II. La perfidia de creerse especial (1ª parte).
1. Hacer comparaciones es necesariamente un mecanismo del ego, pues el
amor nunca las hace. 2Creerse especial siempre conlleva hacer
comparaciones. 3Pues se establece al ver una falta en otro y se
perpetúa al buscar y mantener claramente a la vista cuanta falta se pueda
encontrar. 4Esto es lo que persigue el especialismo, y esto es lo
que contempla. 5Y aquel a quien tu deseo de ser especial así rebaja,
habría sido tu salvador si tú no hubieses elegido usarlo como un triste ejemplo
de cuán especial eres tú. 6Frente a la pequeñez que ves en él, tú te
yergues alto y señero, irreprochable y honesto, puro e inmaculado. 7No
entiendes que al hacer eso es a ti mismo a quien rebajas.
Un Curso de Milagros nos enseña que la parte de la mente que se cree separada de su fuente se proyecta al exterior dando lugar a la percepción de un mundo igualmente separado. El deseo de ser especial hizo que surgiese la creencia en la separación, sustituyendo el amor unificador por el pensamiento individual y divisorio.
El pensamiento de separación con relación a la Fuente Creadora favoreció la creencia en el pecado y en la culpa, y la purificación de la naturaleza pecaminosa se convirtió en nuestra cruzada.
Al creernos separados, guiados por el deseo de ser especiales, tuvimos que permitir que un pensamiento de escasez sustituyera a la realidad de la abundancia de la que goza nuestra única y verdadera realidad espiritual. De este modo, el deseo de Ser fue sustituido por el deseo de poseer. En esta ecuación fraguada por la demencia de la mente dividida, el otro es el factor a destruir, pues de este modo garantizamos el triunfo de nuestro especialismo.
Nos dice Jesús que hacer comparaciones es un mecanismo del ego y que creerse especial conlleva realizar comparaciones. Nuestra experiencia corporal así nos lo confirma y la creencia en que dar es perder nos hace mezquinos y tacaños.
La ignorancia, fruto de una mente demente y dividida, nos lleva a olvidar que aquello que percibimos habla de nosotros mismos y que, en la medida en que nos condenamos y castigamos, del mismo modo condenamos y castigamos a los demás. Esta visión viciada por el desconocimiento de nuestra verdadera identidad nos aleja de la salvación, la cual solo es posible si negamos la visión egoica y la sustituimos por la visión crística.
2. Tratar de ser especial es siempre a costa de la paz.
2¿Quién podría atacar y menospreciar a su salvador y al mismo tiempo
reconocer su fuerte apoyo? 3¿Quién podría menoscabar su omnipotencia
y al mismo tiempo compartir su poder? 4¿Y quién podría usarlo como
medida de la pequeñez y al mismo tiempo liberarse de toda limitación? 5Tú
tienes una función que desempeñar en la salvación. 6Realizarla te
brindará felicidad. 7Pero tratar de ser especial siempre te
ocasionará dolor. 8Pues es una meta que se opone a la salvación, y,
por lo tanto, va en contra de
Cuando el deseo de Ser se sustituye por el deseo de ser especial, o lo que es lo mismo, de ser diferente de su fuente, es el instante en que desechamos el conocimiento para hacer real un mundo de percepción e ignorancia.
El ego emana de esa elección conducida por el deseo de ser especial. Desconectado del conocimiento, la naturaleza corporal busca satisfacer su ignorancia, la que lo lleva a ver un mundo fragmentado y temeroso. Urge el dar significado a las cosas que no entiende y lo hace desde una mente desconectada de la verdad, razón por la cual el significado que otorga al mundo ilusorio que percibe no va más allá que a una interpretación errónea de lo que es real o ilusorio. A lo real lo llama imposible y a lo ilusorio lo reconoce como verdadero.
Lo único cierto es que cuando elegimos ser especiales, los resultados siempre nos aportan dolor, mientras que cuando elegimos la guía del Espíritu Santo, inspirados por el deseo de Ser, los resultados serán experimentar la paz.
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