martes, 30 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 273

LECCIÓN 273

Mía es la quietud de la paz de Dios.

1. Tal vez estemos ahora listos para pasar un día en perfecta calma. 2Sl esto no fuese posible todavía, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos con poder aprender cómo es posible pasar un día así. 3Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz. 4Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta certeza: "Mía es la quie­tud de la paz de Dios", y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo.

2. Padre, Tu paz me pertenece. 2¿Qué necesidad tengo de temer que algo pueda robarme lo que Tú has dispuesto sea mío para siempre? 3No puedo perder los dones que Tú me has dado. 4Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso.


¿Qué me enseña esta lección?

La creencia en el pecado originó el temor a Dios y, con ello, la pérdida de la paz de la que gozaba su Hijo.

Me pregunto qué hubiese pasado si el Hijo de Dios no hubiese interpretado su acción de ver el mundo de otra manera, como un acto pecaminoso.

En la etapa conocida como “Paraíso”, el Hijo de Dios seguía las enseñanzas de Su Padre, vía directa, gracias a la conexión mental existente entre Creador y lo creado.

El acto de “independencia”, o lo que es lo mismo, elegir aprender por vía propia, llevó al Hijo de Dios a buscar externamente un canal de aprendizaje, con lo cual abrió sus ojos al mundo exterior y descubrió que tenía un cuerpo que respondía a sus deseos de ser especial, al cual le otorgó el poder de su identidad.

La vía de la percepción se convirtió en el canal de aprendizaje por el cual iba adquiriendo conocimiento de sí mismo. La identificación con el cuerpo le llevó a olvidar su verdadero origen y a adquirir la falsa creencia de que su realidad dependía de ese envoltorio material.

La idea de que el pecado era posible le llevó a despertar un profundo temor a Dios. Su naturaleza divina quedó relegada al olvido, y su única verdad procedía del mundo externo. Ese temor puso fin, igualmente, al estado de unidad, coherencia y paz del que gozaba.

Recuperar ese estado espiritual nos invita a rectificar el error con el que nos encontramos identificados. Debemos dejar de servir al ego, al cuerpo y a la conquista del mundo material, para reconocer nuestra verdadera identidad, nuestro verdadero Ser y expresar nuestra voluntad de ver la unidad que impera en la oleada de vida humana.

Esa visión de unidad se traducirá en experimentar el estado de paz, que es nuestra condición espiritual: "Mía es la quietud de la paz de Dios".


Ejemplo-Guía: "¿Qué elegirías entre la paz y el conflicto?

Yo lo tengo claro: la paz. Pero no es tan fácil como parece; el mundo no favorece ese estado de quietud.

La primera parte de lo expuesto, pienso que todos coincidiríamos al elegirla. Pero la aportación posterior, ¡cuidado!, tiene trampa. Si creemos que nuestra paz, nuestra quietud, está en manos del mundo exterior, en manos de los demás, entonces seguiremos proyectando fuera, sin darnos cuenta de que todo lo externo es el reflejo de lo que se encuentra en nuestro interior.


En este sentido, si nos decimos que el mundo exterior no favorece nuestro estado de quietud, lo que estamos diciendo, realmente, es que en nuestro interior no gozamos de esa paz, pues si así fuese, la veríamos en el mundo que nos rodea.

Ese proceso forma parte de nuestro despertar. Este proceso sitúa nuestra mente en el instante en el que reconocemos que somos los soñadores del sueño, en el instante en que reconocemos que nada externo a nosotros puede dañarnos, salvo que le otorguemos ese poder, en el instante en el que aceptamos que somos los únicos responsables de todas nuestras "causas" y, por lo tanto, de todos nuestros "efectos".

Si continuamos identificados con el máximo representante del ego, el cuerpo, tan sólo podremos dar un paso importante hacia el estado que hemos llamado quietud si le otorgamos la función que realmente tiene en el sueño: ser un comunicador. Desde esta perspectiva, el cuerpo en sí mismo no tiene capacidad para ofrecernos paz o conflicto. El cuerpo actúa según los dictados de la mente. Por lo tanto, él no tiene la capacidad para atacar si la mente no le da esa orden; ni la de hacernos gozar de un instante de paz, si la mente no le ofrece ese estado interno. Luego, dejado claro ese punto, dediquémonos a la "fuente", a la mente. Es en ella donde debemos llevar a cabo la corrección. Si nuestra mente alcanza la visión de lo que somos; si despierta a lo que es real y lo que es ilusorio, nos permitirá gozar de la quietud que ofrece la paz de Dios.

Es muy simple. Si te ves como Dios te ha creado, te recordarás como el Hijo de Dios: Inocente, Impecable, Pleno, Abundante, Amoroso y Uno con todo lo creado. ¿Qué puede turbar tu paz ante gloriosa visión?

Reflexión: ¿Qué nos priva de sentir la quietud de la paz de Dios?

Capítulo 24. II. La perfidia de creerse especial (2ª parte).

II. La perfidia de creerse especial (2ª parte).

3. Ser especial es la idea del pecado hecha realidad. 2Sin esa base no es posible ni siquiera imaginarse el pecado. 3Pues el pecado surgió de ella, de lo que no es nada, y no es más que una flor maléfica desprovista de raíces. 4He aquí al que se ha erigido a sí mismo en "salvador", el "creador" que crea de forma diferente a como crea el Padre e hizo que Su Hijo fuese como él y no como el Padre. 5Sus hijos "especiales" son muchos, nunca uno solo, y cada uno de ellos se encuentra exiliado de sí mismo y de Aquel de Quien forma parte. 6Y ninguno de ellos ama la Unicidad que los creó como uno solo con Él. 7Ellos eligieron el especialismo en lugar del Cielo y de la paz, y lo envolvieron cuidadosamente en el pecado para mantenerlo "a salvo" de la verdad.


En un acto de imaginación, aun sabiendo que toda imagen pertenece al mundo de la ilusión, voy a simular el estado en el que se encontraban Adán y Eva gozando de la abundancia paradisiaca del Edén. Su calidad sería semejante a la que describe el Curso cuando hace referencia al Cielo. Por lo tanto, el estado natural de nuestros progenitores ancestrales sería el de la unicidad, el de la paz y la dicha. Igualmente, compartían el conocimiento del mundo divino. 

Las Sagradas Escrituras nos narran verdades trascendentes en un lenguaje simbólico y metafórico que deben ser llevadas hasta la razón para comprender su mensaje. El motivo de que fuese transmitido de este modo responde a las limitaciones intelectuales de la humanidad hacia la que iba dirigido.

Sabemos por los textos sagrados que Dios creó a Adán y, posteriormente, tomando una "costilla" de Adán, creó a Eva. La interpretación literal del término hebreo que hace referencia a "costilla" es "Tzela", cuyo significado verdadero es "lado". Esta afirmación se extrae de un análisis más exhaustivo de la Biblia, donde se utiliza dicho término con la interpretación verdadera a la que hacemos referencia.

Ese "lado" nos aproxima a la idea que nos enseña el Curso cuando nos dice que el mundo fue creado por una "extensión" de Dios. Ya sabemos que amar es extenderse a sí mismo.

Por lo tanto, la creación de Eva responde al proceso natural del acto creador del Ser original al que se ha llamado Adán. De la unidad adamita surge la dualidad Eva. Si el estado de Unidad lo identificamos con la Voluntad del Padre, a Eva podemos identificarla con el Amor del Hijo. No es casual que el amor se haya vinculado con el poder del deseo. Tampoco es casual que en el episodio de la tentación de la serpiente, esta fuese dirigida a Eva y no a Adán. El Amor-Deseo-Eva, tras sucumbir al ardor cupido de la serpiente, al deseo de ser especial, tentó a su vez la voluntad de Adán, ofreciéndole comer del fruto prohibido. El gesto de Adán cediendo a la propuesta de su compañera los llevó a desconectarse de la Voluntad del Padre. ¿Acaso no es esto que decimos el génesis de la creencia en la separación y el pecado?

Así alcanzamos, en este ejercicio imaginativo, que, tras quedar seducidos por el deseo de ser especial, la mente descubrió una dimensión nueva, la corporal -desnudez de sus cuerpos- y esa nueva visión le llevó a pensar que había perdido la confianza de su Creador, al cual, a partir de ese instante, lo consideró su enemigo, pues temió ser castigado por su vengativa cólera.

4. Tú no eres especial. 2Si crees que lo eres y quieres defender tu especialismo en contra de la verdad de lo que realmente eres, ¿cómo vas a poder conocer la verdad? 3¿Qué respuesta del Espí­ritu Santo podría llegar hasta ti, cuando a lo que escuchas es a tu deseo de ser especial, que es lo que pregunta y lo que responde? 4Tan sólo prestas oídos a su mezquina respuesta, la cual ni siquiera se oye en la melodía que en amorosa alabanza de lo que eres fluye eternamente desde Dios a ti. 5este colosal himno de honor que amorosamente se te ofrece por razón de lo que eres parece silencioso e inaudible ante el "poderío" de tu especia­lismo. 6Te esfuerzas por escuchar una voz que no tiene sonido, y, sin embargo, la Llamada de Dios Mismo te parece insonora.

Tal vez estés pensando, tras haber leído la reflexión anterior, que existen formas más fáciles para dar a conocer la verdad que utilizar el lenguaje de símbolos que se emplean en los Textos Sagrados. Es posible que esté utilizando mis propios pensamientos para demostrar lo que pienso sobre este tema. Sin embargo, cuando pienso en el momento histórico en el que se llevaron a cabo las Escrituras y valoro el nivel de comprensión intelectual de la gran mayoría hacia la que iban dirigidos sus mensajes, alcanzo a comprender que es difícil hacer comprender a un niño verdades intelectuales de un nivel adulto de la mente. Por tal motivo, los cuentos están escritos en un lenguaje simbólico y fantasioso propio del nivel de comprensión de la edad infantil.

La humanidad ya no se encuentra en ese estado infantil. Entiendo que estamos preparados para entender la verdad en un lenguaje directo, lo que nos invita a simplificar el significado que debemos extraer de los puntos que estamos analizando.

Cuando el Curso se refiere al deseo de ser especial, lo que nos está describiendo es una naturaleza egoísta que piensa que es el centro del universo y que es incapaz de amarse a sí mismo más allá de su aspecto corporal. 

Si rendimos culto a nuestro aspecto corporal, es señal inequívoca de que nuestra mente está sirviendo al deseo de ser especial.

Si al relacionarnos con el mundo vemos al otro como nuestro enemigo, estamos, igualmente, sirviendo al deseo de ser especial.

Si juzgamos las debilidades de los demás y condenamos sus "pecados", es la evidencia de que estamos proyectando nuestra propia condena sobre ellos.

lunes, 29 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 272

LECCIÓN 272

¿Cómo iban a poder satisfacer las ilusiones al Hijo de Dios?

1. Padre, la verdad me pertenece. 2Mi hogar se estableció en el Cielo mediante tu voluntad y la mía. 3¿Podrían contentarme los sueños? 4¿Podrían brindarme felicidad las ilusiones? 5¿Qué otra cosa sino Tu recuerdo podría satisfacer a Tu Hijo? 6No me contentaré con menos de lo que Tú me has dado. 7Tu Amor, por siempre dulce y sereno, me rodea y me mantiene a salvo eternamente. 8El Hijo de Dios no puede sino ser tal como Tú lo creaste.

2. Hoy dejamos atrás las ilusiones. 2Y si oímos a la tentación lla­marnos e invitarnos a que nos entretengamos con un sueño, nos haremos a un lado y nos preguntaremos si nosotros, los Hijos de Dios, podríamos contentarnos con sueños cuando podemos ele­gir el Cielo con la misma facilidad que el infierno. Y el amor reemplazará gustosamente todo temor.


¿Qué me enseña esta lección?

Elegimos soltarnos de la mano protectora de nuestro Padre, cuando formábamos una unidad con Él, para ir a experimentar por nuestra propia iniciativa y descubrir una nueva realidad, que no lo era; tan sólo era una ilusión.

Sí, el Hijo de Dios gozaba de esa libertad y la empleó. Dotado potencialmente de los Atributos de su Padre, utilizó su Voluntad para iniciar una nueva andadura. Aprender por sí mismo le llevó a enfocar su mente en un mundo que, por ser temporal, no es real. El mundo material le ofrecía, a través de la vía sensorial, un canal de aprendizaje basado en la percepción. Sus ojos descubrieron un mundo nuevo, que favoreció la creencia en la separación, pues la percepción de cuerpos diferentes, unos de otros, le llevó a identificarse con él y determinar su identidad.

El Hijo de Dios, desde ese momento, descubrió su soledad.

Pero ¿qué padre no ofrece a su hijo la mano, para ayudarle a reencontrar el camino correcto? Ese padre ha permanecido expectante, en espera de que su hijo reclamase su herencia.

Del mismo modo, nuestro Padre permanece paciente en espera de que le tendamos de nuevo nuestras manos, para hacernos sentir que nos encontramos en nuestro verdadero Hogar.

Ese reencuentro se producirá en el instante en que decidamos abandonar el mundo de la ilusión, para vivir tan sólo en el mundo de la Realidad, en el mundo de la Unidad.


Ejemplo-Guía: "¿Qué elegirías entre lo real y lo falso?

Yo lo tengo claro: lo real. Pero la respuesta no es tan diáfana cuando no tenemos claro lo que es real. Es más, lo tenemos mucho más complicado cuando nuestra mente percibe lo ilusorio como real y lo verdaderamente real lo percibe como falso.

Nuestra percepción actual, guiada por las razones que le aportan los sentidos, está plenamente identificada con aquello que puede ver y tocar, oír o sentir, en definitiva, percibir en alguna de sus formas. En cambio, aquello que no es capaz de ver, medir, analizar, para la mente no existe. En este sentido, el mundo espiritual no es real.

Sin embargo, la verdad no se puede ocultar. La vida, en el nivel del sueño en el que la percibimos, nos está mostrando que lo que venimos llamando real, el mundo material, no nos aporta los valores lógicos que debería aportarnos el mundo de la verdad. Es decir, sujetas a las leyes físicas de la temporalidad, todo lo material se convierte en una fuente de sufrimiento, de dolor, cuando nuestros deseos intentan gozar de ella permanentemente.

La propia fuente del deseo, de donde emanan nuestros anhelos, es efímera y cambiante; inestable y caprichosa, lo que nos lleva a estados anímicos depresivos y caóticos.

¿Qué elegirías entre lo eterno y lo efímero?

Yo lo tengo aún más claro: lo eterno. Quizás ahora te resulte más fácil elegir. Lo eterno favorece la condición del desapego. Si sabes que permanecerá por siempre, ¿para qué desear apegarse a ello? El apego es fruto del miedo a perder. Ese miedo es consecuencia del olvido de conocer que somos el Hijo de Dios. Ese miedo ha sustituido al Amor. No es su opuesto, pues el Amor no tiene opuestos. El miedo es una fabricación ilusoria que surge como consecuencia de una falsa creencia en el pecado, en haber desobedecido a nuestro Creador.

Recordar que somos Hijo de Dios, que somos tal y como Él nos ha creado, nos llevará a elegir lo eterno, pues ese reconocimiento nos permite vernos como verdaderamente somos, y somos eternos.

Reflexión: ¿Te contentarás con sueños cuando puedes elegir el Cielo?

Capítulo 24. II. La perfidia de creerse especial (1ª parte).

II. La perfidia de creerse especial (1ª parte).

1. Hacer comparaciones es necesariamente un mecanismo del ego, pues el amor nunca las hace. 2Creerse especial siempre con­lleva hacer comparaciones. 3Pues se establece al ver una falta en otro y se perpetúa al buscar y mantener claramente a la vista cuanta falta se pueda encontrar. 4Esto es lo que persigue el especialismo, y esto es lo que contempla. 5Y aquel a quien tu deseo de ser especial así rebaja, habría sido tu salvador si tú no hubieses elegido usarlo como un triste ejemplo de cuán especial eres tú. 6Frente a la pequeñez que ves en él, tú te yergues alto y señero, irreprochable y honesto, puro e inmaculado. 7No entiendes que al hacer eso es a ti mismo a quien rebajas.

Un Curso de Milagros nos enseña que la parte de la mente que se cree separada de su fuente se proyecta al exterior dando lugar a la percepción de un mundo igualmente separado. El deseo de ser especial hizo que surgiese la creencia en la separación, sustituyendo el amor unificador por el pensamiento individual y divisorio. 

La percepción del pensamiento proyectado siempre es portadora de separación, y el sistema de pensamiento que se sustenta en dicha proyección da lugar a juzgar en el otro las debilidades que ocultamos en nuestro mundo interior.

El pensamiento de separación con relación a la Fuente Creadora favoreció la creencia en el pecado y en la culpa, y la purificación de la naturaleza pecaminosa se convirtió en nuestra cruzada.

Al creernos separados, guiados por el deseo de ser especiales, tuvimos que permitir que un pensamiento de escasez sustituyera a la realidad de la abundancia de la que goza nuestra única y verdadera realidad espiritual. De este modo, el deseo de Ser fue sustituido por el deseo de poseer. En esta ecuación fraguada por la demencia de la mente dividida, el otro es el factor a destruir, pues de este modo garantizamos el triunfo de nuestro especialismo.

Nos dice Jesús que hacer comparaciones es un mecanismo del ego y que creerse especial conlleva realizar comparaciones. Nuestra experiencia corporal así nos lo confirma y la creencia en que dar es perder nos hace mezquinos y tacaños.

La ignorancia, fruto de una mente demente y dividida, nos lleva a olvidar que aquello que percibimos habla de nosotros mismos y que, en la medida en que nos condenamos y castigamos, del mismo modo condenamos y castigamos a los demás. Esta visión viciada por el desconocimiento de nuestra verdadera identidad nos aleja de la salvación, la cual solo es posible si negamos la visión egoica y la sustituimos por la visión crística.

2. Tratar de ser especial es siempre a costa de la paz. 2¿Quién podría atacar y menospreciar a su salvador y al mismo tiempo reconocer su fuerte apoyo? 3¿Quién podría menoscabar su omni­potencia y al mismo tiempo compartir su poder? 4¿Y quién podría usarlo como medida de la pequeñez y al mismo tiempo liberarse de toda limitación? 5Tú tienes una función que desem­peñar en la salvación. 6Realizarla te brindará felicidad. 7Pero tratar de ser especial siempre te ocasionará dolor. 8Pues es una meta que se opone a la salvación, y, por lo tanto, va en contra de la Voluntad de Dios. 9Atribuir valor a ser especial es apreciar una voluntad ajena, para la cual las ilusiones acerca de ti son más importantes que la verdad.

Tan sólo la unicidad, fruto de la esencia del amor incondicional, nos aporta paz. Las mentes unidas forman la Filiación, la creación de Dios. La unicidad y, por lo tanto, la paz, es el estado natural que forma parte del Mundo de Dios, donde Padre e Hijo son Uno, unidos por el mismo deseo de Ser.

Cuando el deseo de Ser se sustituye por el deseo de ser especial, o lo que es lo mismo, de ser diferente de su fuente, es el instante en que desechamos el conocimiento para hacer real un mundo de percepción e ignorancia.

El ego emana de esa elección conducida por el deseo de ser especial. Desconectado del conocimiento, la naturaleza corporal busca satisfacer su ignorancia, la que lo lleva a ver un mundo fragmentado y temeroso. Urge el dar significado a las cosas que no entiende y lo hace desde una mente desconectada de la verdad, razón por la cual el significado que otorga al mundo ilusorio que percibe no va más allá que a una interpretación errónea de lo que es real o ilusorio. A lo real lo llama imposible y a lo ilusorio lo reconoce como verdadero.

Lo único cierto es que cuando elegimos ser especiales, los resultados siempre nos aportan dolor, mientras que cuando elegimos la guía del Espíritu Santo, inspirados por el deseo de Ser, los resultados serán experimentar la paz.

domingo, 28 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 271

¿Qué es el Cristo?

1. Cristo es el Hijo de Dios tal como Él lo creó. 2Cristo es el Ser que compartimos y que nos une a unos con otros, y también con Dios. 3Es el Pensamiento que todavía mora en la Mente que es Su Fuente. 4No ha abandonado Su santo hogar ni ha perdido la ino­cencia en la que fue creado. 5Mora inmutable para siempre en la Mente de Dios.

2. Cristo es el eslabón que te mantiene unido a Dios, y la garantía de que la separación no es más que una ilusión de desesperanza, pues toda esperanza morará por siempre en Él. 2Tu mente es parte de la Suya, y Ésta de la tuya. 3Él es la parte en la que se encuentra la Respuesta de Dios, y en la que ya se han tomado todas las decisiones y a los sueños les ha llegado su fin. 4Nada que los ojos del cuerpo puedan percibir lo afecta en absoluto. 5Pues aunque Su Padre depositó en Él los medios para tu salvación, Él sigue siendo, no obstante, el Ser que, al igual que Su Padre, no conoce el pecado.

3. Al ser el hogar del Espíritu Santo y sentirse a gusto única­mente en Dios, Cristo permanece en paz en el Cielo de tu mente santa. 2Él es la única parte de ti que en verdad es real. 3Lo demás son sueños. 4Mas éstos se le entregarán a Cristo, para que se des­vanezcan ante Su gloria y pueda por fin serte revelado tu santo Ser, el Cristo.

4. El Espíritu Santo se extiende desde el Cristo en ti hasta todos tus sueños, y los invita a venir hasta Él para que puedan ser transformados en la verdad. 2Él los intercambiará por el sueño final que Dios dispuso fuese el fin de todos los sueños. 3Pues cuando el perdón descanse sobre el mundo y cada uno de los Hijos de Dios goce de paz, ¿qué podría mantener las cosas sepa­radas cuando lo único que se puede ver es la faz de Cristo?

5. ¿Y por cuánto tiempo habrá de verse esta santa faz, cuando no es más que el símbolo de que el período de aprendizaje ya ha concluido y de que el objetivo de la Expiación por fin se ha alcan­zado? 2Tratemos, por lo tanto, de encontrar la faz de Cristo y de no buscar nada más. 3Al contemplar Su gloria, sabremos que no tenemos necesidad de aprender nada, ni de percepción, ni de tiempo, ni de ninguna otra cosa, excepto del santo Ser, el Cristo que Dios creó como Su Hijo.


LECCIÓN 271

Hoy sólo utilizaré la visión de Cristo.

1. Cada día, cada hora y cada instante elijo lo que quiero contem­plar, los sonidos que quiero oír y los testigos de lo que quiero que sea verdad para mí. 2Hoy elijo contemplar lo que Cristo quiere que vea; hoy elijo escuchar la Voz de Dios, así como buscar los testigos de lo que es verdad en la creación de Dios. 3En la visión de Cristo, el mundo y la creación de Dios se encuentran, y según se unen, toda percepción desaparece.  4La dulce visión de Cristo redime al mundo de la muerte, pues todo aquello sobre lo que Su mirada se posa no puede sino vivir y recordar al Padre y al Hijo: la unión entre Creador y creación.

2. Padre, la visión de Cristo es el camino que me conduce a Ti. 2Lo que Él contempla restaura Tu recuerdo en mí. 3Y eso es lo que elijo contem­plar hoy.


¿Qué me enseña esta lección?

Hoy, elijo ver la Inocencia. Hoy, elijo ver la Unidad. Hoy proclamo mi afinidad con la Filiación Divina.

Hoy retorno a mi Hogar, del cual me creía, erróneamente, escindido.

Hoy, tomo conciencia de la perfección del Ser; de la abundancia que me rodea; de mi impecabilidad; tomo conciencia de mi divinidad.

Hoy, mi mente es Una con la Mente de Dios. Mi voz es Su Voz, y mi palabra es Su Palabra.

Hoy contemplo la eternidad.

Gracias, Cristo, por permitirme ver en tu Faz el Rostro de mi Divinidad.


Ejemplo-Guía: "¿Qué mundo te muestra la visión de Cristo?

En la Lección 263, tuvimos ocasión de reflexionar sobre el significado de la visión de Cristo. Elegimos, entonces, como ejemplo-guía, la reflexión "Contemplando el mundo con los ojos de Cristo". Hoy, vamos a continuar profundizando en este mismo tema, y lo haremos con una nueva propuesta.

Mira tu mundo y hazte la siguiente pregunta: ¿lo que ves te muestra escenas propias de la visión de Cristo?

¿Lo que ves te muestra un mundo que condenas?

¿Acaso odias el comportamiento que estás percibiendo?

¿Te horroriza la enfermedad, la pobreza, las guerras, etc.?

Podríamos enumerar, a título de ejemplo, muchas escenas que se muestran ante la mirada de nuestro mundo. Pero, ¡ojo!, ¿en verdad el mundo es como tú lo percibes o lo que percibes es tu propia percepción, tu propia proyección de lo que ocultas en lo más profundo de tu interior?

La visión de actos condenatorios habla de nuestra propia condena. La visión de un mundo dividido, en guerra, habla de nuestra propia división interna. La visión de un mundo enfermo nos habla de nuestra mente enferma. No, no te sientas culpable por tener esa visión falsa. Recuerda que nos encontramos en el mundo del sueño y es muy importante que tomes conciencia de que eres el soñador del mismo. Ese "despertar" te llevará a desear ver las cosas de otra manera, te llevará a dejar de ver con los ojos del cuerpo y a ver con la visión de Cristo.

No sientas culpa por tu anterior visión, por haber fabricado sueños dementes e insensatos. Ahora, tu atención se centra en lo verdadero y desechas seguir utilizando una visión que te ha llevado a percibir erróneamente. La visión de la oscuridad te ha llevado a desear ver la luz.

El sueño te seguirá mostrando escenas grotescas, pero no le darás el valor que le dabas antes. En el sueño, dabas valor al cuerpo material, pero ahora lo utilizas para compartir con tus hermanos tu nueva visión. Ahora no ves en ellos un objeto del pecado, ni te sientes temeroso por su presencia por miedo a ser atacado. Ahora los percibes desde la visión de la inocencia y de la impecabilidad y con esa visión los liberas del pecado. Ya no condenas, tan sólo comprendes que viven su sueño, al igual que tú vives el tuyo. Ahora le ayudas a despertar de ese sueño y a ser conscientes de que son los únicos soñadores y de que tienen el poder para elegir soñar sueños felices.

¿Qué mundo te muestra la visión de Cristo? Un mundo perdonado y unido.


Reflexión: ¿Somos felices con el mundo que vemos?

sábado, 27 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 270

LECCIÓN 270

 Hoy no utilizaré los ojos del cuerpo.

1. Padre, la visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de transformar todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en el panorama de un mundo perdonado. 2¡Cuán glorioso y lleno de gracia es ese mundo! 3No obstante, ¡cuánto más podré contemplar en él que lo que puede ofrecerme la vista! 4Un mundo perdonado significa que Tu Hijo reconoce a su Padre, permite que sus sueños sean llevados ante la verdad y aguarda con gran expectación el último instante de tiempo en el que éste acaba para siempre, conforme Tu recuerdo aflora en su memoria. 5ahora su voluntad es una con la Tuya. 6Ahora su función no es sino la Tuya Propia, y todo pensamiento salvo el Tuyo ha desaparecido.

2. El sosiego de hoy bendecirá nuestros corazones y, a través de ellos, la paz descenderá sobre todo el mundo. 2Cristo se convierte en nuestros ojos hoy. 3mediante Su vista le ofrecemos curación al mundo a través de Él, el santo Hijo que Dios creó íntegro; el santo Hijo a quien Dios creó como uno solo.


¿Qué me enseña esta lección?

¿Qué visión te ofrecen los ojos del cuerpo?

¿Crees que tus ojos te van a permitir ver lo que no está ya en tu mente?

No. No observarás lo que tu mente no cree.

Has deseado ver una realidad que no es real, y tus ojos te han mostrado un cuerpo material y un mundo en el que crees interactuar. A ese cuerpo, tus ojos le han otorgado el poder de tu identidad.

Tal vez hayas comprendido que esa visión es tan sólo una ilusión fabricada por ti, y que aquello que llamas existencia forma parte de un sueño.

Sí, aún no has despertado de ese sueño, pero eres consciente de que estás soñando y ello te ha llevado a bendecir aquello que tus ojos ven.

Hoy podemos dar un paso más. Hoy elegimos no ver con los ojos del cuerpo; elegimos ver ese mundo, perdonado. Hoy elegimos ver con los ojos de Cristo.

¡Cuánta paz y sosiego aporta Su Visión! Ya no percibimos la multiplicidad, la separación. Ya no vemos el conflicto. Todos formamos una Unidad: el Hijo de Dios.

¿Qué sentido tiene ahora el percibirnos separados? ¿Qué vamos a desear para nuestro hermano, que no deseamos para nosotros mismos? La Visión de Cristo nos traslada a ese Estado de Consciencia. Hemos retornado a nuestro verdadero Hogar: El Paraíso, del que nos escindimos voluntariamente, y al que voluntariamente hemos retornado. En verdad, nunca hemos estado fuera de Él, pero así lo habíamos creído y así lo hemos experimentado.

Gracias, Hermano Mayor, por permitirnos ver con tu Santa Visión.


Ejemplo-Guía: "El firme propósito de ver la verdad".

Hasta hoy, hemos permanecido ciegos, pues, aunque nuestros ojos físicos ven el mundo que les rodea, el que percibe, ese no es real, es una ilusión fabricada por nuestra mente, una mente que nos ha mostrado una percepción falsa, basada en la separación, en la división.

No tienes más que mirar tu propia vida para comprender que el mundo que ves y en el que crees existir no puede ser el Hogar que Dios ha dispuesto para Su Hijo. ¿Acaso tú dispondrías un mundo tan demente y caótico para tu hijo?

Observa tu existencia. Te crees un ser limitado, necesitado y escaso, cuando en verdad, eres Pleno y Abundante. Demandas ser querido y protegido, cuando en verdad, eres Amor y gozas del amparo de tu Creador. Sientes miedo y una destructiva culpabilidad, al creer que has fallado a tu Padre, cuando en verdad no puedes cambiar, ni has cambiado ni una sola línea del Plan de Salvación dispuesto por Él para Su Hijo.

Haces necesario el dolor, el sufrimiento e incluso la muerte, para justificar tu erróneo sistema de pensamiento, cuando en verdad, eres inocente, eres impecable, eres eterno.

¿Qué mundo estás dispuesto a seguir viendo? El que estás muerto en vida o el que te libera, para siempre, de la muerte ofreciéndote la eternidad. Vas a elegir la tristeza cuando puedes gozar de la Dicha, de la Felicidad.

Te sientes agotado, cansado, cuando experimentas la vida del mundo falso, pues vivir en él te priva de la paz, mientras que elegir ver el mundo perdonado te mantendrá animado y en pleno júbilo. Cada instante se convierte en una experiencia de gozo, pues en cada uno de esos instantes gozas de la Presencia del Cristo en ti y en cada uno de tus hermanos.

El firme propósito de ver la verdad no es una iniciativa que te afecte tan sólo a ti o a mí. Cuando ese propósito se convierte en nuestro único deseo, es la señal de que Cristo ha realizado el milagro de curar al ciego que hay en nosotros, y ese regalo lo expandimos con el resto del mundo, de tal modo que compartimos la verdadera visión con ellos.


Hoy veo tu inocencia y tu impecabilidad, pues esa inocencia y esa impecabilidad se ha hecho consciente en mí.


Reflexión: Tan solo vemos aquello que deseamos ver.

viernes, 26 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 269

LECCIÓN 269

Mi vista va en busca de la faz de Cristo.

1. Te pido que hoy bendigas mi vista. 2Mi vista es el medio que Tú has elegido para mostrarme mis errores y para poder ver más allá de ellos. 3Se me ha concedido poder tener una nueva percepción a través del Guía que Tú me diste, y, mediante Sus lecciones, superar la percepción y regresar a la verdad. 4Pido la ilusión que trasciende todas las que yo inventé. 5Hoy elijo ver un mundo perdonado en el que todo lo que veo me muestra la faz de Cristo y me enseña que lo que contemplo es mío, y que nada existe, excepto Tu santo Hijo.

2. Hoy nuestra vista es bendecida. 2Compartimos una sola visión cuando contemplamos la faz de Aquel Cuyo Ser es el nuestro. 3Somos uno por razón de Aquel que es el Hijo de Dios, Aquel que es nuestra Identidad.


¿Qué me enseña esta lección?

La vista, al igual que la mente, puede servir al Amor-Unidad o al miedo-separación.

Ese órgano de percepción debe ser bendecido y utilizado para llevar a cabo la función encomendada al cuerpo físico: comunicar.

El Hijo de Dios, al fabricar el mundo de la ilusión, dotó a la vista de un gran poder, pues, a través de ella, se recibía información sobre la realidad que percibíamos. Para el hijo del hombre, para el ego, esa percepción le llevó a creer tan sólo en aquello que veía, negando cualquier otra identidad que no fuese capaz de ver y tocar.

La vista, al igual que el resto de los órganos de percepción, ha reforzado la conciencia de separación que fundamenta la existencia del ego. Al ver un mundo separado de mí, le doy validez y lo establezco como verdad.

Pero la vista por sí misma no tiene ninguna capacidad de decisión. Es la mente la que posee esa capacidad, pues sirve directamente al "tomador de decisiones". La mente se acostumbra a interpretar aquello que la vista le enseña, pero ese objeto que se evidencia puede adquirir diferentes significados, dependiendo de las creencias adquiridas por la mente.

La vista, al ser bendecida, la ponemos al servicio del Amor-Unidad, y cuando así lo hacemos, nuestra visión verá las cosas de otra manera, de tal modo que dejará de percibir un mundo separado, un mundo hostil, un mundo desconocido. Cuando esto ocurra, mente y vista servirán tan sólo, a la Unidad, servirán al Amor.


Ejemplo-Guía: "¿Percibimos correctamente?

El mundo en el que creemos estar viviendo es un mundo irreal, ilusorio, pero que nuestra mente hace real al responder a su deseo de ser especial. 

La visión de ese mundo, a través de la percepción, presenta una serie de características que se perpetúan en el tiempo: miedo, culpabilidad, dolor, sufrimiento, pérdida, necesidad, escasez, enfermedad, muerte, etc. 

Es un mundo demente, regido por las leyes del caos, que nos agota y consume, llevándonos a una situación de cansancio. Es el mundo de la percepción errada o falsa. 

"La per­cepción verdadera, o percepción inocente, significa que nunca percibes falsamente y que siempre ves correctamente. Dicho de una manera más llana, significa que nunca ves lo que no existe y siempre ves lo que sí existe" (T-3.II.2:5-6). 

¿Podemos corregir la percepción falsa? 

"La manera de corregir las distorsiones es dejando de tener fe en ellas y depositándola únicamente en lo que es verdad. No puedes hacer que lo que no es verdad lo sea. Si estás dispuesto a aceptar aquello que es verdad en todo lo que percibes, dejas que sea verdad para ti. La verdad supera todo error, y aquellos que viven inmersos en el error y en la vacuidad jamás pueden encon­trar consuelo duradero. Cuando percibes correctamente cance­las tus percepciones falsas y las de los demás simultáneamente. Puesto que los ves tal como son, les ofreces tu aceptación de su verdad para que ellos puedan aceptarla en sí mismos. Ésta es la curación que el milagro produce" (T-3.II.6:1-7). 

"La percepción es temporal. Al ser un atributo de la creencia en el espacio y en el tiempo, es susceptible de producir miedo o amor. Las percepciones falsas producen miedo y las ver­daderas fomentan el amor, mas ninguna de ellas brinda certeza porque toda percepción está sujeta a cambios. Por eso es por lo que la percepción no es conocimiento. La verdadera percepción es la base del conocimiento, pero gozar de conocimiento es la afir­mación de la verdad y esto se encuentra allende cualquier percep­ción" (T-3.III.1:7-10). 

"La verdadera visión es la percepción natural de la visión espiri­tual, pero es todavía una corrección en vez de un hecho. La visión espiritual es simbólica, y, por lo tanto, no es un instrumento de conocimiento. Es, no obstante, un medio de percepción correcta, lo cual la sitúa dentro del propio ámbito del milagro. Una "visión de Dios" sería un milagro más que una revelación. El hecho en sí de que la percepción esté involucrada demuestra que la experien­cia no pertenece a la esfera del conocimiento. De ahí que las visio­nes, por muy santas que sean, son efímeras" (T-3.III.4:1-6). 

La percepción correcta es necesaria antes de que Dios pueda comunicarse directamente con nosotros.  

La percepción falsa nos lleva a percibir falsamente a nuestros hermanos, convirtiéndolos en extraños, impidiéndonos conocerlos. Tendremos que percibirlos correctamente, desde la visión de la inocencia, desde la visión crística, para que los podamos conocer.


Reflexión: Eligiendo ver las cosas de otra manera.

Capítulo 24. I. El deseo de ser especial: el sustituto del amor (4ª parte).

I. El deseo de ser especial: el sustituto del amor (4ª parte).

7. Tu hermano es tu amigo porque su Padre lo creó semejante a ti. 2No hay diferencia alguna entre vosotros. 3Se te ha dado tu hermano para que el amor se pueda extender, no para que se lo niegues. 4Lo que no das, lo pierdes. 5Dios se dio a Sí Mismo a vosotros dos, y recordar esto es el único propósito que compartís ahora. 6Por lo tanto, es el único propósito que tenéis. 7¿Podríais atacaros el uno al otro si decidieseis no permitir que el deseo de ser especial se interpusiese entre vosotros? 8Observa imparcial­mente qué es lo que hace que no aceptes a tu hermano del todo, o qué es lo que te lleva a pensar que quizá os convendría más estar separados. 9¿No es siempre acaso tu creencia de que tu sensación de ser especial se ve menoscabada por vuestra relación? 10¿Y no es éste el "enemigo" que hace que cada uno de vosotros sea una ilusión para el otro?

En un momento de honradez conmigo mismo, me he preguntado qué tipo de amor practico en este mundo. Es curioso el gesto que he tenido de manera espontánea, cerrando los ojos y acudiendo a mis pensamientos para dar una respuesta a esta cuestión. Es como si el hecho de percibir las formas externas, sobre todo las corporales, me hiciese reconocer que mi forma de amar a los demás no estaba en sintonía con la que hemos estado analizando en los puntos anteriores. El simple hecho de ver fuera de mí me lleva de una manera inconsciente y autónoma a juzgar lo que veo, a darle un significado que condiciona mi manera de pensar.

Cuando elijo cerrar mis ojos, el no percibir me ayuda a mantenerme en un nivel de percepción diferente. Ahora me resulta más fácil concentrarme en la energía que quiero mantener viva en mi mente. Los recuerdos de las personas se convierten en obstáculo que me dificulta el propósito de sintonizar con la frecuencia del amor incondicional. Cuando estos recuerdos se adueñan de mis pensamientos, tomo conciencia de que mi estado emocional es idéntico al que percibo cuando tengo los ojos físicos abiertos. Me doy cuenta de que, en realidad, no es la percepción externa la que me hace sentir de una manera u otra, sino mis creencias, mis juicios sobre lo percibido.

Si considero a mi hermano un enemigo, el hecho de cerrar mis ojos a su percepción no va a evitar que siga pensando que es mi enemigo. Debo cambiar la visión de mi hermano desde mi interior, es decir, desde las creencias, y el único modo de hacerlo es negando el deseo de ser especial y recordando el deseo de unidad.

Ahora, vibrando con la visión crística, no es necesario que cierre los ojos físicos para percibir a mi hermano como un amigo.

8Tu temor a Dios y a tu hermano procede de cada creencia de ser especial que aún no has reconocido. 2Pues exiges que tu hermano se postre ante ella en contra de su voluntad. 3Y Dios Mismo tiene que honrarla o pagar las consecuencias. 4Todo vestigio de malicia, toda punzada de odio y todo deseo de perpetuar la separación nace ahí. 5Pues en este punto el propósito que compartes con tu hermano queda velado de vuestras conciencias. 6Te resistes a aceptar este curso porque te enseña que tú y tu hermano sois igua­les. 7No tenéis ningún propósito que no sea el mismo, ni ninguno que vuestro Padre no comparta con vosotros. 8Pues se ha elimi­nado de vuestra relación todo objetivo de ser especial. 9¿Destrui­rías ahora el objetivo de santidad que el Cielo le confirió a esta relación? 10¿Qué perspectiva puede tener el que se cree especial que no cambie con cada aparente golpe, con cada afrenta, o con cada juicio que se imagina ha sido emitido contra él?

Si analizamos nuestras vidas y las vidas que nos han precedido y que la historia de la humanidad nos ha legado de manera que podamos ser conscientes de los diferentes matices de la vida, no podremos evitar caer en la desolación y en la desesperanza ante la visión de tanto dolor y sufrimiento.

Expresado de esta manera, si lo anterior fuese considerado una opinión válida, cabe preguntarse: ¿cómo es posible que, a pesar de tanta demencia, sigamos rindiendo culto al deseo de ser especial? ¿Cómo es posible que el miedo, el terror, el ataque, las guerras, las violaciones, las masacres sigan estando al orden del día como consecuencia de que seguimos rindiendo culto al especialismo?

He tenido que zamarrear mi cerebro en un intento infantil de despertar mi mente de esta pesadilla que llamamos vida.

¿Hasta cuándo vamos a seguir llamando vida a lo que es un mundo de muerte?

Sí, este mundo es un mundo de muerte porque así lo hemos decidido al hacerlo real, cuando en verdad no lo es. ¿Conoces algún cuerpo que no haya muerto en este mundo, que permanezca eternamente en él?

El hecho de que deseemos ser especiales no nos hace eternos, sino temporales.

Tan sólo el Espíritu es eterno y no alberga deseos especiales. Su único deseo es expandir su esencia creadora, el amor.

9. Los que se creen especiales se ven obligados a defender las ilusiones contra la verdad, 2pues ¿qué otra cosa es el deseo de ser especial sino un ataque contra la Voluntad de Dios? 3No amas a tu hermano mientras sea eso lo que defiendes en contra suya. 4Esto es lo que él ataca y lo que tú proteges. 5He aquí el motivo de la batalla que libras contra él. 6Aquí él no puede sino ser tu ene­migo, no tu amigo. 7Jamás podrá haber paz entre los que son diferentes. 8Mas él es tu amigo precisamente porque sois lo mismo.

Leí hace tiempo, cuando adiestraba mi mente en el conocimiento de la astrología, que el signo de Acuario representaba la amistad y que la razón de ello respondía a la interpretación que se aportaba de la amistad: dos personas que piensan iguales. 

El contenido de este punto y la aportación que nos hace Jesús afirmando que el otro es tu amigo porque sois lo mismo, me ha recordado el significado de la amistad establecida por la igualdad en la manera de pensar.

Se dice, igualmente, que Acuario es el signo que expresa el amor incondicional. No nos resultará extraño reconocer el motivo de esta vinculación, pues para amar incondicionalmente hay que alcanzar la igualdad en el nivel mental, de modo que la percepción del otro esté filtrada por esa condición.

Cuando dos mentes se unen, las fuerzas de amor se expresan a través de ellas y se convierten en portadoras de la esencia creadora del amor. En el nivel de la amistad no puede existir el amor condicionado que se convierte en una limitación de la expresión libre del propio amor. Esta es la razón por la cual alcanzar una experiencia de amistad verdadera se ve en muchas ocasiones truncada por los celos y por las posturas irreflexivas y fanáticas, propias de las mentes que sirven al deseo de ser especial.  

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 291

¿Qué es el mundo real? 1.  El mundo real es un símbolo, como todo lo demás que la per­cepción ofrece.  2 No obstante, es lo opuesto a lo qu...