lunes, 8 de septiembre de 2025

Capítulo 23. II. Las leyes del caos (4ª Parte).

II. Las leyes del caos (4ª Parte).

10Todos los mecanismos de la locura se hacen patentes aquí: el "enemigo” que se fortalece al mantener oculto el valioso legado que debería ser tuyo; la postura que adoptas y el ataque que infli­ges, los cuales están justificados por razón de lo que se te ha negado; y la pérdida inevitable que el enemigo debe sufrir para que tú te puedas salvar. 2Así es como los culpables declaran su inocencia. 3Si el comportamiento inescrupuloso del enemigo no los forzara a este vil ataque, sólo responderían con bondad. 4Pero en un mundo despiadado los bondadosos no pueden sobrevivir, de modo que tienen que apropiarse de todo cuanto puedan o dejar que otros se apropien de lo que es suyo.

La bondad pone muy nervioso al ego, pues le recuerda que es un acto de debilidad y una invitación a que el más fuerte, armado de su arrogancia, se brinde a desposeerlo de todo cuanto posea. El ego prefiere estar rodeado de naturalezas fuertes y arrogantes, pues, enfrentándose a ellos, su nula conciencia se siente más liviana.

Los humildes y bondadosos escasean en este mundo y, cuando nos relacionamos con alguien con estas características, nos decimos que son de otro planeta o bien padecen de algún trastorno mental que los lleva a no ver la crueldad del mundo que los rodea.

El bondadoso, el humilde, es desapegado con las posesiones y las utiliza como medios para extender su rasgo de generosidad, entrega y servicio. Todos estos valores no pertenecen al sistema de pensamiento del ego, de ahí que encontrarlas en nuestro camino nos inspirarán, si es nuestra condición percibir correctamente, o despertarán nuestra aversión y envidia si, en cambio, lo que buscamos es ser especiales.

11. Y ahora queda una vaga pregunta por contestar, que aún no ha sido "explicada". 2¿Qué es esa cosa tan preciada, esa perla de inestimable valor, ese tesoro oculto, que con justa indignación debe arrebatársele a éste el más pérfido y astuto de los enemigos? 3Debe de ser lo que siempre has anhelado, pero nunca hallaste. 4ahora "entiendes" la razón de que nunca lo encontraras. 5Este enemigo te lo había arrebatado y lo ocultó donde jamás se te habría ocurrido buscar. 6Lo ocultó en su cuerpo, haciendo que éste sirviese de refugio para su culpabilidad, de escondrijo de lo que es tuyo. 7Ahora su cuerpo se tiene que destruir y sacrificar para que tú puedas tener lo que te pertenece. 8La traición que él ha cometido exige su muerte para que tú puedas vivir. 9Y así, sólo atacas en defensa propia.

Si tratamos de comprender intelectualmente el significado de las leyes del caos, es posible que nos resulte difícil hacerlo utilizando los recursos que nos ofrece el sistema de pensamiento del ego, que, como sabemos, se basa principalmente en la creencia en la separación. Es precisamente esa creencia la que da lugar a las leyes del caos. Luego debemos buscar una visión diferente, es decir, debemos utilizar la razón, la mente recta, para llevar a cabo el propósito de comprender lo que es incomprensible: las leyes del caos.

Tan sólo la visión Crística que nos permite ver la unidad que nos une a la Creación de Dios, nos permitirá entender que el ego y sus leyes son la elección de un pensamiento erróneo, el cual ha dado lugar a una realidad ilusoria. El sistema de pensamiento del ego ha sustituido en nuestra mente el amor por el miedo; la impecabilidad por el pecado y la culpa; la fortaleza por la debilidad; la unidad por la dualidad; la verdad por la demencia.

12. Pero ¿qué es eso que deseas que exige su muerte? 2¿Cómo pue­des estar seguro de que tu ataque asesino está justificado, a menos que sepas cuál es su propósito? 3Aquí es donde el "último" princi­pio del caos acude en tu "auxilio". 4Este principio alega que hay un substituto para el amor. 5Ésta es la magia que curará todo tu dolor, el elemento que falta que curaría tu locura. 6Ésa es la razón de que tengas que atacar. 7He aquí lo que hace que tu venganza esté justificada. 8He aquí, revelado, el regalo secreto del ego, arrancado del cuerpo de tu hermano donde se había ocultado con malicia y con odio hacia aquel a quien verdaderamente le perte­nece. 9Él te quiere privar de ese ingrediente secreto que le daría significado a tu vida. 10El substituto del amor, nacido de vuestra mutua enemistad, tiene que ser la salvación. 11Y no tiene substitu­tos, pues sólo hay uno. 12así, el propósito de todas tus relaciones es apropiarte de él y convertirte en su dueño.

El peor enemigo del ego es el amor. Su existencia es imposible ante la presencia del amor. Amor es unidad, mientras que ego es separación. El ego tiene un sustituto para el amor, el miedo. Sabe que el papel de víctima le permite juzgar a Dios como un ser vengativo, pues fue Su elección el expulsarlo del paraíso terrenal y exiliarlo a una tierra de separación. De este modo, el amor es relegado al olvido y en su lugar se justifica el sentimiento del miedo, el cual es adoptado como la vía salvadora y redentora.

El cuerpo se convierte en el envoltorio -estado de conciencia- en el que depositamos la percepción de nuestra identidad y el valor de nuestra creencia en el miedo, el efecto de nuestra naturaleza pecaminosa. El cuerpo se convierte en el centro de la diana hacia la cual lanzamos nuestros ataques. Nos decimos: "Eres la fuente que nos lleva a pecar y a sufrir. Tenemos que purificarlo". 

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