VII. No tengo que hacer nada (1ª parte).
1. Tienes todavía demasiada fe en
el cuerpo como fuente de fortaleza. 2¿Qué planes
haces que de algún modo no sean para su comodidad, protección o disfrute? 3De acuerdo
con tu interpretación, esto hace del cuerpo un fin y no un medio, lo cual
siempre quiere decir que todavía te atrae el pecado. 4Nadie que aún
acepte el pecado como su objetivo, puede aceptar
El cuerpo no es una causa, sino un efecto. Y en su condición de efecto no es real, pues la causa que lo ha originado es un pensamiento erróneo e ilusorio. El pensamiento errado no existe realmente salvo que nuestra mente lo considere real, dando lugar a efectos que, ilusoriamente, son reales, como esos efectos que producen los ilusionistas llevándonos a ver lo que no existe.
Convencer al cuerpo de que no es real requiere un profundo cambio en nuestra manera de pensar. Exige que desaprendamos lo aprendido y que, en su lugar, permitamos que la Expiación corrija nuestros errores mentales.
Creer que el cuerpo es el símbolo del pecado es creer en la separación. Mientras que nuestros pensamientos nos lleven a vernos separados de los demás, estaremos dando prioridad al cuerpo y a las relaciones especiales, las cuales se "alimentan" de la culpa y el miedo.
2. Hay algo que nunca has hecho:
jamás te has olvidado completamente del cuerpo. 2Quizá alguna
que otra vez lo hayas perdido de vista, pero nunca ha desaparecido del todo. 3No se te pide
que dejes que eso ocurra por más de un instante; sin embargo, en ese instante
es cuando se produce el milagro de
Dejar de ver el cuerpo como un fin, como un objetivo, nos ayudará a verlo de otra manera. Utilizarlo como un medio para alcanzar la relación santa nos abrirá la mente para servir a la Expiación. Nuestra voluntad dejará de perseguir la satisfacción de los sentidos físicos y en su lugar se pondrá al servicio del Amor, el cual propiciará la presencia del instante santo que nos elevará hasta la visión del Cielo, símbolo de la Unicidad.
Como veíamos en el punto anterior, el cuerpo es el efecto de un pensamiento errado y, por lo tanto, es irreal. Esa visión nos ha llevado a identificarnos con lo que no es verdad y nos ha llevado a interpretar que el cuerpo es fruto del pecado, pues es la consecuencia de la acción transgresora que propició que Dios nos expulsara del Paraíso.
Tan solo en el ahora, libre del pasado y del futuro, nuestra mente puede desvincularse del tiempo y conectar con la Fuente de la Verdad, la que emana de la Esencia de nuestro Creador. En ese instante nuestra voluntad se hace una con la Voluntad de Dios, lo que significa que la visión basada en la separación se diluye dando paso a la Visión Crítica de la Unidad.
4. Es imposible aceptar el instante
santo sin reservas a no ser que estés dispuesto, aunque sólo sea por un
instante, a no ver el pasado ni el futuro. 2No te puedes
preparar para él sin ubicarlo en el futuro. 3La liberación
se te concede en el instante en que la desees. 4Son muchos
los que se han pasado toda una vida preparándose y ciertamente han tenido sus
momentos de éxito. 5Este curso no pretende enseñar más de lo que
ellos aprendieron en el tiempo, pero sí se propone ahorrar tiempo. 6Tal vez estés
tratando de seguir un camino muy largo hacia el objetivo que has aceptado. 7Es
extremadamente difícil alcanzar
Cuando el Maestro Jesús nos refiere que debemos "ser como niños para entrar en el reino de los cielos", nos enseña a ver de forma real la función del tiempo, es decir, nos enseña a expresar la inocencia del niño, la pureza de su mente, en el presente, en el ahora, libre de las limitaciones del pasado.
¿Nos parece mucho un instante? Esa fusión de voluntades unidas en una misma visión de amor será suficiente para que se abran las puertas que nos conducirán a la salvación.
Este punto nos muestra cómo podemos utilizar el tiempo para que nos demoremos el encuentro con el instante santo. Si decidimos continuar viendo el cuerpo como la fuente del pecado, es decir, si decidimos verlo como un fin y no como un medio, continuaremos utilizando para alcanzar la purificación del mismo, sometiéndolo a un proceso de expiación que requerirá mucho tiempo y dolor.
Busquemos al que camina a nuestro lado. Miremoslo y digámosle: "Te amo y te bendigo". "Nuestras mentes son una y permanecen eternamente unidas a la Fuente de nuestro Creador". "Caminemos juntos hacia Él".
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