VII. El punto de encuentro (9ª parte).
10. Así es como el cuerpo se convierte en una teoría de ti mismo, sin proveerte de nada que pueda probar que hay algo más allá de él, ni de ninguna posibilidad de escape a la vista. 2Cuando se contempla a través de sus propios ojos, su curso es inescapable. 3El cuerpo crece y se marchita, florece y muere. 4Y tú no puedes concebirte a ti mismo aparte de él. 5Lo tildas de pecaminoso y odias sus acciones, tachándolo de malvado. 6No obstante, tu deseo de ser especial susurra: "He aquí a mi amado hijo, en quien me complazco". 7Así es como el "hijo" se convierte en el medio para apoyar el propósito de su "padre". 8No es idéntico, ni siquiera parecido, aunque aún es el medio de ofrecer al "padre" lo que él quiere. 9Tal es la parodia que se hace de la creación de Dios. 10Pues de la misma manera en que haber creado a Su Hijo hizo feliz al Padre -además de dar testimonio de Su Amor y de compartir Su propósito- así el cuerpo da testimonio de la idea que lo concibió, y habla en favor de la realidad y verdad de ésta.
Este punto revela cómo el cuerpo, desde la perspectiva del ego, se convierte en una falsa identidad, una “teoría” de lo que somos, que oculta la verdad espiritual. Entre las ideas aportadas hemos entresacado las siguientes:
La percepción corporal es cerrada: Cuando te ves a través de los ojos del cuerpo, todo parece inevitable: nacer, crecer, enfermar, morir. No hay escape, porque el cuerpo no puede ver más allá de sí mismo.
Confusión entre odio y adoración: El ego odia el cuerpo por sus limitaciones, pero también lo adorna con especialismo: lo convierte en su “hijo amado”, el medio para cumplir sus deseos. Esta contradicción refleja la confusión del ego.
Parodia de la creación divina: El ego imita la relación entre Dios y Su Hijo, pero de forma distorsionada. En lugar de amor y unidad, crea una relación basada en deseo, control y separación. El cuerpo se convierte en el “testigo” de esta falsa creación.
¿Cómo reconocer la verdadera identidad?
Reconocer tu verdadera identidad según Un Curso de Milagros es un proceso espiritual profundo que implica deshacer la identificación con el ego y el cuerpo, y recordar que eres espíritu, unidad, amor y extensión de Dios.
Aquí te explico cómo hacerlo en la práctica:
¿Qué es la verdadera identidad?
En UCDM, tu verdadera identidad no es tu nombre, tu historia, tu cuerpo ni tu personalidad.
Tu verdadera identidad es:
- El Hijo de Dios.
- Inocente, eterno, ilimitado.
- Uno con todo lo que vive.
- Amor puro, sin opuestos.
Pero ¿cómo reconocerla?
Cuestiona la identidad falsa: Observa tus pensamientos sobre ti mismo:
¿Me defino por mi cuerpo, mis logros, mis errores, mis relaciones?
Reconocer que estas definiciones son limitadas y cambiantes es el primer paso para soltarlas.
Practica el perdón: El perdón en UCDM no es justificar o excusar, sino deshacer las ilusiones que te separan de los demás y de ti mismo.
“Perdono esta percepción porque no refleja la verdad de lo que soy.”
Pide guía al Espíritu Santo: Haz una petición interna:
“Espíritu Santo, ayúdame a recordar quién soy realmente. Muéstrame mi verdadera identidad.”
Esto abre tu mente a una percepción más elevada.
Silencio y contemplación: Dedica momentos de quietud para ir más allá del pensamiento. En el silencio, puedes experimentar la paz que no depende de nada externo.
“Soy tal como Dios me creó.”
“Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe.”
Observa los frutos del reconocimiento: Cuando empiezas a recordar tu verdadera identidad, puedes notar:
- Menos miedo y juicio.
- Más paz interior.
- Mayor compasión hacia ti y los demás.
- Un sentido de propósito más profundo.
Os dejo una práctica breve guiada: Cierra los ojos y repite mentalmente:
“No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.”
Respira profundamente. Siente la paz que surge al soltar las etiquetas. Permite que esa paz te recuerde quién eres.
Algunas citas recogidas en los Textos del Curso, relacionadas con el punto que estamos analizando:
“El cuerpo es una cerca que el Hijo de Dios imagina haber construido para separar a unas partes de su Ser de otras.”
“El cuerpo es un sueño. Hecho para ser temeroso, el cuerpo no puede sino cumplir el propósito que le fue asignado.” (T-18.VI.2-3)
“El cuerpo no ve, ni oye, ni siente. Es la mente la que interpreta lo que el cuerpo parece hacer, y de esa manera lo convierte en el medio que le permite hacer realidad sus deseos.” (Manual para el Maestro, Clarificación de términos: Mente-espíritu)
“El cuerpo es el símbolo de lo que tú crees que eres. El cuerpo no puede morir porque no vive. La muerte es el fin de la ilusión de que tú eres un cuerpo.” (Manual para el Maestro, sección: ¿Qué es la muerte?)
Aplicación práctica:
- Cuando te identifiques con el cuerpo, recuerda: “Esto no es lo que soy. Es solo una teoría del ego sobre mí.”
- Cuando sientas culpa o orgullo por el cuerpo, observa: “¿Estoy usando el cuerpo para reforzar una idea de especialismo o separación?”
- Pide ver más allá del cuerpo: “Espíritu Santo, ayúdame a ver mi verdadera identidad, más allá de esta forma.”
En resumen: Este punto nos invita a deshacer la creencia de que somos un cuerpo, y a reconocer que esa idea es una construcción mental del ego. Al hacerlo, abres la puerta a recordar nuestra verdadera identidad como espíritu, unido al Amor de Dios.

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