lunes, 13 de enero de 2025

Capítulo 17. V. La relación que ha sanado (3ª parte).

V. La relación que ha sanado (3ª parte).

7. Ahora el ego te aconseja: "Sustituye esta relación por otra en la que puedas volver a perseguir tu viejo objetivo. 2La única manera de librarte de la angustia es deshaciéndote de tu hermano. 3No tienes que separarte de él del todo si no quieres hacerlo. 4Pero tienes que excluir de él gran parte de tus fantasías para poder conservar tu cordura". 5¡No hagas caso de estos consejos! 6Ten fe en Aquel que te contestó. 7Él te oyó. 8¿Acaso no fue muy explícito en Su respuesta? 9Ya no estás completamente loco. 10¿Puedes acaso negar que Él fue muy explícito en lo que te dijo? 11Ahora te pide que sigas teniendo fe por algún tiempo, aunque te sientas deso­rientado. 12Pues eso pasará, y verás emerger lo que justifica tu fe, brindándote una incuestionable convicción. 13No abandones al Espíritu Santo ahora, ni abandones a tu hermano. 14Esta relación ha vuelto a nacer como una relación santa.

La relación santa nos ofrece sustituir de la relación el odio por el amor; el deseo de venganza por el perdón; el sentimiento de culpa por la inocencia; el sacrificio por la libertad.

El ego no puede ofrecer lo que no tiene; es por esta razón que nos ofrece sustituir nuestra relación por otra en la que sin duda encontraremos lo que buscamos. Lo que nos ofrece es separación. Hasta que no cambiemos nuestra percepción errónea por la percepción verdadera, es decir, mientras que no veamos a nuestros hermanos como partes del Todo, como partes de la Filiación, no podremos encontrar la felicidad en nuestras relaciones, no conseguiremos transformar la relación especial en relación santa.

8Acepta gustosamente lo que no entiendes, y deja que se te explique a medida que percibes cómo opera en ella este nuevo propósito para hacerla santa. 2No te faltarán oportunidades de culpar a tu hermano por el "fracaso" de vuestra relación, pues habrá momentos en que ésta parecerá no tener ningún propósito. 3Una sensación de estar vagando a la deriva vendrá a atormen­tarte y a recordarte las múltiples maneras en que antes solías bus­car satisfacción y en las que creíste haberla encontrado. 4No te olvides del dolor que en realidad encontraste, ni le infundas vida a tu desfallecido ego. 5Pues tu relación no ha sido destruida. 6Ha sido salvada.

En este punto, Jesús nos aporta ánimo para afrontar el cambio de visión con respecto a nuestra relación. Ya hemos tenido ocasión de analizar cómo el ego no se quedará de brazos cruzados aceptando el nuevo modelo de relación que le proponemos. Hará todo lo que sea necesario para convencernos de que nos estamos equivocando, lo que nos hará dudar sobre nuestro proceder. 

Al igual que la señalética que encontramos en la carretera, que tiene como función indicarnos cómo debemos proceder para no sufrir accidentes, es bueno conocer las artimañas que el ego utilizará para poner fin a nuestro nuevo objetivo.

Nos indica este punto que no olvidemos el dolor que hemos encontrado siendo fieles al sistema de pensamiento del ego. El miedo no puede llevarnos a una experiencia de amor, simplemente porque el miedo fragmenta y el amor une.

9. Eres muy inexperto en lo que respecta a la salvación, y crees que has perdido el rumbo. 2Lo que has perdido es tu manera de alcanzar la salvación, pero no pienses que eso es una pérdida. 3En tu inexperiencia, recuerda que tu hermano y tú habéis comen­zado de nuevo juntos. 4Dale la mano, y caminad el uno al lado del otro por una senda que os es más familiar de lo que ahora creéis. 5¿No es acaso inevitable que recuerdes un objetivo que nunca ha cambiado ni cambiará jamás? 6Pues has elegido el objetivo de Dios, del que tu verdadera intención nunca estuvo ausente.

El deshacimiento de las creencias tiene esos efectos en la mente; nos sentimos confundidos, fruto de nuestra inexperiencia en el manejo correcto de las relaciones con los demás. Estábamos acostumbrados a sentirnos el centro del mundo y ahora aceptamos ser uno más con los demás. Ya no perseguimos objetivos donde buscamos satisfacer nuestro especialismo; ya no buscamos en el otro que satisfaga nuestra necesidad de ser amado a pesar de nuestros continuos desprecios y ataques. Ahora, nos vemos en el otro y comprendemos que juntos formamos la creación de Dios.

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