pensar con Dios. 6Pensar con Él es pensar como Él, 7lo cual pro­duce dicha -y no culpabilidad porque es algo natural. 8La culpabi­lidad es un signo inequívoco de que tu pensamiento no es natural. 9El pensamiento que no es natural va siempre acompañado de culpabilidad porque es la creencia en el pecado. 10El ego no per­cibe el pecado como una falta de amor, sino como un decidido acto de agresión. 11Esto es necesario para su supervivencia por­que, tan pronto como consideres que el pecado es una insuficien­cia, tratarás automáticamente de remediar la situación. 12Y lo lograrás. 13Para el ego eso es la perdición, pero tú tienes que aprender a verlo como tu emancipación.

Así es. Todo lo que aceptamos en nuestra mente se vuelve real para nosotros y es nuestra aceptación lo que le confiere realidad. Si no creemos en ello, dejará de ser real y pasará a formar parte de una ilusión, como cuando soñamos.

Nos enseña este párrafo que debemos pensar con Dios, es decir, debemos hacer real en nuestra mente la fuerza del Amor, de la Unidad.

Nos revela este mismo punto, que el ego no interpreta el pecado como una falta de amor, sino como un acto de agresión a Dios. De este modo, se regocija en la culpabilidad, pues de este modo potencia el símbolo de su identidad,

Si el pecado lo interpretase como un acto de insuficiencia, la culpa no tendría sentido de ser alimentada y ello significaría el fin de la identidad egoica, pues la separación daría paso a la Unidad. Ya no habría ego.

5. La mente. que está libre de culpa no puede sufrir. 2Al estar sana, sana a su vez al cuerpo porque ella misma ha sanado. 3Las enfermedades son inconcebibles para la mente sana, ya que no puede concebir atacar a nada ni a nadie. 4Dije antes que la enfer­medad es una forma de magia. 5Quizá sería mejor decir que es una forma de solución mágica. 6El ego cree que castigándose a sí mismo mitigará el castigo de Dios. 7Mas incluso en esto es arro­gante. 8Le atribuye a Dios la intención de castigar, y luego adopta esa intención como su propia prerrogativa. 9El ego trata de usur­par todas las funciones de Dios tal como las percibe porque reco­noce que sólo se puede confiar, en una lealtad absoluta.

Muchas ramas de la religión creen en la culpabilidad, incluso muchas de ellas, la utilizan para dar sentido a su identidad. "Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa"..., se trata de una oración repetitiva que cala en la profundidad de nuestra psique haciéndonos vulnerables al miedo y al castigo redentor a base del sufrimiento y del arrepentimiento. Esto es así por tener un total desconocimiento de la naturaleza compasiva de nuestro Creador. 

La religión está en manos del sistema de pensamiento del ego, en la medida en que nos lleva a sentirnos culpables de haber fabricados un mundo contrario a las Leyes Divinas. Nos sentimos merecedores de la ira divina, por haber transgredido sus leyes; hemos sido expulsados del Paraíso Terrenal y arrojados al desierto donde tendremos que vagar y trabajar para alimentar nuestros cuerpos.

Una mente libre de culpa, deja de ser una mente egoísta, y expresa amor. Una mente amorosa es una mente sana y el cuerpo goza igualmente de ese estado de plenitud.

6. El ego no puede oponerse a las leyes de Dios de la misma manera en que tú tampoco puedes hacerlo, pero puede interpre­tarlas de acuerdo con lo que desea, al igual que tú. 2Por eso es preciso que contestes la pregunta: "¿Qué es lo que quiero?" 3La contestas cada minuto y cada segundo, y cada decisión que tomas es un juicio que no puede por menos que tener consecuencias. 4Y éstas continuarán repitiéndose automáticamente hasta que tomes otra decisión. 5Recuerda, no obstante, que las alternativas en sí son inalterables. 6El Espíritu Santo, al igual que el ego, es una elección que uno hace. 7Ambos constituyen las únicas alternativas que la mente puede aceptar y obedecer. 8El Espíritu Santo y el ego son las únicas opciones que tienes. 9Dios creó Una de ellas, y, por lo tanto, no puedes deshacerla. 10La otra la inventaste tú, y, por lo tanto, sí puedes. 11Sólo lo que Dios crea es irreversible e inmuta­ble. 12Lo que tú has fabricado siempre se puede cambiar porque cuando no piensas como Dios, en realidad no estás pensando en absoluto. 13Las ideas ilusorias no son pensamientos reales, si bien puedes creer en ellas. 14Pero eso es un error. 15La función del pen­samiento procede de Dios y reside en Dios. 16Puesto que formas parte de Su Pensamiento, no puedes pensar separado de El.

A medidas que avanzamos en el Curso, vamos adquiriendo nuevos conocimientos, y la verdad, nos ofrece la oportunidad de ir corrigiendo los errores en los que habíamos basado nuestro sistema de pensamientos. 

Como personalidad identificada con el ego, siempre he creído que mi mente tiene la capacidad de crear pensamientos y aunque no poseo la capacidad de dominar la emisión de estos, al menos observo su existencia y sus efectos. Sin embargo, había obviado algo esencial. Todo pensamiento que no sea de amor, no son pensamientos, son ilusiones, pues el verdadero pensamiento procede de la capacidad divina que compartimos con nuestro Creador.

La ilusión no es un pensamiento real, ahí radica la diferencia. La ilusión es el uso que hacemos del mundo de las ideas para fabricar un sucedáneo del pensamiento verdadero. Cuando amamos, nuestros pensamientos compartidos con Dios adquieren la facultad de crear. En cambio, cuando fabricamos ilusiones, separados de Dios, damos lugar a lo efímero y temporal, a lo irreal.

7. El pensamiento irracional es pensamiento desordenado. 2Dios Mismo pone orden en tu pensamiento porque tu pensamiento fue creado por Él. 3Los sentimientos de culpabilidad son siempre señal de que desconoces esto. 4Muestran asimismo que crees que puedes pensar separado de Dios, y que deseas hacerlo. 5Todo pen­samiento desordenado va acompañado de culpabilidad desde su concepción, y mantiene su continuidad gracias a ella. 6La culpabi­lidad es ineludible para aquellos que creen que son ellos los que ordenan sus propios pensamientos, y que, por lo tanto, tienen que obedecer sus dictados. 7Eso les hace sentirse responsables de sus errores sin darse cuenta de que, al aceptar esta responsabilidad, están reaccionando de manera irresponsable. 8Si la única respon­sabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo, y te aseguro yo que así es, la responsabilidad por lo que debe ser expiado no puede entonces recaer sobre ti. 9Este dilema no puede ser resuelto, excepto aceptando la solución del des-haci­miento. 10Tú serias responsable de los efectos de tu manera equi­vocada de pensar si ésta no se pudiera deshacer. 11El propósito de la Expiación es conservar del pasado únicamente aquello que ha sido purificado: 12Si aceptas el remedio para el pensamiento de­sordenado, remedio cuya eficacia es indudable, ¿cómo iban a seguir estando presente sus síntomas?

Si el ego, es el símbolo de la creencia en la división y en la separación, la corrección de esa falsa creencia no puede está en sus manos. Es de sentido común, que el error no puede corregir al propio error. Pero esta obviedad no es compartida por el ego, el cual, en su propósito de potenciar la creencia en su identidad, despliega la ilusión de la culpabilidad en la mente, y a través de ella, prefiere el autocastigo al amor, consolidando de este modo un círculo vicioso que se hace interminable.

Tan sólo el pensamiento recto, la Expiación, tiene la capacidad de ordenar el pensamiento irracional, o lo que lo mismo, de corregir la ilusión convirtiéndola en un pensamiento verdadero.

8. La continua decisión de permanecer separado es la única razón posible de que siga habiendo sentimientos de culpabilidad. 2Hemos dicho esto antes, pero no subrayamos los resultados des­tructivos de tal decisión. 3Cualquier decisión de la mente afecta tanto al comportamiento como a la experiencia. 4Lo que tú deseas, esperas que tenga lugar. 5Esto no es algo ilusorio. 6Tu mente cierta­mente forja tu futuro, y se lo devolverá a la creación plena en cual­quier momento si primero acepta la Expiación. 7Retornará asimismo a la creación plena en el instante en que haya hecho eso. 8Al haber renunciado a su pensamiento desordenado, la correcta ordenación del pensamiento se hace evidente.

La creencia en la separación es la causa de experimentar el sentimiento de culpabilidad.

Este punto nos recuerda algo que considero muy importante tener siempre presente: “cualquier decisión de la mente afecta tanto al comportamiento como a la experiencia”. Añade que aquello que deseamos, esperamos que tenga lugar. Es el deseo, el que se convierte en la fuerza motora que dispone la orientación que seguirán los pensamientos que emanen de nuestra mente. El deseo, suplanta el poder divino de la Voluntad, y apoderándose de sus “ropajes”, se erige en el dueño y señor de nuestro reino. Con esta metáfora, se explica, el proceso de fabricación del mundo irreal al que ha dado lugar la mente separada, es decir, la mente que sirve al deseo de ser diferente a Dios. 

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