V. El
programa de estudios cuerdo (1ª parte).
1. Sólo el amor es fuerte, puesto que es indiviso. 2Los
fuertes no atacan, pues no ven que haya necesidad de ello. 3Antes
de que la idea de atacar pudiese entrar en tu mente, tuviste que haberte
percibido a ti mismo como débil. 4Puesto que te atacaste a ti mismo
y creíste que el ataque había sido efectivo, te consideras a ti mismo
debilitado. 5Al dejar de percibir la igualdad que existe entre tus
hermanos y tú, y al considerarte a ti mismo como más débil, intentas
"equilibrar" la situación a la que tú mismo diste lugar. 6Y
te vales del ataque para ello porque crees
que el ataque logró debilitarte.
El ataque, antes de adoptar formas físicas, es decir,
antes de ser dirigido hacia algo externo, se produce en el nivel de la mente,
de tal modo, que elegimos pensamientos que dividen nuestra mente. Dicha
división, o lo que es lo mismo, ver un mundo distinto al de Dios, nos lleva a
proyectar al exterior, la única causa que da lugar a la carencia, el miedo al
amor, lo que se manifiesta externamente como el ataque a todo aquello que nos
amenaza.
2.
Por eso es por lo que el reconocimiento de tu propia invulnerabilidad es tan
importante para el restablecimiento de tu cordura. 2Pues al aceptar
tu invulnerabilidad estás reconociendo que el ataque no tiene efectos. 3Aunque
te has atacado a ti mismo, demuestras que en realidad no ocurrió nada. 4Por
lo tanto, al atacar no hiciste
nada. 5Una vez que te des cuenta de esto, atacar dejará de tener
sentido para ti, pues resultará evidente que ni es efectivo ni puede
protegerte. 6Con todo, el reconocimiento de tu invulnerabilidad te
aporta todavía mucho más que eso. 7Si tus ataques contra ti mismo no
han podido debilitarte, eso quiere decir que aún eres fuerte. 8Por
lo tanto, no tienes que "equilibrar" la situación para demostrar tu
fuerza.
Recuperar la plena consciencia de lo que somos, nos
permitirá recordar que somos Hijos del Amor y, por lo tanto, invulnerables a la
falsa creencia en la necesidad y en la escasez. Al ver nuestra abundancia, la
carencia de Amor, se convertirá en nuestra fortaleza. Bajo esa consciencia, el
ataque, desaparece.
3.
No
podrás darte cuenta de cuán inútil es el ataque hasta que no reconozcas que los
ataques que lanzas contra ti mismo no tienen efectos. 2Pues otros
ciertamente reaccionan ante el ataque si lo perciben, y, si estás tratando de
atacarles, no podrás sino interpretar su reacción como un refuerzo de tu
creencia en el ataque. 3El único lugar donde puedes cancelar todo refuerzo
es en ti mismo. 4Pues tú eres siempre el primer blanco de tus ataques,
y si éstos nunca han tenido lugar, tampoco pudieron haber tenido consecuencias.
La
corrección del error original de vernos separados del Creador y de Su
Filiación, nos liberará del miedo al amor, del miedo a Dios. Esa liberación, es
el fruto que nos ofrece la Visión Crística, pues no podemos atacar aquello que
amamos. Ver a Dios en nuestro interior, es ser consciente de que somos Su Hijo
bien amado, en quien tiene Su Complacencia.
4. El Amor del
Espíritu Santo es tu fortaleza, pues el tuyo está dividido y, por lo tanto, no es real. 2No puedes confiar en tu
propio amor cuando lo atacas. 3 No
puedes aprender lo que es el amor perfecto con una mente dividida, porque una
mente dividida se ha convertido a sí misma en un mal estudiante. 4Trataste
de hacer que la separación fuese eterna porque querías conservar las características
de la creación, aunque con tu propio contenido. 5La creación, sin
embargo, no procede de ti, y los malos estudiantes tienen ciertamente necesidad
de una enseñanza especial.
Ver
un mundo distinto al creado por Dios, es un ataque al Creador y un ataque a
nosotros mismos, pues hemos sido creados a Su Imagen y Semejanza, es decir,
somos herederos de Dios y, por tanto, conservamos Su Propia Condición.
Si nuestra mente se encuentra dividida, la creencia en
la separación, nos llevará a proyectar esa división al exterior, lo que
justificará el sistema de pensamiento del ego, el cual, utiliza el ataque como
un mecanismo de defensa ante el miedo de ser atacado.
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