lunes, 29 de septiembre de 2025

Capítulo 24. II. La perfidia de creerse especial (1ª parte).

II. La perfidia de creerse especial (1ª parte).

1. Hacer comparaciones es necesariamente un mecanismo del ego, pues el amor nunca las hace. 2Creerse especial siempre con­lleva hacer comparaciones. 3Pues se establece al ver una falta en otro y se perpetúa al buscar y mantener claramente a la vista cuanta falta se pueda encontrar. 4Esto es lo que persigue el especialismo, y esto es lo que contempla. 5Y aquel a quien tu deseo de ser especial así rebaja, habría sido tu salvador si tú no hubieses elegido usarlo como un triste ejemplo de cuán especial eres tú. 6Frente a la pequeñez que ves en él, tú te yergues alto y señero, irreprochable y honesto, puro e inmaculado. 7No entiendes que al hacer eso es a ti mismo a quien rebajas.

Un Curso de Milagros nos enseña que la parte de la mente que se cree separada de su fuente se proyecta al exterior dando lugar a la percepción de un mundo igualmente separado. El deseo de ser especial hizo que surgiese la creencia en la separación, sustituyendo el amor unificador por el pensamiento individual y divisorio. 

La percepción del pensamiento proyectado siempre es portadora de separación, y el sistema de pensamiento que se sustenta en dicha proyección da lugar a juzgar en el otro las debilidades que ocultamos en nuestro mundo interior.

El pensamiento de separación con relación a la Fuente Creadora favoreció la creencia en el pecado y en la culpa, y la purificación de la naturaleza pecaminosa se convirtió en nuestra cruzada.

Al creernos separados, guiados por el deseo de ser especiales, tuvimos que permitir que un pensamiento de escasez sustituyera a la realidad de la abundancia de la que goza nuestra única y verdadera realidad espiritual. De este modo, el deseo de Ser fue sustituido por el deseo de poseer. En esta ecuación fraguada por la demencia de la mente dividida, el otro es el factor a destruir, pues de este modo garantizamos el triunfo de nuestro especialismo.

Nos dice Jesús que hacer comparaciones es un mecanismo del ego y que creerse especial conlleva realizar comparaciones. Nuestra experiencia corporal así nos lo confirma y la creencia en que dar es perder nos hace mezquinos y tacaños.

La ignorancia, fruto de una mente demente y dividida, nos lleva a olvidar que aquello que percibimos habla de nosotros mismos y que, en la medida en que nos condenamos y castigamos, del mismo modo condenamos y castigamos a los demás. Esta visión viciada por el desconocimiento de nuestra verdadera identidad nos aleja de la salvación, la cual solo es posible si negamos la visión egoica y la sustituimos por la visión crística.

2. Tratar de ser especial es siempre a costa de la paz. 2¿Quién podría atacar y menospreciar a su salvador y al mismo tiempo reconocer su fuerte apoyo? 3¿Quién podría menoscabar su omni­potencia y al mismo tiempo compartir su poder? 4¿Y quién podría usarlo como medida de la pequeñez y al mismo tiempo liberarse de toda limitación? 5Tú tienes una función que desem­peñar en la salvación. 6Realizarla te brindará felicidad. 7Pero tratar de ser especial siempre te ocasionará dolor. 8Pues es una meta que se opone a la salvación, y, por lo tanto, va en contra de la Voluntad de Dios. 9Atribuir valor a ser especial es apreciar una voluntad ajena, para la cual las ilusiones acerca de ti son más importantes que la verdad.

Tan sólo la unicidad, fruto de la esencia del amor incondicional, nos aporta paz. Las mentes unidas forman la Filiación, la creación de Dios. La unicidad y, por lo tanto, la paz, es el estado natural que forma parte del Mundo de Dios, donde Padre e Hijo son Uno, unidos por el mismo deseo de Ser.

Cuando el deseo de Ser se sustituye por el deseo de ser especial, o lo que es lo mismo, de ser diferente de su fuente, es el instante en que desechamos el conocimiento para hacer real un mundo de percepción e ignorancia.

El ego emana de esa elección conducida por el deseo de ser especial. Desconectado del conocimiento, la naturaleza corporal busca satisfacer su ignorancia, la que lo lleva a ver un mundo fragmentado y temeroso. Urge el dar significado a las cosas que no entiende y lo hace desde una mente desconectada de la verdad, razón por la cual el significado que otorga al mundo ilusorio que percibe no va más allá que a una interpretación errónea de lo que es real o ilusorio. A lo real lo llama imposible y a lo ilusorio lo reconoce como verdadero.

Lo único cierto es que cuando elegimos ser especiales, los resultados siempre nos aportan dolor, mientras que cuando elegimos la guía del Espíritu Santo, inspirados por el deseo de Ser, los resultados serán experimentar la paz.

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