jueves, 22 de agosto de 2024

Capítulo 14: I. Las condiciones del aprendizaje (2ª parte).

 I. Las condiciones del aprendizaje (2ª parte).


3. La vista se dirige siempre hacia el exterior. 2Si no tuvieses más pensamientos que los tuyos propios, el sistema de pensamiento que engendraste sería eternamente tenebroso. 3Los pensamientos que la mente del Hijo de Dios proyecta o extiende disponen de todo el poder que él les confiere. 4Los pensamientos que comparte con Dios están más allá de sus creencias, pero los que conci­bió por su cuenta son sus propias creencias. 5Y son éstas, y no la verdad, las que él ha elegido defender y amar. 6Al Hijo de Dios no se le despojará de sus creencias. 7Pero él puede renunciar a ellas, pues la Fuente para desvanecerlas mora en él. 8No hay nada en el mundo que pueda enseñarle que la lógica del mundo es totalmente demente y que no lleva a ninguna parte. 9Pero en él, que "ideó" esa lógica demente, mora Uno que sabe que dicha lógica no lleva a ninguna parte, pues Él lo sabe todo.

El mundo inventado por el Hijo de Dios, es fruto del poder creador de la mente, el cual ha dado lugar a un sistema de pensamiento cuyo origen es la ausencia de amor y la presencia del miedo, el pensamiento dual.

Dios, ya lo hemos visto en el punto anterior, puso al Espíritu Santo en el Hijo de Dios, lo que es una garantía de que la mente puede tener acceso a lo que es real, esto es, al Amor, que es la Fuente de donde procedemos.

4. Cualquier dirección que conduzca a donde el Espíritu Santo no te conduce no lleva a ninguna parte. 2Cualquier cosa que nie­gues que el Espíritu Santo sepa que es verdad, te la estás negando a ti mismo, y Él tiene que enseñarte, por lo tanto, a no negarla. 3El proceso de des-hacimiento es indirecto, tal como lo es el de fabri­car. 4Fuiste creado, sólo para crear, no para ver ni para fabricar nada. 5Éstas no son sino expresiones indirectas de la voluntad de vivir, que ha sido obstaculizada por el caprichoso y profano deseo de morir y matar, el cual tu Padre no comparte contigo. 6Te has impuesto a ti mismo la tarea de compartir lo que no se puede compartir. 7Y mientras sigas pensando que puedes aprender a hacerlo, no creerás todo lo que sí se puede aprender a hacer.

Cuando este punto nos expresa que fuimos creados, sólo para crear, no para ver ni para fabricar nada, lo que realmente nos está enseñando, es que debemos extender lo que somos en verdad, es decir, debemos compartir nuestro amor. No se trata de ver el amor, sino de ser el amor.

En el mundo del ego, la mirada se orienta al exterior y el amor se busca fuera de nosotros, pues si fuésemos capaces de dirigir la mirada hacia nuestro interior, descubriríamos que somos amor y en vez de buscarlo, lo daríamos.

5. El Espíritu Santo, por lo tanto, tiene que comenzar Sus enseñan­zas mostrándote lo que nunca podrás aprender. 2Su mensaje no es indirecto, pero Él tiene que introducir la simple verdad en un sis­tema de pensamiento que se ha vuelto tan distorsionado y tan complejo, que no puedes ni darte cuenta de que no significa nada. 3Él simplemente contempla sus cimientos y los descarta. 4Pero tú que no puedes deshacer lo que hiciste, ni escaparte de la pesada carga de embotamiento que ocupa tu mente, no puedes ver más allá de tu propio sistema de pensamiento. 5Éste te engaña porque elegiste engañarte a ti mismo. 6Los que eligen dejarse engañar, simplemente atacarán los enfoques directos porque éstos parecen poder adentrarse en el engaño y socavarlo.

Las enseñanzas del Espíritu Santo nos mostrará que el camino que nos lleva al encuentro con el amor no lo hallaremos fuera de nosotros mismos, sino en nuestro interior. Será mirando en nuestro interior donde podremos encontrar la única esencia que nos permitirá alcanzar la salvación, pues sin ese amor, no veremos a los demás desde la unidad, y la salvación tan sólo será una realidad, cuando caminemos todos juntos de la mano hacia la morada del Padre, donde únicamente reina la Mente Una.

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