jueves, 17 de octubre de 2024

Capítulo 15. III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (3ª parte).

III. La pequeñez en contraposición a la grandeza (3ª parte).

7. En esta temporada (Navidad) en la que se celebra el nacimiento de la santidad en este mundo, únete a mí que me decidí en favor de la santidad en tu nombre. 2Nuestra tarea conjunta consiste en restaurar la conciencia de grandeza en aquel que Dios designó como Su anfitrión. 3Dar el don de Dios está más allá de tu peque­ñez, pero no más allá de ti. 4Pues Dios quiere darse a Sí Mismo a través de ti. 5Él se extiende Sí Mismo desde ti hacia todo el mundo, y más allá de todo el mundo hasta las creaciones de Su Hijo sin abandonarte. 6Él se extiende eternamente mucho más allá de tu insignificante mundo, aunque sin dejar de estar en ti. 7No obstante, Él te ofrece todas Sus extensiones a ti, puesto que eres Su anfitrión.         

Siempre se ha dicho que la Navidad tiene la magia de despertar lo mejor de cada persona. En esa temporada, decidimos acercarnos a nuestros seres queridos y compartir con ellos, mensajes de paz y amor. Tal vez, nuestro corazón nos lleve a tener gestos que, durante el resto del año, no tenemos, pero lo más importante, es que, en esas fechas, nos sentimos más cerca de la luz que de la oscuridad.

Jesús, nos invita a unirnos a Él y celebrar el nacimiento de la santidad. Unirse a Él, adquiere ese significado mencionado más arriba, esto es, olvidar las diferencias que hemos interpuesto con los demás y dar testimonio del amor en nuestros pensamientos y acciones.

La Navidad, se convertirá en el modelo de vida que debemos seguir cada día de nuestra existencia. No podemos simular que somos hombres de paz, cuando al día siguiente, despojados del disfraz de hombre bueno, nos condenamos y condenamos a los demás. La Navidad, debe formar parte de nuestra mente de forma permanente, de modo que, cada presente, sea una demostración de amor y paz.

8. ¿Es acaso un sacrificio dejar atrás la pequeñez y dejar de deam­bular en vano? 2Despertar a la gloria no es un sacrificio. 3Pero sí es un sacrificio aceptar cualquier cosa que no sea la gloria. 4Trata de aprender que no puedes sino ser digno del Príncipe de la Paz, nacido en ti en honor de Aquel de Quien eres anfitrión. 5Desconoces el significado del amor porque has intentado comprarlo con baratijas, valorándolo así demasiado poco como para poder comprender su grandeza. 6El amor no es insignificante, y mora en ti que eres el anfitrión de Dios. 7Ante la grandeza que reside en ti, la poca estima en que te tienes a ti mismo y todas las peque­ñas ofrendas que haces, se desvanecen en la nada.

El mundo del ego es sinónimo de sacrificio y dolor. ¿Acaso la semilla del miedo puede dar frutos de paz y gloria? ¿Acaso la semilla de la escasez, de la carencia, de la necesidad, de la pequeñez, puede dar frutos de abundancia, de grandeza?

El ego cree conocer el Amor, pero en verdad, le tiene miedo. ¿Por qué? Pues porque si el ego creyese en el Amor, no existiría. Su identidad está basada en la creencia en la separación. ¿Acaso el Amor, puede dar como frutos el ataque y la discordia?

9. Bendita criatura de Dios, ¿cuándo vas a aprender que sólo la santidad puede hacerte feliz y darte paz? 2Recuerda que no aprendes únicamente para ti, de la misma manera en que yo tam­poco lo hice. 3Tú puedes aprender de mí únicamente porque yo aprendí por ti. 4Tan sólo deseo enseñarte lo que ya es tuyo, para que juntos podamos reemplazar la miserable pequeñez que man­tiene al anfitrión de Dios cautivo de la culpabilidad y la debili­dad, por la gozosa conciencia de la gloria que mora en él. 5Mi nacimiento en ti es tu despertar a la grandeza. 6No me des la bienvenida en un pesebre, sino en el altar de la santidad, en el que la santidad mora en perfecta paz. 7Mi Reino no es de este mundo, puesto que está en ti. 8Y tú eres de tu Padre. 9Unámonos en honor a ti, que no puedes sino permanecer para siempre más allá de la pequeñez.

Glorioso, el mensaje que nos ofrece Jesús en este punto. Nuestro hermano mayor, nos recuerda lo que representa en nuestras vidas. Se presenta como el estado de consciencia que debemos adquirir para dar testimonio del Amor, de la Grandeza y no de la pequeñez y del miedo. Su Voluntad es enseñarnos a reconocer lo que realmente somos, y cuando lo hagamos, caminaremos junto a Él, dando testimonio de la Grandeza de Dios y anunciando al mundo el final de la pequeñez.

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