VI. El templo del Espíritu Santo (3ª parte).
7. Los idólatras siempre tendrán miedo del amor, pues nada los amenaza tanto como su proximidad. 2Deja que el amor se les acerque y pase por alto el cuerpo, como sin duda hará, y corren despavoridos, sintiendo cómo empiezan a estremecerse y a tambalearse los cimientos aparentemente sólidos de su templo. 3Hermano, tú tiemblas con ellos. 4Sin embargo, de lo que tienes miedo es del heraldo de la libertad. 5Ese lugar de sombras no es tu hogar. 6Tu templo no está en peligro. 7Ya no eres un idólatra. 8El propósito del Espíritu Santo está a salvo en tu relación y no en tu cuerpo. 9Te has escapado del cuerpo. 10EI cuerpo no puede entrar allí donde tú estás, pues ahí es donde el Espíritu Santo ha establecido Su templo.
El ego odia aquello que idolatra, pues amarlo significaría que dejaría de sentir interés por lo que no tiene valor y, para el ego, el cuerpo es su mayor tesoro. El ego tiene miedo al amor y, aunque moviliza todos sus recursos para hallarlo, el propio miedo que siente a encontrarlo lo lleva a destruirlo. Así de demente es el sistema de pensamiento del ego.
8. Las relaciones no admiten grados. 2O son o no son. 3Una relación no santa no es una relación. 4Es un estado de aislamiento que aparenta ser lo que no es. 5Eso es todo. 6En el instante en que la idea descabellada de hacer que tu relación con Dios fuese profana pareció posible, todas tus relaciones dejaron de tener significado. 7En ese instante profano nació el tiempo, y se concibieron los cuerpos para albergar esa idea descabellada y conferirle la ilusión de realidad. 8Y así, pareció tener un hogar que duraba por un cierto período de tiempo, para luego desaparecer del todo. 9Pues ¿qué otra cosa sino un fugaz instante podría dar albergue a esa loca idea que se opone a la realidad?
Ya lo hemos visto anteriormente. El término relación no hace referencia al cuerpo, sino a la Mente Recta, la que nos permite la visión de la unidad de las mentes. Esa conexión que nos hace iguales al resto de nuestros hermanos y que no es compartida cuando nuestro sistema de pensamiento sirve al ego y a su representante, el cuerpo físico.
El cuerpo no puede establecer relaciones duraderas, pues no es portador del amor, sino del miedo. ¿Qué relación basada en el miedo puede ser duradera? El ego oculta su verdadero interés y no permite a su mente el hecho de que muestre su pensamiento demente y su atracción por el miedo. Sin embargo, cuando establece un vínculo de relación no santa con el otro, no tardará en dar muestra de sus verdaderas intenciones, la de atacar y proyectar el contenido de su sentimiento de culpabilidad. Este sentimiento lo llevará a juzgar y condenar lo que considera pecaminoso en el otro. Lo que hace es proyectar su propia visión interna donde subyace un mundo de oscuridad que lo hace sentir odio hacia sí mismo.
9. Los ídolos desaparecerán y no dejarán rastro alguno con su partida. 2El instante profano de su aparente poder es tan frágil como un copo de nieve, pero sin su belleza. 3¿Es éste el sustituto que deseas en lugar de la eterna bendición del instante santo y su ilimitada beneficencia? 4¿Es la malevolencia de la relación no santa, tan aparentemente poderosa, tan mal comprendida y tan revestida de una falsa atracción, lo que prefieres en lugar del instante santo, que te ofrece entendimiento y paz? 5Deja a un lado el cuerpo entonces, y elevándote al encuentro de lo que realmente deseas, transciéndelo serenamente. 6Y desde Su templo santo, no mires atrás a aquello de lo que has despertado. 7Pues no hay ilusiones que puedan resultarle atractivas a la mente que las ha trascendido y dejado atrás.
No, Jesús no está dirigiéndose al cuerpo, sino a nuestra mente. ¿De qué valdría cambiar los efectos, cuando la verdad o el error se encuentra en las causas?
Cuando el Curso nos dice que el cuerpo es ilusorio, se está refiriendo a que está regido por las leyes de la temporalidad y lo que está sujeto al cambio, simplemente, no es real, no es verdad.
Entonces, ¿qué es lo real y verdadero? Lo que no es el cuerpo, ni el ego. Lo que es invisible para el ego y que es verdadero para el Espíritu Santo. Lo único que realmente somos; lo único que hemos sido siempre; lo único que eternamente seremos. El Hijo de Dios, que creado a su imagen y semejanza, nos convierte en seres espirituales. Por lo tanto, debemos entender que estas enseñanzas tienen como principal objetivo darnos a conocer lo que somos y a tener fe en ello.
San Agustín nos dijo: Ama y haz lo que quieras. No es lo que hacemos, sino lo que somos, lo que es esencial. En ello debe basarse nuestra fe. Podríamos parafrasear las palabras de San Agustín y expresar: ¡Sé y haz lo que quieras!
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