1. Perdonar es una elección. 2Nunca
veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. 3Lo
que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que
sea verdad. 4A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca
que es a los acontecimientos externos. 5Elijo lo que deseo
contemplar, y eso, y sólo eso, es lo que veo. 6La impecabilidad de
mi hermano me muestra que quiero contemplar la mía propia. 7Y la
veré, puesto que he decidido ver a mi hermano en la santa luz de su inocencia.
2.
¿De qué otro modo podría restituírseme Tu recuerdo, sino viendo la inocencia de
mi hermano? 2Su santidad me recuerda que él fue creado uno conmigo y
semejante a mí. 3En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro
asimismo el recuerdo de Ti.
¿Hay algo más hermoso, puro y elevado que el perdón?
Quienes hemos cargado con el pesado peso de la culpa sobre nuestras frágiles espaldas, conocemos bien el alivio que trae consigo el perdón sincero.
He notado una diferencia entre perdonar y perdonarse. Diría que perdonar a otros suele ser más fácil que perdonarse a uno mismo. Tal vez esa impresión se deba a que es más sencillo ver afuera lo que no alcanzamos a ver dentro.
Hoy estoy seguro de que no existen diferencias, ya que al perdonar a otros, en realidad estamos afirmando que nos hemos perdonado a nosotros mismos, porque nadie puede dar lo que no posee.
Cuando reconocemos la impecabilidad en nuestros hermanos, mostramos al mundo nuestra disposición a perdonar. Compartimos la fuerza del Amor, y el gesto más noble que podemos ofrecer es no ver pecado ni en nosotros ni en los demás. Así, ni siquiera tendremos que perdonar, porque no habrá nada que perdonar.
La siguiente cita define maravillosamente el contenido de esta lección: “Lo que el corazón desea, la mente nos lo muestra”, o dicho de otro modo, “lo que veo es lo que deseo ver”.
Somos realmente afortunados. Ser hijos de Dios nos brinda plenitud, gracia y abundancia, pero lo hemos olvidado. Tanto es así, que nuestra visión separada, propia del sistema de pensamiento del ego, nos impulsa a buscar como principales metas compensar nuestras carencias, necesidades y conflictos, así como nuestras preocupaciones y miedos.
Alcanzar la paz nos llevará a tener la plena certeza de que somos Seres Espirituales completos y unidos con Dios y con todo lo creado. Cuando esta visión forme parte de nuestras creencias, comprenderemos lo que es la salvación.
Ejemplo-Guía: "Lo que el corazón desea, la mente nos lo muestra".
Sí, con esta afirmación quedamos completamente desarmados. Si lo que veo es lo que quiero ver, ya no puedo seguir ocultándome que soy el único soñador de mis sueños, el único creador de mis experiencias y del mundo que percibo.
Todo el Curso, con sus enseñanzas, nos conduce a un punto que el ego ve como muy crítico: desaprender lo ya aprendido para volver a aprender.
Creemos que hemos recorrido un largo camino y, aunque lo hemos hecho junto a nuestros hermanos, en ningún momento hemos sentido que haya existido verdadera unidad entre ellos y nosotros.
La forma en que percibimos al otro ha despertado nuestros miedos. No hace falta que ese miedo se manifieste externamente para sentirlo, ya vive en nuestra mente, porque es ausencia de amor y de conciencia de unidad. El miedo que proyectamos en los demás es creado por nosotros mismos. Vivir con miedo y reconocer que somos quienes lo generamos nos debilita, y por eso preferimos encontrar un agente externo que nos lo justifique para así poder condenarlo fuera.
La afirmación que da título a este ejemplo-guía debería llevarnos a la verdad. Puede que sintamos la tentación de no creerla, ya que aceptarla implica dejar de culpar a otros por nuestras acciones. Pero si logramos superar ese temor interno de vernos tal como somos, recordaremos nuestra verdadera identidad: ser Hijos de Dios. ¿No es acaso el hijo igual al Padre? ¿No posee también su mismo poder creador?
La lección de hoy, sin duda, nos invita a dejar atrás nuestra falsa identidad. Aferrados a la creencia en el pecado, dimos fuerza a la culpa y, con ello, a la idea errónea de que Dios nos expulsó del “Paraíso” y nos “castiga” por nuestros pecados.
Cuando pensamos en la supuesta condena de Dios hacia su descendencia, y lo hacemos desde una perspectiva de pureza y amor, resulta difícil creer que el Ser del que brota la esencia creadora del Amor pueda mostrarse insensible y juzgar con severidad a su creación. Si eres padre, comprenderás fácilmente esta idea. Yo, como padre de tres hijos, con mi limitado corazón, no puedo concebir emitir tal condena.
Esta lección nos invita a percibir de forma correcta, dejando atrás la falsa creencia de que el ataque es el camino hacia la salvación. Reconocer la impecabilidad en nuestros hermanos es aceptar que somos Uno en la Filiación de Dios.
Reconocer la impecabilidad en nosotros mismos y, por lo tanto, en los demás, demuestra que nuestra mente está al servicio del Espíritu y que nuestros pensamientos están en paz.
Reflexión: ¿Qué vemos cuando vemos a nuestros hermanos?
Gracias.
ResponderEliminarGracias, elijo ver la implcabilidad en ti, en mi y en todos mis hermanos.
ResponderEliminarGracias infinitaa elijo ver el amor e todo
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe cuesta entender cómo mi corazón puede desear ver separación y pecado, ya q es eso lo q veo y es porque lo deseo.
ResponderEliminarPor lo q dices he de formular el deseo contrario. Tendré entonces un conflicto de deseos?
Soy uno con la vida.. 🌻 La unidad nos lleva al amor infinito💜y eterno.. Abrazos infinitos a la creacion
ResponderEliminarGracias J.J
ResponderEliminarVeo en migo mismo y en mis hermanos la Perfección de la Creación,en el Perdón recíproca hallamos la Paz🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏♥️♥️♥️♥️♥️♥️♥️♥️♥️♥️
ResponderEliminarYo y mis hermanos Somos Uno en el Amor y el Perdón💙💙💙💙💙💙🤍🤍🤍🤍🤍🤍🤍🤍✨✨✨✨✨✨✨✨
ResponderEliminarElijo ver la impecabilidad de mi hermano. Gracias hermano y maestro 🙏
ResponderEliminarGracias infinitas, Juan Jose. Amor y bendicines. ❤❤❤
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