martes, 18 de junio de 2024

Capítulo 12. I. El juicio del Espíritu Santo (2ª parte)

Capítulo 12 

El PROGRAMA DE ESTUDIOS DEL ESPÍRITU SANTO 


6. La única reacción apropiada hacia un hermano es apreciarlo. 2Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las perci­bes correctamente, son capaces de traer amor a tu conciencia: 3Toda sensación de esfuerzo procede de tus intentos de no hacer simplemente eso. 4¡Cuán simple es, entonces, el plan de Dios para la salvación! 5No hay sino una sola manera de reaccionar ante la realidad porque la realidad no suscita conflicto alguno. 6No hay sino un solo Maestro de la realidad, el Cual entiende lo que ésta es. 7Este Maestro no cambia de parecer con respecto la realidad porque la realidad no cambia. 8Si bien tus interpretaciones de la realidad no tienen sentido en tu estado dividido, las Suyas son por siempre fieles a la verdad. 9Él te las da porque son para ti. 10No intentes "ayudar" a un hermano a tu manera, pues no pue­des ayudarte ti mismo. 11Mas oye sus ruegos que claman por la Ayuda de Dios, y reconocerás de este modo la necesidad que tú mismo tienes del Padre. 

Para dar una respuesta verdadera, a la petición de ayuda de los demás, debemos corregir nuestra percepción errónea por la percepción verdadera, esto es, debemos sustituir el miedo por el amor.

Desde nuestra conciencia ego, interpretaremos el mundo como una agresión a nuestros intereses, lo que impedirá dar una respuesta apropiada. El sistema de pensamiento del ego, favorece la percepción del conflicto, del cual no se siente responsable. 

7. Las interpretaciones que haces de las necesidades de tu hermano son las interpretaciones que haces de las tuyas propias. 2Al prestar ayuda la estás pidiendo, y si percibes tan sólo una necesi­dad en ti serás sanado. 3Pues reconocerás la Respuesta de Dios tal como deseas que ésta sea, y si de verdad la deseas, ciertamente será tuya. 4Cada súplica a la que respondes en el Nombre de Cristo acerca más a tu conciencia el recuerdo del Padre. 5En inte­rés de tu propia necesidad, pues, oye toda petición de ayuda como lo que es, para que Dios pueda responderte a ti. 

El camino que nos conduce a la salvación, no es un camino que debamos recorrer en la soledad. Es más, ese camino solo podremos reconocerlo, cuando percibamos la necesidad de nuestro hermano, como nuestra propia necesidad. Ese gesto, será real, cuando percibamos desde la visión crística, desde la visión del Hijo de Dios, desde la certeza en la Unidad. 

8. Al aplicar cada vez más la interpretación del Espíritu Santo las reacciones de otros, irás cobrando mayor conciencia de que Su criterio es igualmente aplicable a las tuyas. 2Pues reconocer el miedo no es suficiente para poder escaparse de él, aunque sí es necesario para demostrar la necesidad de escapar. 3El Espíritu Santo tiene aún que transformar el miedo en verdad. 4Si se te dejase con el miedo, una vez que lo hubieses reconocido, habrías dado un paso que te alejaría de la realidad en vez de acercarte a ella. 5No obstante, hemos señalado repetidamente la necesidad de reconocer el miedo y de confrontarlo cara a cara como un paso crucial en el proceso de desvanecer al ego. 6Considera entonces lo mucho que te va a servir la interpretación que hace el Espíritu Santo de los motivos de los demás. 7Al haberte enseñado a aceptar únicamente los pensamientos de amor de otros y a con­siderar todo lo demás como una petición de ayuda, te ha ense­ñado que el miedo en sí es una petición de ayuda. 8Esto es lo que realmente quiere decir reconocer el miedo. 9Si tú no lo proteges, el Espíritu Santo lo re-interpretará. 10En esto radica el valor prin­cipal de Aprender a percibir el ataque como una petición de amor. 11Ya hemos aprendido que el miedo y el ataque están inevitable­mente interrelacionados. 12Si el ataque es lo único que da miedo, y consideras al ataque como la petición de ayuda que real­mente es, te darás cuenta de la irrealidad del miedo. 13Pues el miedo, es una súplica de amor, en la que se reconoce inconsciente­mente lo que ha sido negado. 

Hermano, elevemos nuestras súplicas al Espíritu Santo, para que nos otorgue la Expiación. La corrección de la falsa creencia en la separación, desvanecerá la falsa creencia en el miedo. Esa corrección, hará posible que la respuesta que damos a la súplica de nuestro hermano, sea acorde a la respuesta que nos otorga el Espíritu Santo a las nuestras, esto es, reconocer la necesidad del otro en nosotros mismos, como una necesidad de sustituir el miedo por el amor. 

9. El miedo es un síntoma de tu profunda sensación de pérdida. 2Si al percibirlo en otros aprendes a subsanar esa sensación de pérdida, se elimina la causa básica del miedo. 3De esa manera, te enseñas a ti mismo que no hay miedo en ti. 4Los medios para erradicarlo se encuentran en ti, y has demostrado esto al dárselos a otros. 5El miedo y el amor son las únicas emociones que eres capaz de experimentar. 6Una es falsa, pues procede de la nega­ción, y la negación depende, para poder existir, de que se crea en lo que se ha negado. 7Al interpretar correctamente el miedo como una afirmación categórica de la creencia subyacente que enmas­cara, estás socavando la utilidad que le has atribuido al hacer que sea inútil. 8Las defensas que son inservibles se abandonan automáticamente. 9Si haces que lo que el miedo oculta pase a ocupar una posición inequívocamente preeminente, el miedo deja de ser relevante. 10Habrás negado que puede ocultar al amor, lo cual era su único propósito. 11El velo que habías puesto sobre la faz del amor habrá desaparecido. 

El estado conocido como “Paraíso Terrenal”, hace referencia al estado de Unidad existente entre el Creador y Su Creación, entre el Padre y Su Hijo. En ese estado imperaba la condición heredada por el Hijo: pureza, inocencia, abundancia, impecabilidad, plenitud, Unidad.

Nos narran los Textos Sagrados, que un acto volitivo del Hijo, “comer la fruta del árbol prohibido”, provocó el enfado del Padre, el cual, decidió expulsarlo del Edén, lo cual, ocasionó que el Hijo perdiese el estado de Plenitud del cual gozaba.

Esa sensación de pérdida se convirtió en la causa del miedo. La culpa, sustituyó a la impecabilidad, al igual, como el miedo, sustituyó al amor y la separación a la unicidad.

Reconocer en nuestro hermano, el conducto a través del cual, recuperar la inocencia que jamás perdimos, nos permitirá recordar que somos el Hijo de Dios y que, nuestra pérdida, no es más que una ilusión. 

10. Si deseas contemplar el amor, que es la realidad del mundo, ¿qué mejor cosa podrías hacer que reconocer en toda defensa con­tra él la súplica de amor subyacente? 2¿Y de qué mejor manera podrías darte cuenta de su realidad que respondiendo a esa súplica dando amor? 3La interpretación que el Espíritu Santo hace del miedo ciertamente lo desvanece, pues la conciencia de la ver­dad no se puede negar. 4De esta manera el Espíritu Santo reem­plaza al miedo por el amor y transforma el error en verdad. 5Y de esta manera aprenderás de Él cómo reemplazar tu sueño de sepa­ración por el hecho innegable de la unidad. 6Pues la separación no es otra cosa que la negación de la unión, y si se interpreta correctamente, da testimonio de tu eterno conocimiento de que la unión es verdad. 

Si deseamos contemplar el amor, cambiemos nuestra creencia de haber sido expulsados del Paraíso Terrenal y sentirnos merecedores del castigo de Dios. Somos el Hijo de Dios y nuestra condición, a imagen y semejanza de la del Padre, es la Perfección.

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