viernes, 26 de septiembre de 2025

Capítulo 24. I. El deseo de ser especial: el sustituto del amor (4ª parte).

I. El deseo de ser especial: el sustituto del amor (4ª parte).

7. Tu hermano es tu amigo porque su Padre lo creó semejante a ti. 2No hay diferencia alguna entre vosotros. 3Se te ha dado tu hermano para que el amor se pueda extender, no para que se lo niegues. 4Lo que no das, lo pierdes. 5Dios se dio a Sí Mismo a vosotros dos, y recordar esto es el único propósito que compartís ahora. 6Por lo tanto, es el único propósito que tenéis. 7¿Podríais atacaros el uno al otro si decidieseis no permitir que el deseo de ser especial se interpusiese entre vosotros? 8Observa imparcial­mente qué es lo que hace que no aceptes a tu hermano del todo, o qué es lo que te lleva a pensar que quizá os convendría más estar separados. 9¿No es siempre acaso tu creencia de que tu sensación de ser especial se ve menoscabada por vuestra relación? 10¿Y no es éste el "enemigo" que hace que cada uno de vosotros sea una ilusión para el otro?

En un momento de honradez conmigo mismo, me he preguntado qué tipo de amor practico en este mundo. Es curioso el gesto que he tenido de manera espontánea, cerrando los ojos y acudiendo a mis pensamientos para dar una respuesta a esta cuestión. Es como si el hecho de percibir las formas externas, sobre todo las corporales, me hiciese reconocer que mi forma de amar a los demás no estaba en sintonía con la que hemos estado analizando en los puntos anteriores. El simple hecho de ver fuera de mí me lleva de una manera inconsciente y autónoma a juzgar lo que veo, a darle un significado que condiciona mi manera de pensar.

Cuando elijo cerrar mis ojos, el no percibir me ayuda a mantenerme en un nivel de percepción diferente. Ahora me resulta más fácil concentrarme en la energía que quiero mantener viva en mi mente. Los recuerdos de las personas se convierten en obstáculo que me dificulta el propósito de sintonizar con la frecuencia del amor incondicional. Cuando estos recuerdos se adueñan de mis pensamientos, tomo conciencia de que mi estado emocional es idéntico al que percibo cuando tengo los ojos físicos abiertos. Me doy cuenta de que, en realidad, no es la percepción externa la que me hace sentir de una manera u otra, sino mis creencias, mis juicios sobre lo percibido.

Si considero a mi hermano un enemigo, el hecho de cerrar mis ojos a su percepción no va a evitar que siga pensando que es mi enemigo. Debo cambiar la visión de mi hermano desde mi interior, es decir, desde las creencias, y el único modo de hacerlo es negando el deseo de ser especial y recordando el deseo de unidad.

Ahora, vibrando con la visión crística, no es necesario que cierre los ojos físicos para percibir a mi hermano como un amigo.

8Tu temor a Dios y a tu hermano procede de cada creencia de ser especial que aún no has reconocido. 2Pues exiges que tu hermano se postre ante ella en contra de su voluntad. 3Y Dios Mismo tiene que honrarla o pagar las consecuencias. 4Todo vestigio de malicia, toda punzada de odio y todo deseo de perpetuar la separación nace ahí. 5Pues en este punto el propósito que compartes con tu hermano queda velado de vuestras conciencias. 6Te resistes a aceptar este curso porque te enseña que tú y tu hermano sois igua­les. 7No tenéis ningún propósito que no sea el mismo, ni ninguno que vuestro Padre no comparta con vosotros. 8Pues se ha elimi­nado de vuestra relación todo objetivo de ser especial. 9¿Destrui­rías ahora el objetivo de santidad que el Cielo le confirió a esta relación? 10¿Qué perspectiva puede tener el que se cree especial que no cambie con cada aparente golpe, con cada afrenta, o con cada juicio que se imagina ha sido emitido contra él?

Si analizamos nuestras vidas y las vidas que nos han precedido y que la historia de la humanidad nos ha legado de manera que podamos ser conscientes de los diferentes matices de la vida, no podremos evitar caer en la desolación y en la desesperanza ante la visión de tanto dolor y sufrimiento.

Expresado de esta manera, si lo anterior fuese considerado una opinión válida, cabe preguntarse: ¿cómo es posible que, a pesar de tanta demencia, sigamos rindiendo culto al deseo de ser especial? ¿Cómo es posible que el miedo, el terror, el ataque, las guerras, las violaciones, las masacres sigan estando al orden del día como consecuencia de que seguimos rindiendo culto al especialismo?

He tenido que zamarrear mi cerebro en un intento infantil de despertar mi mente de esta pesadilla que llamamos vida.

¿Hasta cuándo vamos a seguir llamando vida a lo que es un mundo de muerte?

Sí, este mundo es un mundo de muerte porque así lo hemos decidido al hacerlo real, cuando en verdad no lo es. ¿Conoces algún cuerpo que no haya muerto en este mundo, que permanezca eternamente en él?

El hecho de que deseemos ser especiales no nos hace eternos, sino temporales.

Tan sólo el Espíritu es eterno y no alberga deseos especiales. Su único deseo es expandir su esencia creadora, el amor.

9. Los que se creen especiales se ven obligados a defender las ilusiones contra la verdad, 2pues ¿qué otra cosa es el deseo de ser especial sino un ataque contra la Voluntad de Dios? 3No amas a tu hermano mientras sea eso lo que defiendes en contra suya. 4Esto es lo que él ataca y lo que tú proteges. 5He aquí el motivo de la batalla que libras contra él. 6Aquí él no puede sino ser tu ene­migo, no tu amigo. 7Jamás podrá haber paz entre los que son diferentes. 8Mas él es tu amigo precisamente porque sois lo mismo.

Leí hace tiempo, cuando adiestraba mi mente en el conocimiento de la astrología, que el signo de Acuario representaba la amistad y que la razón de ello respondía a la interpretación que se aportaba de la amistad: dos personas que piensan iguales. 

El contenido de este punto y la aportación que nos hace Jesús afirmando que el otro es tu amigo porque sois lo mismo, me ha recordado el significado de la amistad establecida por la igualdad en la manera de pensar.

Se dice, igualmente, que Acuario es el signo que expresa el amor incondicional. No nos resultará extraño reconocer el motivo de esta vinculación, pues para amar incondicionalmente hay que alcanzar la igualdad en el nivel mental, de modo que la percepción del otro esté filtrada por esa condición.

Cuando dos mentes se unen, las fuerzas de amor se expresan a través de ellas y se convierten en portadoras de la esencia creadora del amor. En el nivel de la amistad no puede existir el amor condicionado que se convierte en una limitación de la expresión libre del propio amor. Esta es la razón por la cual alcanzar una experiencia de amistad verdadera se ve en muchas ocasiones truncada por los celos y por las posturas irreflexivas y fanáticas, propias de las mentes que sirven al deseo de ser especial.  

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