VI. El despertar a la redención (2ª parte)
5. No subestimes el poder de la devoción del Hijo de Dios, ni el poder que el dios al que venera ejerce sobre él, 2pues el Hijo de Dios se postra ante el altar de su dios, tanto si es el dios que él inventó como si es el Dios qué lo creó a él. 3Por eso es por lo que su esclavitud es tan total como su libertad, pues obedecerá únicamente al dios que acepte. 4El dios de la crucifixión exige que él crucifique, y sus devotos le obedecen. 5Se crucifican a sí mismos en su nombre, creyendo que el poder del Hijo de Dios emana del sacrificio y del dolor. 6El Dios de la resurrección no exige nada, pues no es Su Voluntad quitarte nada: 7No exige obediencia, pues la obediencia implica sumisión. 8Lo único que quiere es que te des cuenta de cuál es tu voluntad y que la hagas, no con un espíritu de sacrificio y sumisión, sino con la alegría de la libertad.
No podemos subestimar el poder de devoción del Hijo de Dios, pues su mente puede servir a la verdad o al error, es decir, obedecerá únicamente al dios que acepte.
La voluntad del ego lo lleva a identificarse con un mundo de sacrificios y sus fabricaciones le llevan a percibir el dolor, la pérdida y la muerte.
La Voluntad de Dios nos lleva a conocer lo que realmente somos y a crear un mundo inspirado por el Amor, donde percibiremos la alegría, la felicidad y la eternidad.
6. La resurrección no puede sino atraerte irresistiblemente a que le ofrezcas tu lealtad con agrado porque es el símbolo de la dicha. 2Su irresistible poder reside en el hecho de que representa lo que tú quieres ser. 3La libertad de abandonar todo aquello que te hiere, te humilla y te atemoriza no se te puede imponer, pero se te puede ofrecer a través de la gracia de Dios. 4Y tú puedes aceptarla mediante Su gracia, pues Dios es misericordioso con Su Hijo y lo acepta sin reservas como Suyo: 5¿Quién es, entonces, tuyo?. 6El Padre te ha dado todo lo que es Suyo, y Él Mismo es tuyo junto con todos tus hermanos. 7Protégelos en su resurrección, pues, de lo contrario, no despertarás en Dios, rodeado de la seguridad de lo que es tuyo para siempre.
Así es, la resurrección representa lo que queremos ser: la Filiación Divina, la Mente Una.
La Mente Una no puede negarse a si misma. La Mente Una no puede morir. Podemos olvidar su verdadera condición y creer que podemos utilizarla para atacar a todo aquello que nos atemoriza. Podemos utilizarla para negar la verdad y para inventarnos un mundo donde la percepción del mismo nos lleve a identificarnos con una ilusión de lo que no somos. La Mente Una no puede juzgar, pues la visión que nos aporta no ve la separación.
8. Te has crucificado a ti mismo y te has puesto una corona de espinas sobre la cabeza. 2Aun así, no puedes crucificar al Hijo de Dios, pues
La Voluntad de Dios no puede morir, ni la identidad de Su Hijo, tampoco. No obstante, el hijo puede elegir tener una visión de la verdad distinta a la de Su Padre, puede elegir creer en lo que percibe y esa experiencia mostrarle un mundo separado. Puede elegir dormir y tener pesadillas en sus sueños. Pero, la resurrección pondrá fin al camino de la crucifixión, y con ello, se producirá el despertar de una masa crítica de hermanos con los cuales compartir el camino que nos conducirá a la redención, a la salvación.
9. Despertarás a tu propia llamada, pues
La Llamada a despertar se encuentra en nosotros, pues forma parte intrínseca de la Mente Una, la que compartimos con nuestro Creador y con nuestros hermanos de Filiación. Ese despertar debemos compartirla con cada uno de ellos.
10. El Hijo de Dios está a salvo. 2Lleva únicamente esta conciencia a
No imagines un mundo de salvación, de liberación, donde no participen todos y cada uno de los Hijo de Dios. Todo el poder de Dios reside en cada una de sus partes por igual. En ello, radica la resurrección y la percepción verdadera que ha de poner de manifiesto la experiencia de la Mente Una.
No hay comentarios:
Publicar un comentario