viernes, 7 de marzo de 2025

Capítulo 19. LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ. I. La curación y la fe (2ª parte).

Capítulo 19

LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ

 

I. La curación y la fe (2ª parte).

3. El cuerpo no puede curarse porque no puede causarse enfer­medades a sí mismo. 2No tiene necesidad de que se le cure. 3El que goce de buena salud o esté enfermo depende enteramente de la forma en que la mente lo percibe y del propósito para el que quiera usarlo. 4Es obvio que un segmento de la mente puede verse a sí mismo separado del Propósito Universal. 5Cuando esto ocurre, el cuerpo se convierte en su arma, que usa contra ese Propósito para demostrar el "hecho" de que la separación ha tenido lugar. 6De este modo, el cuerpo se convierte en el instru­mento de lo ilusorio, actuando en conformidad con ello: viendo lo que no está ahí, oyendo lo que la verdad nunca dijo y compor­tándose de forma demente, al estar aprisionado por la demencia.

La creencia de percibirse separado de Dios, del amor, de la unidad con la Filiación da lugar a la falsa fe y no podemos subestimar su poder sobre nuestra mente, pues tiene la capacidad de invocar a los testigos que darán testimonio de su credibilidad. Uno de esos testigos es la enfermedad, la cual habla a favor de la creencia de que somos un cuerpo y no espíritu. Para su demostración, se alía con el sufrimiento y con el dolor y nos dice: ¿Dónde está Dios para salvarme de este mal? ¿Dónde está su inmenso poder? ¿Dónde está su compasión? 

Elegir ver una dimensión temporal en vez de permanecer formando parte de la visión eterna ha dado lugar a la falsa identificación de nuestra realidad.

4. No pases por alto nuestra afirmación anterior de que la falta de fe conduce directamente a las ilusiones. 2Pues percibir a un hermano como si fuese un cuerpo es falta de fe, y el cuerpo no puede ser usado para alcanzar la unión. 3Si ves a tu hermano como un cuerpo, habrás dado lugar a una condición en la que unirse a él es imposible. 4Tu falta de fe en él te ha separado de él y ha impedido vuestra curación. 5De este modo, tu falta de fe se ha opuesto al propósito del Espíritu Santo y ha dado lugar a que se interpongan entre vosotros ilusiones centradas en el cuerpo. 6Y el cuerpo parecerá estar enfermo, pues lo habrás convertido en un "enemigo" de la curación y en lo opuesto a la verdad.

Ya hemos tenido ocasión de ver en el Capítulo 17 la importancia de la visión de la fe verdadera y la importancia de la visión de la fe falsa.

Dios crea al Espíritu Santo para que nos ayude a recordar lo que verdaderamente somos. Sin su luz, hubiéramos corrido el riesgo de quedar esclavos de la oscuridad. Su Voz, es la frecuencia con la que debe conectarse nuestra voluntad. Sin su función, no tendríamos la referencia de esa "frecuencia" con la que debemos sintonizar. Sería como la radio que no nos muestra el canal adecuado con el que poder conectarnos al manifestar nuestra voluntad de oír el mensaje que queremos escuchar. El Espíritu Santo nos dice: para oír onda unidad, debes sintonizar con la frecuencia: amor.

La fe verdadera conoce el canal por el cual podremos oír la Voz del Espíritu Santo. Lo sabe porque ha recordado su verdadera identidad, porque ha despertado del estado de sueño en el que ha creído encontrarse.

5. No puede ser difícil darse cuenta de que la fe tiene que ser lo opuesto a la falta de fe. 2Mas la diferencia en cómo ambas operan no es tan obvia, aunque se deriva directamente de la diferencia fundamental que existe entre ellas. 3La falta de fe siempre limita y ataca; la fe desvanece toda limitación y brinda plenitud. 4La falta de fe siempre destruye y separa; la fe siempre une y sana. 5La falta de fe interpone ilusiones entre el Hijo de Dios y su Crea­dor; la fe elimina todos los obstáculos que parecen interponerse entre ellos. 6La falta de fe está totalmente dedicada a las ilusiones; la fe, totalmente a la verdad. 7Una dedicación parcial es imposi­ble. 8La verdad es la ausencia de ilusiones, las ilusiones, la ausen­cia de la verdad. 9Ambas no pueden coexistir ni percibirse en el mismo lugar. 10Dedicarte a ambas es establecer un objetivo por siempre inalcanzable, pues parte de él se intenta alcanzar a través del cuerpo, al que se considera el medio por el que se procura encontrar la realidad mediante el ataque. 11La otra parte quiere sanar y, por lo tanto, apela a la mente y no al cuerpo.

Si te estás preguntando si tu fe es verdadera o falsa, tan solo tienes que mirar la calidad de los testigos que invitas a tu mente para que testimonien de tu identidad, de tus hechorías. Nadie mejor que tus testigos sabrá hablar a favor de la fe, tu fe. Ellos te acompañan permanentemente y participan de tus acciones.

Si el fruto que cosechas es amargo, ten por seguro que tus testigos estarán dando testimonio de tu mala fe. En cambio, si recolectas frutos dulces, si tu cosecha es abundante, ten por seguro que tus testigos están dando testimonio de tu buena fe.

Tu mente no puede albergar a testigos falsos y a testigos verdaderos; de hacerlo, no se podría distinguir la verdad de la ilusión. No puedes creer que la enfermedad procede del cuerpo y al mismo tiempo creer que es la mente la que padece la enfermedad. No podemos servir a dos señores a la vez.

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