lunes, 23 de junio de 2025

Capítulo 21. III. Fe, creencia y visión (3ª parte).

III. Fe, creencia y visión (3ª parte).

6. El Espíritu Santo puede valerse de todos los medios que tú has empleado para ir en pos del pecado. 2Pero tal como Él se vale de ellos te alejan del pecado, porque Su propósito apunta en direc­ción contraria. 3Él ve los medios que empleas, pero no el propó­sito para el que los inventaste. 4Su intención no es quitártelos, pues reconoce su valor y los ve como un medio de alcanzar lo que Él dispone para ti. 5Inventaste la percepción a fin de poder elegir entre tus hermanos e ir en busca del pecado con ellos. 6El Espíritu Santo ve la percepción como un medio de enseñarte que la visión de la relación santa es lo único que deseas ver. 7Pues entonces depositarás toda tu fe en la santidad, al desearla y creer en ella por razón de tu deseo.

Cuando unimos voluntad y deseo, el fruto es creación o fabricación. El hecho de que sea una cosa u otra depende de que gocemos de Conocimiento o de que elijamos nuestra creencia en la separación. Dicho de otro modo, cuando nuestra voluntad elige amar, nuestro deseo es unificador y nuestra dimensión es el Cielo, donde todo forma parte de la Unidad. En cambio, cuando nuestra voluntad elige ser especial, nuestro deseo nos lleva a la división y nuestra dimensión es tridimensional, es corporal.

El ego es la consecuencia de haber utilizado nuestra voluntad con el deseo de ser especial. Pero ello no significa que nuestra identidad verdadera sea la corporal. Significa que nuestro deseo individual utiliza nuestra mente para que nos muestre imágenes individuales, las cuales son percibidas en el nivel tridimensional. Es lo que los físicos cuánticos interpretan cuando hablan del "colapso de ondas por el observador", lo que hace que la onda -energía- al ser observada se convierta en partícula -materia-.

Dentro del campo tridimensional, el Espíritu Santo nos ayuda a percibir correctamente las imágenes que nos muestra nuestra mente y lo hace a través de la rectitud, es decir, a través de la Expiación o corrección de lo ilusorio. La Expiación nos muestra la unidad que nos mantiene unidos a todo lo creado. Esta visión llevada a las relaciones especiales favorece su transformación, convirtiéndola en relaciones de santidad.

7. La fe y la creencia se unen a la visión, ya que todos los medios que una vez sirvieron para los fines del pecado se canalizan ahora hacia la santidad. 2Pues a lo que tú llamas pecado, no es más que una limitación, y odias a todo aquel que tratas de redu­cir a un cuerpo porque le temes. 3Al negarte a perdonarlo, lo con­denas al cuerpo porque tienes en gran estima los medios del pecado. 4así, depositas toda tu fe y creencia en el cuerpo. 5Pero la santidad quiere liberar tu hermano, y eliminar el odio elimi­nando el miedo, no en el nivel de los síntomas, sino de raíz.

La visión nos muestra aquello en lo que creemos y en lo que hemos depositado nuestra fe. Es por esta razón que Jesús nos dice que la fe y la creencia se unen a la visión.

La visión física nos muestra lo que llamamos nuestra realidad; le otorgamos ese poder. Sin embargo, no son los ojos físicos los que nos muestran lo que creemos ver, sino nuestra mente, donde albergamos nuestra fe. Por tal motivo, no es en el nivel de las formas donde debemos llevar a cabo la corrección, sino en el nivel mental. Cambiemos nuestras creencias y nuestra mente nos mostrará una nueva visión, una nueva comprensión. No habrá cambiado lo externo, pero sí nuestra manera de verlo y el significado que ello tenía para nuestra mente.

Cuando nuestra mente nos muestre la visión de nuestro hermano, debemos tener presente que lo que vemos no es su verdadera realidad, sino la que nosotros estamos interpretando. Esto ocurre cuando albergamos la creencia en la separación. Si en su lugar creyésemos que somos una unidad, nuestra mente no nos mostraría la visión de la separación, aunque el cuerpo de nuestro hermano continúe siendo el mismo. Es por ello que este punto termina diciéndonos que la santidad quiere liberar a nuestro hermano y eliminar el odio eliminando el miedo, no en el nivel de los síntomas, sino de raíz.

8Aquellos que quieren liberar a sus hermanos del cuerpo no tie­nen miedo. 2Pues han renunciado a los medios del pecado al ele­gir que se eliminen todas sus limitaciones. 3Puesto que desean ver a sus hermanos bajo el manto de la santidad, el poder de su creen­cia y de su fe ve más allá del cuerpo, facilitando la visión, no obstruyéndola. 4Pero antes de eso decidieron reconocer lo mucho que su fe había limitado su entendimiento del mundo, y desearon depositarla en otro lugar en caso de que se les ofreciese otro punto de vista. 5Los milagros que siguen a esta decisión nacen también de la fe. 6Pues a todos aquellos que eligen apartar su mirada del pecado se les concede la visión y se les conduce a la santidad.

Ya hemos visto cómo la causa que ha dado lugar a la identificación con el cuerpo físico y al olvido de nuestra verdadera realidad se encuentra en la creencia en que nos encontramos separados de Dios y en el deseo de ser especial, haciendo uso del libre albedrío de nuestra voluntad. El mundo que percibimos ha sido fruto del diseño basado en dichas creencias, por lo que no podemos esperar nada más, ni nada menos, que percibamos lo que nuestra mente nos muestra: dolor, sufrimiento, culpa, miedo, enfermedad y muerte.

Cambiar la orientación del deseo nos llevará a elegir hacer un uso correcto de la voluntad y utilizar nuestra mente bajo la inspiración del Amor, lo cual nos llevará a ver un mundo que responde a la conexión existente entre todo lo creado.

No se trata de negar el cuerpo y la experiencia corporal de la que estamos formando parte en la actualidad. Se trata de no aportarle la hegemonía de nuestra verdadera realidad. Saber que es temporal es reconocer su cualidad. Saber que lo que somos es eterno es reconocer, igualmente, su cualidad. Si utilizamos el término de verdad para designar lo que es eterno, no podremos negar que lo único verdadero es nuestra identidad espiritual y no la corporal. Esta visión nos ayudará a otorgar al cuerpo la función que tiene y utilizarlo para potenciar la manifestación de las fuerzas que forman parte de nuestro ser espiritual.

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Capítulo 21. III. Fe, creencia y visión (3ª parte).

III. Fe, creencia y visión (3ª parte). 6.  El Espíritu Santo puede valerse de todos los medios que tú has empleado para ir en pos del pecado...