II. El alumno feliz (2ª parte).
Nada de este mundo, excepto, el Amor, es verdad. El amor es eterno y, al igual que la verdad, no cambia. Es inalterable. No decide amar con diferencias, diciendo, a ti te quiero un poco más que a él. El amor es ciego en el mundo del ego, pues no ve las diferencias entre lo creado. El amor Es y extiende lo que Es. Si no se manifiesta en la integridad, no es verdadero amor. El amor no está condicionado, ni limitado. Ninguna cadena de este mundo, por muy gruesas que sean, podrán privarle la libertad. El amor no teme, no conoce el miedo.
Cuando enseñamos la verdad, estamos compartiendo amor y lo estamos aprendiendo, pues nos hacemos conscientes de lo que somos.
La felicidad es el estado que se alcanza cuando servimos a la verdad. Podemos decir, que es uno de los frutos que se cosecha cuando hemos puesto nuestra voluntad en manos del amor y lo hemos compartido en nuestros actos creadores.
Para ser merecedores del fruto de la felicidad, debemos estar dispuestos a cambiar nuestro mente errada, la que ha dado lugar a la creencia en la separación, la que nos ha llevado a la arrogante iniciativa de crear un mundo diferente al de Dios, donde el miedo sustituye al amor, dando lugar a creaciones falsas y dementes.
El alumno feliz debe desaprender lo aprendido, pues esas lecciones no proceden del Creador de la Verdad, sino del fabricante de lo ilusorio.
El que ha probado el dulzor del fruto de la verdad, habrá gozado de la experiencia que acompaña al estado de la felicidad y, en adelante, tan sólo servirá a la verdad.
7. El alumno feliz satisface las condiciones del aprendizaje en este mundo, de la misma forma en que satisface las condiciones del conocimiento en el Reino. 2Todo ello se basa en el plan del Espíritu Santo para liberarte del pasado y revelarte el camino hacia la libertad. 3Pues la. verdad es verdad. 4¿Qué otra cosa podía o pudo jamás serlo? 5En esta simple lección se encuentra la llave de la lóbrega puerta que crees está cerrada para siempre. 6Construiste esa puerta de la nada, y detrás de ella no hay nada. 7La llave no es más que la luz que con su resplandor desvanece las siluetas, formas y temores de lo que no es nada. 8Acepta de las manos de Cristo esta llave que abre la puerta de la libertad para que puedas unirte a Él en la santa misión de difundir la luz. 9Pues, al igual que tus hermanos, no te das cuenta de que la luz ha llegado y de que te ha liberado del sueño de las tinieblas.
El alumno feliz ya no siente placer satisfaciendo los deseos egoístas que hasta hora lo habían seducido y lo mantenían hipnotizado llevándole a la percepción de un mundo irreal e ilusorio. Sumido en esa pesadilla, ha perseguido hasta la saciedad alcanzar la felicidad, pero sus intentos han sido infructuosos y agotado de experimentar fracaso tras fracaso, su mente alcanza un punto en el que necesita reencontrarse con la paz y la felicidad.
Ese punto de inflexión, viene acompañado por el deseo de ver las cosas de otra manera, o lo que es lo mismo, por el deseo de sustituir sus erróneos pensamientos basados en el miedo y sustituirlos por el único sentimiento que le permitirá encontrar la felicidad, el Amor.
Tan sólo la verdad nos hará libres, pues la verdad es Amor y el Amor, si no aporta libertad, no es amor. Ver a nuestros hermanos libres, significa verlos desde el Amor, es decir, verlos desde la Unidad. Si vemos a nuestros hermanos desde el Amor, ello significa que nuestra mente sirve a la verdad, es decir, sirve al amor.
El mundo que hemos fabricado no favorece el amor, pues nuestra percepción de él no es verdadera. Cuando percibimos el mundo que nos rodea, lo vemos como un mundo aparte de nosotros mismos. Esa visión adolece del espíritu de la unicidad, por lo que, nuestra visión no estará percibiendo la verdad, y si no es verdad, habrá carencia de amor y por la misma razón, carencia de felicidad.
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