VII. La invocación a la fe (2ª parte).
4. Únicamente lo que tú no has dado es lo que puede faltar en cualquier situación. 2Pero recuerda esto: la santidad fue la meta que se fijó para tu relación, y no fuiste tú quien lo hizo. 3No fuiste tú quien la fijó porque la santidad no se puede ver excepto mediante la fe, y tu relación no era santa por razón de la limitada y reducida fe que tenías en tu hermano. 4Tu fe tiene que aumentar para poder alcanzar la meta que se ha fijado. 5La realidad de la meta facilitará eso, pues te permitirá ver que la paz y la fe no vienen por separado. 6¿Cómo podrías estar en una situación sin tener fe y al mismo tiempo serle fiel a tu hermano?
La falsa fe nos lleva a interpretar a nuestros hermanos como a nuestros enemigos. Los percibimos con una identidad pasajera y quebrantable, lo que significa la ausencia de la esencia del Amor. Identificado con una personalidad pecadora y merecedora del castigo que mitigue la culpa que siente, la santidad que comparte la Filiación desaparece bajo las sombras que proyecta la identidad egoica.
5. Cada situación en la que te encuentras no es más que un medio para satisfacer el propósito que se estableció para tu relación. 2Si la ves como algo diferente, es que te falta fe. 3No hagas uso de esa falta de fe. 4Deja que se presente y obsérvala con calma, pero no hagas uso de ella. 5La falta de fe es la sierva de lo ilusorio, y es totalmente fiel a su amo. 6Haz uso de ella, y te llevará directamente a las ilusiones. 7No te sientas tentado por lo que te ofrece. 8La falta de fe no supone ningún obstáculo para el objetivo, sino para el valor que éste tiene para ti. 9No aceptes la ilusión de paz que te ofrece, sino que, por el contrario, contempla su ofrecimiento y reconoce que es una ilusión.
Cada encuentro de relación con nuestros hermanos es una invitación a dar fe de nuestra creencia en la unidad. Ello supondrá que reconocemos a nuestro hermano como parte integrante de la Filiación que conforma el acto creador de Dios.
Verlo de otra manera, esto es, verlo desde la falta de fe, nos mostrará el contenido de nuestra creencia errada en la separación.
Todo ello da lugar, me refiero a la situación que da lugar a una experiencia de relación, a poner a prueba nuestra fe en la verdad. Nos enfrentamos, una vez más, a elegir la realidad o la ilusión. Si no queremos ver a nuestro hermano desde la unidad, es porque no creemos en que ello sea verdad. Siempre proyectamos fuera de nosotros aquello que vemos en nuestro interior. Al vernos como pecadores, separados de nuestro Creador, trasladaremos esa misma visión fuera de nosotros, de tal modo que el otro será alguien ajeno a nosotros.
La luz de la verdad resplandece eternamente para todo aquel que quiere gozar de ella. Tan solo tenemos que invocarla en nombre del amor que nos une a ella, para que se nos muestre a la consciencia. El acto consciente de buscar la verdad es un llamamiento para que todas las fuerzas que trabajan para el amor se pongan a nuestra disposición y nos allanen el camino para disfrutar de ese encuentro milagroso.
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