sábado, 8 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 67

LECCIÓN 67

El Amor me creó a semejanza de Sí Mismo.


1. 
La idea de hoy es una afirmación exacta y cabal de lo que eres. 2Por eso es por lo que eres la luz del mundo. 3Por eso es por lo que Dios te designó como el salvador del mundo. 4Por eso es por lo que el Hijo de Dios apela a ti para su salvación. 5Él se salva por razón de lo que tú eres. 6Hoy haremos todo lo posible por llegar esta verdad acerca de ti y por darnos cuenta plenamente, aunque sólo sea por un momento, de que es verdad.

2. Durante la sesión de práctica más larga pensaremos en tu reali­dad y en su naturaleza completamente inalterada e inalterable. 2Comenzaremos repitiendo esta verdad acerca de ti, y luego pasa­remos unos minutos añadiendo algunos pensamientos afines, tales como:

3La Santidad me creó santo.
4La Bondad me creó bondadoso.
5La Asistencia me creó servicial.
6La Perfección me creó perfecto.

7Cualquier atributo que esté de acuerdo con la definición que Dios tiene de Sí Mismo es apropiado. 8Hoy estamos tratando de enmendar tu definición de Dios y de reemplazarla por la Suya. 9Y también estamos tratando de recalcar el hecho de que tú formas parte de Su definición de Sí Mismo.

3. Una vez que hayas reflexionado sobre varios de estos pensa­mientos afines a la idea de hoy, trata, durante un breve intervalo preparatorio, de vaciar tu mente de todo pensamiento y de ir más allá de todas las imágenes y conceptos que tienes de ti mismo hasta llegar a la verdad en ti. 2Si el Amor te creó a semejanza de Su Propio Ser, ese Ser tiene que estar en ti. 3tiene que estar en alguna parte de tu mente donde tú lo puedas encontrar.

4. Tal vez te resulte necesario repetir la idea de hoy de vez en cuando a fin de reemplazar aquellos pensamientos que te distrai­gan. 2Puede que también descubras que aun esto no es suficiente y que necesitas seguir añadiendo otros pensamientos relaciona­dos con la verdad acerca de ti. 3Sin embargo, tal vez puedas supe­rar todo eso y, valiéndote del intervalo en el que tu mente está libre de pensamientos, quizá puedas llegar a la conciencia de una luz resplandeciente en la cual te reconoces a ti mismo tal como el Amor te creó. 4Confía en que hoy harás mucho por acercarte a esa conciencia, tanto si sientes que has tenido éxito como si no.

5. Hoy te resultará especialmente beneficioso practicar la idea del día tan a menudo como puedas. 2Necesitas oír la verdad acerca de ti tan a menudo como sea posible, debido a que tu mente está tan ocupada con falsas imágenes de sí misma. 3Sería sumamente beneficioso que te recordaras, cuatro o cinco veces por hora, o incluso más si fuese posible, que el Amor te creó a semejanza de Sí Mismo. 4Oye en esto la verdad acerca de ti.
6. Trata de darte cuenta, durante las sesiones de práctica más cor­tas, de que no es tu diminuta y solitaria voz la que te dice esto. 2Se trata de la Voz de Dios, recordándote al Padre y a tu Ser. 3Se trata de la Voz de la verdad, sustituyendo todo lo que el ego te dice acerca de ti mismo con la simple verdad acerca del Hijo de Dios. 4El Amor te creó a semejanza de Sí Mismo.

¿Qué me enseña esta lección? 

Hemos sido creados en un acto de Amor, la única esencia real de la que somos portadores.

Cuando actuamos desde el ego, fabricamos, no creamos, pues aquello que adquiere forma es irreal dado que está sujeto al cambio y es perecedero. Solo el Amor es real, pues no cambia. 

Tomo consciencia de que he sido creado a “semejanza” de mi Creador, es decir, del mismo Arquetipo Mental; de la Extensión Amorosa de su Pensamiento. 

Si Su Mente es Una, si Su Mente es Amor, Yo Soy Uno, Yo Soy Amor, y, mientras tenga conciencia en el plano de la percepción, mientras que esté experimentando este sueño, debo manifestar ese potencial en todos y cada uno de mis actos.

Nos transmite las enseñanzas de Un Curso de Milagros, que Dios creó a Su Hijo a través de un acto de expansión de Su Mente. 

Su Mente Una, al expandirse, se manifestó en los Principios de la Trinidad: Voluntad, Amor e Inteligencia. Su Obra, Su Hijo, es portador de esos Atributos Divinos.

Cada vez que el Hijo de Dios expande esos Atributos, se está expresando en su mente recta y su acción es creadora, pues está expresando la Unicidad. En cambio, cuando su acción expresa la separación, su mente es errónea y, en vez de crear la realidad, fabrica la ilusión.


Ejemplo-Guía: ¿Quiénes somos?

Hoy os propongo un ejercicio de autoconocimiento. Para ello, vamos a responder con total honestidad a la cuestión que se plantea en el ejemplo-guía. Si alguien te preguntase "¿quién eres?", ¿qué le responderías?

Voy a improvisar unas respuestas con la intención de que os puedan servir de guía. Pero es muy importante que cada uno realice su propia reflexión y autoanálisis.

  • Me llamo Juan.
  • Soy alto y moreno, aunque ya tengo poco pelo y, el que tengo, pinta blanco.
  • Soy funcionario y desempeño un cargo de mando intermedio en una institución pública.
  • Estoy casado y tengo tres hijos y cinco nietos.
..., a partir de ahí, titubeo, pues no se me ocurre qué más decir para responder sobre mi identidad, aunque podría valer...
  • Soy un mediador de vocación.
  • Buscador incansable de la verdad.
  • Amante de la lectura y de los temas espirituales.
  • Mi objetivo, la perfección de la conciencia.
  • Me considero un difusor.
  • Me encanta escribir.
  • Me fascinan las nuevas tecnologías.
  • Idealizo la amistad.
  • Me dan miedo las alturas.
  • Me da miedo la enfermedad.
  • Soy celoso y posesivo.
  • Soy orgulloso y a veces fanático.
  • Etc.

Os puedo asegurar que, dejando a un lado los matices personales de cada uno, esta respuesta podemos considerarla como una respuesta "tipo", en el sentido de que la gran mayoría se identificaría de la misma manera. Compruébalo. 

Es evidente que esta respuesta es propia de la visión del ego, el cual basa su creencia y sus credenciales personales en términos de la identidad física del cuerpo que percibe y niega cualquier otra realidad que no sea capaz de ver y tocar, como el Santo Tomás. 

Ahora os propongo realizar este mismo ejercicio de autoanálisis, de autoconocimiento, pero desde la visión del Espíritu. ¿Te atreves? Seguro que sí. 

Improviso.

  • El Hijo de Dios.
  • Soy Dios, cuando ceso de ser "yo".
  • Soy Espíritu.
  • Soy Todo y Uno.
  • Soy Voluntad.
  • Soy Amor.
  • Soy Inteligencia.
  • Soy Libre.
  • Soy Luz.
  • Soy Verdad.
  • Soy Impecable.
  • Soy Inocente.
  • Soy Perfecto.

¿Qué más añadirías? Abundante, Pleno, Sano, Creador...


Reflexión: ¿Qué soy?

viernes, 7 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 66

LECCIÓN 66

Mi función y mi felicidad son una.

1. Seguramente habrás notado que en nuestras lecciones más recientes hemos hecho hincapié en la conexión que existe entre desempeñar tu función y alcanzar la felicidad. 2Esto ha sido así porque realmente tú no ves la conexión. 3Sin embargo, se trata de algo más que una simple conexión: son una misma cosa. 4La manera en que cada una se manifiesta es distinta, pero el conte­nido es exactamente el mismo.

2. El ego está batallando constantemente con el Espíritu Santo en torno a la cuestión fundamental de cuál es tu función. 2También batalla con Él constantemente con respecto a qué es tu felicidad. 3No es ésta una batalla que tenga dos contendientes. 4El ego ataca y el Espíritu Santo no responde. 5Él sabe cuál es tu función. 6Él sabe que es tu felicidad.

3. Hoy intentaremos ir más allá de esta batalla completamente absurda y arribar a la verdad con respecto a tu función. 2No nos vamos a enfrascar en argumentos fútiles con respecto a lo que es tu función. 3No vamos a tratar inútilmente de definir lo que es la felicidad ni de determinar los medios para alcanzarla. 4No vamos a gratificar al ego escuchando sus ataques contra la verdad. 5Sen­cillamente nos alegraremos de que podemos descubrir lo que ésta es.

4. El propósito de la sesión de práctica larga de hoy es que acep­tes el hecho de que no sólo existe una conexión muy real entre la función que Dios te dio y tu felicidad, sino que ambas cosas son, de hecho, lo mismo. 2Dios te da únicamente felicidad. 3Por lo tanto, la función que Él te dio tiene que ser la felicidad, aunque parezca ser otra cosa. 4Los ejercicios de hoy son un intento de ir más allá de estas diferencias de aspecto y de reconocer un conte­nido común allí donde en verdad lo hay.

5. Comienza la sesión de práctica de diez o quince minutos refle­xionando sobre estos pensamientos:

2Dios me da únicamente felicidad. 3Él me ha dado mi función.
4Por lo tanto, mi función tiene que ser la felicidad.

5Trata de ver la lógica en esta secuencia, incluso si aún no aceptas la conclusión. 6Únicamente si los dos primeros pensamientos son erróneos, podría ser falsa la conclusión. 7Reflexionemos, enton­ces, por un rato sobre estas premisas según practicamos.

6. La primera premisa es que Dios te da únicamente felicidad. 2Esto, desde luego, podría ser falso, pero para que fuese falso sería preciso definir a Dios como algo que Él no es. 3El Amor no puede dispensar maldad, y lo que no es felicidad es maldad. 4Dios no puede dar lo que no tiene, ni puede tener lo que Él no es. 5Si Dios no te diese únicamente felicidad, ciertamente sería mal­vado. 6ésa es la definición que crees acerca de Él si no aceptas la primera premisa.

7. La segunda premisa afirma que Dios te ha dado tu función. 2Hemos visto que tu mente sólo tiene dos partes. 3Una de ellas la gobierna el ego y se compone de ilusiones. 4La otra es la morada del Espíritu Santo, donde reside la verdad. 5Sólo puedes escoger entre estos dos guías, y los únicos resultados que pueden proce­der de tu elección son el miedo que el ego siempre engendra o el amor que el Espíritu Santo siempre ofrece para reemplazarlo.

8. Así pues, o bien fue Dios Quien estableció tu función a través de Su Voz, o bien fue el ego, que tú inventaste para reemplazarlo a Él. 2¿Cuál de estas posibilidades es verdad? 3A menos que hubiese sido Dios Quien te dio tu función, ésta sólo podría ser un regalo del ego. 4Mas ¿qué regalos puede dar el ego, cuando él mismo es una ilusión y lo único que puede ofrecer son regalos ilusorios?

9. Piensa en esto durante tu sesión de práctica más larga de hoy. 2Piensa asimismo en las múltiples formas que tu ilusoria función ha adoptado en tu mente, y en las muchas maneras por las que, guiado por el ego, trataste de encontrar la salvación. 3¿La encon­traste? 4¿Te sentiste feliz? 5¿Te brindaron paz? 6Hoy necesitamos ser muy honestos. 7Recuerda objetivamente los resultados que lograste y examina si en algún momento fue razonable pensar que podías encontrar felicidad en nada que el ego jamás propu­siera. 8Con todo, la única alternativa para la Voz del Espíritu Santo es el ego.


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Prestarás oídos a la locura, o bien oirás la verdad. 2Trata de hacer tu elección mientras reflexionas sobre las premisas en las que se basa nuestra conclusión. 3Podemos concurrir con esta con­clusión, pero no con ninguna otra, toda vez que Dios Mismo con­curre con nosotros al respecto. 4La idea de hoy es otro paso gigantesco hacia la percepción de lo que es lo mismo como lo mismo y de lo que es diferente como diferente. 5un lado están las ilusiones. 6Al otro, la verdad. 7Tratemos hoy de darnos cuenta de que sólo la verdad es verdad.

11. Para las sesiones de práctica más cortas, que hoy te resultarán muy beneficiosas si las llevas a cabo dos veces por hora, sugeri­mos la siguiente forma de aplicación:

2Mi función y mi felicidad son una porque Dios me dio las dos.

3No te tomará más de un minuto, y probablemente menos, repe­tir estas palabras lentamente y pensar en ellas por un rato mien­tras las dices.

¿Qué me enseña esta lección?

Hacer la Voluntad de Dios, es decir, llevar a cabo los trabajos que debemos realizar y para los que hemos venido al mundo, es realmente el verdadero sentido de nuestra actual existencia, es nuestra felicidad y es nuestra función.

Muchas veces nos quejamos de la vida que nos ha tocado vivir. No acabamos de sentirnos en paz interior cuando no encontramos la satisfacción de las apetencias del ego. Se hace necesario que tomemos conciencia de que en cualquier marco donde participemos debemos encontrar nuestra función de ser portadores de amor y perdón. Es la única vía que nos ha de llevar a sentirnos seres plenos y felices.

Hoy se nos enseña algo que todos sabremos reconocer, pues la verdad forma parte de nosotros, ya que el Creador así lo dispuso al crearnos. Hoy podremos recordar que el ego es incapaz de hacernos el regalo de la felicidad. Sí, lo hemos intentado de múltiples maneras; incluso en ocasiones hemos creído que lo habíamos conseguido, que podíamos gozar de la felicidad permanente, pero ese castillo de ilusión se desmorona, tarde o temprano, como lo hace un castillo levantado en la arena cuando es alcanzado por la fuerza del agua, pues, como bien expresa la lección, la ilusión tan solo puede dar lo que tiene, un instante de ilusión.

Si en nuestro historial humano pudiésemos identificar un solo momento en el que la verdadera felicidad, una vez conseguida, perdurase, podríamos dar valor a la misma y no podríamos más que afirmar que es real. Pero esa condición, ese estado, no forma parte de la falsa realidad fabricada por el ego. La felicidad es nuestro estado natural y pertenece a la mente recta, a la mente sana, a la mente que se expande amorosamente en virtud de su condición divina. Es la mente donde habita el Espíritu Santo. Es la mente que reconoce la unicidad y que niega la ilusión de la separación.

Cuando actuamos desde esa visión, no podemos menos que reconocer en el mundo que nos rodea la oportunidad de realizar la función que Dios nos ha encomendado, la de perdonar y la de amar. Ese acto conlleva un aporte de luz que permitirá unirnos a nuestros hermanos y recuperar los lazos de unión que nos llevan a ser una misma Filiación. 

Es nuestra decisión el ver con los ojos del cuerpo o con los del Espíritu, a la hora de valorar las circunstancias que nos rodean. Si elegimos ver con los ojos del cuerpo, no alcanzaremos la felicidad. Si elegimos ver con los ojos del Espíritu, realmente reconoceremos nuestra verdadera realidad, que no es otra que ser portadores de felicidad. Lo que das, recibes.

Ejemplo-Guía: ¿Qué te impide alcanzar la salvación y la felicidad?

Hoy daremos continuidad a la metodología empleada con la lección anterior. Vamos a identificar aquellas experiencias que se convierten en obstáculos que nos impiden gozar de la felicidad y de la salvación, pues ambas son lo mismo, ya que su Fuente es el regalo que nos comparte Dios. 

  • Soy infeliz en mi matrimonio o en mi relación de pareja. 
  • ¿Por qué experimento la pobreza? 
  • ¿Por qué tengo tanto miedo? 
  • Tengo muchos problemas. Nada me sale bien.
  • Soy incapaz de perdonar el daño que me han causado mis padres. 
  • Me invaden pensamientos oscuros. 
  • Por mucho que quiero cambiar el mundo, no consigo cambiar nada.
  • ¿Por qué no consigo la visión espiritual? 
  • Estamos rodeados de ladrones y mentirosos, y no hacemos nada. 
  • No me valoran en mi trabajo. 
  • Me desespera el comportamiento de mi hijo. 
  • Mi cuerpo está enfermo. 
  • ¿Por qué Dios no evita mis desgracias? 

Todas estas aportaciones, aparentemente tan distintas, son percibidas por el ego sin relación entre ellas. Para el ego, todas son efectos con características diferentes y con resultados e implicaciones de distinto nivel. Su respuesta, de igual modo, es específica para cada una de ellas. Nunca relacionará una experiencia de pobreza con un problema de relación con los hijos. La pobreza le inspirará un sentimiento de victimismo y culpará a la sociedad de no ofrecerle oportunidades, y la experiencia de relación con su hijo le llevará a culpar a éste de todo cuanto ocurre, pues lo considera un vago.

El ego no sabrá encontrar el hilo conductor que relaciona ambas experiencias. En verdad no hay diferentes problemas, ni diferentes soluciones. Tan solo existe un error que hay que corregir, el creerse separado del Creador y de Su Creación.

El ego acostumbra a poner en manos de los demás, de las circunstancias externas, el poder de ofrecer o negar el regalo de la felicidad. En este sentido, culpará al otro de su mala suerte y convertirá en ídolo a quien considere que le puede otorgar la felicidad.

La esencia clave que da respuesta a todas estas cuestiones, llevándolas desde la oscuridad a la luz, desde el problema a la solución, desde el sufrimiento a la felicidad, es el perdón, que, como hemos visto en estas últimas lecciones, es la única función que Dios nos ha encomendado.


Reflexión: ¿Qué eliges, ser feliz o tener razón?

Capítulo 19. LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ. I. La curación y la fe (2ª parte).

Capítulo 19

LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ

 

I. La curación y la fe (2ª parte).

3. El cuerpo no puede curarse porque no puede causarse enfer­medades a sí mismo. 2No tiene necesidad de que se le cure. 3El que goce de buena salud o esté enfermo depende enteramente de la forma en que la mente lo percibe y del propósito para el que quiera usarlo. 4Es obvio que un segmento de la mente puede verse a sí mismo separado del Propósito Universal. 5Cuando esto ocurre, el cuerpo se convierte en su arma, que usa contra ese Propósito para demostrar el "hecho" de que la separación ha tenido lugar. 6De este modo, el cuerpo se convierte en el instru­mento de lo ilusorio, actuando en conformidad con ello: viendo lo que no está ahí, oyendo lo que la verdad nunca dijo y compor­tándose de forma demente, al estar aprisionado por la demencia.

La creencia de percibirse separado de Dios, del amor, de la unidad con la Filiación da lugar a la falsa fe y no podemos subestimar su poder sobre nuestra mente, pues tiene la capacidad de invocar a los testigos que darán testimonio de su credibilidad. Uno de esos testigos es la enfermedad, la cual habla a favor de la creencia de que somos un cuerpo y no espíritu. Para su demostración, se alía con el sufrimiento y con el dolor y nos dice: ¿Dónde está Dios para salvarme de este mal? ¿Dónde está su inmenso poder? ¿Dónde está su compasión? 

Elegir ver una dimensión temporal en vez de permanecer formando parte de la visión eterna ha dado lugar a la falsa identificación de nuestra realidad.

4. No pases por alto nuestra afirmación anterior de que la falta de fe conduce directamente a las ilusiones. 2Pues percibir a un hermano como si fuese un cuerpo es falta de fe, y el cuerpo no puede ser usado para alcanzar la unión. 3Si ves a tu hermano como un cuerpo, habrás dado lugar a una condición en la que unirse a él es imposible. 4Tu falta de fe en él te ha separado de él y ha impedido vuestra curación. 5De este modo, tu falta de fe se ha opuesto al propósito del Espíritu Santo y ha dado lugar a que se interpongan entre vosotros ilusiones centradas en el cuerpo. 6Y el cuerpo parecerá estar enfermo, pues lo habrás convertido en un "enemigo" de la curación y en lo opuesto a la verdad.

Ya hemos tenido ocasión de ver en el Capítulo 17 la importancia de la visión de la fe verdadera y la importancia de la visión de la fe falsa.

Dios crea al Espíritu Santo para que nos ayude a recordar lo que verdaderamente somos. Sin su luz, hubiéramos corrido el riesgo de quedar esclavos de la oscuridad. Su Voz, es la frecuencia con la que debe conectarse nuestra voluntad. Sin su función, no tendríamos la referencia de esa "frecuencia" con la que debemos sintonizar. Sería como la radio que no nos muestra el canal adecuado con el que poder conectarnos al manifestar nuestra voluntad de oír el mensaje que queremos escuchar. El Espíritu Santo nos dice: para oír onda unidad, debes sintonizar con la frecuencia: amor.

La fe verdadera conoce el canal por el cual podremos oír la Voz del Espíritu Santo. Lo sabe porque ha recordado su verdadera identidad, porque ha despertado del estado de sueño en el que ha creído encontrarse.

5. No puede ser difícil darse cuenta de que la fe tiene que ser lo opuesto a la falta de fe. 2Mas la diferencia en cómo ambas operan no es tan obvia, aunque se deriva directamente de la diferencia fundamental que existe entre ellas. 3La falta de fe siempre limita y ataca; la fe desvanece toda limitación y brinda plenitud. 4La falta de fe siempre destruye y separa; la fe siempre une y sana. 5La falta de fe interpone ilusiones entre el Hijo de Dios y su Crea­dor; la fe elimina todos los obstáculos que parecen interponerse entre ellos. 6La falta de fe está totalmente dedicada a las ilusiones; la fe, totalmente a la verdad. 7Una dedicación parcial es imposi­ble. 8La verdad es la ausencia de ilusiones, las ilusiones, la ausen­cia de la verdad. 9Ambas no pueden coexistir ni percibirse en el mismo lugar. 10Dedicarte a ambas es establecer un objetivo por siempre inalcanzable, pues parte de él se intenta alcanzar a través del cuerpo, al que se considera el medio por el que se procura encontrar la realidad mediante el ataque. 11La otra parte quiere sanar y, por lo tanto, apela a la mente y no al cuerpo.

Si te estás preguntando si tu fe es verdadera o falsa, tan solo tienes que mirar la calidad de los testigos que invitas a tu mente para que testimonien de tu identidad, de tus hechorías. Nadie mejor que tus testigos sabrá hablar a favor de la fe, tu fe. Ellos te acompañan permanentemente y participan de tus acciones.

Si el fruto que cosechas es amargo, ten por seguro que tus testigos estarán dando testimonio de tu mala fe. En cambio, si recolectas frutos dulces, si tu cosecha es abundante, ten por seguro que tus testigos están dando testimonio de tu buena fe.

Tu mente no puede albergar a testigos falsos y a testigos verdaderos; de hacerlo, no se podría distinguir la verdad de la ilusión. No puedes creer que la enfermedad procede del cuerpo y al mismo tiempo creer que es la mente la que padece la enfermedad. No podemos servir a dos señores a la vez.

jueves, 6 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 65

LECCIÓN 65

Mi única función es la que Dios me dio.

1. La idea de hoy reafirma tu compromiso con la salvación. 2También te recuerda que no tienes ninguna otra función salvo ésa. 3Ambos pensamientos son obviamente necesarios para un com­promiso total. 4La salvación no podrá ser tu único propósito mien­tras sigas abrigando otros. 5Aceptar la salvación como tu única función entraña necesariamente dos fases: el reconocimiento de que la salvación es tu función, y la renuncia a todas las demás metas que tú mismo has inventado.

2. Ésta es la única manera en que puedes ocupar el lugar que te corresponde entre los salvadores del mundo. 2Ésta es la única manera en que puedes decir, y decirlo en serio: "Mi única función es la que Dios me dio". 3ésta es la única manera en que puedes encontrar paz.

3. Hoy, y durante los próximos días, reserva diez o quince minutos para una sesión de práctica más prolongada, en la que trates de entender y aceptar el verdadero significado de la idea de hoy. 2La idea de hoy te ofrece el que puedas escapar de todas las dificultades que percibes. 3Pone en tus manos la llave que abre la puerta de la paz, la cual tú mismo cerraste. 4Es la respuesta a la incesante búsqueda en la que has estado enfrascado desde los orígenes del tiempo.

4. Trata, en la medida de lo posible, de llevar a cabo las sesiones de práctica más largas a la misma hora todos los días. 2Trata asi­mismo, de fijar esa hora de antemano, y de adherirte luego al máximo al horario establecido. 3El propósito de esto es organizar tu día de tal manera que hayas reservado tiempo para Dios, así como para todos los propósitos y objetivos triviales que persi­gues. 4Esto es parte del entrenamiento a largo plazo que tu mente necesita para adquirir disciplina, de modo que el Espíritu Santo pueda valerse de ella de manera consistente para el propósito que comparte contigo.

5. En la sesión de práctica más prolongada, comienza repasando la idea de hoy. 2Luego cierra los ojos y repite la idea para tus adentros una vez más, observando tu mente con gran deteni­miento a fin de poder captar cualquier pensamiento que cruce por ella. 3Al principio, no trates de concentrarte exclusivamente en aquellos pensamientos que estén relacionados con la idea de hoy. 4Trata, más bien, de poner al descubierto cada pensamiento que surja para obstaculizarla. 5Toma nota de cada uno de ellos con el mayor desapego posible según se presente, y deséchalos uno por uno a medida que te dices a ti mismo:

6Este pensamiento refleja un objetivo que me está impi­diendo aceptar mi única función.

6. Después de un rato, te resultará más difícil poder detectar los pensamientos que causan interferencia. 2Sigue tratando, no obs­tante, durante un minuto más o menos, intentando detectar algu­nos de los pensamientos vanos que previamente eludieron tu atención, pero sin afanarte o esforzarte innecesariamente en ello. 3Luego repite para tus adentros:

4Que en esta tabla rasa quede escrita mi verdadera función.

5No es preciso que uses estas mismas palabras, pero trata de tener la sensación de que estás dispuesto a que tus propósitos ilusorios sean reemplazados por la verdad.

7. Finalmente, repite la idea de hoy una vez más y dedica el resto de la sesión de práctica a reflexionar sobre la importancia que dicha idea tiene para ti, el alivio que su aceptación te ha de brin­dar al resolver todos tus conflictos de una vez por todas, y lo mucho que realmente deseas la salvación, a pesar de tus absurdas ideas al contrario.

8En las sesiones de práctica más cortas, que deben hacerse por lo menos una vez por hora, usa el siguiente modelo al aplicar la idea de hoy:

2Mi única función es la que Dios me dio. 3No quiero nin­guna otra ni tengo ninguna otra.

4Cierra los ojos en algunas ocasiones al practicar esto, y en otras, manténlos abiertos mientras miras a tu alrededor. 5Lo que ahora ves será totalmente diferente cuando aceptes la idea de hoy sin reservas.

¿Qué me enseña esta lección?

Cuando recuperamos la conciencia de la Unidad con Dios y con todos los seres creados por Él, estamos dispuestos, igualmente, a orientar nuestra vida hacia un único objetivo, la salvación. Salvarnos significa dejar a un lado cualquier otra función con la que nos hayamos identificado. Somos la Luz del mundo, somos Amor y como tal debemos actuar.

Cuando lo hacemos de cualquier otro modo, estamos tomando otras funciones que nos alejarán de la esencial.

Ejemplo-Guía: ¿Qué te impide alcanzar la salvación y la felicidad?

En esta ocasión vamos a utilizar una metodología diferente a la que venimos usando para aplicar el contenido de la lección.

No se trata de un ejemplo específico; la cuestión que se plantea es un ejercicio que nos invita a cada uno, individualmente, a reflexionar sobre las experiencias que interpretamos como las causas que nos impiden alcanzar la salvación y la felicidad. 

En dicha reflexión, nuestra mente nos ofrecerá la visión de todos los motivos a los cuales le hemos otorgado el poder para convertirse en los "obstáculos" que nos niega la experiencia de la salvación. Pero dicha visión tan sólo es la punta del iceberg que logramos ver, es decir, es una parte del "todo", pues el iceberg no es tan sólo lo que vemos en la superficie, sino que para conocer en su integridad las características del mismo, debemos saber que el 90% del mismo se encuentra oculto a nuestros ojos, y lo que es lo más importante, lo que ocurre en esa gran masa oculta por las aguas del océano, repercute directamente en la parte visible del mismo.

Con ello, queremos decir que lo que nos muestra nuestra mente en el análisis de lo que nos ocurre tan solo es una visión de los efectos, obviando que la verdadera causa se encuentra en la parte oculta del iceberg, es decir, en nuestra mente.

Bien, os invito a todos y cada uno de vosotros a que me acompañéis en la búsqueda de esas causas-efectos. Yo os dejo algunos ejemplos para que os sirvan de guía:

  • Siempre estoy rodeado de un ambiente de disputas y controversias (Efectos).
  • En mi mente albergo pensamientos controvertidos e incoherentes (Causa).
  • La única manera de tener paz es enseñando paz (Salvación)

Otra guía:

  • Por mucho que lo intento, es que no aguanto a mi jefe. Me hace la vida imposible (Efectos).
  • En mi mente albergo pensamientos autoritarios que someten nuestra voluntad (Causa).
  • Cuando ves a un hermano como una entidad física, "pierdes" su poder y su gloria, así como los tuyos.  Lo has atacado, pero tienes que haberte atacado a ti mismo primero. En tu hermano reside tu (Salvación).

Todo efecto nos lleva a hacer real lo que forma parte de la ilusión. Esta afirmación debe calar en nuestra mente; de lo contrario, seguiremos identificándonos con un mundo que no favorece su sanación, pues nos lleva a creer que es el cuerpo el que enferma, cuando en verdad el cuerpo es neutro y su única capacidad es comunicar lo que le dicta la mente.

Una vez que hemos entendido el sentido de los efectos, que carecen de significado, dirigimos nuestra atención al nivel de donde emanan las causas: nuestros pensamientos. Esta reorientación debe traducirse en la voluntad de elegir nuevamente, es decir, si el contenido de mi mente causa unos efectos que no me aportan paz, lo que debo hacer es elegir mentalmente la paz; tan sólo así, la paz formará parte de los efectos.

La consecuencia de esta reorientación nos lleva ante las mismas puertas de la salvación. Si queremos recibir paz, debemos dar paz.

Reflexión: ¿Qué te impide ser feliz?

Capítulo 19. LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ. I. La curación y la fe (1ª parte).

Capítulo 19

LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ

 

I. La curación y la fe (1ª parte).

1. Dijimos anteriormente que cuando una situación se ha dedi­cado completamente a la verdad, la paz es inevitable. 2La consecución de ésta es el criterio por medio del cual se puede determinar con seguridad si dicha dedicación fue total. 3Mas dijimos también que es imposible alcanzar la paz sin tener fe, pues lo que se le entrega a la verdad para que ésta sea su único objetivo, se lleva a la verdad mediante la fe. 4Esta fe abarca a todo aquel que esté invo­lucrado en la situación, pues sólo de esta manera se percibe la situación como significativa y como un todo. 5Y todo el mundo tiene que estar involucrado, pues, de lo contrario, ello implicaría que tu fe es limitada y que tu dedicación no es total.

¿Por qué la fe es tan imprescindible para alcanzar la paz? ¿Qué es la fe?

Comparto una definición extraída de los textos sagrados:

La fe es más que una simple creencia. Es la confianza firme y profunda en lo que no vemos, pero sabemos que es verdadero. En Hebreos 11:1, se nos dice que la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Es el puente entre lo visible y lo invisible, entre lo terrenal y lo divino.

El diccionario de la Real Academia Española la define de la siguiente manera: Conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas.

Por un lado, la fe se asocia a las creencias y, por otro, a la certeza de lo que es verdad sin necesidad de percibirlo; es decir, es la muestra inequívoca de que percibimos correctamente, de que reconocemos nuestra verdadera realidad, de que somos seres espirituales, de que somos el Hijo de Dios.

La fe, por lo tanto, nos conecta con nuestra Fuente, con Dios, con nuestra naturaleza divina, lo que nos lleva, sin duda alguna, a expandir ese reconocimiento en los demás. Esa es la razón por la que la paz tan solo es posible cuando tenemos fe verdadera, pues lo contrario, es decir, la fe falsa, tendrá el efecto adverso, esto es, nos llevará a proyectar el error en la percepción y en la visión de nuestros hermanos y de nosotros mismos.

2. Toda situación que se perciba correctamente se convierte en una oportunidad para sanar al Hijo de Dios. 2Y éste se cura porque tú tuviste fe en él, al entregárselo al Espíritu Santo y liberarlo de cualquier exigencia que tu ego hubiese querido imponerle. 3Ves, por consiguiente, que es libre, y el Espíritu Santo comparte esa visión contigo. 4Y puesto que la comparte, la ha dado, y así, Él cura a través de ti. 5Unirse a Él en un propósito unificado es lo que hace que ese propósito sea real, porque tú lo completas. 6Y esto es curación. 7El cuerpo se cura porque viniste sin él y te uniste a la Mente en la que reside toda curación.

Ya hemos visto a lo largo de las enseñanzas del Curso de Milagros que la enfermedad del cuerpo es fruto de un pensamiento falso e incorrecto, el cual ha dado lugar a la percepción del cuerpo al que otorga la capitanía de nuestra identidad.

Ya sabemos lo que somos. Somos seres espirituales con capacidad para crear o para fabricar, pues el uso que hagamos de la mente, es decir, si la utilizamos para expandir nuestra voluntad en base a la visión de la unidad o en base a la visión de la separación, es lo que determinará la creación o la invención.

Si sabemos lo que somos, también sabemos que lo que hay que corregir son los falsos pensamientos que sirven a la mente errada. Lo que hay que sanar es al Hijo de Dios, cuya visión le ha llevado a creer que un mundo distinto al de Dios es real, que un mundo donde las leyes del miedo han sustituido a las del amor es posible.

Sanar esa visión de la separación con Dios significa que hemos recordado nuestra verdadera esencia, que hemos restituido la falsa fe por la fe verdadera.

miércoles, 5 de marzo de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 64

LECCIÓN 64

No dejes que me olvide de mi función.



1. La idea de hoy es simplemente otra manera de decir: "No me dejes caer en la tentación". 2El propósito del mundo que ves es nublar tu función de perdonar y proveerte de una justificación por haberte olvidado de ella. 3Es asimismo la tentación de aban­donar a Dios y a Su Hijo adquiriendo una apariencia física. 4Esto es lo que los ojos del cuerpo ven.

2. Nada de lo que los ojos del cuerpo parecen ver puede ser otra cosa que una forma de tentación, ya que ése fue el propósito del cuerpo en sí. 2Hemos aprendido, no obstante, que el Espíritu Santo tiene otro uso para todas las ilusiones que tú has forjado, y, por lo tanto, ve en ellas otro propósito. 3Para el Espíritu Santo el mundo es un lugar en el que aprendes a perdonarte a ti mismo lo que consideras son tus pecados. 4De acuerdo con esta percepción, la apariencia física de la tentación se convierte en el reconocimiento espiritual de la salvación.

3. Al repasar nuestras últimas lecciones, vemos que tu función aquí es ser la luz del mundo, y que es una función que Dios Mismo te dio. 2La arrogancia del ego es lo único que te hace poner esto en duda, y el miedo del ego lo único que te induce a considerarte a ti mismo indigno de la tarea que Dios Mismo te enco­mendó. 3La salvación del mundo aguarda tu perdón porque a través de él el Hijo de Dios se libera de todas las ilusiones y, por ende, de toda tentación. 4El Hijo de Dios eres tú.

4. Sólo desempeñando la función que Dios te dio podrás ser feliz. 2Esto se debe a que tu función es ser feliz valiéndote de los medios mediante los cuales la felicidad se vuelve inevitable. 3No hay otra manera. 4Por lo tanto, cada vez que eliges entre si desempeñar o no tu función, estás en realidad eligiendo entre ser feliz o no serlo.

5. Recordemos esto hoy. 2Tengámoslo presente por la mañana, por la noche, y también a lo largo del día. 3Prepárate de antemano para todas las decisiones que tengas que tomar hoy, recordando que todas ellas son en realidad muy simples. 4Cada una te condu­cirá ya sea a la felicidad o a la infelicidad. 5¿Puede ser acaso difícil tomar una decisión tan simple? 6No permitas que la forma de la decisión te engañe. 7Complejidad en lo relativo a la forma no implica complejidad en lo relativo al contenido. 8Es imposible que el contenido de cualquier decisión aquí en la tierra se componga de cualquier otra cosa que no sea esta simple elección. 9Ésta es la única elección que el Espíritu Santo ve. 10Por lo tanto, es la única elección que existe.

6. Practiquemos hoy, pues, con estos pensamientos:

2No dejes que me olvide de mi función.
3No dejes que trate de sustituir la que Dios me dio por la mía.
4Déjame perdonar y ser feliz.

5Por lo menos una vez hoy, dedica diez o quince minutos a refle­xionar acerca de esto con los ojos cerrados. 6Pensamientos afines acudirán en tu ayuda si recuerdas cuán crucial es tu función para ti y para el mundo.

7. En las aplicaciones frecuentes de la idea de hoy a lo largo del día, dedica varios minutos a repasar estos pensamientos y luego a pensar en ellos y en nada más. 2Esto te resultará difícil, sobre todo al principio, ya que aún no tienes la disciplina mental que ello requiere. 3Tal vez necesites repetir: "No dejes que me olvide de mi función" con bastante frecuencia para que te ayude a con­centrarte.

8Hoy se requieren dos variaciones de las sesiones de práctica más cortas. 2Haz los ejercicios con los ojos cerrados algunas veces, tratando de concentrarte en los pensamientos que estés usando. 3En otras, mantén los ojos abiertos una vez que hayas repasado los pensamientos, y luego mira a tu alrededor lenta e imparcialmente, repitiendo para tus adentros:

4Éste es el mundo que es mi función salvar.

¿Qué me enseña esta lección?

Esta lección me recuerda que mi salvación está en manos de que asuma totalmente mi verdadero papel: perdonar.

Desde el punto de vista de la Eternidad, el perdón no es necesario, pues realmente el Ser no cree en la culpa. Sin embargo, la percepción del ego, basada en la temporalidad, en la división y en la separación, en la culpabilidad, sí necesita ejercitar el valor del perdón, pues es la única vía que le lleva a la salvación.

En la medida en que nos perdonamos a nosotros mismos, estamos capacitados para extender ese perdón a los demás. Es en el camino y en la práctica del perdón que los objetivos de todos y cada uno de nosotros se unifican, se dan la mano, pues, ¿quién no desea ser feliz eternamente?

Así nos lo cuenta Un Curso de Milagros: 

"La Voluntad de Dios es que tú encuentres la salvación. ¿Cómo, entonces, no te iba a haber proporcionado los medios para encontrarla? Si Su Voluntad es que te salves, tiene que haber dispuesto que alcanzar la salvación fuese posible y fácil. Tienes hermanos por todas partes. No tienes que buscar la salvación en parajes remotos. Cada minuto y cada segundo te brinda una oportunidad más para salvarte. No dejes pasar esas oportunidades, no porque no vayan a repetirse, sino porque demorar la dicha es innecesario. La Voluntad de Dios es que seas completamente feliz ahora. ¿Cómo podría ser que ésa no fuese también tu voluntad? ¿Y sería posible asimismo que ésa no fuese también la voluntad de tus hermanos?" (T-9.VII.1:1-10).

“No podemos olvidar que la Filiación es nuestra salvación, pues la Filiación es nuestro Ser. Al ser la creación de Dios, es nuestra, y al pertenecernos, es Suya. Nuestro Ser no necesita salvación, pero nuestra mente necesita aprender lo que es la salvación” (T-11.IV.1:1-3).

 Ejemplo-Guía: ¿Cómo atender una petición de ayuda de los demás?

Un Curso de Milagros nos enseña que en nuestro hermano reside nuestra salvación. Mi experiencia me ha inspirado el tema que he elegido hoy como ejemplo-guía, pues, en más de una ocasión, no he sabido cómo responder a las peticiones que me plantean mis hermanos.

Reflexionar sobre esta cuestión me ha permitido conocer el principal argumento que me ha llevado a elegir una respuesta afirmativa o negativa. Cuando la elección me ha llevado a apostar por el "sí", lo que significa atender la petición de ayuda, siempre he encontrado en dicha decisión el amor. En cambio, cuando la elección tomada me ha llevado a apostar por el "no", lo que ha significado mi negativa a atender la petición de ayuda, siempre he encontrado en dicha decisión el miedo.

Miedo a perder lo que se tiene. Miedo al ridículo. Miedo a no estar a la altura. Miedo a no agradar, etc.

Quiero compartir con vosotros una información encontrada en el Texto del Curso, concretamente en el Capítulo 12, apartado III, titulado "Cómo invertir en la realidad", que nos ayudará a encontrar una respuesta a la cuestión que estamos analizando:

"Te pedí una vez que vendieses todo cuanto tuvieses, que se lo dieses a los pobres y que me siguieras. Esto es lo que quise decir: si no inviertes tu atención en ninguna de las cosas de este mundo, puedes enseñarle a los pobres dónde está su tesoro. Los pobres son sencillamente los que han invertido mal, ¡y vaya que son pobres! Puesto que están necesitados, se te ha encomendado que los ayudes, pues te cuentas entre ellos. Observa lo bien que aprenderías tu lección si te negases a compartir su pobreza, pues la pobreza no es otra cosa que insuficiencia, y sólo hay una insuficiencia, ya que sólo hay una necesidad” (T-12.III.1:1-6).

“Suponte que un hermano insiste en que hagas algo que tú crees que no quieres hacer. Su misma insistencia debería indicarte que él cree que su salvación depende de que tú hagas lo que te pide. Si insistes en que no puedes satisfacer su deseo y experimentas de inmediato una reacción de oposición, es que crees que tu salvación depende de no hacerlo. Estás, por lo tanto, cometiendo el mismo error que él, y haciendo que su error sea real para ambos. Insistir significa invertir, y aquello en lo que inviertes está siempre relacionado con tu idea de lo que es la salvación. La pregunta se compone de dos partes: primera, ¿qué es lo que hay que salvar? y segunda, ¿cómo se puede salvar?” (T-12.III.2:1-7).

“Cada vez que te enfadas con un hermano, por la razón que sea, crees que tienes que proteger al ego, y que tienes que protegerlo atacando. Si es tu hermano el que ataca, estás de acuerdo con esta creencia; si eres tú el que ataca, no haces sino reforzarla. Recuerda que los que atacan son pobres. Su pobreza pide regalos, no mayor empobrecimiento. Tú que podrías ayudarles estás ciertamente actuando en forma destructiva si aceptas su pobreza como propia. Si no hubieses invertido de la manera en que ellos lo hicieron, jamás se te hubiese ocurrido pasar por alto su necesidad” (T-12.III.3:1-6). 

“Reconoce lo que no importa, y si tus hermanos te piden algo "descabellado", hazlo precisamente porque no importa. Niégate, y tu oposición demuestra que sí te importa. Eres únicamente tú, por lo tanto, el que determina si la petición es descabellada o no, y toda petición de un hermano es tu propia petición. ¿Por qué te empeñas en negarle lo que pide? Pues negárselo es negártelo a ti mismo, y empobrecerte a ti y a él. Él está pidiendo la salvación, al igual que tú. La pobreza es siempre cosa del ego y nunca de Dios. Ninguna petición es "descabellada” para el que reconoce lo que es valioso y no acepta nada más” (T-12.III.4:1-8).

“La salvación es para la mente, y se alcanza por medio de la paz. La mente es lo único que se puede salvar, y sólo se puede salvar a través de la paz. Cualquier otra respuesta que no sea amor, surge como resultado de una confusión con respecto a "qué" es la salvación y a "cómo" se alcanza, y el amor es la única respuesta. Nunca te olvides de esto, y nunca te permitas creer, ni por un solo instante, que existe otra respuesta, pues de otro modo te contarás forzosamente entre los pobres, quienes no han entendido que moran en la abundancia y que la salvación ha llegado" (T-12.III.5:1-5).

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