VII. La correspondencia entre medios y fin (2ª parte).
3. Para alcanzar el objetivo, el Espíritu Santo pide en verdad muy poco. 2Y pide igualmente poco para proporcionar los medios. 3Los medios son secundarios con respecto al objetivo. 4Cuando dudas, es porque el propósito te atemoriza, no los medios. 5Recuerda esto, pues, de lo contrario, cometerás el error de creer que los medios son difíciles. 6Sin embargo, ¿cómo van a ser difíciles cuando son algo que simplemente se te proporciona? 7Los medios garantizan el objetivo y concuerdan perfectamente con él. 8Antes de que los examinemos más detenidamente, recuerda que si piensas que son imposibles, tu deseo de lograr el objetivo se ve menoscabado. 9Pues si es posible alcanzar un objetivo, los medios para lograrlo tienen que ser posibles también.

Tal vez hayamos visto la relación existente entre el fin y los medios. Tal vez hayamos tomado conciencia de que el fin y los medios forman parte de una unidad, como lo hacen la causa y el efecto. Si nuestro fin es la salvación, no utilizaremos el cuerpo físico como el medio para encontrarla, pues la visión del cuerpo nos vincula con la creencia en la separación, lo que significa que cuando vemos a nuestros hermanos no lograremos ver la unidad existente de nuestras mentes. Se requiere una visión basada en la realidad de lo que somos. Se requiere ver la luz que somos e identificarnos con la verdad de la que somos portadores al haber sido creados por Dios. Somos seres espirituales dotados del poder de la voluntad, del amor y de la inteligencia. Desde esa visión de unidad, el otro se convierte en el medio a través del cual lograremos andar el camino que nos conducirá hasta la salvación.
4. Es imposible ver a tu hermano libre de pecado y al mismo tiempo verlo como si fuese un cuerpo. 2¿No es esto perfectamente consistente con el objetivo de la santidad? 3Pues la santidad es simplemente el resultado de dejar que se nos libere de todos los efectos del pecado, de modo que podamos reconocer lo que siempre ha sido verdad. 4Es imposible ver un cuerpo libre de pecado, pues la santidad es algo positivo y el cuerpo es simplemente neutral. 5No es pecaminoso, pero tampoco es impecable . 6Y como realmente no es nada, no se le puede revestir significativamente con los atributos de Cristo o del ego. 7Tanto una cosa como la otra sería un error, pues en, ambos casos se le estarían adjudicando atributos a algo que no los puede poseer. 8Y ambos errores tendrían que ser corregidos en aras de la verdad.
No podemos malinterpretar lo que hemos dicho en el punto anterior cuando hemos hecho referencia al cuerpo. Si nuestra mente juzga al cuerpo, lo que estará haciendo es reconocer que el cuerpo es real. El cuerpo es neutro. Es la mente la que tiene el poder sobre el cuerpo y lo utiliza para llevar al plano de la experiencia el contenido de nuestras creencias. Esa es la base de la percepción. Podemos percibir correctamente o de manera incorrecta. Podemos utilizar el cuerpo y las experiencias que él materializa como fuente de aprendizaje para comprender lo que realmente somos. Pero nunca podemos creer que nuestra identidad verdadera es corporal, negando nuestra esencia real.
5. El cuerpo es el medio a través del cual el ego trata de hacer que la relación no santa parezca real. 2El instante no santo es el tiempo de los cuerpos. 3Y su propósito aquí es el pecado. 4Mas éste no se puede alcanzar salvo en fantasías, y, por lo tanto, la ilusión de que un hermano es un cuerpo está en perfecta consonancia con el propósito de lo que no es santo. 5Debido a esta correspondencia, los medios no se ponen en duda mientras se siga atribuyendo valor a la finalidad. 6La visión se amolda a lo que se desea, pues la visión siempre sigue al deseo. 7Y si lo que ves es el cuerpo, es que has optado por los juicios en vez de por la visión. 8Pues la visión, al igual que las relaciones, no admite grados. 9O ves o no, ves.

La salvación como objetivo, como fin, en el mundo actual en que imperan las leyes del sistema de pensamiento del ego, no puede utilizar el cuerpo físico para lograrlo, salvo que lo espiritualice. ¿Qué quiero expresar con ello? Que debemos reconocer que la única función del cuerpo, al ser neutro, es servir a la mente. Si nuestra mente sirve al amor, al ser espiritual que somos, entonces el cuerpo puede ser utilizado para establecer relaciones santas donde no se busca satisfacer la naturaleza instintiva, sino poner de manifiesto que el amor es cosa de dos, es decir, el amor hay que compartirlo con el otro y en ese intercambio se alcanza la salvación, pues en ese amor no hay cabida para el miedo.
Si nuestra mente sirve al ego, a la creencia en la separación, el cuerpo se utilizará para reafirmar dicha creencia y el otro será percibido como nuestro enemigo, al que debo atacar para garantizar mi propia seguridad material.
6. Todo aquel que ve el cuerpo de un hermano ha juzgado a su hermano y no lo ve. 2No es que realmente lo vea como un pecador, es que sencillamente no lo ve. 3En la penumbra del pecado su hermano es invisible. 4Ahí sólo puede ser imaginado, y es ahí donde las fantasías que tienes acerca de él no se comparan con su realidad. 5Ahí es donde las ilusiones se mantienen separadas de la realidad. 6Ahí las ilusiones nunca se llevan ante la verdad y siempre se mantienen ocultas de ella. 7Y ahí, en la oscuridad, es donde te imaginas que la realidad de tu hermano es un cuerpo, el cual ha entablado relaciones no santas con otros cuerpos y sirve a la causa del pecado por un instante antes de morir.

Si viésemos la luz que somos. Si viésemos nuestra verdadera identidad espiritual, estaríamos en condiciones de compartir esa visión con los demás, lo que nos permitiría ver la luz y la realidad que se manifiesta a través del otro. Esa visión amorosa no mostraría la relación de hermandad que nos une a la Filiación.
En cambio, cuando miramos y vemos con los ojos del cuerpo, la densidad del plano físico no nos permite ver nuestra esencia real; tan solo percibe el envoltorio material que está regido bajo las leyes de la temporalidad. Desde esa visión pensamos que conocemos a nuestros hermanos cuando, en realidad, lo que conocemos de él es lo que pensamos que es, es decir, lo juzgamos y le aportamos el significado de lo que interpretamos. Es evidente que lo que piensa que es habla más de su propia visión que de su contenido real. Bajo estas leyes están basadas todas las relaciones humanas; por tal motivo, se les denomina relaciones no santas.
7. Existe ciertamente una clara diferencia entre este vano imaginar y la visión. 2La diferencia no estriba en ellos, sino en su propósito. 3Ambos son únicamente medios, y cada uno de ellos es adecuado para el fin para el que se emplea. 4Ninguno de los dos puede servir para el propósito del otro, pues cada uno de ellos es en sí la elección de un propósito, empleado para propiciarlo. 5Cada uno de ellos carece de sentido, sin el fin para el que fue concebido, y, aparte de su propósito, no tiene valor propio. 6Los medios parecen reales debido al valor que se le adjudica al objetivo. 7Y los juicios carecen de valor a menos que el objetivo sea el pecado.
Una relación es santa cuando nuestro fin es la salvación y para ello utilizamos los medios que sirven a nuestra santidad. No es el cuerpo el que nos permite llevar a cabo esa relación santa, sino nuestra mente recta, la que nos ha llevado a percibir correctamente lo que somos y nos ha permitido ver la luz que somos y que emana desde nuestro interior, permitiéndonos reconocerla en cada ser.
En cambio, una relación no es santa cuando nuestro fin es satisfacer la naturaleza instintiva y los deseos que fluyen de la personalidad egoica. En dicha relación, el cuerpo se convierte en el protagonista principal para cumplir el mandato principal de la mente errada, la cual sirve a la creencia en la separación y en el culto al miedo.
Cuando vemos desde la luz, estaremos preparados para establecer una relación santa.
Cuando vemos desde la oscuridad, percibimos y juzgamos el cuerpo como el medio que nos reafirma en nuestra falsa identidad.