martes, 26 de noviembre de 2024

Capítulo 16. II. El poder de la santidad (2ª parte).

II. El poder de la santidad (2ª parte).

4. Has obrado milagros, pero es muy evidente que no los has obrado solo. 2Cada vez que te extendiste hasta otra mente y te uniste a ella tuviste éxito. 3Cuando dos mentes se unen y compar­ten una idea por igual, se establece el primer eslabón de la con­ciencia de que la Filiación es una. 4Cuando estableces esta unión tal como el Espíritu Santo te pide, y se la ofreces para que Él se valga de ella como crea conveniente, la percepción que natural­mente tiene de dicho regalo le permite a Él comprenderla, y a ti usar Su comprensión en beneficio propio. 5Es imposible conven­certe de la realidad de lo que sin duda se ha logrado por el hecho de haber estado tú dispuesto a ello, mientras creas que a menos que tú lo entiendas no es real.

Reconocer que la unidad está en el Todo y que el Todo se encuentra en la unidad es conocer la Verdad que rige en las Leyes del Cielo y en la esencia con la que hemos sido creados, de la cual somos portadores potenciales y debemos extenderla para que nuestras obras sean creadoras de Vida.

El milagro es una expresión de esa Verdad. Es el reconocimiento de que formamos una unidad con el Todo, esto es, con la Filiación Divina, con la Creación de Dios, Fuente de Ese Todo.

Cada vez que nos unimos a la mente de un hermano, estamos activando las leyes de la creación y propiciando que las mentes milagrosas se unan. Poner al servicio del Espíritu Santo esa Visión le permitirá extender la fuerza del Amor hacia otras mentes, pues el amor actuará como una llamada a formar parte, de manera consciente, en el plan de salvación.

5. ¿Cómo puedes tener fe en la realidad mientras sigas empeñado en querer hacerla irreal? 2¿Crees realmente que te encuentras más salvo afirmando que las ilusiones son reales que aceptando jubilosamente la verdad tal como es y dando gracias por ella? 3Honra la verdad que se te ha dado, y regocíjate de que no la comprendas. 4Los milagros son algo natural para Aquel que habla por Dios, 5pues Su tarea es traducir el milagro al conocimiento que repre­senta, pero que se encuentra vedado para ti. 6Permite que el entendimiento que Él tiene de los milagros te baste, y no les vuel­vas la espalda a los testigos que Él te ha dado, quienes dan fe de Su realidad.

No debemos preocuparnos si no entendemos la verdad que se nos ha dado. Si hemos estado identificados con una falsa realidad, si hemos permanecido dormidos experimentando pesadillas en nuestro sueño, si nos hemos desvinculado del Conocimiento por perseguir satisfacer nuestros deseos de ver de forma diferente, es lógico que ahora no comprendas esa verdad. Lo único que se nos pide es que renunciemos a seguir eligiendo como guía al ego y que dejemos de rendir culto a su sistema de pensamiento. Lo único que se nos pide es que movilicemos nuestra voluntad en otra dirección, que veamos las cosas de otra manera, que dejemos de juzgar el mundo que nos rodea y que confiemos en el único guía que nos llevará por el camino correcto.

El Plan de Salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo ha de despejar todas nuestras dudas, pues lo único que nos pide es que reconozcamos la unidad que nos mantiene unidos a nuestros hermanos.

6. No hay prueba que pueda convencerte de la verdad de lo que no deseas. 2No obstante, tu relación con Él es real. 3No veas esto con miedo, sino con regocijo. 3Aquel que invocaste está contigo. 5Dale la bienvenida y honra a los testigos que te traen las buenas nuevas de Su llegada. 6Es cierto, tal como temes, que reconocerlo a Él supone la negación de todo lo que crees saber. 7Pero lo que crees saber nunca fue verdad. 8¿De qué te sirve aferrarte a ello y negar las pruebas en favor de la verdad? 9Pues estás demasiado cerca de la verdad como para poder renunciar a ella ahora, y no podrás sino ceder ante su irresistible atracción. 10Puedes demorar esto ahora, pero sólo por un tiempo. 11El Anfitrión de Dios te ha llamado y tú le has oído. 12Nunca jamás volverás a estar completamente dispuesto a no escuchar.

Si creemos que somos el Hijo de Dios, si creemos en esa verdad, entonces, no dudaremos a la hora de elegir a qué guía seguir. 

Si elegimos al ego, cuyo sistema de pensamiento está basado en la creencia en la separación, no comprenderemos el plan de salvación y seguiremos viendo a nuestros hermanos como nuestros potenciales enemigos, de los cuales tendremos que defendernos.

Si elegimos al Espíritu Santo, cuyo sistema de pensamiento está basado en la creencia en la unidad, honraremos a todos los testigos que nos hablarán de su enseñanza, de la vivencia de la unidad.

Es hora de elegir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Capítulo 16. II. El poder de la santidad (2ª parte).

II. El poder de la santidad (2ª parte). 4.  Has obrado milagros, pero es muy evidente que no los has obrado solo.  2 Cada vez que te extendi...