lunes, 1 de diciembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 335

LECCIÓN 335

Elijo ver la impecabilidad de mi hermano.

1. Perdonar es una elección. 2Nunca veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. 3Lo que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. 4A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos. 5Elijo lo que deseo contemplar, y eso, y sólo eso, es lo que veo. 6La impecabilidad de mi hermano me muestra que quiero contemplar la mía propia. 7Y la veré, puesto que he decidido ver a mi hermano en la santa luz de su inocencia.

2. ¿De qué otro modo podría restituírseme Tu recuerdo, sino viendo la inocencia de mi hermano? 2Su santidad me recuerda que él fue creado uno conmigo y semejante a mí. 3En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti.



¿Qué me enseña esta lección? 

¿Hay algo más hermoso, puro y elevado que el perdón? 

Quienes hemos cargado con el pesado peso de la culpa sobre nuestras frágiles espaldas, conocemos bien el alivio que trae consigo el perdón sincero. 

He notado una diferencia entre perdonar y perdonarse. Diría que perdonar a otros suele ser más fácil que perdonarse a uno mismo. Tal vez esa impresión se deba a que es más sencillo ver afuera lo que no alcanzamos a ver dentro.

Hoy estoy seguro de que no existen diferencias, ya que al perdonar a otros, en realidad estamos afirmando que nos hemos perdonado a nosotros mismos, porque nadie puede dar lo que no posee.

Cuando reconocemos la impecabilidad en nuestros hermanos, mostramos al mundo nuestra disposición a perdonar. Compartimos la fuerza del Amor, y el gesto más noble que podemos ofrecer es no ver pecado ni en nosotros ni en los demás. Así, ni siquiera tendremos que perdonar, porque no habrá nada que perdonar.

La siguiente cita define maravillosamente el contenido de esta lección: “Lo que el corazón desea, la mente nos lo muestra”, o dicho de otro modo, “lo que veo es lo que deseo ver”.

Somos realmente afortunados. Ser hijos de Dios nos brinda plenitud, gracia y abundancia, pero lo hemos olvidado. Tanto es así, que nuestra visión separada, propia del sistema de pensamiento del ego, nos impulsa a buscar como principales metas compensar nuestras carencias, necesidades y conflictos, así como nuestras preocupaciones y miedos.

Alcanzar la paz nos llevará a tener la plena certeza de que somos Seres Espirituales completos y unidos con Dios y con todo lo creado. Cuando esta visión forme parte de nuestras creencias, comprenderemos lo que es la salvación.


Ejemplo-Guía: "Lo que el corazón desea, la mente nos lo muestra".

Sí, con esta afirmación quedamos completamente desarmados. Si lo que veo es lo que quiero ver, ya no puedo seguir ocultándome que soy el único soñador de mis sueños, el único creador de mis experiencias y del mundo que percibo.

Todo el Curso, con sus enseñanzas, nos conduce a un punto que el ego ve como muy crítico: desaprender lo ya aprendido para volver a aprender.

Creemos que hemos recorrido un largo camino y, aunque lo hemos hecho junto a nuestros hermanos, en ningún momento hemos sentido que haya existido verdadera unidad entre ellos y nosotros.

La forma en que percibimos al otro ha despertado nuestros miedos. No hace falta que ese miedo se manifieste externamente para sentirlo, ya vive en nuestra mente, porque es ausencia de amor y de conciencia de unidad. El miedo que proyectamos en los demás es creado por nosotros mismos. Vivir con miedo y reconocer que somos quienes lo generamos nos debilita, y por eso preferimos encontrar un agente externo que nos lo justifique para así poder condenarlo fuera.

La afirmación que da título a este ejemplo-guía debería llevarnos a la verdad. Puede que sintamos la tentación de no creerla, ya que aceptarla implica dejar de culpar a otros por nuestras acciones. Pero si logramos superar ese temor interno de vernos tal como somos, recordaremos nuestra verdadera identidad: ser Hijos de Dios. ¿No es acaso el hijo igual al Padre? ¿No posee también su mismo poder creador?

La lección de hoy, sin duda, nos invita a dejar atrás nuestra falsa identidad. Aferrados a la creencia en el pecado, dimos fuerza a la culpa y, con ello, a la idea errónea de que Dios nos expulsó del “Paraíso” y nos “castiga” por nuestros pecados.

Cuando pensamos en la supuesta condena de Dios hacia su descendencia, y lo hacemos desde una perspectiva de pureza y amor, resulta difícil creer que el Ser del que brota la esencia creadora del Amor pueda mostrarse insensible y juzgar con severidad a su creación. Si eres padre, comprenderás fácilmente esta idea. Yo, como padre de tres hijos, con mi limitado corazón, no puedo concebir emitir tal condena.

Esta lección nos invita a percibir de forma correcta, dejando atrás la falsa creencia de que el ataque es el camino hacia la salvación. Reconocer la impecabilidad en nuestros hermanos es aceptar que somos Uno en la Filiación de Dios.

Reconocer la impecabilidad en nosotros mismos y, por lo tanto, en los demás, demuestra que nuestra mente está al servicio del Espíritu y que nuestros pensamientos están en paz.

Reflexión: ¿Qué vemos cuando vemos a nuestros hermanos? 

Capítulo 25. I. El vínculo con la verdad (2ª parte).

I. El vínculo con la verdad (2ª parte).

2. ¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti, sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? 2La percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves. 3Si contemplas el cuerpo, creerás que ahí es donde te encuentras tú. 4todo cuerpo que veas te recordará a ti mismo: tu pecaminosi­dad, tu maldad, pero sobre todo, tu muerte. 5¿No aborrecerías e incluso intentarías matar a quien te dijese algo así? 6El mensaje y el mensajero son uno. 7no puedes sino ver a tu hermano como te ves a ti mismo. 8Enmarcado en su cuerpo verás su pecaminosi­dad, en la que tú te alzas condenado. 9En su santidad, el Cristo en él se proclama a Sí Mismo como lo que eres tú.

Las ideas principales sobre las que Jesús nos invita a reflexionar en este mensaje son la siguientes:

Contemplar la santidad: La única forma de manifestar al Cristo en ti es reconociendo la santidad en los demás. Ver a tu hermano como santo es ver a Cristo reflejado en él… y, por ende, en ti mismo.

La percepción como espejo: Lo que ves fuera de ti refleja lo que crees ser. Si te enfocas en el cuerpo -lo físico, lo limitado-, te identificarás con la separación, el pecado y la muerte.

El cuerpo como símbolo de condena: Ver a otros como cuerpos refuerza la idea de pecado y mortalidad. Cada cuerpo que ves te recuerda tu propia fragilidad y culpa.

El mensaje y el mensajero son uno: No puedes separar lo que ves de cómo lo ves. Si ves pecado, te condenas. Si ves santidad, te liberas.

La santidad como revelación del Cristo: Al ver la santidad en tu hermano, reconoces al Cristo en él… y eso revela tu verdadera identidad como Cristo también.

Este texto nos invita a cambiar nuestra forma de ver: dejar de juzgar por las apariencias físicas y comenzar a ver con los ojos del espíritu. Es una llamada a la visión espiritual, donde el perdón y el amor reemplazan al juicio y al miedo.

¿Cómo podemos aplicar la enseñanza recogida en este punto en nuestra vida diaria?

Aplicar este mensaje en la vida diaria implica un cambio profundo en la forma en que percibimos a los demás y a nosotros mismos. Aquí proponemos algunas formas prácticas de hacerlo:

Ver más allá del cuerpo: En vez de juzgar a las personas por su apariencia, comportamiento o errores, elige ver su esencia espiritual. Recuerda que el cuerpo es solo una forma temporal; lo eterno en cada uno es el espíritu, el Cristo.

Practicar la visión espiritual:  Cuando veas a alguien, repite internamente:  “Veo la luz de Cristo en ti” o “Eres santo como yo”. Esto transforma tu percepción y te libera del juicio, el miedo y la culpa.

Usar el perdón como herramienta:  Si alguien te hiere o decepciona, en lugar de reaccionar desde el ego, elige perdonar. El perdón no es justificar la acción, sino liberar la percepción que te ata al sufrimiento.

Reconocer que lo que ves en otros está en ti:  Si ves pecado, condena o maldad en otro, estás proyectando tu propia culpa. Si ves santidad, estás reconociendo tu verdadera identidad.

Meditar en la unidad:  Dedica unos minutos al día a contemplar la idea:  “Somos uno en Cristo”. Esta práctica te ayuda a disolver la separación y a vivir desde el amor.

Transformar tus relaciones:  Cada encuentro es una oportunidad de ver al Cristo en el otro. Haz de tus relaciones un altar donde se revela la santidad compartida.

Hay varias referencias en el Texto principal de Un Curso de Milagros que se relacionan directamente con el mensaje que se recoge en el punto sobre ver al Cristo en tu hermano y trascender la percepción del cuerpo. Aquí te destaco algunas especialmente relevantes:

T-11.VI.3:9: “Deja que sea el Cristo en ti Quien interprete por ti”. Esta cita invita a soltar el juicio del ego y permitir que la visión del Cristo -la verdadera percepción- sea quien vea por ti.

T-12.III.10:5-6: “…por Cristo, sin embargo, ha puesto la Expiación sobre el altar para ti.”  Aquí se habla del Cristo como el que ofrece la Expiación, el proceso de deshacer el error y recordar la verdad.

T-13.V.9:4: “Él ve por ti, al ser tu testigo del mundo real”. El Cristo en ti es quien puede ver más allá de las ilusiones del cuerpo y del ego, revelando el mundo real: el mundo del amor y la unidad.

T-10.III.7:5: “Conozco tu valía por ti, y esta valía es lo que te hace íntegro.”  El Cristo reconoce tu santidad, incluso cuando tú no puedes verla. Esta cita refuerza la idea de que la santidad está en ti y en todos.

Lecciones del Libro de Ejercicios relacionadas con el pasaje:

Lección 61 – “Soy la luz del mundo”:  Esta afirmación te invita a reconocer tu verdadera identidad como Cristo, más allá del cuerpo y del ego.

Lección 67 – “El amor me creó a semejanza de Sí mismo”:  Refuerza la idea de que tu esencia es amor, y que, al ver amor en otros, lo reconoces en ti.

Lección 93 – “La luz, la dicha y la paz moran en mí”:  Te recuerda que tu santidad es tu estado natural, y que, al contemplarla en otros, la haces consciente en ti.

Lección 95 – “Soy uno con mi Creador”:  Esta lección afirma que no estás separado de Dios ni de tus hermanos. Ver su santidad es ver tu unidad con ellos.

Lección 161 – “Dame tu bendición, santo Hijo de Dios”:  Una de las más directas: te enseña a mirar más allá del cuerpo y ver al Cristo en tu hermano. Al hacerlo, te bendices a ti mismo.

Lección 189 – “Siento el Amor de Dios dentro de mí ahora”:  Esta lección te guía a experimentar el amor divino como una presencia interna, que se refleja en tu percepción del mundo.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 335

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