VI. El despertar a la redención (1ª parte)
1. Es imposible no creer en lo que
ves, pero es igualmente imposible ver lo que no crees. 2La
percepción se construye sobre la base de la experiencia, y la experiencia
conduce a las creencias. 3La percepción no se estabiliza hasta que
las creencias se cimientan. 4De hecho, pues, lo que ves es lo que crees. 5Eso es lo
que quise decir con: "Dichosos los que sin ver creyeron", pues
aquellos que creen en la resurrección la verán. 6La resurrección es el
triunfo definitivo de Cristo sobre el ego, no atacándolo sino transcendiéndolo.
7Pues Cristo ciertamente se eleva por encima del ego y de todas sus "obras", y
asciende hasta el Padre y Su Reino.
La incredulidad de Tomás es el episodio del Evangelio de Juan donde el apóstol Tomás niega la Resurrección de Cristo, mientras no vea y toque personalmente las heridas infligidas a Jesús en la Cruz.
El episodio se narra solamente en el Evangelio de Juan, pero no en los tres Evangelios sinópticos. El texto de Juan 20:24–29 según la versión Reina-Valera es:
24 Empero Tomás, uno de los
doce, que se dice el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
25 Dijéronle pues los otros
discípulos: Al Señor hemos visto. Y él les dijo: Si no viere en sus manos la
señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi
mano en su costado, no creeré.
26 Y ocho días después, estaban
otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Vino Jesús, las puertas
cerradas, y púsose en medio, y dijo: Paz a vosotros.
27 Luego dice a Tomás: Mete tu
dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado: y no
seas incrédulo, sino fiel.
28 Entonces Tomás respondió, y
díjole: ¡Señor mío, y Dios mío!
29 Dícele Jesús: Porque me has visto, Tomás, creíste: bienaventurados los que no vieron y creyeron.
El ego no ve a Cristo, pues no
cree en él, no cree en lo que no percibe, en lo que no experimenta, en lo que
no ve. Para ver a Cristo hay que experimentar Su Amor y esta percepción es la
verdadera, es decir, no necesita ver para creer. Esa percepción es verdadera
porque procede de la Mente Una, la que nos permite recordar que somos Cristo,
el Hijo de Dios.
2. ¿Qué prefieres, unirte a la
resurrección o a la crucifixión? 2¿Condenar a tus hermanos o
liberarlos? 3¿Te gustaría trascender tu prisión y ascender hasta el
Padre? 4Estas preguntas son todas la misma y se contestan al unísono. 5Ha habido
mucha confusión con respecto a lo que significa la percepción, debido a que la
palabra se usa con el significado de
"conciencia" y también con el de "interpretación de la
conciencia". 6No obstante, no puedes ser consciente sin interpretar, pues
lo
que
percibes es tu propia interpretación.
Elijo la resurrección, elijo el
despertar, elijo trascender la prisión donde vemos limitada nuestra percepción
verdadera y ascender hasta el Padre, donde la percepción ya no es necesaria,
pues creeremos en Él, sin la necesidad de percibir, de ver lo que no es
visible, salvo para los ojos del ego.
3. Este curso es muy claro. 2Si no lo ves así, es porque estás
haciendo interpretaciones contra él, y, por lo tanto, no crees lo que dice. 3Y puesto que lo
que crees determina tu percepción, no percibes el significado del
curso y, consecuentemente, no lo aceptas. 4Con todo, diferentes experiencias
conducen a diferentes creencias, y a través de éstas, a
diferentes percepciones. 5Pues las percepciones se aprenden mediante creencias, y la experiencia ciertamente enseña. 6Te
estoy conduciendo a una nueva clase de experiencia que cada vez
estarás menos dispuesto a negar: 7Aprender de Cristo es fácil, pues
percibir con Él no entraña ningún esfuerzo. 8Sus percepciones son
tu conciencia natural, y lo único que te fatiga son las distorsiones que introduces en ésta. 9Deja
que sea el Cristo en ti Quien interprete por ti, y no trates de limitar lo que
ves con creencias pueriles indignas del Hijo de Dios. 10Pues hasta que Cristo no sea aceptado
completamente, el Hijo de Dios se considerará a sí mismo huérfano.
Si nuestra percepción es guiada
por el ego, nuestras creencias nos llevarán a negar la verdad: el amor, la
felicidad, la alegría, la unicidad, la libertad.
4. Yo soy tu resurrección y tu
vida. 2Vives en mí porque vives en Dios. 3Y todos tus
hermanos viven en ti, tal como tú vives en cada uno de ellos. 4¿Cómo
ibas a poder, entonces, percibir indignidad en un hermano sin percibirla en ti
mismo? 5¿Y cómo ibas a poder percibirla en ti mismo sin percibirla
en Dios? 6Cree en la resurrección porque ésta ya se ha consumado, y
se ha consumado en ti. 7Esto es tan cierto ahora como lo será
siempre, pues la resurrección es
Sí, vivimos en Jesús, vivimos en
Cristo y vivimos en Dios, pues la existencia que compartimos es la Mente Una.
La afirmación “todos tus hermanos viven en ti, tal como tú vives en cada uno de
ellos”, nos aporta ese profundo significado de que formamos una unidad al
compartir la Mente Una. La resurrección es la Voluntad de Dios, pues nos revela
que somos tal y como Nos ha creado: Seres espirituales dotados de Sus mismos
poderes creadores. Tan solo la mente tiene el poder de crear.
5. No subestimes el poder de la
devoción del Hijo de Dios, ni el poder que el dios al que venera ejerce sobre
él, 2pues el Hijo de Dios se postra ante el altar de su dios, tanto
si es el dios que él inventó como si es el Dios qué lo creó a él. 3Por
eso es por lo que su esclavitud es tan total como su libertad, pues obedecerá
únicamente al dios que acepte. 4El dios de la
crucifixión exige que él crucifique, y sus devotos le obedecen. 5Se
crucifican a sí mismos en su nombre, creyendo que el poder del Hijo de Dios
emana del sacrificio y del dolor. 6El Dios de la resurrección no
exige nada, pues no es Su Voluntad quitarte nada: 7No exige
obediencia, pues la obediencia implica sumisión. 8Lo único que
quiere es que te des cuenta de cuál es tu voluntad y que la hagas, no con un
espíritu de sacrificio y sumisión, sino con la alegría de la libertad.
No podemos subestimar el poder
de devoción del Hijo de Dios, pues su mente puede servir a la verdad o al
error, es decir, obedecerá únicamente al dios que acepte.
La voluntad del ego lo lleva a
identificarse con un mundo de sacrificios y sus fabricaciones le llevan a
percibir el dolor, la pérdida y la muerte.
La Voluntad de Dios nos lleva a
conocer lo que realmente somos y a crear un mundo inspirado por el Amor, donde
percibiremos la alegría, la felicidad y la eternidad.
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