1. Padre, deseo lo que va en contra
de mi voluntad, y no lo que es mi voluntad tener. 2Rectifica mi mente, Padre mío, 3pues está enferma. 4Pero Tú has ofrecido libertad, y yo elijo reclamar Tu regalo hoy. 5Y así, le entrego todo juicio a Aquel que Tú me diste para que juzgara
por mí. 6Él ve lo que yo contemplo, sin
embargo, conoce la verdad. 7ÉI ve el dolor, mas comprende
que no es real, y a la luz de Su entendimiento éste sana. 8Él concede los milagros que mis sueños quieren ocultar de mi
conciencia. 9Que sea Él Quien juzgue hoy. 10No conozco mi voluntad, pero Él está seguro de que es la Tuya. 11Y
hablará en mi nombre e invocará Tus milagros para que vengan a mí.
2. Escucha hoy. 2Permanece muy quedo, y oye la dulce Voz que habla por Dios asegurarte
que Él te ha juzgado como el Hijo que Él ama.
Hemos aprendido a usar la mente de forma analítica. Nos han enseñado que debemos juzgar y, al hacerlo, terminamos justificando la idea de que estamos separados unos de otros. Siguiendo esa creencia, vemos el juicio como algo válido para protegernos de lo que no nos conviene. Ese es el argumento del ego y el camino que nos lleva a vivir el dolor, el sufrimiento, el castigo, la ira, el miedo, la venganza, la enfermedad y la muerte.
Si en cambio nuestra visión nos permite ver la realidad, podremos construir nuestras vidas sobre los pilares del Amor y la Unidad. Entonces, y sólo entonces, dejaremos de emitir juicios separados, pues resultaría absurdo condenar al otro cuando ese otro y nosotros formamos una sola unidad.
El milagro solo es posible cuando actuamos con amor. Si juzgamos por nuestra cuenta, desde la separación, ese amor desaparece. Por eso, el juicio es la idea que nos impide disfrutar del milagro.
Muchas veces juzgamos tratando de corregir nuestros errores, pero ese juicio, al carecer de amor, nos aleja del verdadero antídoto: el milagro. Juzgar nos hace sentir culpa, y la culpa despierta a la bestia del castigo.
Ejemplo-guía: "¿Entendemos el papel del juicio?
"No juzguéis y no seréis juzgados"; lo que quiere decir es que, si juzgas la realidad de otros, no podrás evitar juzgar la tuya propia (T.3.VI.1:4).
He elegido este ejemplo-guía sabiendo que el tema del "juicio" y de "juzgar" no siempre se comprende bien, y esa confusión provoca conflictos mentales, ya que el no juzgar se interpreta como una invitación a no discernir, no entender o no comprender, función propia de una mente que ha olvidado la Fuente del Conocimiento.
La verdad es que, en más de una ocasión, me he sorprendido defendiendo que hay que evitar el juicio condenatorio. Pero esa afirmación solo es cierta a medias. Si nos quedamos únicamente con la idea de evitarlo por el daño que podamos causar a otros, estamos dejando de lado lo esencial; nos fijamos solo en las consecuencias, cuando la verdadera corrección debe hacerse en la causa. Si percibimos la condena en alguien más, es porque en nuestra propia mente existe esa condena.
Es en ese nivel donde debe surgir la ausencia de juicio, es decir, la visión de la inocencia y la impecabilidad. Juzgar afuera, cuando en realidad nos estamos juzgando a nosotros mismos, nos conduce al comportamiento errado de la mente.
Ver el mundo que hemos creado nos lleva a juzgar, ya que juzgar es una función de la mente, la misma que nos ha llevado a "juzgar por nuestra cuenta" y a percibir una realidad ilusoria: el mundo que creemos ver. Por lo tanto, entendiendo que la causa original del mundo que percibimos es la mente, será también desde la mente que debamos corregir el error; es decir, será el juicio correcto (mente recta = Espíritu Santo) el que nos permita percibir de forma adecuada.
En este sentido, debemos entender el juicio como la acción que nos lleva a pensar, reflexionar, comprender, discernir y meditar, convirtiéndose en un fiel aliado de la conciencia.
De todos modos, este escenario que describimos, no podemos olvidarlo, forma parte del mundo del sueño. El juicio ha dado origen al mundo de la percepción, al mundo de la separación. Si no creyéramos estar separados, disfrutaríamos del Conocimiento, que no emite juicios. Así lo expresa el Curso:
"La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. Juzgar es el proceso en el que se basa la percepción, pero no el conocimiento. He hecho referencia a esto anteriormente al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo. Los juicios siempre entrañan rechazo. Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto, permanece en tu mente porque ha sido percibido. Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. Obviamente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca" (T-3.VI.2:1-12).
"No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido. De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas. Toda incertidumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar. No tienes que juzgar para organizar tu vida, y definitivamente no tienes que hacerlo para organizarte a ti mismo. En presencia del conocimiento, todo juicio queda automáticamente suspendido, y este es el proceso que le permite al conocimiento reemplazar a la percepción" (T-3.VI.3:1-6).
Reflexión: Entregar todos nuestros juicios al Espíritu Santo.
Muy bueno! Gracias!
ResponderEliminarQue hermoso, gracias
ResponderEliminarEstoy viviendo,estas lecciones . Gracias por la experiencia. Aprendo a leer y escuchar de ustedes las palabras que me despiertan y veo paz, así en la tierra como en el cielo
ResponderEliminarque estemos en paz.
Gracias ínfinitas por la excelente explicación de esta lección
ResponderEliminarGracias J.J
ResponderEliminarGracias, gracias, gracias.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por las explicaciones, con ellas voy poco a poco entendiendo mejor las lecciones
ResponderEliminarGracias, gracias, gracias por compartir
Gracias gracias gracias!!! Bendiciones para todxs🥰
ResponderEliminarEntrego todos los juicios al Espíritu Santo y veo un Mundo Inociente,Impecable y Perdonado,adónde Todos Somos Hermanos en El Amor🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏♥️♥️♥️♥️♥️♥️♥️♥️
ResponderEliminarEntrego todos los juicios al Espíritu Santo que me dará su Visión de un Mundo Inocente,Perdonado,Impecable y Santo🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🤍🤍🤍🤍🤍🤍💙💙💙💙💙💙✨✨✨✨✨✨
ResponderEliminarMuchas gracias por la interpretación de estas lecciones. En esta en concreto no me ha quedado claro el tema de que hay que evitar el juicio al otro condenatorio...no es sólo por el efecto negativo en los demás sí no porque también lo tiene en nosotros mismos quieres decir? Y por eso hay que ir a la causa que es nuestra mente? Pero nuestra mente continuamente está juzgando no? No se cómo lidiar con ello...acepto esos juicios y los expio a través del espíritu santo...?
ResponderEliminarGracias infinitas, Juan Jose. Amor y bendiciones. ❤❤❤
ResponderEliminar