miércoles, 17 de diciembre de 2025

Capítulo 25. II. El que te salva de las tinieblas (7ª parte).

II. El que te salva de las tinieblas (7ª parte).


7. Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maes­tra. 2Contempla su belleza, y entiende la Mente que la concibió, no en carne y hueso, sino en un marco tan bello como Ella Misma. 3Su santidad ilumina la impecabilidad que el marco de las tinieblas oculta, y arroja un velo de luz sobre la faz del cuadro que no hace sino reflejar la luz que desde ella se irradia hacia su Creador. 4No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo jamás nublada. 5Dios la mantuvo a salvo para que pudieses contemplarla y ver la santidad que Él le otorgó.

En este pasaje, Jesús nos invita a cambiar nuestra percepción para poder ver la verdad que siempre ha estado presente. Vamos a desentrañarlo juntos:

El marco de Dios vs. el marco del ego:

“Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maestra.”

  • El “marco” representa la forma en que interpretamos la realidad. El ego enmarca la vida con juicio, miedo y separación.
  • Dios, en cambio, ofrece un marco de luz, amor y santidad. Al aceptar Su marco, vemos la verdad: la obra maestra que somos.

La belleza de la creación divina:

“Contempla su belleza, y entiende la Mente que la concibió…”

  • Esta belleza no es física, sino espiritual. No está hecha de carne y hueso, sino de luz y santidad.
  • Al contemplarla, reconocemos la Mente divina que la creó: la Mente de Dios, que también es nuestra verdadera mente.

La luz que revela la impecabilidad:

“Su santidad ilumina la impecabilidad que el marco de las tinieblas oculta…”

  • El ego proyecta tinieblas: culpa, miedo, juicio.
  • Pero la santidad de Dios revela la impecabilidad —la inocencia perfecta— que siempre ha estado ahí, oculta por nuestras percepciones erradas.

La faz nunca estuvo nublada:

“No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo jamás nublada.”

  • Aunque hayamos percibido a nosotros mismos o a otros como “pecadores” o “culpables”, esa visión es falsa.
  • La faz —el rostro del Cristo en nosotros— nunca estuvo manchada. Dios la mantuvo intacta, esperando que la reconozcamos.

Dios la mantuvo a salvo:

“Dios la mantuvo a salvo para que pudieses contemplarla…”

  • Esta es una promesa de redención: nuestra santidad no se ha perdido, solo ha sido olvidada.
  • Al aceptar el marco de Dios, podemos vernos como Él nos ve: perfectos, santos, completos.

Os sugiero una práctica contemplativa para integrar la enseñanza del punto:

Te propongo una meditación para integrar este mensaje:

  1. Cierra los ojos y respira profundamente.
  2. Visualiza un cuadro: tu rostro, rodeado por un marco.
  3. Imagina que el marco del ego (oscuridad, juicio) se disuelve.
  4. En su lugar, aparece un marco de luz dorada: el marco de Dios.
  5. Repite en tu mente: “Contemplo la obra maestra que Dios creó. Su luz revela mi impecabilidad.”
  6. Permanece unos minutos en esa contemplación.

Una propuesta de rutina espiritual diaria para favorecer la visión con el marco de Dios:

Esta práctica está diseñada para ayudarte a soltar juicios, ver la santidad en ti y en los demás, y vivir desde la certeza de Cristo en ti.

Por la mañana: Enmarcar el día con la luz.

Intención al despertar: Antes de levantarte, repite en silencio:

“Hoy elijo ver con el marco de Dios. Quiero ver la obra maestra que Él creó”.

Lectura breve: Lee un fragmento del Curso (como el que estás trabajando) o una lección del Libro de Ejercicios. Algunas sugerencias:

  • Lección 124: “Que no me olvide de que soy uno con Dios”.
  • Lección 181: “Confío en mis hermanos, que son uno conmigo”.
  • Lección 273: “Mía es la quietud de la paz de Dios”.

Visualización: Imagina que cada persona que verás hoy está enmarcada por una luz dorada. Esa luz es el marco de Dios. Visualízate a ti mismo también dentro de ese marco.

Durante el día: Reencuadrar percepciones.

Cuando surja un juicio o conflicto, haz una pausa y repite:

“Esto es lo que veo con el marco del ego. Estoy dispuesto a ver con el marco de Dios”.

Luego, pregúntate:

  • ¿Qué juicio estoy haciendo aquí?
  • ¿Qué pasaría si viera a esta persona/situación como una obra maestra de Dios?
  • ¿Qué me mostraría Cristo en este momento?

Ejercicio de entrega: Si una emoción densa persiste (ira, culpa, miedo), cierra los ojos y di:

“Cristo en mí, te entrego esta percepción. Dame tu certeza.”

Por la noche: Contemplación y gratitud.

Revisión del día: Antes de dormir, repasa mentalmente los momentos en que lograste ver con el marco de Dios… y también aquellos en que no lo hiciste.

Sin juicio, simplemente observa. Luego di:

“Gracias por mostrarme la luz en mí y en mis hermanos. Mañana volveré a elegir el marco de Dios”.

Oración final:

“Padre, hoy he intentado ver con Tu visión. Ayúdame a recordar que la luz nunca se ha apagado, y que la faz de Cristo brilla en todos”.

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