lunes, 26 de mayo de 2025

Capítulo 20. VI. El templo del Espíritu Santo (4ª parte).

VI. El templo del Espíritu Santo (4ª parte).

10La relación santa refleja la verdadera relación que el Hijo de Dios tiene con su Padre en la realidad. 2El Espíritu Santo mora dentro de ella con la certeza de que es eterna. 3Sus firmes cimien­tos están eternamente sostenidos por la verdad, y el amor brilla sobre ella con la dulce sonrisa y tierna bendición que le ofrece a lo que es suyo. 4Aquí el instante no santo se intercambia gustosa­mente por uno santo y de absoluta reciprocidad. 5He aquí tierna­mente despejado el camino que conduce a las verdaderas relaciones, por el que tú y tu hermano camináis juntos dejando atrás el cuerpo felizmente para descansar en los Eternos Brazos de Dios. 6Los Brazos del Amor están abiertos para recibirte y brin­darte paz eterna.

Cuando decidimos abandonar la fe que teníamos depositada en el sistema de pensamiento del ego y adoptamos la nueva fe en las enseñanzas que nos aporta el Espíritu Santo, se produce en nuestra mente una transformación y el contenido viejo de nuestras creencias en la separación y en el pecado da pie a que nuestros ojos se abran y nos permiten ver la inocencia que resplandece en el interior de cada uno de nuestros hermanos.

Hemos recordado nuestra pureza y hemos dejado de alimentar nuestros miedos, lo que nos lleva a sentirnos seguros en la nueva relación que se abre ante nuestros ojos. Ya no nos odiamos, ahora nos amamos. Ya no vemos oscuridad en nuestro interior, sino tan solo la radiante luz que nos lleva a expandirla a través de nuestros pensamientos amorosos hacia los demás.

Hemos abandonado nuestro interés por rendir culto a los ídolos de barro y, en su lugar, nos sentimos plenos cuando nuestra consciencia se funde en el altar de la verdad. Nos reconocemos Hijo de Dios y nos complacemos caminando junto a nuestros hermanos en una relación santa donde gozamos de una inmensa paz.

11. El cuerpo es el ídolo del ego, la creencia en el pecado hecha carne y luego proyectada afuera. 2Esto produce lo que parece ser una muralla de carne alrededor de la mente, que la mantiene prisionera en un diminuto confín de espacio y tiempo hasta que llegue la muerte, y disponiendo de un solo instante en el que suspirar, sufrir y morir en honor de su amo. 3Y este instante no santo es lo que parece ser la vida: un instante de desesperación, un pequeño islote de arena seca, desprovisto de agua y sepultado en el olvido. 4Aquí se detiene brevemente el Hijo de Dios para hacer su ofrenda a los ídolos de la muerte y luego fallecer. 5Sin embargo, aquí está más muerto que vivo. 6No obstante, es aquí también donde vuelve a elegir entre la idolatría y el amor. 7Aquí se le da a escoger entre pasar dicho instante rindiéndole culto al cuerpo, o permitir que se le libere de él. 8Aquí puede aceptar el instante santo que se le ofrece como sustituto del instante no santo que antes había elegido. 9aquí puede finalmente darse cuenta de que las relaciones son su salvación y no su ruina.

Me pregunto, ¿es posible vivir en este mundo y no sufrir? El contenido de cada una de las expresiones que Jesús nos traslada en la enseñanza parece juzgar y atacar la condición del cuerpo. No podemos caer en la tentación de interpretar sus palabras desde el lenguaje propio del ego. El representante del Amor de Dios en el mundo no puede negarse a sí mismo con mensajes que puedan ser interpretados como juicios condenatorios. 

El sufrimiento es un efecto de este mundo, cuando nuestra mente decide seguir las leyes inventadas por un pensamiento exento de amor y defensor de que la división y la separación son verdades absolutas e innegables. Sufrir es una realidad y nuestro cuerpo da fe de ello. El sufrimiento es, por tanto, un ídolo al que rinde culto nuestro cuerpo.

Tendremos que cambiar esa manera de ver las cosas. Tendremos que dejar de ver e interpretar lo que nos muestran nuestros ojos físicos, los cuales están condicionados por la falsa percepción o percepción errónea. Tendremos que llamar a la presencia del Espíritu Santo en nosotros y ofrecerle nuestra fe, es decir, elegir ver lo que realmente somos, un ser espiritual dotado con los principios que Dios nos ha heredado. Desde la visión Crística y desde la Mente Recta, el sufrimiento no es real, pues pertenece al cuerpo, no a la mente. Dios no puede sufrir; luego su Hijo tampoco puede hacerlo. El sufrimiento pertenece a la visión basada en la separación y en el pecado. El sufrimiento es imposible cuando se ama.

12. Tú que estás aprendiendo esto puede que aún tengas miedo, pero no estás inmovilizado. 2El instante santo tiene ahora para ti mucho más valor que su aparente contrapartida, y te has dado cuenta de que realmente sólo deseas uno de ellos. 3Este no es un período de tristeza. 4Tal vez de confusión, pero no de desaliento. 5Tienes una verdadera relación, la cual tiene significado. 6Es tan similar a tu verdadera relación con Dios, como lo son entre sí todas las cosas que gozan de igualdad. 7La idolatría pertenece al pasado y no tiene significado. 8Quizá aún le tienes un poco de miedo a tu hermano; quizá te acompaña todavía una sombra del temor a Dios. 9Mas ¿qué importancia tiene eso para aquellos a quienes se les ha concedido tener una verdadera relación que transciende el cuerpo? 10¿Y se les podría privar por mucho más tiempo de contemplar la faz de Cristo? 11¿Y podrían ellos seguir privándose a sí mismos por mucho más tiempo del recuerdo de la relación que tienen con su Padre y mantener la memoria de Su Amor fuera de su conciencia?

Sí, tal vez te hayas dado cuenta de dónde se encuentra la causa de esa desolación. Hemos preferido dar valor a nuestras acciones y olvidar, aunque haya sido un instante, que lo importante, lo verdaderamente importante, no es lo que hacemos, sino la elección que hacemos a nivel mental.

Si elegimos servir a la creencia en la separación, en el pecado y en el miedo, estaremos eligiendo servir al ego y al cuerpo.

Si elegimos servir a la creencia en la unidad, en la inocencia y en el amor, estaremos eligiendo servir a Jesús, al Espíritu Santo y a Dios.

¿A quién sirve nuestra mente? Esa es la cuestión que debemos tener clara y en la respuesta tendremos puesta nuestra fe. Si es en miedo, nos castigaremos. Si es en el amor, gozaremos de la paz y de la felicidad.

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