jueves, 23 de enero de 2025

Capítulo 17. VIII. Las condiciones de la paz (1ª parte).

VIII. Las condiciones de la paz (1ª parte).

1. El instante santo no es más que un caso especial, un ejemplo extremo, de lo que toda situación debería ser. 2El significado que el propósito del Espíritu Santo le ha dado al instante santo, se le da también a toda situación. 3El instante santo suscita la misma suspensión de falta de fe -que se rechaza y no se utiliza- para que la fe pueda responder a la llamada de la verdad. 4El instante santo es el ejemplo supremo, la demostración clara e inequívoca del significado de toda relación y de toda situación cuando se ven como un todo. 5La fe ha aceptado todos los aspectos de la situa­ción, y la falta de fe no ha impuesto el que nada se vea excluido de ella. 6Es una situación de perfecta paz, debido simplemente a que la has dejado ser lo que es.

El instante santo está inspirado por la mente recta, la que procede de los pensamientos que sirven a la verdad que representa el Espíritu Santo. Esa verdad es una y nos hace uno con la Fuente de donde procede, esto es, con Dios y Su Creación. Por lo tanto, referirse al instante santo como un ejemplo extremo de lo que debería ser significa que es tanta su importancia que debemos practicarlo en cada instante de nuestra vida.

Si ponemos nuestra fe en ello, elevaremos nuestros pensamientos hacia el altar donde nuestra consciencia se comunica con Dios. Ese altar es el amor compartido con nuestro Creador y con la Filiación.

Cada relación, cuando se afronta desde la fe en el instante santo, es una oportunidad única para vivirla desde la inocencia, es decir, vivirla con ojos nuevos, vivirla libre de juicios, vivirla tan solo como ser lo que es.

2. Esta simple cortesía es todo lo que el Espíritu Santo te pide: 2que dejes que la verdad sea lo que es. 3No intervengas, no la ataques, ni interrumpas su llegada. 4Deja que envuelva cada situación y que te brinde paz. 5Ni siquiera se te pide que tengas fe, pues la verdad no pide nada. 6Déjala entrar, y ella invocará la fe que necesitas para gozar de paz, y se asegurará de que dispongas de ella. 7Pero no te alces contra ella, pues no puede hacer acto de presencia si te opones a ella.

Si tenemos fe en lo que somos y lo que somos tan solo es amor, cualquier relación que establezcamos será tratada desde la ausencia de juicios que tratan de enturbiar la inocencia que expresa el instante presente. Ese instante presente es el único verdadero donde podemos ver las cosas libres de significados. La mente que sirve al ego tratará de convencernos de que ese presente es la consecuencia de nuestro pasado y, dado que en ese pasado nos han dañado o hemos dañado, ahora es el momento de vengarnos o pagar nuestra culpa. El presente, de este modo, queda empañado de nuestro rencor y no es vivido tal y como se nos muestra, impecable, inocente, libre para que decidamos entre el amor o el miedo.

3. ¿No desearías hacer de toda situación un instante santo? 2Pues tal es el regalo de la fe, que se da libremente dondequiera que la falta de fe se deja a un lado sin usar. 3El poder del propósito del Espíritu Santo puede usarse entonces en su lugar. 4Este poder transforma instantáneamente todas las situaciones en el único medio, seguro y continuo, de establecer Su propósito y de demostrar su realidad. 5Lo que se ha demostrado ha requerido fe, y ésta ha sido concedida. 6Ahora se convierte en un hecho, del que ya no se puede retirar la fe. 7La tensión que conlleva negarle la fe a la verdad es enorme y mucho mayor de lo que te imaginas. 8Pero responder a la verdad con fe no entraña tensión alguna.

Pongamos a prueba nuestra fe. ¿Cómo? Mirando de frente al momento presente. Hagámoslo. Elijamos el ahora. No importa dónde estemos, ni lo que estemos haciendo. Yo, por ejemplo, estoy pulsando las teclas del teclado de mi ordenador y transcribiendo el contenido de los pensamientos que emanan de mi mente. Miro lo que estoy haciendo de forma automática. Es una acción que acostumbro a realizar y lo hago de manera inconsciente. Ahora decido mirarlo de otra manera. Cuando lo hago, me doy cuenta de que lo que fluye de mi mente no procede de mi ego, pues él ignora el contenido de lo que estoy escribiendo; él no comparte el mensaje que estoy trasladando, lo interpreta como una chaladura de mi mente. Entonces me hago consciente de que el contenido de estas ideas procede de mi mente recta, la que se encuentra depositada en mi fe en el Espíritu Santo. Ahora sé que proceden de Él, y lo sé porque me aporta paz lo que estoy haciendo y mi mente sintoniza Su Canal, a través del cual recibo Su Voz.

Ahora, en este presente, mi fe me permite sentirme uno con todo lo creado, me permite hacer de este instante un instante santo, pues es mi santidad la que se manifiesta. Lo único que he hecho es permitir que el ahora se manifieste tal y como es, una oportunidad para mirar desde el amor.

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