viernes, 18 de abril de 2025

Capítulo 19. D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios (3ª parte).

D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios (3ª parte).

5. Cada obstáculo que la paz debe superar se salva de la misma manera: el miedo que lo originó cede ante el amor que se encuen­tra detrás, y así desaparece el miedo. 2lo mismo ocurre con este último obstáculo. 3El deseo de deshacerte de la paz y de ahuyen­tar el Espíritu Santo se desvanece en presencia del sereno recono­cimiento de que amas a Dios. 4La exaltación del cuerpo se abandona en favor del espíritu, al que amas como jamás podrías haber amado al cuerpo. 5la atracción de la muerte desaparece para siempre a medida que la atracción del amor despierta en ti y te llama. 6Desde más allá de cada uno de los obstáculos que te impiden amar, el Amor Mismo ha llamado. 7Y cada uno de ellos ha sido superado mediante el poder de atracción que ejerce lo que se encuentra tras ellos. 8El hecho de que deseases el miedo era lo que hacía que pareciesen insuperables. 9Mas cuando oíste la Voz del Amor tras ellos, contestaste y ellos desaparecieron.

Así es. Cada obstáculo que la paz debe superar se salva de la misma manera, sustituyendo la creencia en el miedo por la creencia en el amor. Dicho de otro modo, recordando lo que realmente somos, un ser espiritual, el Hijo de Dios, y no un cuerpo temporal, el hijo del ego.

Hemos descrito anteriormente que, cuando dejemos de rendir culto al cuerpo y lo empleemos en su función correcta, la de canal de comunicación en el mundo perceptivo, estaremos en condiciones de afrontar el plan de salvación previsto por Dios para Su Hijo. 

Ya no utilizaremos el cuerpo para atacar, para hacer tangible nuestro odio, nuestra creencia en la separación. Ya no lo emplearemos para juzgar y condenar. Ahora lo convertiremos en un vehículo para amar, para expresar la paz y la felicidad que forman parte de nuestra mente. Lo emplearemos para construir "puentes" que permitan al resto de la humanidad cruzar de la tierra de miedo a la tierra de luz. Entre todos, juntos, podremos recrear el nuevo Edén.

6. Y ahora te encuentras aterrorizado ante lo que juraste no vol­ver a mirar nunca más. 2Bajas la vista, al recordar la promesa que les hiciste a tus "amigos". 3La "belleza" del pecado, la sutil atrac­ción de la culpabilidad, la "santa" imagen encerada de la muerte y el temor de la venganza del ego a quien le juraste con sangre que no lo abandonarías, se alzan todos, y te ruegan que no levan­tes la mirada. 4Pues te das cuenta de que si miras ahí y permites que el velo se descorra, ellos desaparecerán para siempre. 5Todos tus "amigos", tus "protectores" y tu "hogar" se desvanecerían. 6No recordarías nada de lo que ahora recuerdas.

He podido experimentar, al andar el camino que me conduce hasta la salvación, que mis viejas creencias se convierten en el principal obstáculo para conseguir el estado de paz que debe formar parte de dicha andadura. Me acompaña la voluntad y el deseo de abandonar un mundo caótico en el que la paz y la felicidad brillan por su ausencia, donde el dolor y el sufrimiento se convierten en el pan de cada día, por lo que en muchas ocasiones me siento perdido y parece que las fuerzas iniciales me abandonan.

Son las viejas creencias que durante tanto tiempo han formado parte de mi mente las que me reclaman ser alimentadas, pues he dejado de atenderlas. El "libro del viajero" también recoge esta singladura, es decir, también nos advierte que en el camino nos encontraremos con las resistencias, con las dudas, que nos invitan a tomar la ruta más cómoda, la conocida, y nos evitarán quebraderos de cabeza, esfuerzos inútiles. Son las voces de las creencias que hemos alimentado durante tanto tiempo y a las que prometimos fidelidad eterna.

La solución para salir airoso en esos tramos del camino nos viene dada en este punto. Dejar de mirar el pasado en nuestra mente para concentrarnos tan solo en el presente, en el ahora, en el instante que nuestra voluntad hará santo al elegir el amor en vez del miedo.

7. Te parece que el mundo te abandonaría por completo sólo con que alzases la mirada. 2Sin embargo, lo único que ocurriría es que serías tú quien lo abandonaría para siempre. 3En esto consiste el re-establecimiento de tu voluntad. 4Mira con los ojos bien abiertos a eso que juraste no mirar, y nunca más creerás que estás a merced de cosas que se encuentran más allá de ti, de fuerzas que no puedes controlar o de pensamientos que te asaltan en contra de tu voluntad. 5Tu voluntad es mirar ahí. 6Ningún deseo desqui­ciado, ningún impulso trivial de volverte a olvidar, ninguna pun­zada de miedo, ni el frío sudor de lo que aparenta ser la muerte pueden oponerse a tu voluntad. 7Pues lo que te atrae desde detrás del velo es algo que se encuentra en lo más recóndito de tu ser, algo de lo que no estás separado y con lo que eres completa­mente uno.

Sí. Ya vislumbramos el final del trayecto. No ha sido fácil, pero lo hemos conseguido. Todo gracias a que nos hemos mantenido firmes en nuestra visión renovada en la que el amor ha sustituido al miedo, donde la unidad ha prevalecido por encima de la separación. Hemos sido tentados, una y otra vez, en las que nuestro ego nos ha prometido ser especiales, donde nos ha ofrecido todo tipo de riquezas y de poder. Pero en esas ofrendas, en esos regalos, no hemos reconocido el más preciado, no hemos sentido la paz y la felicidad verdadera, no hemos visto el rostro de la eternidad, lo que nos ha llevado a renunciar a esas efímeras ofrendas y hemos elegido, en cambio, aceptar el regalo más preciado, la presencia del Espíritu Santo en nuestra mente. Ello es garantía de que el amor, la paz y la felicidad formarán parte de nuestras vidas, por la sencilla y única razón de que seremos sus portadores y así la conservaremos.  

jueves, 17 de abril de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 107

LECCIÓN 107

La verdad corregirá todos los errores de mi mente.

1. ¿Qué otra cosa puede corregir las ilusiones sino la verdad? 2¿Y qué son los errores sino ilusiones que aún no se han reconocido como tales? 3Allí donde la verdad ha hecho acto de presencia, los errores desaparecen. 4Simplemente se desvanecen sin dejar ni ras­tro por el que se pudiesen recordar. 5Desaparecen porque, sin la creencia que los sustenta, no tienen vida. 6De este modo, se disuel­ven en la nada de donde provinieron. 7Del polvo vienen y al polvo volverán, pues lo único que queda es la verdad.

2. ¿Puedes imaginarte lo que sería un estado mental en el que no hubiese ilusiones? 2¿Qué sensación te produciría? 3Trata de recor­dar algún momento -quizá un minuto, o incluso menos- en el que nada vino a perturbar tu paz; en el que te sentiste seguro de ser amado y de estar a salvo. 4Trata entonces de imaginarte cómo sería si ese momento se pudiera extender hasta el final del tiempo y hasta la eternidad. 5Luego deja que la sensación de quietud que sentiste se multiplique cien veces, y luego cien veces más.

3. Entonces tendrás un atisbo, que no es más que un leve indicio del estado en el que tu mente descansará una vez que haya lle­gado la verdad. 2Sin ilusiones no puede haber miedo, dudas o ataque. 3Cuando la verdad llegue, todo dolor cesará, pues no habrá cabida en tu mente para pensamientos transitorios e ideas muertas. 4La verdad la ocupará por completo y te liberará de todas tus creencias en lo efímero. 5No habrá cabida para éstas porque la verdad habrá llegado y ahora dichas creencias no esta­rán en ninguna parte. 6No se pueden encontrar, pues ahora la verdad lo ocupa todo eternamente.

4. Cuando la verdad llega, no se queda sólo por un rato para luego desaparecer o convertirse en otra cosa. 2Su forma no cam­bia ni varía, ni ella va y viene, para luego volver a irse y regresar de nuevo. 3Permanece exactamente como siempre fue, de manera que podamos contar con ella en caso de cualquier necesidad, y confiar, con perfecta certeza, en que estará con nosotros en todas las aparentes dificultades y dudas que engendran las apariencias que el mundo presenta. 4Éstas simplemente desaparecerán cuando la verdad corrija los errores de tu mente.

5. Cuando la verdad llega, trae en sus alas el don de la perfecta constancia, así como un amor que no se arredra ante el dolor, sino que mira, con seguridad y firmeza, más allá de él. 2He aquí el don de la curación, pues la verdad no necesita defensa y, por lo tanto, no es posible ningún ataque. 3Las ilusiones pueden llevarse ante la verdad para ser corregidas. 4Pero la verdad se alza muy por encima de las ilusiones, y no puede ser llevada ante éstas para hacer que sean verdad.

6. La verdad no va y viene, no cambia ni varía, adoptando una apariencia ahora y luego otra, evitando la captura y evadiendo la aprehensión. 2No se oculta. 3Se alza en plena luz, claramente acce­sible. 4Es imposible que alguien que la busque verdaderamente no la pueda encontrar. 5Este día le pertenece a la verdad. 6Dale lo que le corresponde, y ella te dará lo que es tuyo. 7No fuiste creado para sufrir y morir. 8La Voluntad de tu Padre dispone que esos sueños desaparezcan. 9Deja que la verdad los corrija.

7. No estamos pidiendo lo que no tenemos. 2Estamos pidiendo simplemente lo que nos pertenece, de manera que podamos reco­nocer que es nuestro. 3Hoy practicamos con la feliz certeza que emana de la verdad. 4Los titubeantes e inestables pasos de la ilu­sión no serán nuestro enfoque hoy. 5Estamos tan seguros de que vamos a triunfar como de que vivimos, de que tenemos esperan­zas y de que respiramos y pensamos. 6No tenemos ninguna duda de que hoy caminamos con la verdad, y contamos con ella para que forme parte de todos los ejercicios que habremos de hacer en este día.

8. Comienza pidiéndole a Aquel que te acompaña en esta empresa que permanezca en tu conciencia conforme vas con Él. 2Tú no estás hecho de carne, sangre y huesos, sino que fuiste creado por el mismo Pensamiento que le concedió a Él el don de la vida. 3Él es tu Hermano, y tan parecido a ti que tu Padre sabe que ambos sois lo mismo. 4Es a tu propio Ser al que le pides que te acompañe, y ¿cómo podría Él no estar donde tú estás?

9. La verdad corregirá todos los errores de tu mente que te dicen que puedes estar separado de Él. 2Habla con Él hoy y compromé­tete a permitir que Su función se realice a través de ti. 3Compartir Su función es compartir Su dicha. 4Dispones de Su confianza cuando dices:

5La verdad corregirá todos los errores de mi mente, y descansaré en Aquel que es mi Ser.

6Deja entonces que Él te guíe dulcemente hacia la verdad, la cual te envolverá y te llenará de una paz tan profunda y serena que te será difícil regresar al mundo que te es familiar.

10. Aun así, te sentirás feliz de volver a ver ese mundo. 2Pues trae­rás contigo la promesa de los cambios que la verdad que te acom­paña habrá de efectuar en él. 3Éstos serán cada vez mayores con cada regalo de cinco breves minutos que le hagas a Él, y los erro­res que rodean al mundo quedarán corregidos a medida que per­mitas que se corrijan en tu mente.

11. No te olvides hoy de tu función. 2Cada vez que te dices a ti mismo con absoluta certeza: "La verdad corregirá todos los erro­res de mi mente". Hablas en nombre de todos y de Aquel que liberará al mundo según te libere a ti.


¿Qué me enseña esta lección?

La verdad es lo real. A diferencia de la ilusión, la verdad es eterna y perfecta, pues su origen es Dios.

La verdad nos revela lo que realmente somos: Un Ser Espiritual que, junto al resto de la Filiación, ostenta la condición de Hijo de Dios.

Hoy, una anécdota me ha llevado a reflexionar sobre la razón de su mensaje. Dicha anécdota me llevaba a utilizar los recursos de otra persona para poder conseguir mis propósitos. Habitualmente, podía hacerlo por mis propios medios; sin embargo, hoy dependía de ella para poder conseguirlo.

Mi propósito era compartir, con el afán de enseñar, pero ese intento quedaba fallido si no contaba con la ayuda de esta amiga. Hablamos y compartimos la anécdota. Sus palabras fluyeron para mí. Creo que ella no era totalmente consciente de su propio mensaje; era como si alguien se lo inspirase. Pero sus palabras me “resonaron”. Intuí que su contenido me estaba revelando algo de gran relevancia. Buscaba enseñar y aprendí una profunda lección. La Verdad se manifestó corrigiendo errores de mi mente. Son errores fraguados por la sutilidad del ego.

Tuve la certeza de que, fruto de aquella reflexión, algo en mi interior era diferente. Veía con más claridad. Ahora veía la verdad. Esa verdad había sustituido al error. Ese error, tan sutil, ya no se encontraba. Había desaparecido, al igual que desaparece un virus cuando el antivirus lo elimina.

Fue instantáneo. Ya conseguía compartir de nuevo por mí mismo, pero ahora la “intención” es otra. Ya no me mueve el sutil deseo de querer enseñar, sino el único propósito de aprender, compartiendo la enseñanza.

 

Ejemplo-Guía: "¿Por qué no pedimos lo que nos pertenece?

La causa fundamental se encuentra en la creencia errónea en la necesidad, la cual nos lleva a identificarnos con la escasez. Necesidad y escasez son condiciones fabricadas por el ego, el cual fundamenta sus creencias en la falsa idea de la separación.

Pedimos cuando creemos que no tenemos, cuando pensamos que nos falta aquello que pedimos. Si pido luz, es porque creo encontrarme en la oscuridad y pienso que alguien o algo externo a mí puede ofrecérmela.

Siempre pedimos aquello que no tenemos. Sin embargo, cuando pedimos amor, luz, felicidad, dicha, abundancia, estamos en un error. Pensamos que no tenemos esos dones, pero, sin embargo, esos dones nos pertenecen, es decir, forman parte de nuestro verdadero Ser, nuestra identidad espiritual.

Cada vez que pedimos, desde la necesidad, lo hacemos desde la visión del ego. Cuando pedimos desde la consciencia espiritual, pedimos expandir lo que nos pertenece y es dando, es compartiendo, que conservamos lo que damos.

Esta reflexión nos invita a retomar el eje central de esta maravillosa lección: la ilusión, la creencia en la separación, en la necesidad y en la escasez, desaparecen cuando elegimos identificarnos con el ser espiritual que somos, es decir, con la verdad. La única verdad que es real y eterna es la que nos revela que somos Hijos de Dios, un Ser Espiritual, inocente, perfecto y pleno. Si mantenemos nuestra consciencia de lo que realmente somos, la ilusión se desvanece y todo el sistema de pensamiento del ego cede su hegemonía a la visión de la unidad.

En ocasiones, al menos es mi experiencia, conseguimos depositar toda nuestra consciencia en el Ser que somos. Nuestros pensamientos, sentimientos y emociones se elevan hacia ese estado de consciencia y experimentamos un instante de exaltación. He intentado mantener dicho estado permanentemente, pero soy consciente de que el hecho de no lograrlo no responde a que dicha experiencia no sea verdad; todo lo contrario, responde a que no he conseguido mantener mi atención hacia la dirección correcta y, cuando me he querido dar cuenta, me he sorprendido, nuevamente, sirviendo a viejos deseos y a pensamientos con cierto sabor a rancio.

Tengo la certeza de que es mi elección. Es la verdad la que me aguarda y no al revés. No es que la verdad tenga que venir a mí, sino que soy yo el que tengo que prestarle toda mi atención.

La verdad corregirá todos los errores de mi mente, y descansaré en Aquel que es mi Ser.


Reflexión: Sin ilusiones no puede haber miedo.

Capítulo 19. D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios (2ª parte).

D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios (2ª parte).

3. Este velo, que la creencia en la muerte mantiene intacto y que su atracción protege, es el más tenebroso de todos. 2La dedicación a la muerte y a su soberanía no es más que el voto solemne, la promesa que en secreto le hiciste al ego de jamás descorrer ese velo, de no acercarte a él y de ni siquiera sospechar que está ahí. 3Éste es el acuerdo secreto al que llegaste con el ego para mante­ner eternamente en el olvido lo que se encuentra más allá del velo. 4He aquí tu promesa de jamás permitir que la unión te haga aban­donar la separación; la profunda amnesia en la que el recuerdo de Dios parece estar totalmente olvidado; la brecha entre tu Ser y tú: el temor a Dios, el último paso de tu disociación.

Recordemos que nuestro estado de consciencia actual se encuentra en una fase infantil, lo que significa que estamos aprendiendo a dar nuestros primeros pasos y que sin duda nos caeremos más de una vez en una invitación a que nos levantemos y sigamos intentándolo, pues para alcanzar nuestra meta es necesario que aprendamos a andar por nosotros mismos y de este modo poder acompañar en el camino a nuestros hermanos de ruta.

Sabemos que nuestra percepción nos muestra una identidad transitoria a la que hemos llamado cuerpo, y sabemos que más allá de ese cuerpo, nuestra verdadera identidad resplandece en el mundo de la luz, de donde procedemos y donde tenemos nuestro verdadero hogar. Ahora conocemos el camino que debemos recorrer hasta alcanzar el reencuentro con nuestro hogar. Conocemos que no es un camino que debamos recorrer en soledad, sino de la mano de nuestros hermanos. Y sabemos que ese camino nos invitará a desprendernos de todas las ilusiones con las que nos hemos sentido identificados al creer que nuestras acciones han ofendido a la confianza depositada en nosotros por nuestro Creador, y esa ofensa la hemos llamado pecado, el cual ha despertado el odio hacia nosotros mismos, adquiriendo ese odio el sentimiento de la culpa. 

Este es el punto crucial de nuestra andadura espiritual, pues nos enfrentamos al más sutil de los pensamientos, la creencia en que no somos merecedores del amor de Dios, sino que nos merecemos su castigo redentor para que retomemos el camino correcto. De esta creencia se deduce que somos hijos del pecado y ello despierta en nuestra consciencia un profundo temor a Dios.

4. Observa cómo la creencia en la muerte parece "salvarte". 2Pues si ésta desapareciese, ¿a qué le podrías temer, sino a la vida? 3La atracción de la muerte es lo que hace que la vida parezca ser algo feo, cruel y tiránico. 4Tu miedo a la muerte no es mayor que el que le tienes al ego. 5Ambos son los amigos que tú has elegido, ya que en tu secreta alianza con ellos has acordado no permitir que jamás se revoque el temor a Dios, de modo que pudieses contem­plar la faz de Cristo y unirte a Él en Su Padre.

Mientras que rindamos culto en nuestra mente a la atracción de la muerte, estaremos testimoniando que seguimos creyendo que la verdadera vida se encuentra limitada a la existencia y durabilidad del cuerpo. En verdad, el miedo a la muerte significa que tenemos miedo al cuerpo, pues sin él no existiría la muerte. Se trata del error original de creer que somos lo que percibimos, lo que nos lleva a negar nuestra verdadera esencia espiritual.

Tener la certeza de lo que somos es fundamental para conocer el papel y la función del cuerpo, así como para reconocer nuestra ancestralidad y condición eterna.

Expiar ese error original es esencial para amar a Dios. Dejamos de rendir culto a lo ilusorio y pasajero, para fundirnos en la unidad que formamos con la Filiación y con Dios.

miércoles, 16 de abril de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 106

LECCIÓN 106

Déjame aquietarme y escuchar la verdad.

1. Si no le prestases atención a la voz del ego, por muy ensordece­dora que parezca ser su llamada; si no aceptases sus míseros rega­los que no te aportan nada que realmente quieras, y si escuchases con una mente receptiva que no te haya dicho lo que es la salva­ción, podrías entonces oír la poderosa Voz de la verdad, serena en su poder, fuerte en su quietud y absolutamente segura de Sus mensajes.

2. Escucha, y oye a tu Padre hablarte a través de la voz que Él ha designado sea su Voz, la cual acalla el estruendo de lo que no tiene sentido y les muestra el camino de la paz a los que no pue­den ver. 2Aquiétate hoy y escucha la verdad. 3No te dejes engañar por las voces de los muertos, que te dicen que han encontrado la fuente de la vida y te la ofrecen para que creas en ella. 4No les hagas caso, antes bien, escucha la verdad.

3. Hoy no tengas miedo de eludir las voces del mundo. 2Sigue adelante con paso ligero más allá de su insensata persuasión. 3No les prestes oídos. 4Aquiétate hoy y escucha la verdad. 5Ve más allá de todas las cosas que no hablen de Aquel que tiene tu felici­dad en Sus manos, y que te la ofrece con calidez y amor. 6Escú­chalo únicamente a Él hoy, y no te demores más en llegar hasta Él. 7Escucha una sola Voz hoy.

4. Hoy se cumple la promesa de la Palabra de Dios. 2Escucha y permanece en silencio. 3Él quiere hablarte. 4Él viene a ti con mila­gros que son mil veces más jubilosos y más maravillosos que los que tú jamás hayas podido soñar o desear en tus sueños. 5Sus milagros son verdad. 6No se desvanecerán cuando al sueño le llegue su fin. 7Por el contrario, son los que darán fin al sueño; y perdurarán eternamente, pues proceden de Dios para Su Hijo bienamado, cuyo otro nombre eres tú. 8Prepárate hoy para los milagros. 9Permite que hoy se cumpla la ancestral promesa que tu Padre te hizo a ti y a todos tus hermanos.

5. Óyelo hoy, y escucha la Palabra que levanta el velo que cubre la tierra y que despierta a todos los que duermen y no pueden ver. 2Dios los llama a través de ti. 3Él necesita tu voz para hablar­les, pues, ¿quién sino el Padre podría llegar hasta el Hijo, llamán­dolo a través de tu Ser? 4Óyelo hoy, y ofrécele tu voz para que Él pueda hablarle a las multitudes que esperan a oír la Palabra que Él pronunciará hoy.

6. Estáte listo para la salvación. 2Está aquí, y hoy se te concederá. 3Y descubrirás cuál es tu función por medio de Aquel que la eli­gió por ti en Nombre de tu Padre. 4Escucha hoy, y oirás una Voz que resonará por todo el mundo a través de ti. 5El Portador de todos los milagros necesita que tú los recibas primero, para que así te conviertas en el feliz dador de lo que has recibido.

7. Así comienza la salvación y así termina: cuando todo sea tuyo y lo hayas dado completamente, permanecerá contigo para siem­pre. 2La lección se habrá aprendido. 3Hoy vamos a practicar lo que es dar, pero no de la manera en que lo entiendes ahora, sino tal como es. 4Los ejercicios de cada hora deben ir precedidos de esta plegaria de iluminación:

5Me aquietaré y escucharé la verdad.
6¿Qué significa dar y recibir?

8. Pregunta, y confía en que se te contestará. 2Lo que pides es algo cuya respuesta ha estado esperando mucho tiempo a que la acep­tes. 3Dicha respuesta representará el comienzo del ministerio para el que viniste, el cual liberará al mundo de la creencia de que dar es una manera de perder. 4De este modo el mundo se prepara para entender y para recibir.

9. Aquiétate y escucha la verdad hoy. 2Por cada cinco minutos que pases escuchando, mil mentes se abrirán a la verdad y oirán la santa Palabra que tú oyes. 3cuando la hora haya pasado, liberarás mil más que harán una pausa para pedir que la verdad les sea revelada tanto a ellas como a ti.

10. Hoy se cumple la santa Palabra de Dios cuando tú la recibes para darla, de manera que puedas enseñarle al mundo lo que sig­nifica dar, escuchándolo y aprendiéndolo de Él. 2No te olvides hoy de reforzar tu decisión de escuchar y recibir la Palabra, repi­tiendo el siguiente recordatorio tan a menudo como te sea posible:

3Déjame aquietarme y escuchar la verdad.
4Hoy soy el mensajero de Dios.
5Mi voz es Suya para dar lo que recibo.

¿Qué me enseña esta lección?

Como continuación de la lección anterior, el proceso del aprendizaje de la acción de dar y recibir se complementa con el mensaje de hoy.

Mientras permanezcamos identificados con las falsas creencias del ego, no conseguiremos aprender el significado de esta lección. El dar y el recibir, mientras que tengamos conciencia dual, no se relacionan entre sí. Cuando damos, pensamos que perdemos, y cuando nos decidimos a dar, lo hacemos con el deseo de obtener.

Es preciso acallar las voces que nos llegan desde el ego, desde la creencia de carencia y de imperfección y, desde ese estado de silencio interno, prestar atención al mensaje que nuestro Espíritu nos hace llegar, invitándonos a expresar nuestra Abundancia y Plenitud.

En mi papel de padre, a nivel físico, cuando mi hijo me requiere y me solicita ayuda, mi entrega es total. Siento cómo mi ser se expande hasta él, con el propósito de dar respuesta a su demanda, sin que, a cambio de esa entrega, reclame comisión o servicio compensatorio alguno. Ese acto me aporta una profunda satisfacción.

Si traslado mi actitud y la elevo a la respuesta que nos aporta nuestro Padre, tengo la máxima certeza de que el acto de dar y recibir forma parte de nuestra condición espiritual, de nuestra función como Hijos de Dios.


Ejemplo-Guía: "No consigo aquietar mi mente".

Es lógico pensar que la experiencia de la quietud mental se nos resista. Desde pequeños se nos enseña a formar parte del mundo del "ruido". De un ruido externo y del ruido interno. Es más, diría que uno es la causa del otro, es decir, si en nuestra mente hay ruido, nuestra propia mente proyectará ese ruido al exterior, llevándonos a experimentarlo como un efecto.

Ahora, le estamos haciendo una nueva invitación a nuestra mente. Le estamos pidiendo que se aquiete, que practique una nueva vibración, donde la nota principal es el silencio. ¿Qué significa esta nueva propuesta? ¿Tenemos que dejar de pensar? ¿Cómo es posible si somos una emanación de la Mente de Dios?

El ruido procede de la orientación que damos a nuestra mente, la cual, como ya sabemos, puede servir a la dualidad (creencia de separación) o a la unidad (filiación). Si sirve a la dualidad, es el ego el que toma el timón de nuestra nave y su destino no es otro que alcanzar el estado de bien-estar, para lo cual basa toda su estrategia en el poseer, en el recibir, pero sin dar. Esto tan solo es posible conseguirlo con estrategias basadas en el arte del ataque, la mentira, el engaño, etc.

Si sirve a la unidad, es el Espíritu el que gobierna nuestra nave y su destino nos conduce hacia el bien-ser, para lo cual basa su estrategia en extender y compartir su condición natural, esto es, en Amar, o lo que es lo mismo, en vivir la experiencia de dar/recibir desde la unidad.

Por lo tanto, tenemos identificado al ruido con la mente que sirve al ego, a la dualidad, y al silencio con la mente que sirve al Espíritu, a la unidad.

Cuando la mente sirve al Espíritu, no es que no pensemos. Lo único que cambia con respecto a la mente que sirve al ego es que nuestro pensamiento escucha una sola voz. Este estado se consigue con práctica. Ya decíamos al principio que habrá resistencias. Es un tema de elección. Nuestra mente, con la nueva propuesta, seguirá emanando pensamientos, como está acostumbrada a hacerlo, pero dependerá de nuestra atención, de nuestra elección, el que le prestemos nuestra energía y la hagamos real.

La elección no es difícil de entender. Ya hemos identificado los matices de servir a un "señor" u otro. Lo importante es darse cuenta de que el silencio, la quietud, depende de nuestra elección. Desde la certeza de lo que realmente somos, aprenderemos a prestar atención a aquellos pensamientos que nos mantengan conectados con nuestro Espíritu. En la medida en que hagamos esto, nuestra visión y nuestra relación con el mundo cambiarán. Donde antes veíamos separación, ahora vemos unidad. Donde antes veíamos culpa, ahora vemos inocencia. Donde antes veíamos odio, ahora vemos perdón. Donde antes veíamos sufrimiento, ahora vemos felicidad. Donde antes veíamos pérdida, ahora vemos abundancia.

Si esa es nuestra visión renovada, es la evidencia de que el hecho de verla fuera de nosotros responde a la realidad de que forma parte de nuestro interior, de nuestro Ser.

Reflexión: ¿Crees que cuando das, pierdes? ¿Crees que para recibir hay que dar?

Capítulo 19. D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios (1ª parte).

D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios (1ª parte).

1. ¿Qué verías si no tuvieses miedo de la muerte? 2¿Qué sentirías y pensarías si la muerte no te atrajese? 3Simplemente recordarías a tu Padre. 4Recordarías al Creador de la vida, la Fuente de todo lo que vive, al Padre del universo y del universo de los universos, así como de todo lo que se encuentra más allá de ellos. 5Y con­forme esta memoria surja en tu mente, la paz tendrá todavía que superar el obstáculo final, tras el cual se consuma la salvación y al Hijo de Dios se le restituye completamente la cordura. 6Pues ahí acaba tu mundo.

Jesús, al compartir las enseñanzas recogidas en el Curso que estamos estudiando, nos ha mostrado cómo la mente puede servir bien a la creencia en la separación, dando lugar al sistema de pensamiento del ego, o bien, a la creencia en la unidad, dando lugar a la percepción verdadera que nos conducirá, de la mano de la Mente Recta, a la Mente Una que nos mantiene conscientes de la unión con la Filiación y con Dios.

Esa información nos permitirá dar respuesta a la cuestión con la que se inicia este punto: ¿qué verías si no tuvieses miedo de la muerte? Ya hemos visto cómo la muerte se convierte en uno de los pilares más sólidos con los que el ego muestra sus argumentos en favor de la realidad de su identidad. El mundo del ego es efímero y temporal; por lo tanto, es ilusorio y no goza de la cualidad de la verdad. La muerte es para el ego tan importante que la utiliza para dar testimonio de su credibilidad, pero su significado encuentra su origen en el miedo, el principal artífice que ha dado lugar al sistema de pensamiento del ego. Por ello, dicho sistema es totalmente demencial, pues nuestra identidad, el cuerpo, está sometida al miedo de sus propias leyes, es decir, la temporalidad del cuerpo nos produce un profundo temor al creer que con su final la vida alcanza su fin y afrontaremos un estado de inexistencia, de nada.

Sin ese miedo a la muerte, el estado de nuestra consciencia sería el de amor a la vida, en reconocimiento de la visión correcta de nuestro ser, que es eterno.

2. El cuarto obstáculo a superar pende como un denso velo ante la faz de Cristo. 2No obstante, a medida que Su faz se revela tras él, radiante de júbilo porque Él mora en el Amor de Su Padre, la paz descorrerá suavemente el velo y se apresurará a encontrarse con Él y a unirse finalmente a Él. 3Pues este velo oscuro, que hace que la faz de Cristo se asemeje a la de un leproso y que los radiantes rayos del Amor de Su Padre que iluminan Su rostro con gloria parezcan chorros de sangre, se desvanecerá ante la deslumbrante luz que se encuentra más allá de él una vez que el miedo a la muerte haya desaparecido.

Vencer el miedo a la muerte representa un paso muy importante hacia la verdadera percepción. Tan solo el amor a la vida puede poner fin al miedo a la muerte. Amar la vida es recordar nuestra verdadera identidad espiritual. Podemos amar la vida aun estando en este mundo, pues es el camino que nos conducirá a las puertas de nuestro verdadero hogar. Utilizar el cuerpo, conscientes de que es temporal y de que no es nuestra verdadera identidad, nos llevará a utilizar su función principal, la de emplearlo como un canal de comunicación en el mundo perceptivo para hacer tangible el amor a través de nuestros actos compartidos de unidad y paz. De este modo, al sustituir el miedo a la muerte por el amor a la vida, la función del cuerpo se espiritualiza, convirtiéndose en el canal apropiado en el mundo perceptivo para hacer tangible la unidad que formamos junto al resto de la humanidad.

martes, 15 de abril de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 105

LECCIÓN 105

Mías son la paz y la dicha de Dios.

1. La paz y la dicha de Dios te pertenecen. 2Hoy las aceptaremos, sabiendo que son nuestras. 3trataremos de entender que estos regalos se multiplican a medida que los recibimos. 4No son como los regalos que el mundo da, en los que el que hace el regalo pierde al darlo, y el que lo recibe se enriquece a costa de la pér­dida del que se lo dio. 5Eso no son regalos, sino regateos que se hacen con la culpabilidad. 6Los regalos que verdaderamente se dan no entrañan pérdida alguna. 7Es imposible que alguien pueda ganar a costa de la pérdida de otro. 8Ello implicaría un límite y una condición de insuficiencia.

2. Ésa no es la manera de hacer regalos. 2Tales "regalos" no son sino tratos que se hacen con vistas a obtener algo más valioso; préstamos con intereses que se tienen que pagar en su totalidad; créditos a corto plazo, en los que el que recibió el regalo se com­promete a pagar con creces lo recibido. 3Esta extraña distorsión de lo que significa dar impera en todos los niveles del mundo que ves. 4Priva de todo sentido a cualquier regalo que das, y hace que los que aceptas no te aporten nada.

3. Uno de los principales objetivos de aprendizaje de este curso es invertir tu concepto de lo que es dar, de modo que puedas recibir. 2Pues dar se ha convertido en una fuente de temor y, así, evitas emplear el único medio a través del cual puedes recibir. 3Acepta la paz y la dicha de Dios, y aprenderás a ver lo que es un regalo de otra manera. 4Los regalos de Dios no disminuyen cuando se dan. 5Por el contrario, se multiplican.

4. De la misma manera en que la paz y la dicha del Cielo se inten­sifican cuando las aceptas como los regalos que Dios te da, así también la dicha de tu Creador aumenta cuando aceptas como tuyas Su dicha y Su paz. 2Dar verdaderamente equivale a crear. 3Extiende lo que no tiene límites a lo ilimitado, la eternidad hasta la intemporalidad y el amor hasta sí mismo. 4Añade a todo lo que ya está completo, mas no en el sentido de añadir más, pues eso implicaría que antes era menos. 5Añade en el sentido de que per­mite que lo que no puede contenerse a sí mismo cumpla su come­tido de dar todo lo que tiene, asegurándose así de que lo poseerá para siempre.

5. Acepta hoy la paz y la dicha de Dios como tuyas. 2Permite que Él se complete a Sí Mismo, tal como Él define lo que es estar com­pleto. 3Comprenderás que lo que le brinda compleción a Él se la brinda también a Su Hijo. 4Él no puede dar a través de pérdidas. 5Ni tú tampoco. 6Acepta hoy Su regalo de dicha y de paz, y Él te dará las gracias por el regalo que le haces.

6. Nuestras sesiones de práctica de hoy comenzarán de manera ligeramente distinta. 2Da comienzo al día pensando en aquellos hermanos a quienes les has negado la paz y la dicha a las que tienen derecho de acuerdo con las equitativas leyes de Dios. 3Al negárselas a ellos fue cuando te las negaste a ti mismo. 4Y a ese punto es adonde tienes que volver para reivindicarlas como pro­pias.

7. Piensa en tus 'enemigos' por un rato y dile a cada uno de ellos según cruce tu mente:

2Hermano, te ofrezco paz y dicha para que la paz y la dicha de Dios sean mías.

3De esta manera te preparas para reconocer los regalos que Dios te ha dado, y permites que tu mente se libre de todo lo que te podría impedir triunfar hoy. 4Ahora estás listo para aceptar el regalo de paz y de dicha que Dios te ha dado. 5Ahora estás listo para experimentar la dicha y la paz que te has negado a ti mismo. 6Ahora puedes decir: "Mías son la paz y la dicha de Dios", pues has dado lo que quieres recibir.

8. Si preparas tu mente tal como te hemos indicado, no podrás sino tener éxito hoy. 2Pues habrás permitido que se levanten todas las barreras que te separan de la paz y de la dicha, y que por fin te llegue lo que es tuyo. 3Di, pues, para tus adentros: "Mías son la paz y la dicha de Dios"; cierra los ojos por un rato y deja que Su Voz te asegure que las palabras que pronuncias son verdad.

9. Pasa hoy cinco minutos con Él de esta manera cada vez que puedas, pero no creas que menos tiempo de eso no tiene valor cuando no le puedas dedicar más. 2Cuando menos, acuérdate de repetir cada hora las palabras que lo exhortan a que te dé lo que es Su Voluntad dar y lo que es Su Voluntad que tú recibas. 3Pro­ponte hoy no interferir en Sus designios. 4si algún hermano pareciese tentarte a que le niegues el regalo que Dios le ha hecho, considera eso como una oportunidad más para permitirte a ti mismo aceptar los regalos de Dios como tuyos. 5Bendice entonces a tu hermano lleno de agradecimiento y di:

6Hermano, te ofrezco paz y dicha para que la paz y la dicha de Dios sean mías.

¿Qué me enseña esta lección?

Principalmente, me enseña el verdadero significado de la acción de dar. Para el ego, dar es perder y establece una relación de culpabilidad que nos lleva a la exigencia de tener que devolver con interés lo que nos han dado.

No obstante, el acto de dar es parecido al acto de crear, ya que ambos se fundamentan en la intención de "expandir" lo que somos. Cuando damos, compartimos una porción de nuestro ser y, en esta acción, no se implica la necesidad de recibir en la misma medida que hemos dado, ya que en nuestra mente prevalece la Unidad, de manera que somos Uno con el Otro y ya no necesitamos recibir lo que ya somos.

Cuando damos desde la Unidad, desde el Amor, estamos proyectando la Verdad al mundo y estamos propiciando que nuestros hermanos tomen consciencia de Ella.

Al mismo tiempo que enseñamos a dar, estamos aprendiendo a dar, pues las mentes se unen en la sagrada función de crear: dicha, paz y felicidad.



Ejemplo-Guía: "Si te doy lo que tengo, ¿tú qué me das?"

Unas reflexiones de inicio:

¿Qué precio le pones a lo que das? ¿Qué esperas a cambio?

Cuando das, ¿pierdes?

Cuando niegas dar, te estás negando a recibir y darte a ti mismo.

Desde que nacemos a este mundo, iniciamos un largo aprendizaje en el arte de dar y recibir.
Desde los primeros estímulos de nuestros padres (incluso durante el periodo que permanecemos en el vientre materno), nos invitan a responder de una manera u otra. Las suaves caricias nos estimulan positivamente, por lo que nuestras reacciones responderán de manera grata y nuestro rostro emitirá gestos de felicidad. En cambio, los ambientes tensos y conflictivos nos provocan reacciones turbulentas que nos llevan a expresarnos en llantos y expresiones de dolor.

Esta dinámica se va extendiendo a periodos de crecimiento posteriores. Si bien pueden darse circunstancias diferentes, el eje motriz que las caracteriza a todas es la acción-reacción, o lo que es lo mismo, lo que traducimos como el aprendizaje de dar y recibir. Tenemos que ser habilidosos, despiertos e inteligentes para sobrevivir en un ambiente hostil, en el sentido de que los "débiles" reciben menos que los fuertes, y lo poco que reciben, lo hacen a un elevado coste.

La experiencia de recibir, en la mayoría de las ocasiones, se asocia al trabajo duro y sacrificado y, si no es así, para los más "avispados", recibir es cuestión de tomar lo que no es suyo. Este tema nos sonará, pues es una casuística muy común de la que nos hablan los medios de comunicación.

Si para tener he de trabajar duro, prefiero no hacerlo y apropiarme de lo que tiene el de al lado, sin que me preocupe lo más mínimo el esfuerzo que le haya costado conseguir lo que le he quitado.

También nos encontramos en esta fauna humana al que, temeroso de que le roben lo que tiene, se centra en custodiar sus pertenencias. A veces, para lograrlo (mejor dicho, cree que lo logra), invierte en estrategias y medios de seguridad y, cuando no, se limita a atacar a los que califica como los posibles asaltantes. Vamos, un disparate.

El significado real de dar y recibir lo hemos trastocado un poco. A lo que debe ser una simple relación causal, le hemos añadido nuestro toque particular, haciendo de ello un trámite bursátil, una negociación, donde hay un fuerte y un débil; no hay partes iguales. El que da, lo hace si recibe a cambio un beneficio que le haga productiva su inversión. No damos por condición, sino que damos por un interés egoísta. De dicha relación entre el dar y el recibir, de su adulteración, suelen producirse efectos secundarios, es decir, secuelas que nos afectan a niveles de creencias. Por ejemplo, podemos encontrarnos con quien no sabe recibir. Tiene un profundo bloqueo que le impide acercarse a esta experiencia de una forma natural y sana. Es el típico que prefiere cargarse de tareas antes que aceptar ayuda de los que le rodean. Es como si un sentimiento de culpa le pesara y no le dejara fluir con amor.

Por supuesto, la gran mayoría de nosotros creemos que al dar perdemos lo que damos, lo que nos lleva a dar desde el miedo a la escasez y a la necesidad. Si creemos que dando perdemos, entonces haremos real esa experiencia. Aquello que damos es lo que vamos a recibir. Si damos con miedo a la pérdida, recibiremos pérdida.

Aquello que nos negamos a dar al otro, en verdad nos lo estamos negando a nosotros mismos. Ya lo hemos visto en otras lecciones: el otro es nuestro espejo, nuestra proyección, y nuestra relación con él habla de nosotros y no de él o ellos.

Reflexión: ¿Crees que ganar a costa de la pérdida de otro te puede otorgar paz?

Capítulo 19. C-i. El cuerpo incorruptible (3ª parte).

i. El cuerpo incorruptible (3ª parte).

9. El miedo a la muerte desaparecerá a medida que la atracción que ésta ejerce ceda ante la verdadera atracción del amor. 2El final del pecado, que anida quedamente en la seguridad de tu rela­ción, protegido por tu unión con tu hermano y listo para conver­tirse en una poderosa fuerza al servicio de Dios, está muy cerca. 3El amor protege celosamente los primeros pasos de la salvación, la resguarda de cualquier pensamiento que la pudiese atacar y la prepara silenciosamente para cumplir la imponente tarea para la que se te concedió. 4Los ángeles dan sustento a tu recién nacido propósito, el Espíritu Santo le da abrigo y Dios Mismo vela por él. 5No tienes que protegerlo, ya dispones de él. 6Pues es inmortal, y en él reside el final de la muerte.

El miedo forma parte del sistema de pensamiento del ego y su origen, y ya lo hemos visto, encuentra su causa en la creencia en el pecado, la cual nos mantiene separados del Creador.

La muerte, por lo tanto, acompaña al pensamiento erróneo de que "Dios nos ha abandonado", y se convierte en el más arraigado de los miedos que nos consume a lo largo de la existencia física. Sin embargo, la muerte se convierte para el ego en su más fiel aliada para mostrarnos los argumentos que refuerzan su creencia en la separación. Sin la muerte, todo el sistema de pensamiento del ego se desvanecería.

El mundo demente al que da lugar la atracción que siente el ego por la muerte no puede aportarnos felicidad, ni paz, ni sosiego. Tan solo no ofrece dolor, sufrimiento y, sobre todo, miedo.

Ese mundo demente y caótico tiene los días contados, pues la fuerza del Amor que inunda la eternidad pondrá fin al pensamiento efímero del miedo. Cuando dejemos de percibir erróneamente, el perdón penetrará en nuestra mente mostrándonos un mundo perdonado, en el que el miedo es sustituido por el amor y donde la creencia en la separación dará paso a la unidad, la cual será compartida con nuestros hermanos en un eterno abrazo donde celebraremos el feliz reencuentro con la salvación.

10. ¿Qué peligro puede asaltar al que es completamente inocente? 2¿Qué puede atacar al que está libre de culpa? 3¿Qué temor podría venir a perturbar la paz de la impecabilidad misma? 4Si bien lo que se te ha concedido todavía se encuentra en su infan­cia, está en completa comunicación con Dios y contigo. 5En sus diminutas manos se encuentran, perfectamente a salvo, todos los milagros que has de obrar, y te los ofrece. 6El milagro de la vida es eterno, y aunque ha nacido en el tiempo, se le da sustento en la eternidad. 7Contempla a ese tierno infante, al que diste un lugar de reposo al perdonar a tu hermano, y ve en él la Voluntad de Dios. 8He aquí el bebé de Belén renacido. 9Y todo aquel que le dé abrigo lo seguirá, no a la cruz, sino a la resurrección y a la vida.

En este punto, Jesús nos aporta una información que considero muy importante. En ocasiones, cuando comparto el contenido de las enseñanzas del Curso, recibo impresiones de los estudiantes que expresan su preocupación por no llevar el ritmo adecuado para alcanzar la salvación que les muestra el camino a recorrer. Manifiestan ver la luz, pero que les cuesta alcanzar la otra orilla donde el amor pone fin al miedo. Cruzar ese "puente" y hacerlo de forma inmediata les supone un reto inalcanzable a raíz de cómo interpretan cómo hacerlo.

Nos dice Jesús que lo que se nos ha concedido todavía se encuentra en su infancia y con ello lo que hace es señalarnos el estado en el que se encuentra nuestra actual consciencia. La infancia nos alude al estado de nuestro nivel de consciencia, al estado de nuestra necesidad de ser guiado por aquellos que reconocemos como nuestros "maestros" por haber alcanzado un nivel de consciencia superior. Los ángeles, el Espíritu Santo y Dios mismo están en comunicación directa con nosotros y eso es lo más importante, pues es la garantía de que creceremos y adquiriremos el estado de "adulto", es decir, de ese nivel de consciencia en el que nos convertiremos en nuestros propios maestros.

11. Cuando alguna cosa te parezca ser una fuente de miedo, cuando una situación te llene de terror y haga que tu cuerpo se estremezca y se vea cubierto con el frío sudor del miedo, recuerda que siempre es por la misma razón: el ego ha percibido la situación como un símbolo de miedo, como un signo de pecado y de muerte. 2Recuerda entonces que ni el signo ni el símbolo se deben confundir con su fuente, pues deben repre­sentar algo distinto de ellos mismos. 3Su significado no puede residir en ellos mismos, sino que se debe buscar en aquello que representan. 4Y así, puede que no signifiquen nada o que lo signifiquen todo, dependiendo de la verdad o falsedad de la idea que reflejan. 5Cuando te enfrentes con tal aparente incertidumbre con respecto al significado de algo, no juzgues la situación. 6Recuerda la santa Presencia de Aquel que se te dio para que fuese la Fuente del juicio. 7Pon la situación en Sus manos para que Él la juzgue por ti, y di: 

8Te entrego esto para que lo examines y juzgues por mí. 

9No dejes que lo vea como un signo de pecado y de muerte, ni que lo use para destruir.

10Enséñame a no hacer de ello un obstáculo para la paz, sino a dejar que Tú lo uses por mí, para facilitar su llegada.


Sí, tal y como nos anuncia Jesús en el punto anterior, nuestro estado de consciencia se encuentra en su fase infantil; no podremos esperar tener el conocimiento verdadero para distinguir el significado de las cosas. Es por ello que, al igual que el niño se dirige a su padre o a su maestro para que lo ayude a discernir, de igual modo, cuando nos encontremos ante una situación que nos genere incertidumbre, debemos ponerla en manos del Espíritu Santo, que es la Fuente del juicio verdadero.

Cuando pretendemos avanzar en el camino de la salvación con prisa por llegar al final, cuando nos enfrentamos a situaciones en las que juzgamos que no hemos estado a la altura adecuada, elegimos a la culpa como nuestro aliado para que nos ayude a redimir nuestro pecado. Es la señal inequívoca de que hemos elegido al maestro inadecuado, pues la culpa nos lleva a la creencia en el pecado y este a su vez nos conecta con el miedo. De este modo entramos a formar parte del círculo vicioso tramado por el ego para mantenernos ocupados con ilusorias luchas.

lunes, 14 de abril de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 104

LECCIÓN 104

Busco únicamente lo que en verdad me pertenece.

1. La idea de hoy continúa con el tema de que la dicha y la paz no son sueños vanos. 2Tienes derecho a ellos por razón de lo que eres. 3Te llegan procedentes de Dios, Quien no puede dejar de darte lo que Él dispone. 4Pero primero tiene que haberse preparado un lugar donde recibir Sus dones. 5Pues éstos no son bien acogidos por la mente que ha aceptado los regalos que ella misma fabricó allí donde sólo a los de Dios les corresponde estar.

2. Hoy queremos deshacernos de cuanto regalo inútil nosotros mismos hayamos fabricado y depositado ante el santo altar donde sólo a los dones de Dios les corresponde estar. 2Sus dones son los que en verdad son nuestros. 3Sus dones son los que here­damos desde antes de que el tiempo comenzara, y los que segui­rán siendo nuestros después de que el tiempo haya pasado a ser eternidad. 4Sus dones son los que se encuentran en nosotros ahora, pues son intemporales. 5no tenemos que esperar a que sean nuestros. 6Son nuestros hoy.

3. Elegimos, por lo tanto, tenerlos ahora, sabiendo que al elegirlos en lugar de lo que nosotros mismos hemos fabricado, no estamos sino uniendo nuestra voluntad a la de Dios y reconociendo que ambas disponen lo mismo. 2Nuestros períodos de práctica más prolongados de hoy, los cinco minutos que cada hora le dedica­mos a la verdad para tu salvación, deben comenzar con lo siguiente:

3Busco únicamente lo que en verdad me pertenece, y la dicha y la paz son mi herencia.

4Deja a un lado entonces los conflictos mundanos que ofrecen otros regalos y otros objetivos que sólo pueden perseguirse en un mundo de sueños y que se componen de ilusiones, de las cuales dan testimonio.

4. Dejamos todo esto a un lado y, en su lugar, buscamos aquello que verdaderamente es nuestro cuando pedimos poder recono­cer lo que Dios nos ha dado. 2Despejamos en nuestras mentes un santo lugar ante Su Altar, en el que Sus dones de paz y felicidad son bien recibidos y al que venimos a encontrar lo que Él nos ha dado. 3Venimos llenos de confianza hoy, conscientes de que lo que Él da es lo que en verdad nos pertenece. 4ya no deseamos nada más, pues no hay nada más que en verdad nos pertenezca.

5. De esta manera, despejamos hoy el camino para Él, al recono­cer simplemente que Su Voluntad ya se ha cumplido y que la dicha y la paz nos pertenecen por ser Sus eternos dones. 2No nos permitiremos perderlos de vista entre cada uno de los períodos en que venimos a buscarlos allí donde Él los depositó. 3Traere­mos a la memoria el siguiente recordatorio tan a menudo como podamos:

4Busco únicamente lo que en verdad me pertenece.
5Lo único que quiero son los dones de dicha y paz de Dios.


¿Qué me enseña esta lección?

Ningún regalo, ninguna promesa del ego, puede aportarnos dicha y felicidad. Desde una conciencia basada en la carencia, el ego siente la necesidad de llenar esos vacíos y se entrega a la conquista de objetivos que, ilusoriamente, le lleva a obtener riquezas que atesora guiado por el miedo a perderlo si lo comparte. El ego adora los múltiples ídolos que fabrica e instala su seguridad en los valores efímeros de los mismos.

Cuanto más atesora, mayor es su inseguridad, su temor a la pérdida. Su demencia llega a extremos inimaginables y el sufrimiento permanente le impide gozar de un solo instante de dicha y felicidad.

Es imposible ese encuentro, cuando en nuestra mente se dan cita el miedo, la culpa, el castigo, la carencia y la separación. Tan sólo cuando conseguimos despertar al Amor, a la Unidad, al Perdón, a la Abundancia, tan sólo entonces, conseguiremos que se produzca el encuentro con lo que verdaderamente nos pertenece, la dicha y la paz.


Ejemplo-Guía: "¿Estás dispuesto a vivir en el Gozo?

Si tu respuesta es afirmativa, lo que realmente estás manifestando es tu certeza de saber quién eres en realidad, tu certeza de que te encuentras provisionalmente experimentando el sueño de la ilusión, tu certeza de que tuviste un pensamiento errado y ahora reconoces cuál es tu verdadera función.

La experiencia del Gozo siempre nos ha estado aguardando, pues fue el regalo con el que nuestro Creador nos obsequió al expandirnos de Su Fuente. No podemos ser diferentes a Su Esencia, pues hemos sido emanados de Ella.

Pero nuestra capacidad de elección nos llevó a depositar otros regalos procedentes de la proyección de la mente dividida, la cual fabricó nuevas creencias que ocuparon el lugar donde anteriormente se encontraba la condición natural del Gozo.

Gozar tan solo es posible cuando experimentamos la Comunión con nuestro Creador y vivimos desde Su Unidad. El Gozo es una experiencia inefable de paz interior que nos lleva a vivir la vida con la plena aceptación, con la plena certeza de que somos el Hijo de Dios.

Si nos acercamos al Gozo desde la visión dual del ego, emitiremos argumentos que traten de justificar nuestra creencia en que el gozo está basado en la experiencia de posesión, de bien-estar. Desde ese punto de vista, estaremos dispuestos a emprender cualquier acción con el único propósito de hacer realidad la experiencia del gozo, es decir, de asegurar que nada ni nadie puede arrebatarnos nuestras posesiones, las cuales hemos convertido en el ídolo de nuestra felicidad.

El Gozo, no tiene nada que ver con lo que recibimos desde fuera, no tiene nada que ver con el deseo y la experiencia de posesión, no tiene nada que ver con los matices que nos aportan las experiencias de nuestras vidas.

¿Qué quiere decir esto? ¿Que podemos sentir Gozo aun estando enfermos? ¿Que podemos sentirnos felices aun habiendo perdido a un ser querido? ¿Que disfrutaremos de la paz, aun cuando hemos sido ultrajados injustamente?

Lo que puedo compartir con todos vosotros, desde el corazón, es mi propia experiencia. Mis aportaciones no pretenden despertar admiración, ni complicidad alguna. No estoy en posesión de la verdad, ni es mi intención ganar seguidores. Por favor, es importante que se interprete, simplemente, como un acto de compartir desde la experiencia.

Hecha esta aclaración, os puedo decir que es fácil confundir la experiencia del goce con la del Gozo. El goce es el efecto que se persigue cuando movilizamos nuestros deseos de poseer. Este deseo responde a la creencia del ego basada en la escasez y en la necesidad y, por muchas experiencias de goce que experimentemos, nunca tendremos la sensación final de estar satisfechos. Ese goce es temporal y efímero.

Por otro lado, cuando se experimenta el auténtico Gozo, es el resultado de haber elegido al auténtico orientador, al Espíritu, lo que implica el recuerdo de lo que verdaderamente somos. Este reconocimiento se convierte, de manera instantánea, en la intención de percibir las cosas de una forma diferente. Con el objetivo de erradicar las antiguas convicciones de separación, pecado, culpa, dolor y, en su lugar, instaurar la única creencia auténtica, la que siempre ha estado presente esperando ser incorporada, la que nos conduce a la certeza de nuestra identidad: Ser el Hijo de Dios.

Con esa consciencia, viviremos la vida, aportando siempre la misma respuesta, la del Gozo, independientemente de que llueva o luzca el Sol.


Reflexión: ¿Existe algo en el mundo que conoces que te pueda ofrecer un gozo permanente? ¿Por qué?

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D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios (3ª parte). 5.  Cada obstáculo que la paz debe superar se salva de la misma manera: el miedo que lo ...