VII. La consecución del mundo real (1ª parte).
1.
Siéntate sosegadamente, y según contemplas el mundo que ves, repite para tus
adentros: El mundo real no es así. 2En él no hay edificios ni
calles por donde todo el mundo camina solo y separado. 3En él no
hay tiendas donde la gente compra una infinidad de cosas innecesarias. 4No
está iluminado por luces artificiales, ni la noche desciende sobre él. 5No
tiene días radiantes que luego se nublan. 6En el mundo real nadie
sufre pérdidas de ninguna clase. 7En él todo resplandece, y
resplandece eternamente.
Cuando
abordamos, por primera vez, el estudio de Un Curso de Milagros, una de las
cuestiones que más interés despierta es saber, con certeza, si el mundo en el
que vivimos, el que percibimos, sí, el mundo con el que estamos identificados,
en el que dormimos, comemos, trabajamos, jugamos, en el que hacemos el amor y
la guerra, en el que nos reímos y lloramos, en el que somos felices y sufrimos,
sí, ya sabes a qué mundo me refiero, es el mundo real o el ilusorio.
Si nos
ponemos, aunque solo sea un instante, en el papel de Dios y tuviésemos el poder
para crear un mundo real para nuestro hijo, ¿acaso tomaríamos como modelo el
mundo que percibimos? Si así lo hiciésemos, tendríamos que aceptar que aquellos
que disfrutan de nuestra maravillosa obra la considerasen una creación demente.
Tendríamos que admitir que eso de crear mundos no es lo nuestro, por lo que
podríamos dedicarnos a otras cosas, menos serias.
Afortunadamente,
nuestras mentes se encuentran unidas a la Mente de Dios, y ello nos permite
acceder, de forma intuitiva, al recuerdo de lo que somos: Hijos de una misma
Filiación, la Creación de Dios. Ese recuerdo, se encuentra muy oculto en
nuestra mente verdadera, y lo está, porque elegimos ver un mundo separado al de
Dios, lo que ha dado lugar a la invención de un mundo irreal que hace la
“competencia” al mundo real.
El mundo
real, es el que percibimos con la Mente Recta y el que nos permite ver desde la
unicidad. El mundo falso, es el que percibimos con la mente errada y el que nos
lleva a creer que estamos separados.
¿Podemos
ver el mundo real estando en el mundo falso? Sí, pues ambos mundos se
encuentran en el nivel de las causas, esto es, en el nivel de la mente. El
mundo real, nos lleva a recordar que nuestra identidad verdadera no es el
cuerpo, sino el Espíritu. El mundo irreal o ilusorio, no lleva a creer que
somos un cuerpo físico y basa todas sus creencias en lo que percibe a través de
los sentidos físicos.
2. Tienes
que negar el mundo que ves, pues verlo te impide tener otro tipo de visión. 2No puedes ver ambos mundos, pues cada uno de ellos representa una
manera de ver diferente, y depende de lo que tienes en gran estima. 3La
negación de uno de ellos hace posible la visión del otro. 4Los dos
no pueden ser verdad; no obstante, cualquiera de ellos te parecerá tan real
como el valor que le atribuyas. 5Su poder, sin embargo, no es
idéntico porque la verdadera atracción que ejercen sobre ti no es igual.
Si somos
fieles seguidores del sistema de pensamiento del ego, la única visión que
tendremos será la que perciban nuestros ojos físicos y nuestro sistema
sensorial. Ello nos lleva a la creencia de que somos un cuerpo material y que
la vida es, el intervalo de tiempo que transcurre desde el nacimiento a la
muerte.
Esa
visión, exclusiva del ego, impide ver la verdadera visión. ¿Cuál es la
verdadera visión? ¿Esa verdadera visión depende de que utilicemos unas gafas
especiales para ver el mundo real? No. La verdadera visión no depende de los
órganos de percepción propios del cuerpo. La verdadera visión se encuentra en
nuestra mente, lo que nos lleva a reconocer cuál es la causa que nos impide ver
el mundo real. Esa causa no es otra que creer que estamos separados de lo Real,
es decir, de Dios y de la Filiación.
Cuando en
nuestra mente veamos la unidad, entonces, estaremos preparados para ver la luz
espiritual que envuelve todo lo creado.
3. Tú no
deseas realmente el mundo que ves, pues no ha hecho más que decepcionarte desde
los orígenes del tiempo. 2Las casas que erigiste jamás te dieron
cobijo. 3Los caminos que construiste no te llevaron a ninguna parte,
y ninguna de las ciudades que fundaste ha resistido el asalto demoledor del
tiempo. 4Todo lo que has hecho lleva impreso sobre sí el estigma de
la muerte. 5No lo tengas en tanta estima, pues es un mundo viejo y
decrépito, e incluso según lo construías estaba ya listo para retornar al
polvo. 6Este mundo doliente no tiene el poder de influenciar al
mundo viviente en absoluto. 7Tú no puedes conferirle ese poder, y si
bien lo abandonas con tristeza, en él no puedes encontrar el camino que conduce
más allá de él hacia el otro mundo.
El mundo,
cuando se percibe desde la creencia en la separación, desde la creencia en el
miedo, en la culpa, en la muerte, es un mundo irreal, sujeto al desgaste de lo
temporal, y por ello, se convierte en una fuente de permanente sufrimiento.
4. El
mundo real, por otra parte, tiene el poder de influenciarte incluso aquí porque
lo amas. 2Y lo que pides con amor vendrá a ti. 3El amor
siempre responde, pues es incapaz de negar una petición de ayuda, o de no oír
los gritos de dolor que se elevan hasta él desde todos los rincones de este
extraño mundo que construiste, pero que realmente no deseas. 4Lo
único que necesitas hacer para abandonarlo y reemplazarlo gustosamente por el
mundo que tú no creaste, es estar dispuesto a reconocer que el que tú
fabricaste es falso.
El mundo,
cuando se percibe desde la creencia en la unidad, desde la creencia en el amor,
es un mundo real, sujeto por las leyes de la eternidad, y por ello, se
convierte en una fuente de dicha y felicidad.
¿Qué mundo
elegirás?
La razón
de que seamos resistente a abandonar las creencias del ego, se recoge en lo que
nos enseña este punto: “toda visión comienza con el que percibe, que es quien
determina lo que es verdad y lo que es falso”. Si el ego, reconociese que es
falso, dejaría de serlo. El hecho de que no se reconozca falso, es porque no
cree que lo sea.
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