martes, 13 de febrero de 2024

Capítulo 1. Principio 42: Uno de los mayores beneficios que se deriva de los milagros es su poder para liberarte de tu falso sentido de aislamiento, privación y carencia.

PRINCIPIO 42

Uno de los mayores beneficios que se deriva de los milagros es su poder para liberarte de tu falso sentido de aislamiento, privación y carencia.


En el anterior Principio tuvimos ocasión de hablar de la aportación del Milagro con relación a la Plenitud y veíamos, cómo el Milagro nos lleva a la corrección del pensamiento de carencia.

Con el Principio 42, continuaremos ahondando en esa misma idea y analizaremos las aportaciones del Curso con relación a la causa que dio origen a la falsa creencia en la privación, la soledad, el aislamiento, la carencia y como consecuencia de ello, de la falta de paz.

¿Cómo encontrar la paz?

La respuesta del Curso a esta cuestión es clara y directa: “Tú que quieres la paz sólo la puedes encontrar perdonando completamente” (T-1.VI.1:1). Con esta frase, comienza el punto VI del Capítulo I del Texto, titulado “La Ilusión de las necesidades”. Doy continuidad al mismo, pues en él queda explicado el origen de la necesidad:

“Nadie aprende a menos que quiera aprender y crea que de alguna manera lo necesita. Si bien en la creación de Dios no hay carencia, en lo que tú has fabricado es muy evidente. De hecho, ésa es la diferencia fundamental entre lo uno y lo otro. La idea de carencia implica que crees que estarías mejor en un estado que de alguna manera fuese diferente de aquel en el que ahora te encuentras. Antes de la "separación", que es lo que significa la "caída", no se carecía de nada. No había necesidades de ninguna clase. Las necesidades surgen debido únicamente a que tú te privas a ti mismo. Actúas de acuerdo con el orden particular de necesidades que tú mismo estableces. Esto, a su vez, depende de la percepción que tienes de lo que eres" (T-1.VI.1:2-10).

"La única carencia que realmente necesitas corregir es tu sensación de estar separado de Dios. Esa sensación de separación jamás habría surgido si no hubieses distorsionado tu percepción de la verdad, percibiéndote así a ti mismo como alguien necesitado. La idea de un orden de necesidades surgió porque, al haber cometido ese error fundamental, ya te habías fragmentado en niveles que comportan diferentes necesidades. A medida que te vas integrando te vuelves uno, y tus necesidades, por ende, se vuelven una. Cuando las necesidades se unifican suscitan una acción unificada porque ello elimina todo conflicto" (T-1.VI.2:1-5).

"La idea de un orden de necesidades, que proviene del error original de que uno puede estar separado de Dios, requiere corrección en su propio nivel antes de que pueda corregirse el error de percibir niveles. No te puedes comportar con eficacia mientras operes en diferentes niveles. Sin embargo, mientras lo hagas, la corrección debe proceder verticalmente, desde abajo hacia arriba. Esto es así porque crees que vives en el espacio, donde conceptos como "arriba" y "abajo" tienen sentido. En última instancia, ni el espacio ni el tiempo tienen ningún sentido. Ambos son meramente creencias” (T-1.VI.3:1-6).

He de reconocer que el tema me fascina. Me declaro un eterno buscador de la verdad en lo referente a los “orígenes” del ser. La cuestión ¿por qué el Hijo de Dios se separó de su Padre? siempre la he considerado de vital importancia para comprender nuestra existencia.

De lo expuesto en el párrafo anterior, me quedo con tres ideas interesantes:

  • Actuamos de acuerdo con el orden particu­lar de necesidades que establecemos. Esto, a su vez, depende de la percepción que tenemos  de lo que somos.
  • La separación jamás habría surgido si no hubiésemos distorsionado nuestra percepción de la verdad, percibiéndonos como alguien necesi­tado.
  • La idea de un orden de necesidades surgió porque, al haber cometido ese error fundamental, ya nos habíamos fragmentado en niveles que comportan diferentes necesidades.
Como bien expresa el Curso, no podemos comportarnos con eficacia mientras operemos en diferentes niveles. Sin embargo, esa fue la causa. En la Unidad compartida con El Padre, el Ser es Uno y se “alimenta” de Su Mente. En ese Estado no existe necesidad, pues no hay división de niveles. Todo Es Mente.
La cuestión es que hemos sido creados a Imagen y Semejanza de Dios, lo que significa que potencialmente somos portadores de sus mismos Poderes Creadores. Entre estos Poderes se encuentra la Voluntad, la cual nos capacita para actuar con total libertad.

Se nos enseña en el punto que estamos estudiando, que nadie aprende a menos que quiera aprender y crea que de alguna manera lo necesita. ¿Necesitaba aprender el Hijo de Dios? ¿Aprender qué, cuando ya formaba parte del Conocimiento Absoluto?

Me atrevería a decir, que el Hijo de Dios, quiso hacer uso de su Potencial Creador, lo que le llevó a dirigir Su Pensamiento por sí mismo, lo que propició un estado de “pre-conciencia” individualizada, a lo que se ha llamado estado de “separación”. La Verdad (Unidad) queda distorsionada y esa sensación primigenia de separación se traduce en la percepción de la carencia.

El Pensamiento del Hijo de Dios no fue un acto de creación, sino de proyección. Los actos creadores emanan de la fuente de la Unidad, mientras que los actos de proyección emanan de la fuente de la división, de la separación, de la dualidad.

Lo que debió ser un Pensamiento Unificado, emanado de la Mente Una, surgió como un deseo dividido emanado de la mente separada. De este modo, el Hijo de Dios, comienza a percibir en distintos niveles y a sentir la necesidad procedente de cada uno de ellos (nivel mental; nivel emocional y nivel físico).

Ese Pensamiento Original responde pues a la errónea necesidad del Hijo de Dios por aprender, de manera individual, lo que ya Es.

Sigamos profundizando en la idea de la separación. Para ello, me remitiré al Capítulo 2, que trata de la “Separación y la Expiación” y más concretamente al punto I, “Los orígenes de la separación”:

“La capacidad de extenderse es un aspecto fundamental de Dios que Él le dio a Su Hijo. En la creación, Dios Se extendió a Sí Mismo a Sus creaciones y les infundió la misma amorosa Volun­tad de crear que Él posee. No sólo fuiste plenamente creado, sino que fuiste creado perfecto. No existe vacuidad en ti. Debido a la semejanza que guardas con tu Creador eres creativo. Ningún Hijo de Dios puede perder esa facultad, ya que es inherente a lo que él es, pero puede usarla de forma inadecuada al proyectar. El uso inadecuado de la extensión -la proyección- tiene lugar cuando crees que existe en ti alguna carencia o vacuidad, y que puedes suplirla con tus propias ideas, en lugar de con la verdad. Este proceso comprende los siguientes pasos:

Primero: Crees que tu mente puede cambiar lo que Dios creó.
Segundo: Crees que lo que es perfecto puede volverse imper­fecto o deficiente.
Tercero: Crees que puedes distorsionar las creaciones de Dios, incluido tú.
Cuarto: Crees que puedes ser tu propio creador y que estás a cargo de la dirección de tu propia creación" (T-2.I.1:1-12).

"El jardín del Edén -la condición que existía antes de la separa­ción- era un estado mental en el que no se necesitaba nada. Cuando Adán dio oídos a "las mentiras de la serpiente", lo único que oyó fueron falsedades. Tú no tienes por qué continuar cre­yendo lo que no es verdad, a no ser que así lo elijas. Todo ello puede literalmente desaparecer en un abrir y cerrar de ojos porque no es más que una percepción falsa” (T-2.I.3:1-4).

Me gustaría resaltar la aclaración que nos aporta el párrafo anterior cuando se refiere al jardín del Edén: "era un estado mental en el que no se necesitaba nada". Para recrear esa condición en nuestra vida y, por ende, en nuestra conciencia, debemos reconocer que la plenitud, la abundancia, es un estado mental de "no carencia", de comunión con nuestro Padre, es decir, de tener la plena certeza de que somos el Hijo de Dios, que junto a nuestros hermanos, formamos la Filiación Divina. Dicho esto, continuamos profundizando en el análisis del origen de la separación.

El erudito y excelente traductor de los Textos Sagrados, Fabre d´Olivet, con referencia a la serpiente, protagonista del episodio de la “caída del hombre”, nos refiere lo siguiente: “Nahash, el ardor cupido, envidioso, interesado, egoísta, serpenteando en el corazón del hombre, era la pasión que arrastraba la vida elemental..”
No voy a extenderme sobre este tema, pues ello nos llevaría a adentrarnos en estudio del Génesis y no es ese el motivo del presente estudio. No obstante, dejo un enlace a un artículo donde se desarrolla más ampliamente este tema:


El “pensamiento original” nos ha llevado a identificarnos con la visión ilusoria del mundo físico. A dicha identificación la hemos llamado “sueño”, aludiendo que dicho mundo es irreal.
Dentro de ese mundo irreal, "tenemos que  aprender a ver el mundo como un medio para poner fin a la separación" (T-2.III.5:12).

"El perdón es lo que sana la percepción de la separación. Es necesario que percibas correctamente a tu hermano debido a que las mentes han elegido considerarse a sí mismas como entidades separadas" (T-3.V.9:1-2).

"La separación es un sistema de pensamiento que si bien es bastante real en el tiempo, en la eternidad no lo es en absoluto" (T-3.VII.3:2).

Como bien recoge el Texto, “la mente puede hacer que la creencia en la separación sea muy real y aterradora, y esta creencia es lo que es el "diablo". Es una idea poderosa, dinámica y destructiva que está en clara oposición a Dios debido a que literalmente niega Su Paternidad" (T-3.VII.5:1-2).

Felix Gracia, nos refiere con relación a la figura del “diablo”: "la etimología del término diablo procede del latín diabolus y del griego diábolos, que significan dividir, separar. El “diablo”, pues, no es una entidad, sino una función: la de dividir o separar, que muestra las partes del Todo y genera la sensación de independencia de dichas partes frente a la Unidad subyacente".

Podemos decir que, "la separación no fue una pérdida de la perfección, sino una interrupción de la comunicación. La voz del ego surgió entonces como una forma de comunicación estridente y áspera. Esto no podía alterar la paz de Dios, pero sí podía alterar la nuestra. Dios no la acalló porque erradicarla habría sido atacarla. Habiendo sido cuestionado, Él no cuestionó. Él simplemente dio la Respuesta. Su Respuesta es nuestro Maestro" (T-6.IV.12:5-11).

"El núcleo de la ilusión de la separación reside simplemente en la fantasía de que es posible destruir el significado del amor. Y a menos que se restaure en nosotros el significado del amor, nosotros que com­partimos su significado no podremos conocernos a nosotros mismo. La separa­ción no es más que la decisión de no conocerte a ti mismo. Todo este sistema de pensamiento es una experiencia de aprendizaje cuidadosamente urdida, diseñada para apartarnos de la verdad y conducirnos a las fantasías. Mas por cada enseñanza que pueda hacernos daño, Dios nos ofrece corrección y el escape total de todas sus consecuencias" (T-16.V.15:1-5).

"La separación se supera mediante la unión. No se puede superar separando. La decisión de unirse tiene que ser inequívoca, o, de lo contrario, la mente misma estaría dividida e incompleta. La mente es el medio por el cual determinamos nuestra propia condición, ya que la mente es el mecanismo de decisión. Es el poder mediante el que nos separamos o nos unimos, y, consecuentemente, experimentamos dolor o alegría" (T-8.IV.5:4-8).

Pongo fin a este estudio, no sin antes dejaros un mensaje con un gran aporte de paz:

¿Qué dispone la Voluntad de Dios? Dispone que Su Hijo lo tenga todo. Y Él garantizó esto
cuando lo creó para que fuese todo. Es imposible perder nada, si lo que
tienes es lo que eres.
Éste es el milagro mediante el cual la creación se convirtió en tu función, la cual compartes con Dios. Esto no se entiende estando separado de Él, y, por lo tanto, no tiene sentido en este mundo. Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su propio miserable tesoro. Mas no puede hacer esto sin experimentar una sensación de desolación, de pérdida y de soledad. Éste es el tesoro tras el que ha ido en pos. Y sólo puede tener miedo de ello. ¿Es acaso el miedo un tesoro? ¿Puede ser la incertidumbre tu deseo? ¿O es simplemente que te has equi­vocado con respecto a lo que es tu voluntad y a lo que realmente eres? (T-26.VII.11:1-14).

¿Qué crees?

1 comentario:

Capítulo 16. II. El poder de la santidad (2ª parte).

II. El poder de la santidad (2ª parte). 4.  Has obrado milagros, pero es muy evidente que no los has obrado solo.  2 Cada vez que te extendi...