jueves, 28 de agosto de 2025

Capítulo 23. I. Las creencias irreconciliables (3ª parte).

I. Las creencias irreconciliables (3ª parte).

5. Esta guerra contra ti mismo se emprendió para enseñarle al Hijo de Dios que él no es quien realmente es, y que no es el Hijo de su Padre. 2tal fin, debe borrar de su memoria el recuerdo de su Padre. 3En la vida corporal dicho recuerdo se olvida, y si pien­sas que eres un cuerpo, creerás haberlo olvidado. 4Mas la verdad nunca puede olvidarse de sí misma, y tú no has olvidado lo que eres. 5Sólo una extraña ilusión de ti mismo, un deseo de derrotar lo que eres, es lo que no se acuerda.

Ya lo adelantábamos más arriba. El ego tiene como objetivo que nos olvidemos de nuestra verdadera realidad, de nuestra verdadera identidad, y para ello fabrica un sistema de pensamiento donde nos plantea una cuestión esencial: ¿Dónde está Dios, que no lo veo? ¿Dónde está la invulnerabilidad del ser y su eternidad?

Acostumbrados a que nuestra mente visualice aquello que percibimos, es lógico que tengamos resistencia a creer en aquello que no somos capaces de ver, tocar u oler.

Desde la visión del ego, la mente se confunde con el cerebro y hay argumentos que determinan que la mente es el cerebro en acción. Esta interpretación está basada en la creencia de que el cuerpo es el dueño y señor de nuestra identidad y que en él reside todo el poder para dirigir nuestros pensamientos y sentimientos.

La densidad del nivel tridimensional en el que se manifiesta actualmente la conciencia se convierte en un obstáculo para que seamos sensibles a la manifestación de la energía y el espíritu. A pesar de ello, el ego no puede obviar que la realidad de la energía existe, pues el avance de la ciencia tiene medios para medir su manifestación, lo cual la convierte en una idea aceptable dentro del raciocinio empírico de la mente actual.

El cuerpo es visible dado que se manifiesta en la dimensión donde el campo energético es más denso. Tanto los pensamientos como los sentimientos se manifiestan en su propia forma, que al ser más sutil no se expresa en forma de partículas, sino que lo hace en forma de ondas. 

6. La guerra contra ti mismo no es más que una batalla entre dos ilusiones que luchan para diferenciarse la una de la otra, cre­yendo que la que triunfe será la verdadera. 2No existe conflicto alguno entre ellas y la verdad. 3Ni tampoco son ellas diferentes entre sí. 4Ninguna de las dos es verdad. 5Por lo tanto, no importa qué forma adopten. 6Lo que las engendró es una locura y no pueden sino seguir formando parte de ello. 7La locura no repre­senta ninguna amenaza contra la realidad ni ejerce influencia alguna sobre ella. 8Las ilusiones no pueden vencer a la verdad ni suponer una amenaza para ella en absoluto. 9Y la realidad que niegan no forma parte de ellas.

Cada vez son más las mentes que son sensibles a la manifestación de la energía en su estado más sutil. Esto responde a la idea de que estamos recordando lo que realmente somos. Esa nueva percepción es lo que en el Curso se llama percepción verdadera y sus efectos tienen como consecuencia un importante cambio en el campo de las creencias.

La guerra del ego contra su ilusorio enemigo, Dios, tan solo tiene significado para la falsedad de su sistema de pensamiento y persigue un solo fin, el perpetuar su ilusoria existencia. La ilusión no es nada y lo que es nada no puede coexistir salvo al amparo de una falsa creencia en la nada.

Cuando tu mente te muestre la silueta del conflicto, piensa que lo que estás percibiendo es una ilusión y que no es nada. Es como luchar contra molinos de viento creyendo que son horribles monstruos a los que hay que vencer. Observa el motivo del conflicto, pero no lo hagas desde el miedo, pues si lo haces así, decidirás atacar las aspas de ese viejo molino. En su lugar, hazlo desde la lucidez que te aporta el amor. Lo ves ahora con mayor claridad. Ahora sabes que ese monstruo que estará frente a ti es tan solo un viejo molino. Decides apreciar su realidad y te regocijas al comprobar que estabas enfrentándote a una ilusión. Ahora, continúa tu camino, pues tu destino está cerca. 

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