II. La perfidia de creerse especial (2ª parte).
3. Ser especial es la idea del pecado hecha realidad. 2Sin esa base no es posible ni siquiera imaginarse el pecado. 3Pues el pecado surgió de ella, de lo que no es nada, y no es más que una flor maléfica desprovista de raíces. 4He aquí al que se ha erigido a sí mismo en "salvador", el "creador" que crea de forma diferente a como crea el Padre e hizo que Su Hijo fuese como él y no como el Padre. 5Sus hijos "especiales" son muchos, nunca uno solo, y cada uno de ellos se encuentra exiliado de sí mismo y de Aquel de Quien forma parte. 6Y ninguno de ellos ama
Las Sagradas Escrituras nos narran verdades trascendentes en un lenguaje simbólico y metafórico que deben ser llevadas hasta la razón para comprender su mensaje. El motivo de que fuese transmitido de este modo responde a las limitaciones intelectuales de la humanidad hacia la que iba dirigido.
Sabemos por los textos sagrados que Dios creó a Adán y, posteriormente, tomando una "costilla" de Adán, creó a Eva. La interpretación literal del término hebreo que hace referencia a "costilla" es "Tzela", cuyo significado verdadero es "lado". Esta afirmación se extrae de un análisis más exhaustivo de la Biblia, donde se utiliza dicho término con la interpretación verdadera a la que hacemos referencia.
Ese "lado" nos aproxima a la idea que nos enseña el Curso cuando nos dice que el mundo fue creado por una "extensión" de Dios. Ya sabemos que amar es extenderse a sí mismo.
Por lo tanto, la creación de Eva responde al proceso natural del acto creador del Ser original al que se ha llamado Adán. De la unidad adamita surge la dualidad Eva. Si el estado de Unidad lo identificamos con la Voluntad del Padre, a Eva podemos identificarla con el Amor del Hijo. No es casual que el amor se haya vinculado con el poder del deseo. Tampoco es casual que en el episodio de la tentación de la serpiente, esta fuese dirigida a Eva y no a Adán. El Amor-Deseo-Eva, tras sucumbir al ardor cupido de la serpiente, al deseo de ser especial, tentó a su vez la voluntad de Adán, ofreciéndole comer del fruto prohibido. El gesto de Adán cediendo a la propuesta de su compañera los llevó a desconectarse de la Voluntad del Padre. ¿Acaso no es esto que decimos el génesis de la creencia en la separación y el pecado?
Así alcanzamos, en este ejercicio imaginativo, que, tras quedar seducidos por el deseo de ser especial, la mente descubrió una dimensión nueva, la corporal -desnudez de sus cuerpos- y esa nueva visión le llevó a pensar que había perdido la confianza de su Creador, al cual, a partir de ese instante, lo consideró su enemigo, pues temió ser castigado por su vengativa cólera.
4. Tú no eres especial. 2Si crees que lo eres y quieres defender tu especialismo en contra de la verdad de lo que realmente eres, ¿cómo vas a poder conocer la verdad? 3¿Qué respuesta del Espíritu Santo podría llegar hasta ti, cuando a lo que escuchas es a tu deseo de ser especial, que es lo que pregunta y lo que responde? 4Tan sólo prestas oídos a su mezquina respuesta, la cual ni siquiera se oye en la melodía que en amorosa alabanza de lo que eres fluye eternamente desde Dios a ti. 5Y este colosal himno de honor que amorosamente se te ofrece por razón de lo que eres parece silencioso e inaudible ante el "poderío" de tu especialismo. 6Te esfuerzas por escuchar una voz que no tiene sonido, y, sin embargo,
La humanidad ya no se encuentra en ese estado infantil. Entiendo que estamos preparados para entender la verdad en un lenguaje directo, lo que nos invita a simplificar el significado que debemos extraer de los puntos que estamos analizando.
Cuando el Curso se refiere al deseo de ser especial, lo que nos está describiendo es una naturaleza egoísta que piensa que es el centro del universo y que es incapaz de amarse a sí mismo más allá de su aspecto corporal.
Si rendimos culto a nuestro aspecto corporal, es señal inequívoca de que nuestra mente está sirviendo al deseo de ser especial.
Si al relacionarnos con el mundo vemos al otro como nuestro enemigo, estamos, igualmente, sirviendo al deseo de ser especial.
Si juzgamos las debilidades de los demás y condenamos sus "pecados", es la evidencia de que estamos proyectando nuestra propia condena sobre ellos.
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