Capítulo 12
El PROGRAMA DE ESTUDIOS DEL ESPÍRITU SANTO
I. El juicio del Espíritu Santo
1. Se te ha dicho que no le otorgues realidad al error, y la manera de hacer esto es muy simple. 2Si deseas creer en el error, tienes que otorgarle realidad porque el error en sí no es real. 3Mas la verdad es real por derecho propio, y para creer en ella no tienes que hacer nada. 4Comprende que no reaccionas a nada directamente, sino a tu propia interpretación de ello. 5Tu interpretación, por lo tanto, se convierte en la justificación de tus reacciones. 6Por eso es por lo que analizar los motivos de otros es peligroso. 7Si decides que alguien está realmente tratando de atacarte, abandonarte o esclavizarte, reaccionarás como si realmente lo hubiese hecho, al haberle otorgado realidad a su error. 8Interpretar el error es conferirle poder, y una vez que haces eso pasas por alto la verdad.
Esta idea se desvanece, ante la
luz de la verdad. Esa luz, nos aporta el entendimiento de lo que es verdadero.
La ilusión es perecedera, mientras que lo verdadero es eterno. La percepción
falsa nos lleva a creer que el ser es temporal. En cambio, la percepción
verdadera, no revela nuestra verdadera identidad y, cuando nuestra consciencia
se abre a la visión de la verdad, nos reconocemos como el Hijo de Dios, Eterno
y Uno con el resto de la Filiación.
El sistema de pensamiento del ego, nos lleva a interpretar el error como la verdad. De este modo, perpetua el error, pues de no hacerlo, su identidad desaparecería.
2. Analizar los motivos del ego es algo muy complicado, muy confuso y nunca se hace sin la participación de tu propio ego. 2Todo el proceso no es sino un intento inequívoco de demostrar que tienes la capacidad de comprender lo que percibes. 3Esto lo prueba el hecho de que reaccionas ante tus interpretaciones como si fuesen correctas. 4Puedes entonces controlar tus reacciones en lo que respecta a tu comportamiento, pero no en lo que respecta a tus emociones. 5Esto obviamente divide o ataca la integridad de tu mente, poniendo a uno de sus niveles contra otro.
La falsa percepción a la que es
fiel el sistema de pensamiento del ego, le lleva a interpretar la vida desde el
nivel corpóreo, en la que sitúa la credibilidad de su identidad, el cuerpo.
Esta percepción, está basada en la creencia de que la verdad se encuentra en
aquello que se percibe, es decir, en el mundo de los efectos. Un ejemplo de ello,
es pensar que el cuerpo puede enfermar, o lo que es lo mismo, creer que el
cuerpo es la causa de sus propios efectos. Se trata de una confusión de
niveles, que el Curso aclara, indicándonos que el error hay que corregirlo en
el nivel donde se encuentra su fuente.
El nivel de las “causas” se encuentra en la mente, mientras que el nivel de los efectos, se encuentra en el mundo de la percepción, en el mundo físico.
3. Sólo hay una forma sensata de interpretar motivos. 2Y por tratarse del juicio del Espíritu Santo, no requiere esfuerzo alguno por tu parte. 3Todo pensamiento amoroso es verdadero. 4Todo lo demás es una petición de ayuda y de curación, sea cual sea la forma que adopte. 5¿Cómo puede estar justificado reaccionar con ira ante la súplica de un hermano? 6Ninguna reacción podría ser apropiada, excepto estar dispuesto a ayudarle, pues eso, y sólo eso, es lo que está pidiendo. 7Ofrécele cualquier otra cosa, y te estarás arrogando el derecho de atacar su realidad al interpretarla como mejor te parezca. 8Tal vez no esté completamente claro para ti el peligro que esto supone para tu propia mente. 9Si crees que una petición de ayuda es otra cosa, reaccionarás ante esa otra cosa. 10Tu reacción, por lo tanto, será inadecuada a la realidad tal como ésta es, pero no a la percepción que tú tienes de ella.
La percepción de un mundo
separado, da lugar al miedo y al ataque, siendo este último, la respuesta que
damos para protegernos del miedo. Tanto el miedo, como el ataque, pertenecen al
mundo de la percepción falsa, al nivel de los efectos, por lo que su corrección
hay que dirigirla al nivel de las causas, que como ya hemos dicho, se encuentra
en nuestra mente. El miedo no es real, pues su causa está basada en la mente
errada, la que cree en la separación, a la que interpreta como la verdad.
El Espíritu Santo, a través de
la Expiación, corrige el error de nuestra mente y, allí donde antes se
albergaba la creencia en la separación, en el miedo, ahora, tan solo
encontramos Amor, es decir, recordamos nuestra verdadera esencia.
El Amor, es el único pensamiento verdadero, pues pone de manifiesto lo que realmente somos. Podremos dedicar toda nuestra vida a la búsqueda de la verdad. Quizás esa búsqueda nos lleve a lugares lejanos para encontrarla, o nos exija llevar a cabo importantes sacrificios para demostrar que estamos preparados para adquirir esa verdad. Este punto de la enseñanza, nos lo pone muy fácil: Todo pensamiento amoroso es verdadero.
4. No hay nada que te impida reconocer todas las peticiones de ayuda exactamente como lo que son, excepto tu necesidad imaginaria de atacar. 2Esta necesidad es lo único que hace que estés dispuesto a entablar interminables "batallas" contra la realidad, en las que niegas que la necesidad de curación sea real haciéndola irreal. 3No harías eso si no fuese por el hecho de que no estás dispuesto a aceptar la realidad tal como es, y, por consiguiente, te privas de ella.
Si percibimos a nuestros hermanos como seres separados de nosotros mismos, cualquier solicitud de ayuda por parte de ellos, será interpretado desde la creencia en el miedo, y ello, nos llevará a percibirlo como un ataque. El ego, pensará ¿Qué mejor defensa ante un ataque, que atacar primero? La negación de aceptación a responder a la ayuda solicitada, ya es una respuesta carente de amor, es decir, es una manera de responder desde el ataque.
El Curso nos enseña que “dar es
recibir”, que aquello que damos a los demás, nos lo estamos dando a nosotros
mismos. Esto es así, pues se basa en la verdad de la unicidad, que impera en la
consciencia de Filiación.
Cuando respondemos desde el ataque a una solicitud de ayuda, lo que estamos haciendo, es dar lo que tenemos, esto es, la respuesta de nuestro miedo, la respuesta del ataque que nos estamos infligiendo, al considerarnos separados de la fuente verdadera, la del Amor.
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