domingo, 30 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 334

LECCIÓN 334

Hoy reclamo los regalos que el perdón otorga.

1. No esperaré ni un solo día más para encontrar los tesoros que mi Padre me ofrece. 2Todas las ilusiones son vanas, y los sueños desaparecen incluso a medida que se van tejiendo con pensamien­tos basados en percepciones falsas. 3No dejes que hoy vuelva a aceptar regalos tan míseros. 4La Voz de Dios les ofrece Su paz a todos los que escuchan y eligen seguirlo. 5Esto es lo que elijo hoy. 6Y así, voy en busca de los tesoros que Dios me ha dado.

2. Busco sólo lo eterno. 2Pues Tu Hijo no podría sentirse satisfecho con menos de eso. 3¿Qué otra cosa, entonces, podría brindarle solaz, sino lo que Tú le ofreces a su desconcertada mente y a su atemorizado corazón, a fin de proporcionarle certeza y traerle paz? 4Hoy quiero contemplar a mi hermano sin mancha alguna de pecado en él. 5Eso es lo que Tu Voluntad dispone que yo haga, pues así es como podré contemplar mi propia impe­cabilidad.



¿Qué me enseña esta lección? 

La identificación del Hijo de Dios con el mundo físico lo lleva a aprender a través de la experiencia y el esfuerzo, ganándose el pan con el sudor de su frente. La Ley de Causa y Efecto se convierte en un proceso de aprendizaje donde se comprende que lo que cosechamos es el resultado directo de lo que hemos sembrado.

Esa ley parece grabada en lo más profundo de nosotros y, de forma inconsciente, la seguimos cada vez que justificamos el castigo o el dolor como resultado directo de nuestras acciones.

Cuando algo nos sale mal o vivimos una experiencia que percibimos como conflictiva, tendemos a buscar un culpable y a preguntarnos: ¿qué hice mal para que me pase esto? El tiempo juega a favor de la Ley de Causa y Efecto, y esta idea ha dado origen a la creencia en la Ley del Karma (cosecho lo que siembro).

Este modo de actuar pertenece al mundo de la ilusión, al ámbito de lo temporal. Hasta que no recuperemos la conciencia de lo que somos y quiénes somos, no podremos liberarnos de la celda en la que seguimos prisioneros del error.

El perdón es el camino que debemos seguir para alcanzar la salvación. Es la expresión de la verdad que necesitamos integrar en nuestra conciencia. Al perdonar, evitamos la necesidad de experiencias duras para aprender. El perdón abre las puertas al milagro y hace que corregir el error no requiera tiempo, pues lo logra de inmediato.

El perdón significa que hemos decidido no juzgar ni condenar. Al perdonar, recuperamos la visión de la inocencia y, con ello, disfrutamos de la gracia y la paz de nuestro Padre.


Ejemplo-Guía: "¿Quieres ser feliz? Entonces, perdona, perdona, perdona..."

Si crees que mereces castigo, lo recibirás. Si piensas que puedes sentir dolor, lo sentirás. Si te consideras un pecador, sentirás culpa. Si sientes culpa, buscarás redención. Y si buscas redención, estarás justificando el castigo. Así se cierra un círculo que te mantiene atrapado en la ilusión, el error y el miedo.

Ninguna medicina, ningún ungüento mágico, nos sanará de esa enfermedad. Tan solo existe una llave que puede librarnos de esa prisión. Esa llave es el perdón.

Si crees que eres merecedor de ser perdonado, te perdonarás.

Piensa en alguna experiencia de tu vida y responde: ¿te ha dado la felicidad que sacia tu sed de paz?

Podríamos haber ganado mil millones de euros en la lotería. Una oleada de alegría nos invadirá, descorcharemos botellas de champán y brindaremos con todos para celebrar nuestra suerte. Pero apenas pase ese instante de euforia, nos asaltará el miedo a perder lo que hemos logrado. Y así, dejaremos de ser felices.

En ese pensamiento de pérdida está implícito el ataque de quien anhela lo que poseemos. Esa imagen se pasea por nuestra mente y nos atormenta. Dedicaremos parte de nuestro premio a asegurarnos de que nadie pueda arrebatarnos lo que hemos logrado, y viviremos con la angustia del miedo a...

Es claro que en ese pensamiento de miedo hay una ausencia total de amor y perdón. El amor y el perdón solo son posibles cuando dejamos de percibir separación entre nuestros hermanos.

Si buscas la felicidad, solo podrás hallarla en tu interior, en tu pensamiento de perdón. Al compartir ese regalo, recibirás a cambio la dicha y la paz.

¡Perdona!, y lo comprobarás.

Reflexión: ¿Solo en lo eterno podremos encontrar paz?

sábado, 29 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 333

LECCIÓN 333

El perdón pone fin al sueño de conflicto.


1. El conflicto debe ser resuelto. 2Si se quiere escapar de él, no debe evadirse, ignorarse, negarse, encubrirse, verse en otra parte, llamarse por otro nombre u ocultarse mediante cualquier clase de engaños. 3Tiene que verse exactamente como es, allí donde se cree que está, y tiene que verse también la realidad que se le ha otorgado y el propósito que le ha asignado la mente. 4Pues sólo entonces se desmantelan sus defensas y la verdad puede arrojar su luz sobre él según desaparece.

2. Padre, el perdón es la luz que Tú elegiste para que desvaneciese todo conflicto y toda duda, y para que alumbrase el camino que nos lleva de regreso a Ti. 2Ninguna otra luz puede dar fin a nuestro sueño malvado. 3Ninguna otra luz puede salvar al mundo. 4Pues dicha luz es lo único que jamás ha de fallar, ya que es el regalo que le has hecho a Tu Hijo bienamado.


¿Qué me enseña esta lección?

Carl Gustav Jung bien podría haberse inspirado en el contenido de esta lección para elaborar un tratado psicológico enfocado en superar el miedo y el conflicto.

Por lo general, cuando algo nos da miedo, tendemos a identificarnos con ello y darle realidad, pero al mismo tiempo intentamos alejarlo de nuestra conciencia y lo reprimimos, enviándolo a nuestro inconsciente. Es ahí donde se guardan todos nuestros temores y fobias, sin que tengamos control sobre ellos.

Esta lección nos recuerda que debemos enfrentar el conflicto cuando ocupe nuestros pensamientos. Es clave reconocer que le estamos otorgando poder sobre nuestras vidas, permitiéndole paralizarnos y privarnos de la paz, la alegría y la felicidad.

Debemos ser conscientes de que permitimos que ciertos sentimientos nos afecten. Si elegimos verlos de otra manera, estaremos tomando el control de nuestra mente.

El conflicto es una interpretación o juicio que nace en la mente. Nada externo puede hacernos daño, a menos que lo permitamos. Al final, es nuestra decisión.

Tenemos que ser los dueños y señores de nuestra vida. Hay que elegir si queremos servir al mundo de la ilusión y del miedo, o si preferimos servir a la verdad, a nuestro verdadero Ser, y así vivir en el mundo del perdón y del amor.

Todo miedo nace de la falsa creencia en el pecado. Liberémonos de esa limitación y recuperemos nuestra visión inocente. Amemos en cada instante y el conflicto no encontrará lugar en nuestras vidas.


Ejemplo-Guía: "Autoterapia"

Al analizar la enseñanza de la Lección 331, notamos que el conflicto es imposible cuando alineamos nuestra voluntad con la Voluntad de nuestro Padre y ambas vibran al unísono.

Concluíamos nuestra reflexión señalando que, detrás de cualquier situación de conflicto, encontraremos una ausencia total de amor, o dicho de otro modo, la ilusión del miedo que el sistema de pensamiento del ego presenta como real.

Esta lección retoma el tema del conflicto que percibe el ego y nos ofrece un método para resolverlo. No se trata de ocultar lo que percibimos, ya que el simple hecho de pensar que podemos hacerlo indica dos cosas: que lo consideramos real y que nos genera miedo, temor y culpa.

Las recomendaciones del Curso buscan que tomemos plena conciencia de lo que nos lleva a percibir el conflicto. Para ello, debemos enfocar nuestros pensamientos en la causa que lo origina. Así, descubriremos que el miedo y, como consecuencia, el conflicto, no son más que pensamientos marcados por la ausencia de amor.

Cuando aparece el miedo, es una señal clara de que hemos decidido reemplazar el amor por ese otro sentimiento.

Detengámonos un momento en lo que hemos dicho. No podemos dejar que se quede solo en teoría. Es hora de ponerla en práctica y vivirla.

¿Te asusta la oscuridad? No la esquives, como has hecho antes cuando estabas frente a ella. Mírala de frente. Observa lo que piensas. ¿Quién la controla?

¿Quién te obliga a pensar de cierta forma? Date cuenta de que solo tú puedes darle valor a las imágenes que tu mente te muestra.

Reconocer esto es muy importante, ya que nos permite decidir si queremos identificarnos con el sueño, con las pesadillas o simplemente darnos cuenta de que estamos soñando.

Reflexión: Todo conflicto tiene su origen en la creencia en la separación.

viernes, 28 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 332

LECCIÓN 332

El miedo aprisiona al mundo. El perdón lo libera.

1. El ego forja ilusiones. 2La verdad desvanece sus sueños malva­dos con el brillo de su fulgor. 3La verdad nunca ataca. 4Sencilla­mente es. 5Y por medio de su presencia se retira a la mente de las fantasías, y así ésta despierta a lo real. 6El perdón invita a esta presencia a que entre y a que ocupe el lugar que le corresponde en la mente. 7Sin el perdón, la mente se encuentra encadenada, creyendo en su propia futilidad. 8Mas con el perdón, la luz brilla a través del sueño de tinieblas, ofreciéndole esperanzas y propor­cionándole los medios para que tome conciencia de la libertad que es su herencia.

2. Hoy no queremos volver a aprisionar al mundo. 2El miedo lo man­tiene aprisionado. 3Mas Tu Amor nos ha proporcionado los medios para liberarlo. 4Padre, queremos liberarlo ahora. 5Pues cuando ofrecemos libertad se nos concede a nosotros. 6Y no queremos seguir presos cuando Tú nos ofreces la libertad.



¿Qué me enseña esta lección?

El miedo nace de la creencia en el pecado. Pero el pecado no es real, solo vive en la mente que, equivocadamente, cree en él. Así que el miedo tampoco es real; únicamente existe en la mente que le da vida.

El Hijo de Dios llama pecado a la creencia de estar separado de su Creador, como resultado de haber enfocado su atención y su voluntad en la dimensión física, con el único propósito de hacer uso de su poder creador.

Ese deseo de ser “independiente” lo llevó a dejar de aprender de forma “directa” y a optar por aprender a través de la experiencia. Este cambio se recoge en la Biblia como la necesidad de “ganar el pan con el sudor de la frente”.


El “pan” representa el alimento espiritual que nutre nuestra conciencia. Aprender a través de las experiencias mundanas y de percepciones erróneas nos lleva por el camino del dolor, donde el castigo y el sufrimiento se ven como formas de aprendizaje por la sensación de culpa o pecado.

Sin embargo, hay un camino que libera: el perdón. Al perdonar, reconocemos que la verdadera naturaleza del ser humano es la inocencia. El perdón nos recuerda que podemos llegar a la verdad de forma directa, y para lograrlo, basta con reconocer la Unidad que nos conecta con todo lo creado.


Ejemplo.Guía: "El miedo a amar"

¿Cómo es posible que podamos tener miedo al amor? 

Solo desde el sistema de pensamiento del ego participamos en la creencia de que es posible tener miedo al amor.

Desde la visión de Cristo, podemos afirmar que el amor no percibe el miedo, por lo tanto, es imposible sentir temor al amar.
"La atracción de la culpabilidad hace que se le tenga miedo al amor, pues el amor nunca se fijaría en la culpabilidad en absoluto. 2La naturaleza del amor es contemplar solamente la verdad ­-donde se ve a sí mismo- y fundirse con ella en santa unión y en compleción. 3De la misma forma en que el amor no puede sino mirar más allá del miedo, así el miedo no puede ver el amor. 4Pues en el amor reside el fin de la culpabilidad tan inequívocamente como que el miedo depende de ella. 5El amor sólo se siente atraí­do por el amor. 6Al pasar por alto completamente a la culpabili­dad, el amor no ve el miedo. 7Al estar totalmente desprovisto de ataque es imposible que pueda temer. 8El miedo se siente atraído por lo que el amor no ve, y ambos creen que lo que el otro ve, no existe. 9El miedo contempla la culpabilidad con la misma devo­ción con la que el amor se contempla a sí mismo. 10Y cada uno de ellos envía sus mensajeros, que retornan con mensajes escritos en el mismo lenguaje que se utilizó al enviarlos". (T-19.IV.i.10)
Para el ego, el miedo a amar se convierte en una de sus fobias favoritas; tanto es así que gran parte del guion que llama “vida” está compuesto por escenas marcadas por el temor a fracasar en el amor. La raíz de tanta infelicidad está en el miedo a no ser amado. Para no enfrentar el rechazo o el abandono, el ego recurre a diversas estrategias, cada una más absurda que la anterior: los celos, la desconfianza, el juicio, el castigo, entre otras.

Cuando vivimos en este mundo una experiencia amorosa, lo que el Curso llama "relaciones especiales", solemos hacerlo guiados por el miedo, la creencia en la separación y la compensación de la culpa. Entonces, ¿cómo podemos no tener miedo a amar desde esa perspectiva?

El miedo a perder, nacido del deseo de poseer, es fruto de una mentalidad egoica. Si el amor es libertad, las relaciones movidas por el ego están muy lejos de poder considerarse experiencias liberadoras.
"Todas las  relaciones especiales  tienen como meta el pecado, 2pues son tratos que se hacen con la realidad, a la que la aparente unión se adapta. 3No te olvides de esto: hacer tratos es fijar lími­tes, y no podrás sino odiar a cualquier hermano con el que tengas una relación parcial. 4Quizá trates de respetar el trato en nombre de lo que es "justo", exigiendo a veces ser tú el que pague, aun­que lo más frecuente es que se lo exijas al otro. 5Al hacer lo que es ''justo”, pues, tratas de mitigar la culpabilidad que emana del propósito que aceptaste para la relación". (T-21.III.1:1-5)
Reflexión: El perdón es la llave que nos libera de la cárcel a la que nos somete el miedo.

Capítulo 25. I. El vínculo con la verdad (1ª parte).

I. El vínculo con la verdad (1ª parte).

1. No puede ser difícil llevar a cabo la tarea que Cristo te enco­mendó, pues es Él quien la desempeña. 2Y a medida que la llevas a cabo, aprendes que el cuerpo sólo aparenta ser el medio para ejecutarla. 3Pues la Mente es Suya. 4Por lo tanto, tiene que ser tuya. 5Su santidad dirige al cuerpo a través de la mente que es una con Él. 6Y tú te pones de manifiesto ante tu santo hermano, tal como él lo hace ante ti. 7He aquí el encuentro del santo Cristo Consigo Mismo, donde no se percibe ninguna diferencia que se interponga entre ninguno de los aspectos de Su santidad, los cua­les se encuentran, se funden y elevan a Cristo hasta Su Padre, íntegro, puro y digno de Su Amor eterno.

El punto explora la idea central de que la tarea espiritual encomendada por Cristo no es difícil porque, en última instancia, es Él mismo quien la realiza a través de nosotros. El cuerpo es presentado solo como un instrumento aparente; la verdadera acción ocurre en la mente, que está unida a la Mente de Cristo. Por lo tanto, la santidad y la dirección provienen de esa unión mental y espiritual.

El texto subraya que, al relacionarnos con los demás (“tu santo hermano”), nos manifestamos mutuamente como expresiones del Cristo interior. En ese encuentro, no hay diferencias ni separación: todos los aspectos de la santidad se funden y elevan a Cristo hacia el Padre, íntegro y digno de amor eterno.

¿Cómo podemos aplicar este mensaje en la práctica?

Confiando en que no estamos solos en nuestra tarea: Cuando nos enfrentemos a un reto personal, profesional o espiritual, recordemos que no depende solo de nuestras fuerzas. Según el texto, la tarea que nos corresponde la realiza Cristo a través de nosotros. Esto puede traducirse en confiar más, soltar el control y pedir guía interior antes de actuar.

Reconociendo que el cuerpo es solo un instrumento: Si nos sentimos limitados por nuestras circunstancias físicas, nuestra salud o nuestros recursos, recordar que lo esencial ocurre en la mente y el espíritu. Podemos practicar esto dedicando unos minutos al día a la meditación o la oración, enfocándonos en la conexión con lo divino más allá de lo físico.

Buscando la unidad y la santidad en nuestras relaciones: Cuando interactuemos con otras personas, especialmente en situaciones de conflicto, intentemos ver más allá de las apariencias y reconozcamos la “santidad” o el valor esencial en el otro. Esto puede ayudarnos a responder con compasión y empatía, en vez de juicio o separación.

Practicando la auto-observación: Observemos nuestros pensamientos y emociones cuando nos relacionemos con los demás. Preguntémonos: ¿Estoy viendo solo el cuerpo y las diferencias, o puedo ver la unidad y la luz en el otro? Esta práctica puede transformar nuestras relaciones y la percepción de nosotros mismos.

Recordando la meta final: la unión. El texto habla de un encuentro donde no hay diferencias y todo se eleva hacia el amor eterno. Podemos recordarnos a diario que nuestra meta no es la separación ni la competencia, sino la unión, la paz y el amor compartido.

Algunos ejemplos específicos:

Conflicto en el trabajo.

Situación: Tienes diferencias con un compañero sobre cómo realizar una tarea.

Aplicación:

  • Antes de responder, haz una pausa y recuerda que ambos son “expresiones del Cristo interior”, según el texto.
  • En vez de enfocarte en quién tiene razón, busca la unidad: pregunta por su punto de vista y comparte el tuyo con apertura.
  • Si sientes tensión, repite mentalmente: “La tarea no depende solo de mí, sino que se realiza a través de nosotros.”
  • Propón una solución colaborativa, reconociendo el valor y la santidad en el otro.

Conflicto familiar.

Situación: Discutes con un familiar por una diferencia de opinión.

Aplicación:

  • Observa tus emociones y pensamientos: ¿estás viendo solo el cuerpo y las diferencias, o puedes ver la luz y la unidad en el otro?
  • Practica la auto-observación: si surge el juicio, cámbialo por empatía y compasión.
  • Recuerda que la meta no es ganar la discusión, sino fortalecer el vínculo y la paz.
  • Puedes decir: “Entiendo que vemos esto diferente, pero valoro nuestra relación y quiero encontrar una solución juntos.”

Conflicto interno (contigo mismo)

Situación: Te sientes frustrado por no cumplir tus propias expectativas.

Aplicación:

  • Reconoce que el cuerpo y sus limitaciones no definen tu valor; lo esencial ocurre en la mente y el espíritu.
  • Dedica unos minutos a la meditación, recordando que la tarea espiritual la realiza Cristo a través de ti.
  • Practica la auto-compasión: “No estoy solo, y mi valor no depende de mis logros externos.”
  • Reafirma tu propósito de buscar la unión y la paz interior, más allá de la autocrítica.

Conflicto social o grupal

Situación: Hay desacuerdo en un grupo sobre una decisión importante.

Aplicación:

  • Propón que todos dediquen un momento a escuchar y reconocer la perspectiva de los demás.
  • Recuerda y comparte la idea de que “no hay diferencias que se interpongan entre los aspectos de la santidad”, buscando puntos en común.
  • Facilita el diálogo desde la empatía y la búsqueda de unidad, no desde la separación o competencia.

jueves, 27 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 331

12. ¿Qué es el ego?

1. El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limi­tado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte. 2Es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada. 3El ego es la "prueba" de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad.

2. El ego es demente. 2Lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente, aparte de la Totalidad y separado de lo Infinito. 3En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo. 4Y desde su terrible autonomía "ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida. 5Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero.

3. El Hijo de Dios no tiene ego. 2¿Qué puede saber él de la locura o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? 3¿Qué puede saber de penas o de sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? 4¿Qué puede saber del miedo o del castigo, del pecado o de la culpabili­dad, del odio o del ataque, cuando lo único que le rodea es paz eterna, por siempre imperturbable y libre de todo conflicto, en la tranquilidad y silencio más profundos?

4. Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamien­tos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o esperan­zas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el precio que hay que pagar por creer en él. 2Desde el punto de vista del sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en él es tan inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la crucifixión del Hijo de Dios. Y la sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos seguidores se preparan para morir.

5. Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar la oscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma. 2Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente unidas a Él.


LECCIÓN 331

El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.


1. Padre, ¡qué absurdo creer que Tu Hijo podía causarse sufrimiento así mismo! 2¿Cómo iba él a poder planear su condenación sin que se le hubiera provisto de un camino seguro que lo condujese a su liberación? 3Me amas, Padre, 4y nunca habrías podido dejarme en la desolación, para morir en un mundo de dolor y crueldad. 5¿Cómo pude jamás pen­sar que el Amor se había abandonado a Mismo? 6No hay otra volun­tad que la Voluntad del Amor. 7El miedo es un sueño, y no tiene una voluntad que pueda estar en conflicto con la Tuya. 8Estar en conflicto es estar dormido; la paz, estar despierto. 9La muerte es una ilusión, y la vida, la verdad eterna. 10Nada se opone a Tu Voluntad. 11El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.

2. El perdón nos muestra que la Voluntad de Dios es una sola y que la compartimos. 2Contemplemos los santos panoramas que hoy nos muestra el perdón, de modo que podamos encontrar la paz de Dios. 3Amén.



¿Qué me enseña esta lección?

La paz solo es posible cuando nuestra voluntad es amar y perdonar.
 
Cualquier otra dirección que demos a nuestra voluntad, si no nos lleva a amar y perdonar, es una voluntad que sirve a la ilusión y al error.
 
Debemos ser conscientes de que, del mismo modo que nuestra mente nos lleva a cometer errores, nos lleva a corregirlos y a perdonarlos. Esta lección es muy importante, pues, en el camino del despertar, podemos encontrarnos con que nuestro comportamiento no siempre está a la altura de nuestras pretensiones, y cuando esto ocurre, es fácil sucumbir a la tentación de caer en el sentimiento de culpabilidad y en la búsqueda del correctivo que nos libere de ella, del castigo.
 
Sin apenas darnos cuenta de ello, nos sorprendemos con expresiones como esta: “Me he quitado un peso de encima”. Lo que hemos hecho es liberar nuestra consciencia de la culpa, que en realidad se vive como un gran peso.
 
Cuando nos ponemos al servicio del Espíritu Santo, le solicitamos Expiación. Su respuesta nos permite tomar consciencia de la verdad en el momento en el que estamos actuando erróneamente. Ese nivel de percepción verdadera es la antesala del despertar.
 
Ser conscientes de un error cuando lo cometemos debería llevarnos, no al castigo, sino a la satisfacción de reconocerlo, para luego corregirlo y perdonarnos a nosotros mismos y/o perdonar a los demás.
 
Una vez despiertos, una vez que sabemos que nos hemos identificado con un profundo sueño, del cual somos los soñadores, tendremos la visión real de que el Hijo de Dios permanece inalterable en el seno de su Creador.
 
Durante el sueño, olvidamos nuestro origen y caemos en manos de las estrategias del ego. Él nos convencerá de que la única realidad es la que percibe del mundo físico, pero jamás podrá encontrar la paz encontrándose en el centro del conflicto.


Ejemplo-Guía: "¿Qué situaciones son las que vives desde el conflicto?

Retomamos hoy la dinámica de adentrarnos en nuestro mundo interior y buscar respuestas que nos ayuden a conocernos. Esta dinámica siempre es más directa que elegir aprender por la vía del "espejo", es decir, de recibir de los demás aquello que estamos proyectando sobre ellos.

Cada vez que ponemos en manos del ego nuestras decisiones, debemos esperar que el resultado de las mismas desemboque en una experiencia conflictiva. La razón de que esto sea así nos la enseña la lección de hoy. Mientras que pensemos que nuestra voluntad puede negar a la Voluntad de nuestro Padre, estaremos alimentando el conflicto y con ello, la ausencia de paz.

Pensar en términos de ego, es decir, aplicar el sistema de pensamiento del ego, basado en la creencia de que somos seres separados de los demás y de nuestro creador (pensamos que nos hemos creado a nosotros mismos), nos lleva a dirigir nuestra vida desde la guía de nuestra voluntad. 

Si sembramos desde la creencia de la separación, del miedo, de la culpa, no podemos esperar que nuestra cosecha nos aporte felicidad, dicha, plenitud, pues la separación genera luchas; el miedo, dolor y la culpa, sufrimiento.

Se hace evidente que, si no queremos vivir el conflicto, tenemos que alcanzar un nivel de coherencia con la verdad de lo que somos. Ser coherente significa que nuestra voluntad no es otra que hacer la Voluntad de Dios. Ya hemos dicho en otra ocasión que hacer la Voluntad de Dios es ser conscientes de lo que somos: un Ser Espiritual, ilimitado, inocente, impecable y eterno.

Esta lección nos invita a reflexionar sobre aquellas situaciones que experimentamos desde el conflicto. No tendremos dificultad en comprobar que detrás de cada una de estas situaciones se encuentra una total falta de amor, o lo que es lo mismo, miedo.


Reflexión: Como padre, ¿qué le ofreces a tu hijo, paz o conflicto? 

Capítulo 25. LA JUSTICIA DE DIOS. Introducción (3ª parte).

 Capítulo 25

 LA JUSTICIA DE DIOS

 

Introducción (3ª parte).

3. El cuerpo no tiene necesidad de curación. 2Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma. 3Y aquí es donde Cristo suministra el remedio. 4Su propósito envuelve al cuerpo en Su luz y lo llena con la santidad que irradia desde Él. 5nada que el cuerpo diga o haga deja de ponerlo a Él de manifiesto. 6De este modo, el cuerpo lleva a Cristo, dulce y amorosamente, ante aquellos que no lo conocen, para así sanar sus mentes. 7Tal es la misión que tu hermano tiene con respecto a ti. 8Y tu misión con respecto a él no puede sino ser la misma. 

Este último punto nos ofrece una visión profundamente sanadora sobre el cuerpo, la mente y el propósito espiritual. Vamos a analizarlo de forma práctica para que nos ayude a integrarlo en nuestra vida diaria. 

La mente necesita sanación, no el cuerpo.

El cuerpo no está enfermo en sí mismo. Lo que está “enfermo” es la creencia de que somos solo cuerpos, separados de Dios.

Aplicación: Cuando sientas malestar físico o emocional, en lugar de enfocarte solo en el síntoma, pregúntate: “¿Estoy olvidando quién soy realmente?”

Cristo es el remedio:

Cristo -la conciencia divina en ti- no cura el cuerpo directamente, sino que sana la mente que se identifica con el cuerpo.

Aplicación: Invoca a Cristo en tu interior cuando te sientas atrapado en el miedo, el juicio o la culpa. Di: “Cristo, ayúdame a ver con tu luz.”

El cuerpo como instrumento de luz:

Aunque el cuerpo no es tu identidad, puede ser un canal para manifestar la santidad.

Aplicación: Usa tu cuerpo para expresar amor: una sonrisa, una palabra amable, una acción compasiva. Todo lo que haces puede mostrar a Cristo.

Tu misión es sanar la mente de tu hermano:

Tu hermano no necesita que lo corrijas, lo juzgues o lo cambies. Necesita que lo veas como Cristo lo ve.

Aplicación: Cuando alguien te irrite o te duela, recuerda: “Su cuerpo no es lo que él es. Mi misión es ver su santidad.”

 La misión es mutua:

Lo que tú haces por tu hermano, él lo hace por ti. La sanación es compartida.

Aplicación: Cada encuentro es una oportunidad para sanar juntos. No hay jerarquía, solo unidad.

Afirmación diaria:

“Mi cuerpo es un canal de luz. Cristo en mí sana mi mente, y a través de mí, la de mi hermano.”

Este fragmento nos invita a redefinir nuestra relación con el cuerpo: no como una prisión, sino como un medio para extender la luz de Cristo. 

miércoles, 26 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 330

LECCIÓN 330

Hoy no volveré a hacerme daño.

1. Aceptemos hoy que el perdón es nuestra única función. z¿Por qué atacar nuestras mentes y ofrecerles imágenes de dolor? 3¿Por qué enseñarles que son impotentes, cuando Dios les ofrece Su poder y Su Amor y las invita a servirse de lo que ya es suyo? 4La mente que ha llegado a estar dispuesta a aceptar los regalos de Dios ha sido reinstaurada al espíritu, y extiende su libertad y su dicha tal como dispone la Voluntad de Dios unida a la suya pro­pia. 5El Ser que Dios creó no puede pecar, por lo tanto, no puede sufrir. 6Elijamos hoy que Él sea nuestra Identidad, para poder así escapar para siempre de todas las cosas que el sueño de miedo parece ofrecernos.

2. Padre, es imposible hacerle daño a Tu Hijo. 2Y si creemos sufrir, es sólo porque no reconocemos la única Identidad que compartimos Con­tigo. 3Hoy queremos retornar a Ella, a fin de librarnos para siempre de todos nuestros errores y salvarnos de lo que creíamos ser.


¿Qué me enseña esta lección?


¿Quién ha creado el pecado? ¿Quién le ha otorgado tanto poder a esa creencia?

¿Acaso reporta algún beneficio creerse un pecador?
 
No, no es el cuerpo la causa que buscamos. El cuerpo está bajo el mandato de la mente. Por lo tanto, el origen de la creencia en el pecado procede de la dirección que le ha otorgado el Hijo de Dios a la mente. El pecado es un pensamiento.

Cuando había una conexión plena con el Padre, el Hijo de Dios compartía la Voluntad de su Creador. Al decidir usar su voluntad de forma individual, adquirió una nueva perspectiva: la separación. Al percibirla, surge la creencia de que está separado de los demás y de su Creador.

A este acto le dio el significado de pecado y tomó la firme decisión de recuperar su estado de pureza. Para lograrlo, renunció a la inocencia, la felicidad, la alegría y la abundancia, entregando su dominio a la culpa, el castigo, el dolor, el sufrimiento, la tristeza, la enfermedad y la muerte.

Condenar nos atribuye poder sobre los demás, pero en realidad, es una búsqueda de dominio propio. Nos sentimos culpables por lo que hacemos, pero no por amor a actuar correctamente, sino por miedo. Podríamos considerar nuestras acciones como erróneas, en vez de pecaminosas, pues el error se corrige, mientras que el pecado nos lleva a la culpa y a exigir castigo y sufrimiento.

Soy Hijo de Dios, inocente y puro. No juzgaré mis actos condenatoriamente y no exigiré castigo para tomar conciencia de mis errores. Me perdono y perdono al mundo. Me libero de toda culpa.

Mi mente sirve al Amor y mis ojos ven la Unidad en todo lo creado. 

Ejemplo-Guía: "Una historia real de culpa y dolor".
 
Resumo brevemente el sentimiento de una persona que decide compartir su sufrimiento con el único deseo de encontrar comprensión y amor.
 
"Me encuentro agotada. Hay momentos en los que no deseo vivir por más tiempo la vida que estoy experimentando. No tengo fuerzas para seguir adelante con esta carga".
 
Madre de familia, que se enfrenta a una experiencia de fracaso en su matrimonio y que sufre muy intensamente al ver que su familia está deshecha. Se ve obligada a tener que tomar decisiones que a veces no le aportan paz, pero al mismo tiempo se siente engañada y humillada, lo que la lleva a una lucha interior que la agota.
 
Esta persona visualiza su vida desde el papel de víctima. No comprende cómo ha podido llegar a esta situación, cuando ha ofrecido tanto en su relación. En su mundo interno, mantiene ocultos sentimientos de culpa hacia la situación de uno de sus hijos. El recuerdo de un embarazo no deseado y los actos afrontados, a veces inconscientemente, para no desear que esa criatura llegase a este mundo, ahora la atormentan al contemplar las limitaciones con las que nació su hijo. A pesar de estar entregada en cuerpo y alma en la educación y cuidado de ese hijo, no puede evitar sentir un profundo dolor al verse culpable de esa experiencia.
 
Este ser debe comprender que, entre padres e hijos, entre esposo y esposa, entre hermanos, siempre hay un pacto de amor que los hace cómplices para que cada una de las partes de la relación pueda afrontar el programa que su Ser Divino ha elegido. Con la visión del ego, con la creencia en la separación, esta luz no se percibe. Pero cuando logramos recordar lo que realmente somos, entonces sí abrimos los ojos a la realidad y dejamos de ver la ilusión.
 
Un nuevo argumento alcanza la mente de esta madre y esa visión le aporta paz. No hay culpa. Nunca la ha habido, salvo por su creencia en ella.
 
Esa práctica de perdón, aplicada a la relación de su matrimonio, le permitirá alcanzar, igualmente, el estado de paz deseado. Comprender que los demás son nuestras proyecciones nos permite verlos como nuestros maestros, pues nos están revelando nuestro mundo interno. Ese "pacto de amor" no pertenece a este mundo. Se elige en el Cielo y su plan consiste en ser útiles, unos a otros, en el inevitable encuentro con el Plan de Salvación.


Reflexión: Tan solo desde la ilusión podemos hacer real el sufrimiento y el dolor.

Capítulo 25. LA JUSTICIA DE DIOS. Introducción (2ª parte).

 Capítulo 25

 LA JUSTICIA DE DIOS

 

Introducción (2ª parte).

2. Nadie que lleve a Cristo dentro de sí puede dejar de recono­cerlo en ninguna parte. 2Excepto en cuerpos. 3Pero mientras alguien crea estar en un cuerpo, Cristo no podrá estar donde él cree estar. 4Y así, lo llevará consigo sin darse cuenta, pero no lo pondrá de manifiesto. 5de este modo no reconocerá dónde se encuentra. 6El hijo del hombre no es el Cristo resucitado. 7El Hijo de Dios, no obstante, mora exactamente donde el hijo del hombre está, y camina con él dentro de su santidad, la cual es tan fácil de ver como lo es la manifestación de su deseo de ser especial en su cuerpo.

Desmenucemos el mensaje que nos ofrece Jesús en este punto.

“Nadie que lleve a Cristo dentro de sí puede dejar de reconocerlo en ninguna parte. Excepto en cuerpos.”: Cristo -la luz divina- está en todos. Pero cuando te enfocas en el cuerpo, en la forma externa, te distraes de esa verdad. El cuerpo representa separación, especialismo, juicio. Por eso, no puedes ver a Cristo si te quedas en la superficie.

“Mientras alguien crea estar en un cuerpo, Cristo no podrá estar donde él cree estar.”: Si crees que tú eres tu cuerpo, entonces crees estar separado de Cristo, aunque Él esté contigo. Es una ilusión: Cristo está contigo, pero tú no lo reconoces porque miras con ojos físicos.

“Lo llevará consigo sin darse cuenta, pero no lo pondrá de manifiesto.”: Llevas a Cristo en ti, pero no lo expresas si te identificas con el ego, el cuerpo, el miedo. Es como tener una luz encendida dentro de ti, pero mantenerla oculta bajo una manta.

“Y de este modo no reconocerá dónde se encuentra.”: Si no reconoces a Cristo en ti, no sabes quién eres ni dónde estás realmente. Vives en confusión, buscando fuera lo que ya está dentro.

“El hijo del hombre no es el Cristo resucitado.”: El “hijo del hombre” representa la identidad humana, limitada, mortal. El “Cristo resucitado” es tu ser eterno, más allá del cuerpo y del tiempo.

“El Hijo de Dios, no obstante, mora exactamente donde el hijo del hombre está…”: Aunque creas ser solo humano, tu ser divino está contigo, esperando ser reconocido. No necesitas ir a ningún lugar para encontrarlo. Está aquí, ahora, contigo.

“…y camina con él dentro de su santidad, la cual es tan fácil de ver como lo es la manifestación de su deseo de ser especial en su cuerpo.”: Tu santidad es tan evidente como tu deseo de ser especial, de destacar, de proteger tu ego.  Si puedes ver tu ego, también puedes ver tu santidad. 

Aquí tienes formas concretas de vivir este mensaje:

Observa tus pensamientos sobre el cuerpo:

  • ¿Te defines por tu apariencia, salud, edad, fuerza?
  • Práctica:  Cuando te juzgues o compares, di:  “Esto no soy yo. Cristo está en mí.”

Mira más allá de los cuerpos en los demás:

  • No te detengas en lo que ves. Busca la luz detrás de los ojos.
  • Práctica:  En cada encuentro, repite internamente:  “Cristo camina contigo.”

Reconoce tu santidad:

  • Tu deseo de ser especial es una señal de que estás buscando valor. Pero tu verdadero valor ya está en ti.
  • Práctica:  Cuando sientas necesidad de destacar o defenderte, recuerda:  “No necesito ser especial. Ya soy santo.”

Invita a Cristo a manifestarse:

  • No como una figura externa, sino como la paz, la compasión, la presencia amorosa que puedes ofrecer.
  • Práctica:  Antes de comenzar el día, di:  “Cristo, muéstrate a través de mí hoy.”

Este fragmento te recuerda que no necesitas cambiar tu cuerpo ni tu entorno para encontrar a Dios. Solo necesitas cambiar tu percepción y permitir que lo que ya está en ti -Cristo- se manifieste.

Mini-milagros cotidianos nº 14 - 15 - 16 y 17.

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