
¿Estás dispuesto hoy a elegir ver el mundo con los ojos del Amor?
Éste es un curso de milagros. Es un curso obligatorio. Sólo el momento en que decides tomarlo es voluntario. Tener libre albedrío no quiere decir que tú mismo puedas establecer el plan de estudios. Significa únicamente que puedes elegir lo que quieres aprender en cualquier momento dado.
III. Fe, creencia y visión (2ª parte).
3. ¿Por qué te resulta tan extraño que la fe pueda mover montañas? 2En realidad, ésa es una hazaña insignificante para semejante poder. 3Pues la fe puede mantener al Hijo de Dios encadenado mientras él crea que lo está. 4Mas cuando se libre de las cadenas será simplemente porque habrá dejado de creer en ellas, al retirar su fe de la idea de que lo podían aprisionar, y depositarla en cambio en su libertad. 5Es imposible tener fe en dos orientaciones opuestas. 6La fe que depositas en el pecado se la quitas a la santidad. 7Y lo que le ofreces a la santidad se lo has quitado al pecado.
El contenido de este punto así nos lo muestra. Se está dirigiendo a la fuerza de la fe, al poder de las creencias, al uso de la mente. Si creemos que somos un cuerpo, difícilmente aceptaremos que nuestra fe -pensamientos- pueda mover montañas. Ahora bien, si la montaña forma parte de nuestras ideas, adquiere el significado simbólico de "obstáculo", y mover un obstáculo significará corregirlo. Ese poder sí está en el nivel de la fe, en el nivel de las creencias. Esa montaña es la creencia en la separación, la cual representa el mayor de los obstáculos para alcanzar nuestra salvación, es decir, la de alcanzar la visión Crística de la Unidad que nos une a la Filiación, de la cual formamos parte.
4. La fe, la creencia y la visión son los medios por los que se alcanza el objetivo de la santidad. 2A través de ellos el Espíritu Santo te conduce al mundo real, alejándote de todas las ilusiones en las que habías depositado tu fe. 3Ése es su rumbo, el único que Él jamás ve. 4Y cuando te desvías, Él te recuerda que no hay ningún otro. 5Su fe, Su creencia y Su visión son para ti. 6Y cuando las hayas aceptado completamente en lugar de las tuyas, ya no tendrás necesidad de ellas. 7Pues la fe, la creencia y la visión únicamente tienen sentido antes de que se alcanza la certeza. 8En el Cielo son desconocidas. 9El Cielo, no obstante, se alcanza a través de ellas.
He aquí fundamentado lo que hemos dicho en el análisis del punto anterior. Es la fe, la creencia y la visión lo que nos permitirá mover montañas. La fe es el contenido de nuestras creencias y la visión nos muestra el contenido de nuestra fe. Vemos aquello que deseamos, pues el deseo se convierte en la fuerza que nos inspira nuestras creencias. Si creemos en la separación, nuestros deseos se movilizarán con el fin de ser especiales y ello nos mostrará la visión de la separación, de la individualidad.
Pero esa dinámica, cuando es utilizada por el Espíritu Santo, por la Mente Recta, nos lleva a creer en la Unidad, y esa creencia movilizará a nuestros deseos para que seamos canales del amor, lo que nos mostrará la visión de la unidad, de la Filiación.
La elección errónea del Hijo de Dios le llevó a sustituir el Conocimiento directo que lo unía a Su Fuente -Dios- por la creencia en la visión del mundo que percibía, la cual le llevó a depositar su fe en las imágenes percibidas.
La visión de la unidad fue sustituida por la creencia en la separación y ello ha condicionado que nuestra fe sirva al deseo de ser especial y a fabricar un mundo acorde con ese deseo de especialismo. Todas las estructuras sociales están inspiradas en satisfacer nuestros deseos, pero sus pilares están llamados a desaparecer, pues la creencia en la separación no da solidez a lo construido. Tan solo el amor es la fuerza que da cohesión para alcanzar un estado eterno e ilimitado.
¿Qué me enseña esta lección?
¿Qué padre podría ser cruel con su hijo?
A menos que ese padre tenga un comportamiento demente e irracional, ningún padre puede desear el mal, el castigo, el dolor, el daño, el sufrimiento para su hijo.
Tan sólo el ego, el cual está escindido de la Verdad de que todos somos una unidad, mantiene la creencia de que estamos separados unos de otros y de que debe defenderse de los demás con un planificado y vengativo ataque.
La crueldad es la consecuencia directa del miedo. Desde este punto de vista, el cruel carece de todo amor. En su lugar, decide odiar, pues darle cabida al amor en su vida le lleva a renunciar a todos sus tesoros físicos, a todas sus posesiones materiales.
El dios que venera el ego es un dios de temor, que nos recuerda nuestra violación, nuestro pecado y que nos mantiene atados al peso de la culpa y a la idea de castigo como vía de redención. Estas creencias han dado lugar a la fabricación de un mundo ilusorio y no real, en el cual nos encontramos atrapados.
Dios es nuestra verdadera y única realidad, pues somos una extensión de Su Mente Creadora. Nuestro objetivo es despertar y dejar de fabricar un mundo ilusorio para, en su lugar, crear un mundo real.
Ejemplo-Guía: "El mundo que conocemos, es el terreno que hemos elegido para enfrentar a nuestros dioses"
La mitología nos ha legado un amplio historial de fábulas y leyendas en las que los dioses se enfrentan unos a otros para conseguir el poder.
Esta representación alegórica no carece de un significado profundo, sino todo lo contrario; se convierte en la representación proyectada por la naturaleza humana, la cual expresa externamente un comportamiento belicoso, competitivo, en el que se enfrentan aquellos "dioses" a los que rendimos culto.
Podemos hacer referencia a todos los líderes religiosos de las diferentes doctrinas, en cuyo nombre el hombre no duda en blandir su espada para dar muerte a los enemigos de su fe. Las religiones se convierten en creencias que nublan nuestros ojos, llevándonos a sustituir la visión de la unidad por la visión de la separación, la visión del miedo.
En nombre del “temor” a nuestro dios particular, nos convertimos en soldados dispuestos a dar la vida por nuestras creencias. Estamos dispuestos a matar, si es necesario, para que nuestras creencias no se vean en peligro de ser atacadas.
III. Fe, creencia y
visión (1ª parte).
1. Todas
las relaciones especiales tienen como meta el pecado, 2pues
son tratos que se hacen con la realidad, a la que la aparente unión se adapta. 3No
te olvides de esto: hacer tratos es fijar límites, y no podrás sino odiar a
cualquier hermano con el que tengas una relación parcial. 4Quizá
trates de respetar el trato en nombre de lo que es "justo", exigiendo
a veces ser tú el que pague, aunque lo más frecuente es que se lo exijas al
otro. 5Al hacer lo que es ''justo”, pues, tratas de mitigar la
culpabilidad que emana del propósito que aceptaste para la relación. 6Y por eso el Espíritu Santo tiene que cambiar su propósito para que sea
de utilidad para Él e inofensiva para ti.
Todas las relaciones especiales tienen su origen en el deseo individual de ser especial, lo que significa que hemos depositado nuestra fe en la certeza de que somos nuestros propios creadores y que nuestra identidad, el cuerpo, es la muestra evidente de que estamos separados del mundo que nos rodea y de los seres que lo habitan.
A la creencia en la separación la hemos llamado "pecado", pues la hemos identificado como la causa que ha dado origen a nuestra acción transgresora de las leyes de Dios y de Su Mandato de no "comer del Árbol del Bien y del Mal". Por lo tanto, todas las relaciones tienen como meta el pecado, pues nos recuerda de manera inconsciente lo que subyace en la mente subconsciente de la humanidad: la creencia en el pecado y en la culpa que ello nos produce.
Podemos decir que cuando establecemos una relación especial, lo que realmente estamos haciendo es buscar la vía redentora que nos libere de la culpa. La redención exige castigo y el castigo es un ataque que nos muestra nuestra falta de amor. Nos dice Jesús en este punto que en las relaciones especiales hacemos tratos con el otro, en nombre de un aparente amor que en verdad oculta el deseo de fijar límites, pues proyectamos aquello que se encuentra en nuestro interior, por lo que no podemos dar amor cuando en realidad creemos en el castigo.
2. Si aceptas este cambio, habrás aceptado la idea de hacerle sitio a la verdad. 2La fuente del pecado habrá desaparecido. 3Tal vez te imagines que todavía experimentas sus efectos, pero el pecado ha dejado de ser tu propósito y ya no lo quieres más. 4Nadie permite que su propósito sea reemplazado mientras todavía lo siga deseando, pues nada se quiere y se protege más que un objetivo que la mente haya aceptado. 5Lo perseguirá, sombría o felizmente, pero siempre con fe y con la perseverancia que la fe inevitablemente trae consigo. 6EI poder de la fe jamás se puede reconocer si se deposita en el pecado. 7Pero siempre se reconoce si se deposita en el amor.
La propuesta que nos hace el Espíritu Santo es la de Expiar el error de nuestra mente y corregir el contenido de nuestra fe, es decir, cambiar la falsa identificación con el pecado y sustituir como vía de salvación el castigo por el perdón.
El ego, con esa visión alterada, pone en evidencia su propio sistema de pensamiento en el que el ataque, el juicio condenatorio, es la respuesta a la creencia en la separación. Si Dios nos "separó" de su Edén, no podemos afirmar que la unidad gobierne las leyes de la percepción, las leyes del mundo en el que vivimos y morimos.
La Voz del Espíritu Santo es la Voz a la que debemos escuchar, pues su luz difuminará la oscuridad que nos ha llevado a creer en la falsedad de que somos pecadores y de que Dios nos ha repudiado. Esa luz nos mostrará el verdadero rostro de Dios, el del Amor y nos mostrará, igualmente, que la separación nunca se ha producido, pues nuestro verdadero Ser forma parte íntegra de Su Fuente.
¿Qué me enseña esta lección?
Si sembramos la semilla del Amor, el fruto que obtendremos será el don de la gracia.
La Gracia de Dios es una cualidad que incluso transciende la virtud del perdón. Mientras que el perdón nos libera del error, la gracia ni tan siquiera ve el error.
La visión de la unidad es la puerta de entrada que nos conduce a la expresión de la gracia. Al participar de la visión de la Filiación, veremos en nuestro hermano la impecabilidad y la inocencia propias de nuestra condición divina. Dejamos de juzgar como pecado las acciones que nos mantienen prisioneros del apego al mundo y nos liberamos de la culpa, del castigo, del dolor, de la enfermedad, en la medida en que no vemos al cuerpo como una fuente de pecado.
La gratitud es una condición natural, innata de nuestro verdadero Ser. Cuando la ponemos de manifiesto, estamos reconociendo nuestra Comunión con Dios; reconocemos que somos sus plenipotenciarios, sus mensajeros, sus embajadores, sus maestros, con el único propósito de impregnar el mundo con la fuerza de la luz.
Ejemplo-Guía: ¿Qué efectos tiene la Gracia en tu mundo?
¿Has probado observar cómo reaccionan los demás cuando les damos las gracias?
Me gusta realizar de una manera consciente este acto, pues percibo que, al igual como yo siento la fuerza del amor en las palabras que pronuncio desde el corazón, el otro, el que lo recibe, da muestras, al mismo tiempo, de gratitud por dichas palabras.
Ya sabemos que no podemos dar lo que no tenemos, y esta evidencia que puede ser experimentada en todo momento me permite comprender que, cuando damos las gracias y somos capaces de despertar en el otro una reacción de gratitud, lo que realmente estamos haciendo es un milagro, pues estamos "contagiándonos" mutuamente con el atributo del Amor Divino.
Si no vemos la unidad que nos une a nuestros hermanos de Filiación, nuestros gestos de gratitud no serán verdaderos. Es difícil engañar al otro cuando nos expresamos desde el corazón. Es fácil, cuando utilizamos nuestra mente, pero el corazón tiene serias dificultades para engañar. Si nuestra gratitud no emana del corazón, donde se da cita la visión de la unidad, la gratitud que expresemos no tendrá ese efecto milagroso, pues en verdad estamos intentando dar algo que no tenemos. Es como dar un regalo en una caja que está vacía.
La gratitud no depende de la forma, sino del fondo. Es una cuestión de ser.
En verdad, el mundo siente la carencia de la gracia. La razón de ello, tal vez la hayas intuido. Es preciso encontrar en nuestro interior aquello que queremos compartir. Dar y recibir es lo mismo. Para recibir gracia, tenemos que darla y, si no somos conscientes de que somos portadores de ella, seguiremos demandándola fuera.
Cuando estamos agradeciendo, estamos reconociendo el hecho de que damos lo que nos gustaría recibir. A todo el mundo le gusta recibir el regalo de la gracia. Es como si nos reconociéramos en el otro, al que tratamos como nos gustaría que nos tratasen.
Reflexión: Sólo mediante la gracia pueden desaparecer el odio y el miedo.
II. Somos responsables de lo que vemos (5ª parte).
11. Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. 2Pues se trata del mismo error. 3Nada que tu Creador no haya creado puede ejercer influencia alguna sobre ti. 4Y si crees que lo que hiciste puede dictarte lo que debes ver y sentir, y tienes fe en que puede hacerlo, estás negando a tu Creador y creyendo que tú te hiciste a ti mismo. 5Pues si crees que el mundo que construiste tiene el poder de hacer de ti lo que se le antoje, estás confundiendo Padre e Hijo, Fuente y efecto.
Debemos poner nuestra fe en lo que es verdad y, de este modo, nuestro deseo servirá a la creencia verdadera y dejará de servir a una voluntad mal orientada. La verdad que compartimos junto al resto de la Filiación es que somos el Hijo de Dios, emanados de Su Fuente, lo que nos hace Hijos del Amor. Nuestra condición es espiritual, no material.
12. Las creaciones del Hijo son semejantes a las de su Padre. 2Mas al crearlas, el Hijo no se engaña a sí mismo pensando que él es independiente de su Fuente. 3Su unión con Ella es
El error original radica en la creencia de que el mundo que hemos hecho real, el mundo que hemos fabricado, es la causa de nuestra creación, no la nuestra. Negamos su fabricación, precisamente porque el sistema de pensamiento que lo rige está basado en la separación, es decir, en la separación del creador con lo creado; en la separación del Hijo con respecto al Padre.
Si aceptásemos la verdad de que somos el Hijo de Dios y que formamos una unidad con nuestro creador y con el resto de la creación, nuestras creaciones no nos mostrarían los efectos de un mundo separado donde no se ve la relación de unión entre nuestra identidad y nuestra capacidad creadora. Esta es la razón por la cual no aceptamos la idea de que seamos responsables de aquello que percibimos. Cuando en verdad no hay ningún responsable fuera de nosotros mismos.
Nuestro error procede de nuestra mente, por lo que ese mismo error es compartido con todos nuestros hermanos. Nos dice Jesús que nuestro hermano cree que él fabricó el mundo junto a nosotros. Un dato real de que nuestras mentes están unidas.
13. Mas la verdad es que tanto tú como él fuisteis creados por un Padre amoroso, que os creó juntos y como uno solo. 2Ve lo que "prueba" lo contrario, y estarás negando toda tu realidad. 3Reconoce en cambio que fuiste tú quien fabricó todo lo que aparentemente se interpone entre tú y tu hermano y os mantiene separados al uno del otro, y a los dos de vuestro Padre, y tu instante de liberación habrá llegado. 4Todos los efectos de eso que hiciste desaparecerán porque su fuente se habrá puesto al descubierto. 5La aparente autonomía de su fuente es lo que te mantiene prisionero. 6Ése es el mismo error que pensar que eres independiente de
Del mismo modo que compartimos los errores, podemos compartir las verdades; lo único que tenemos que hacer es detectar el error y corregirlo en nosotros mismos. Por el lazo cuántico que nos une mentalmente, nuestra corrección corregirá, igualmente, a los demás y se producirá el milagro de la salvación.
Para salvar al mundo debemos primero salvarnos a nosotros mismos. La única manera de hacerlo es corrigiendo el pensamiento falso e ilusorio, llevándolo a la verdad.
QUINTO REPASO Introducción 1. Ahora iniciamos otro repaso. 2 Esta vez estamos listos para poner más de nuestra parte y dedicar más tiempo...