III. El pecado como ajuste (2ª parte).
4. Todavía queda una pregunta por contestar, la cual es muy simple. 2¿Te gusta lo que has fabricado? aUn mundo de asesinatos y de ataque por el que te abres paso tímidamente en medio de constantes peligros, solo y temeroso, esperando a lo sumo a que la muerte se demore un poco antes de que se abalance sobre ti y desaparezcas. 3Todo eso son fabricaciones tuyas. 4Es un cuadro de lo que tú crees ser: de cómo te ves a ti mismo. 5Los asesinos están aterrorizados y los que matan tienen miedo de la muerte. 6Todas estas cosas no son sino los temibles pensamientos de aquellos que se amoldan a un mundo que se ha vuelto temible debido a los ajustes que ellos mismos hicieron. 7Y lo contemplan, con pesar desde su propia tristeza interior, y ven la tristeza en él.
La cuestión que plantea este punto es fácil de responder. ¿Quién puede desear un mundo caótico y demente, donde el miedo nos aterroriza y nos priva de la paz y de la felicidad?
El ego se siente atraído por el mundo que ha fabricado, lo que significa que hará todo lo posible para mostrarnos todas aquellas cosas que nos permitirán saciar nuestros apetitos de poder, de gloria, de riquezas, de vanidad y de un sinfín de ilusorios regalos que la vida nos puede ofrecer. Con base en todo lo que puede obtener, el ego pone una venda ante nuestros ojos para que no veamos al verdadero autor de todas nuestras desgracias. De este modo, no reconocemos que detrás de nuestras necesidades, de nuestra escasez, de nuestro dolor y sufrimiento, se encuentra el deseo de ser especiales, el deseo de ser diferentes a los demás. La estrategia del ego es mantenerse oculto para impedir que reconozcamos que la única causa de nuestras adversidades se encuentra en la creencia en la separación, en el pecado, en la culpa y en el miedo.
Si te preguntas, ¿cómo el ego puede sentirse atraído por este mundo demente? La respuesta es esta: le gusta porque se alimenta de cada uno de los deseos que dan lugar a la creencia en la separación. Sin esos deseos, el ego no existiría.
5. ¿Te has preguntado alguna vez cómo es realmente el mundo y qué aspecto tendría si se contemplase con ojos felices? 2 El mundo que ves no es sino un juicio con respecto a ti mismo. 3 No existe en absoluto. 4Tus juicios, no obstante, le imponen una sentencia, la justifican y hacen que sea real. 5Ése es el mundo que ves: un juicio contra ti mismo, que tú mismo has emitido. 6El ego protege celosamente esa imagen enfermiza de ti mismo, pues ésa es su imagen y lo que él ama, y la proyecta sobre el mundo. 7Y tú te ves obligado a adaptarte a ese mundo mientras sigas creyendo que esa imagen es algo externo a ti, y que te tiene a su merced. 8Ese mundo es despiadado, y si se encontrase fuera de ti, tendrías ciertamente motivos para estar atemorizado. 9Pero fuiste tú quien hizo que fuese inclemente; y si ahora esa inclemencia parece volverse contra ti, puede ser corregida.
Podemos sentirnos muy felices si hemos llegado a la conclusión de que el mundo es tal y como nosotros lo juzgamos. Esta verdad es aplicable a todo cuanto percibimos. Las cosas son tal y como nosotros las vemos desde nuestro interior. El significado de aquello que vemos nos lo aporta la mente y la mente está condicionada por nuestras creencias. La cuestión es fácil de plantear: ¿En qué creemos?
El mundo que vemos fuera de nosotros es interpretado por nuestra mente como algo ajeno a nosotros mismos y donde todo lo percibido refuerza nuestra creencia en la separación, pues al aceptar la dualidad en nuestra mente, dicho pensamiento es el filtro por el que percibimos el mundo y así lo juzgamos.
Por tal razón, es esencial cambiar nuestra visión interior y corregir el ajuste que dicha creencia ha introducido en nuestra manera de ver las cosas. Deshacer el sistema de pensamiento del ego es el camino que nos conducirá al encuentro con la verdad.
6. ¿Quién, que se encuentre en una relación santa, podría seguir siendo no santo por mucho más tiempo? 2El mundo que ven los santos es uno con ellos, de la misma forma en que el mundo que ve el ego es semejante a él. 3El mundo que ven los santos es hermoso porque lo que ven en él es su propia inocencia. 4Ellos no le impusieron lo que tenía que ser, ni hicieron ajustes para que se amoldase a sus mandatos. 5Simplemente le preguntaron con un leve susurro: "¿Qué eres?" 6Y Aquel que cuida de toda percepción les respondió. 7No aceptes los juicios del mundo como la respuesta a la pregunta: "¿Qué soy?" 8El mundo cree en el pecado, pero la creencia que lo fabricó tal como tú lo ves no se encuentra fuera de ti.

El modo en cómo nos relacionamos con el mundo no puede ser diferente a cómo nos relacionamos con nosotros mismos; es decir, si cuando miro en mi interior encuentro pensamientos de amor, mi modelo de relación con el mundo será expandir el amor. En cambio, si cuando en mi interior encuentro pensamientos de miedo, como consecuencia de creer en el pecado, mi modelo de relación con el mundo será el ataque y el juicio condenatorio.
Si cambiamos el sistema de pensamiento del ego por el pensamiento santo, estaremos creando el Cielo en la tierra.
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