martes, 6 de febrero de 2024

Capítulo 1. Principio 36: Los milagros son ejemplos de recto pensar...

PRINCIPIO 36

Los milagros son ejemplos de recto pensar que armonizan tus percepciones con la verdad tal como Dios la creó.


En el Principio 23, ya vimos como los milagros reorganizan la percepción y colocan todos los niveles en su debida perspectiva y en el Principio 30, desarrollamos la idea que nos enseñaba que los milagros reconocen el espíritu, ajustan los nive­les de percepción y los muestran en su debido lugar.

En el presente Principio, los milagros se nos presentan como ejemplos de recto pensar que armonizan las percepciones con la vedad. Si bien, tendremos ocasión de seguir ahondando en el concepto de la percepción, dedicaremos este análisis a la orientación de la mente, lo que nos llevará a valorar las expresiones “mentalidad recta” y mentalidad errada”.

Comenzaremos refiriéndonos a lo recogido en el Curso, cuando nos advierte que, "no se debe confundir a la mente que goza de conocimiento con la mentalidad recta, ya que sólo esta última está vinculada a la percepción verdadera. Podemos tener una mentalidad recta o una mentalidad errada, y aun esto es cuestión de grados, lo cual demuestra claramente que ninguna de ellas tiene nada que ver con el conocimiento. El término "mentalidad recta" debemos entenderlo como aquello que corrige la "mentalidad errada", y se refiere al estado mental que induce a una percepción fidedigna. Es un estado de mentalidad milagrosa porque sana la percep­ción errónea, lo cual es ciertamente un milagro en vista de cómo nos percibimos a nosotros mismo" (T-3.IV.4:1-4).

Por otro lado, y aludiendo a la idea de la salvación, se nos indica que, "no es otra cosa que "mentalidad recta", que aun­que no es la Mentalidad-Uno del Espíritu Santo, se debe alcanzar antes de que la Mentalidad-Uno pueda ser reinstaurada. La mentalidad recta conduce automáticamente al siguiente paso, ya que la percepción correcta está completamente exenta de cual­quier forma de ataque, y, por lo tanto, la mentalidad errada desa­parece. El ego no puede sobrevivir sin hacer juicios, y, por consiguiente, se le abandona. La mente tiene entonces una sola dirección por la que avanzar. La dirección que sigue es siempre automática, pues no puede sino acatar los dictados del sistema de pensamiento al que se adhiere" (T-4.II.10:1-5).

Me viene a la mente una frase leída en el Curso que me gustaría compartir en estos momentos, pues la considero de gran interés, ahora que tenemos ocasión de referirnos a los valores de la mente: “No hay pensamientos fútiles” (T-2.VI.9:13).

He buscado dicha frase en el Texto y me gustaría dejaros la siguiente joya metafísica que nos aclara aspectos del poder de nuestra mente:

“Todo el mundo experimenta miedo. Sin embargo, no se reque­riría más que una pequeña dosis de recto pensar para que uno pudiese darse cuenta de por qué se produce. Son muy pocos los que aprecian el verdadero poder de la mente, y nadie permanece totalmente consciente de él todo el tiempo. No obstante, si espe­ras librarte del miedo hay algunas cosas que debes comprender, y comprender plenamente. La mente es muy poderosa y jamás pierde su fuerza creativa. Nunca duerme. Está creando conti­nuamente. Es difícil reconocer la oleada de poder que resulta de la combinación de pensamiento y creencia, la cual puede literalmente mover montañas. A primera vista parece arrogante creer que posees tal poder, mas no es ésa la verdadera razón de que no lo creas. Prefieres creer que tus pensamientos no pueden ejercer ninguna influencia real porque de hecho tienes miedo de ellos. Eso puede mitigar la conciencia de culpabilidad, pero a costa de percibir a la mente como impotente. Si crees que lo que piensas no tiene ningún efecto, puede que dejes de tenerle miedo, pero es bastante improbable que le tengas respeto. No hay pensamien­tos fútiles. Todo pensamiento produce forma en algún nivel” (T.2.VI.9:1-14).

Para mí ha resultado muy revelador leer y comprender el contenido de ese párrafo. ¿Acaso no veo en él el trazo de mi condición divina? Somos Hijos de Dios, creados a Su Imagen y Semejanza. Dotados de su Poder Creador y dicho Poder es Su Mente. Cada uno de nuestros pensamientos jamás se desvincula de su fuente. Si nuestra mente sigue una Voluntad diferente a la de Dios, estará creando a diferencia de Dios. Así lo expresa Un Curso de Milagros:

Ninguna mente recta podría creer que su voluntad es más fuerte que la de Dios. Si una mente cree que su voluntad es diferente de la de Él, entonces sólo puede concluir o bien que Dios no existe o bien que Su Voluntad es temible. La primera conclusión da lugar al ateo, y la segunda, al mártir, que cree que Dios exige sacrificios. Cualquiera de esas dos conclusiones de­mentes producirá pánico, ya que el ateo cree estar solo, y el már­tir que Dios lo está crucificando” (T-9.I.8:1-4).

Ese acto de voluntad que lleva al Hijo de Dios a expandir su pensamiento “diferenciador” da lugar a la falsa creencia en el pecado. La base de dicho “pecado” es la creencia en la separación y en la proyección del pensamiento hacia el mundo exterior activando la conciencia de la percepción.

Nos refiere el Curso que, "antes de la separación la mente no tenía ninguna vocación, ya que antes de eso simplemente era, y no habría podido entender la llamada al recto pensar.  El Espíritu Santo es la Respuesta de Dios a la separación; el medio a través del cual la Expiación cura hasta que la mente en su totalidad se reincorpore al proceso de creación" (T-5.II.2:4-5). Ésa es la vocación de la mente.

Mientras que sirvamos al ego, "se valdrá del cuerpo para conspirar contra nuestra mente, y puesto que el ego se da cuenta de que su "enemigo" puede acabar con él y con el cuerpo reconociendo simplemente que no for­man parte de él, él y el cuerpo se unen para llevar a cabo un ataque conjunto. Tal vez sea ésta la más extraña de todas las percepciones, si nos detenemos a considerar lo que ello realmente implica. El ego, que no es real, trata de persuadir a la mente, que sí es real, de que ella es su recurso de aprendizaje, y, lo que es más, de que el cuerpo es más real que ella. Nadie que esté en su mente recta podría creer semejante cosa, y nadie que está en su mente recta lo cree" (T-6.IV.5:1-4).

"El cuerpo no puede crear y la creencia de que puede -error básico- ­da lugar a todos los síntomas físicos" (T-2.IV.2:6).

"La enfermedad o "mentalidad-no-recta" es el resultado de una confusión de niveles, pues siempre com­porta la creencia de que lo que está mal en un nivel puede afectar adversamente a otro. Nos hemos referido a los milagros como un medio de corregir la confusión de niveles, ya que todos los errores tienen que corregirse en el mismo nivel en que se originaron. Sólo la mente puede errar. El cuerpo sólo puede actuar equivo­cadamente cuando está respondiendo a un pensamiento falso" (T-2.IV.2:2-6).

¿Para poder recibir los efectos de un milagro es necesario que el receptor goce de una mentalidad recta?

Sobre este respecto, el Curso nos aclara lo siguiente:

“He dicho ya que los milagros son expresiones de una orienta­ción milagrosa, y una orientación milagrosa no es otra cosa que una mentalidad recta. Los que poseen una mentalidad recta no exaltan ni menosprecian la mente del que obra milagros ni la del que los recibe. En cuanto que medio de corrección, sin embargo, el milagro no tiene que esperar a que el que los ha de recibir goce de una mentalidad recta. De hecho, su propósito es restituirle su mente recta. Es esencial, no obstante, que el obrador de milagros esté en su mente recta, aunque sea brevemente, o, de lo contrario, será incapaz de re-establecer la mentalidad recta en otros" (T-2.V.3:1-5).

"El sanador que confía en su propio estado de preparación pone en peligro su entendimiento. Estás perfectamente a salvo siempre que no te preocupes en absoluto por tu estado de preparación, pero mantengas firme confianza en el mío. Si tus inclina­ciones a obrar milagros no están funcionando debidamente, es siempre porque el miedo se ha infiltrado en tu mentalidad recta y la ha invertido. Toda forma de mentalidad-no-recta es el resul­tado de negarte a aceptar la Expiación para ti mismo. Si la acep­tases estarías en una posición desde la que podrías reconocer que los que tienen necesidad de curación son simplemente aquellos que aún no se han dado cuenta de que la mentalidad recta es en sí la curación”. (T.2.V.4:1-5)

"Si lo único que existe es la verdad, lo único que la mentalidad recta puede ver es perfección" (T-3.II.3:5).

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