lunes, 10 de junio de 2024

Capítulo 11. VI. El despertar a la redención (2ª parte)

 VI. El despertar a la redención (2ª parte) 


5. No subestimes el poder de la devoción del Hijo de Dios, ni el poder que el dios al que venera ejerce sobre él, 2pues el Hijo de Dios se postra ante el altar de su dios, tanto si es el dios que él inventó como si es el Dios qué lo creó a él. 3Por eso es por lo que su esclavitud es tan total como su libertad, pues obedecerá única­mente al dios que acepte. 4El dios de la crucifixión exige que él crucifique, y sus devotos le obedecen. 5Se crucifican a sí mismos en su nombre, creyendo que el poder del Hijo de Dios emana del sacrificio y del dolor. 6El Dios de la resurrección no exige nada, pues no es Su Voluntad quitarte nada: 7No exige obediencia, pues la obediencia implica sumisión. 8Lo único que quiere es que te des cuenta de cuál es tu voluntad y que la hagas, no con un espíritu de sacrificio y sumisión, sino con la alegría de la libertad. 

No podemos subestimar el poder de devoción del Hijo de Dios, pues su mente puede servir a la verdad o al error, es decir, obedecerá únicamente al dios que acepte.

La voluntad del ego lo lleva a identificarse con un mundo de sacrificios y sus fabricaciones le llevan a percibir el dolor, la pérdida y la muerte.

La Voluntad de Dios nos lleva a conocer lo que realmente somos y a crear un mundo inspirado por el Amor, donde percibiremos la alegría, la felicidad y la eternidad. 

6. La resurrección no puede sino atraerte irresistiblemente a que le ofrezcas tu lealtad con agrado porque es el símbolo de la dicha. 2Su irresistible poder reside en el hecho de que representa lo que tú quieres ser. 3La libertad de abandonar todo aquello que te hiere, te humilla y te atemoriza no se te puede imponer, pero se te puede ofrecer a través de la gracia de Dios. 4Y tú puedes aceptarla mediante Su gracia, pues Dios es misericordioso con Su Hijo y lo acepta sin reservas como Suyo: 5¿Quién es, entonces, tuyo?. 6El Padre te ha dado todo lo que es Suyo, y Él Mismo es tuyo junto con todos tus hermanos. 7Protégelos en su resurrección, pues, de lo contrario, no despertarás en Dios, rodeado de la seguridad de lo que es tuyo para siempre. 

Así es, la resurrección representa lo que queremos ser: la Filiación Divina, la Mente Una. 

7. No hallarás paz hasta que hayas extraído los clavos de las manos del Hijo de Dios y hayas sacado la última espina de su frente. 2El Amor de Dios rodea a Su Hijo, a quien el dios de la crucifixión condena. 3No enseñes que mi muerte fue en vano. 4Enseña, más bien, que no morí, demostrando que vivo en ti. 5Pues poner fin a la crucifixión del Hijo de Dios es la tarea de la redención, en la cual todo el mundo juega un papel igualmente importante. 6Dios no juzga a Su inocente Hijo. 7Habiéndose dado a Sí Mismo a él, ¿cómo iba a poder juzgarlo? 

La Mente Una no puede negarse a si misma. La Mente Una no puede morir. Podemos olvidar su verdadera condición y creer que podemos utilizarla para atacar a todo aquello que nos atemoriza. Podemos utilizarla para negar la verdad y para inventarnos un mundo donde la percepción del mismo nos lleve a identificarnos con una ilusión de lo que no somos. La Mente Una no puede juzgar, pues la visión que nos aporta no ve la separación. 

8. Te has crucificado a ti mismo y te has puesto una corona de espinas sobre la cabeza. 2Aun así, no puedes crucificar al Hijo de Dios, pues la Voluntad de Dios no puede morir. 3Su Hijo ha sido redimido de su propia crucifixión, y tú no puedes condenar a muerte a quien Dios ha dado vida eterna. 4El sueño de la crucifi­xión aún descansa pesadamente sobre tus ojos, pero lo que ves en sueños no es la realidad, mientras sigas percibiendo al Hijo de Dios como crucificado, es que estás dormido. 6Y mientras creas que puedes crucificarle estarás simplemente teniendo pesadillas. 7Tú que estás comenzando a despertar, todavía eres consciente de tus sueños y aún no los has olvidado. 8Te olvidarás de ellos y cobrarás conciencia de Cristo cuando otros despierten para com­partir contigo tu redención.

La Voluntad de Dios no puede morir, ni la identidad de Su Hijo, tampoco. No obstante, el hijo puede elegir tener una visión de la verdad distinta a la de Su Padre, puede elegir creer en lo que percibe y esa experiencia mostrarle un mundo separado. Puede elegir dormir y tener pesadillas en sus sueños. Pero, la resurrección pondrá fin al camino de la crucifixión, y con ello, se producirá el despertar de una masa crítica de hermanos con los cuales compartir el camino que nos conducirá a la redención, a la salvación. 

9. Despertarás a tu propia llamada, pues la Llamada a despertar se encuentra dentro de ti. 2Si vivo en ti, tú estás despierto. 3No obstante, tienes que ver las obras que llevo a cabo a través de ti, o, de lo contrario, no percibirás que las he llevado a cabo en ti. 4No pongas límites a lo que crees que puedo hacer a través de ti, o no aceptarás lo que puedo hacer por ti. 5Esto, no obstante, ya ha tenido lugar, y a menos que des todo lo que has recibido, no sabrás que tu redentor vive y que has despertado con él. 6La redención se reconoce únicamente compartiéndola. 

La Llamada a despertar se encuentra en nosotros, pues forma parte intrínseca de la Mente Una, la que compartimos con nuestro Creador y con nuestros hermanos de Filiación. Ese despertar debemos compartirla con cada uno de ellos. 

10. El Hijo de Dios está a salvo. 2Lleva únicamente esta conciencia a la Filiación, y tu papel en la redención será tan importante como el mío. 3Pues tu papel tiene que ser como el mío si lo aprendes de mí. 4Si crees que el tuyo está limitado, no haces sino limitar el mío. 5No hay grados de dificultad, en los milagros porque todos los Hijos de Dios tienen el mismo valor, y su igualdad es su unicidad. 6Todo el poder de Dios reside en cada una de sus partes por igual, y nada que contradiga Su Voluntad es grande o pequeño. 7Lo que no existe no tiene tamaño ni medida. 8Para Dios todo es posible. 9Y a Cristo le es dado ser como el Padre. 

No imagines un mundo de salvación, de liberación, donde no participen todos y cada uno de los Hijo de Dios. Todo el poder de Dios reside en cada una de sus partes por igual. En ello, radica la resurrección y la percepción verdadera que ha de poner de manifiesto la experiencia de la Mente Una.

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